Teoría

Un Curso en Milagros distingue entre dos mundos: Dios y el ego, conocimiento y percepción, verdad e ilusión. Estrictamente hablando, cada aspecto del mundo perceptual de la post-separación refleja al ego. Sin embargo, el Curso subdivide aún más el mundo de la percepción entre mentalidad errada y mentalidad correcta. Dentro de esta estructura el Curso casi siempre utiliza la palabra “ego” para denotar la mentalidad errada, mientras que la mentalidad correcta pertenece al dominio del Espíritu Santo, que enseña el perdón, como la corrección del ego. Así pues, podemos hablar de tres sistemas de pensamiento: Mentalidad—uno, que pertenece al conocimiento y mentalidad errada y mentalidad correcta, las cuales reflejan el mundo de la percepción. Esta exposición teórica seguirá esta visión tripartita de la mente.

La gráfica—(ver gráfica mas abajo)—resume la descripción que el Curso hace de la mente y, debe examinarse conjuntamente con las referencias siguientes del Curso, que tratan sobre la relación del espíritu con mente y espíritu con ego, y los tres niveles de la mente:

T1.V.5.

Todo lo que es verdadero es eterno y no puede cambiar ni ser cambiado. El Espíritu es, por lo tanto, inalterable porque ya es perfecto, pero la mente puede elegir a quién desea servir.

El único límite en su elección es que no puede servir a dos amos. La mente, si así lo elige, puede convertirse en el medio a través del cual el Espíritu crea en conformidad con su propia creación. De no elegir eso libremente, retiene su potencial creativo, pero se somete a un control tiránico en lugar de a uno Autoritativo. Como resultado de ello aprisiona, pues tales son los dictados de los tiranos. Cambiar de mentalidad significa poner tu mente a disposición de la verdadera Autoridad

T3.IV.2-6

La conciencia -el nivel de la percepción- fue la primera división que se introdujo en la mente después de la (creencia en la) separación, convirtiendo a la mente de esta manera en un instrumento preceptor en vez de en un instrumento creador. La conciencia ha sido correctamente identificada como perteneciente al ámbito del ego. El ego es un intento erróneo de la mente de percibirte tal como deseas ser, en vez de como realmente eres. Sin embargo, sólo te puedes conocer a ti mismo como realmente eres, ya que de eso es de lo único que puedes estar seguro. Todo lo demás es cuestionable.

El ego es el aspecto inquisitivo del ser (ser-falso) que surgió después de la separación, el cual fue fabricado en vez de creado. Es capaz de hacer preguntas, pero no de percibir respuestas significativas, ya que éstas entrañan conocimiento y no se pueden percibir. La mente está, por consiguiente, confusa porque sólo la Mentalidad-Uno está exenta de confusión. Una mente separada o dividida no puede sino estar confundida. Tiene necesariamente que sentirse incierta acerca de lo que es. Y no puede sino estar en conflicto, puesto que está en desacuerdo consigo misma. Esto hace que sus aspectos sean extraños entre sí, y ésta es la esencia de la condición propensa al miedo en la que el ataque siempre tiene cabida. Tal como te percibes tienes todas las razones del mundo para sentirte atemorizado. De ahí que no te puedas liberar del miedo hasta que no te des cuenta, no sólo de que no te creaste a ti mismo, sino de que tampoco habrías podido hacerlo. Nunca podrás hacer que tus percepciones falsas sean verdaderas, y tu creación no se ve afectada en modo alguno por tu error. Por eso es por lo que, en última instancia, tienes que optar por subsanar la separación.

No se debe confundir a la mente que goza de conocimiento con la mentalidad recta, ya que sólo esta última está vinculada a la percepción verdadera. Puedes tener una mentalidad recta o una mentalidad errada, y aun esto es cuestión de grados, lo cual demuestra claramente que ninguna de ellas tiene nada que ver con el conocimiento. El término “mentalidad-recta” se debe entender como aquello que corrige la “mentalidad errada”, y se refiere al estado mental que induce a una percepción fidedigna. Es un estado de mentalidad milagrosa porque sana la percepción errónea, lo cual es ciertamente un milagro en vista de como te percibes a ti mismo.

La percepción siempre entraña algún uso inadecuado de la mente, puesto que la lleva a áreas de incertidumbre. La mente es muy activa. Cuando elige estar separada, elige percibir. Hasta ese momento su voluntad es únicamente gozar de conocimiento. Una vez que ha elegido percibir, no puede sino elegir ambiguamente, y la única forma de escaparse de la ambigüedad es mediante una percepción clara. La mente retorna a su verdadera función únicamente cuando su voluntad es gozar de conocimiento. Esto la pone al servicio del Espíritu, donde la percepción cambia. La mente elige dividirse a sí misma cuando elige inventar sus propios niveles. Pero no puede separarse completamente del Espíritu, ya que de éste es de donde deriva todo su poder para fabricar o para crear. Aun en la creación falsa la mente está afirmando su origen, pues, de otro modo, simplemente dejaría de existir. Esto último, no obstante, es imposible, ya que la mente le pertenece al Espíritu que Dios creó, y que, por lo tanto, es eterno.

La capacidad de percibir hizo que el cuerpo fuese posible, ya que tienes que percibir algo y percibirlo con algo. Por eso es por lo que la percepción siempre entraña un intercambio o interpretación que el conocimiento no requiere. La función interpretativa de la percepción, que es una forma de creación distorsionada, te permitió entonces llegar a la conclusión de que tú eres tu cuerpo, en un intento de escapar del conflicto que tú mismo habías provocado. El Espíritu, que goza de absoluto conocimiento, no pudo avenirse a esta pérdida de poder, ya que es incapaz de albergar oscuridad. Esto hizo que el Espíritu fuese casi inaccesible a la mente y completamente inaccesible al cuerpo. A partir de ahí, se percibió al Espíritu como una amenaza, puesto que la luz disipa la oscuridad al mostrarte simplemente que ésta no se encuentra ahí. La verdad siempre prevalecerá sobre el error de este modo. No puede ser éste un proceso activo de corrección porque, como ya he puesto de relieve, el conocimiento no hace nada. Puede ser percibido como un agresor, pero no puede atacar. Lo que tú percibes como su ataque es tu propio vago reconocimiento de que el conocimiento siempre se puede recordar, al no haber sido jamás destruido.

T4.I.2

Muchos montan guardia en torno a sus ideas porque quieren conservar sus sistemas de pensamiento intactos, y aprender significa cambiar. Los que creen estar separados siempre temen cambiar porque no pueden concebir que los cambios sean un paso hacia adelante en el proceso de subsanar la separación. Siempre los perciben como un paso hacia una mayor separación, debido a que la separación fue su primera experiencia de cambio.

Crees que si no permites ningún cambio en tu ego alcanzarás la paz. Esta marcada confusión sólo puede tener lugar si sostienes que un mismo sistema de pensamiento puede erigirse sobre dos cimientos distintos. Nada puede llegar al Espíritu desde el ego, ni nada puede llegar al ego desde el Espíritu. El Espíritu no puede ni reforzar al ego, ni aminorar el conflicto interno de éste. El ego en sí es una contradicción. Tu falso ser y el Ser de Dios están en oposición. Y lo están con respecto a sus orígenes, rumbos y desenlaces. Son fundamentalmente irreconciliables porque el Espíritu no puede percibir y el ego no puede gozar de conocimiento. No están, por lo tanto, en comunicación, ni jamás lo podrán estar. El ego, sin embargo, puede aprender, aún cuando su hacedor esté desencaminado. Este, no obstante, no puede hacer que lo que fue infundido con vida sea completamente exánime.

El Espíritu no tiene necesidad de que se le enseñe nada, pero el ego sí. El proceso de aprender se percibe, en última instancia, como algo aterrador porque conduce, no a la destrucción del ego, sino al abandono de éste a la luz del Espíritu. Éste es el cambio que el ego no puede sino temer, puesto que no comparte mi caridad. La lección que yo tuve que aprender es la misma que tú tienes que aprender ahora, y puesto que la aprendí, puedo enseñártela. Nunca atacaré a tu ego, si bien estoy tratando de enseñarte cómo surgió su sistema de pensamiento. Cuando te recuerdo tu verdadera creación, tu ego no puede por menos que reaccionar con miedo.

T7.IX.1

Sólo tú puedes limitar tu poder creativo, aunque la voluntad de Dios es liberarlo. No es Su voluntad que te prives a ti mismo de tus creaciones, de la misma manera en que tampoco es Su voluntad privarse a Sí Mismo de las Suyas. ¡No prives a la Filiación de tus regalos o te privarás a ti mismo de Dios! El Egoísmo es cosa del ego, pero la plenitud del Ser pertenece al ámbito del Espíritu porque así es como Dios lo creó. El Espíritu Santo mora en la parte de la mente que yace entre el ego y el Espíritu, mediando siempre entre ellos en favor del Espíritu. Para el ego eso es ser parcial, y reacciona como si algo estuviese contra él. Para el Espíritu eso es la verdad porque el Espíritu conoce su propia llenura y no puede concebir que haya alguna parte de la que él esté excluido.

El Espíritu sabe que la conciencia de todos sus hermanos está incluida en su propia conciencia, tal como está incluida en Dios. El poder de toda la Filiación y de su creador es, por lo tanto, la propia llenura del Espíritu, que hace que sus creaciones sean igualmente plenas e igualmente perfectas. El ego no puede prevalecer contra una totalidad que incluye a Dios, y toda totalidad tiene que incluir a Dios. Dios le da todo Su poder a todo lo que Él creó porque ello forma parte de Él y comparte Su Ser con Él. Crear es lo opuesto a perder, tal como la bendición es lo opuesto al sacrificio. El Ser tiene que ser extendido. Así es como conserva el conocimiento de sí mismo. El Espíritu anhela compartir su Ser tal como su creador lo compartió. Puesto que el Espíritu fue creado como resultado de un acto de compartir, su voluntad es crear. No desea limitar a Dios, sino que su voluntad es extender Su Ser.

Extender el Ser de Dios es la única función del Espíritu. Su llenura no puede ser contenida, de la misma manera en que la llenura de su creador no se puede contener. La llenura es extensión. El sistema de pensamiento del ego obstaculiza la extensión, y así, obstaculiza tu única función. Obstaculiza, por lo tanto, el fluir de tu gozo, y, como resultado de ello, te sientes insatisfecho: A menos que crees, estarás insatisfecho, pero Dios no conoce la insatisfacción, por lo tanto, no puedes por menos que crear. Puede que no conozcas tus propias creaciones, pero eso no puede afectar su realidad, de la misma forma en que ser inconsciente de tu Espíritu no afecta en modo alguno su ser.

El Reino se extiende para siempre porque está en la mente de Dios. No conoces tu propio gozo porque no conoces la plenitud de tu propio Ser. Excluye cualquier parte del Reino y no podrás gozar de plenitud. Una mente dividida no puede percibir su llenura, y necesita que el milagro de su plenitud alboree en ella y la cure. Esto vuelve a despertar la plenitud en dicha mente; y al aceptar dicha plenitud se reincorpora al Reino. Cuando aprecias por completo la llenura de Ser de tu mente, el Egoísmo se vuelve imposible y la extensión inevitable. Por eso es por lo que el Reino goza de perfecta paz. El Espíritu está cumpliendo su función, y sólo el pleno cumplimiento produce paz.

L96.3

Los problemas que no tienen sentido no se pueden resolver dentro del marco en que se han planteado. Dos seres en conflicto supone una condición que no se puede resolver, y no puede haber tampoco un punto de encuentro entre el bien y el mal.

El ser que tú fabricaste jamás podrá ser tu Ser, ni tampoco puede tu Ser dividirse en dos y seguir siendo lo que es y lo que no puede sino ser eternamente. Una mente y un cuerpo no pueden ambos coexistir.

No trates de reconciliarlos, pues cada uno de ellos niega que el otro sea real. Si eres lo físico, tu mente desaparece del concepto que tienes de ti mismo, pues no tiene un lugar en el que realmente pueda ser parte de ti. Si eres espíritu, el cuerpo es entonces el que no tiene ningún sentido en tu realidad.

La mente es el medio del que el espíritu se vale para expresarse a Sí Mismo. Y la mente que sirve al espíritu está en paz y llena de gozo. Deriva su poder del espíritu y desempeña gustosamente su función aquí. La mente puede, por otro lado, verse también a sí misma como divorciada del espíritu y percibirse como dentro de un cuerpo al que confunde consigo misma. Sin su función, pues, no tiene paz, y la felicidad se vuelve algo ajeno a su pensamiento.

Mas una mente separada del espíritu no puede pensar. Ha negado la Fuente de su fortaleza, y se considera a sí misma desvalida, limitada y débil. Desasociada ahora de su función, cree estar sola y separada, atacada por ejércitos que se organizan contra ella; cree asimismo estar oculta en la frágil estructura del cuerpo. Ahora tiene que reconciliar lo que es diferente con lo que es lo mismo, pues para eso es para lo que piensa que es.

C1 - Clarificación de Términos

1. MENTE - ESPÍRITU

C-1.1. El término mente se utiliza para representar el principio activo del espíritu, el cual le suministra a éste su energía creativa. Cuando el término va con mayúscula, se refiere a Dios o a Cristo (es decir, a la Mente de Dios o a la Mente de Cristo). El espíritu es el Pensamiento de Dios que Él creó semejante a Sí Mismo. El espíritu unificado es el único Hijo de Dios, o Cristo.

C-1.2. En este mundo, puesto que la mente está dividida, los Hijos de Dios parecen estar separados. Sus mentes, asimismo, no parecen estar unidas. En ese estado ilusorio, el concepto de una "mente individual" parece tener sentido. En el curso, por lo tanto, se describe a la mente como si consistiera de dos partes: el espíritu y el ego.

C-1.3. El espíritu es la parte que aún se mantiene en contacto con Dios a través del Espíritu Santo, Quien, aunque mora en esa parte, también ve la otra. No se usa el término "alma" excepto en citas directas de la Biblia, por ser un término sumamente polémico. En cualquier caso, sería un equivalente de "espíritu", entendiéndose que, al formar parte del ámbito de Dios, es eterna y nunca nació.

C-1.4. La otra parte de la mente es completamente ilusoria y sólo teje ilusiones. El espíritu conserva su potencial creativo, pero su Voluntad, que es la de Dios, parecerá estar cautiva mientras la mente no esté unificada. La creación continúa imperturbable porque ésa es la Voluntad de Dios. Dicha Voluntad está siempre unificada, y, por lo tanto, no tiene significado en este mundo. No tiene grados ni opuestos.

C-1.5. La mente puede gozar de rectitud o estar errada, dependiendo de la voz que escuche. La mentalidad recta escucha al Espíritu Santo, perdona al mundo, y en su lugar ve el mundo real a través de la visión de Cristo. Ésta es la visión final, la última percepción, la condición en la que Dios Mismo da el paso final. Ahí, al tiempo y a lo ilusorio les llega su fin.

C-1.6. La mentalidad errada escucha al ego y teje ilusiones; percibe el pecado, justifica la ira, y considera que la culpabilidad, la enfermedad y la muerte son reales. Tanto este mundo como el mundo real son ilusorios, pues la mentalidad recta simplemente pasa por alto o perdona lo que nunca ocurrió. Por lo tanto, la mentalidad recta no es la Mentalidad-Uno de la Mente de Cristo, Cuya Voluntad es una con la de Dios.

C-1.7. La única libertad que aún nos queda en este mundo es la libertad de elegir, y la elección es siempre entre dos alternativas o dos voces. La Voluntad no está involucrada en la percepción a ningún nivel, y no tiene nada que ver con el proceso de elegir. La conciencia es el mecanismo receptor, el cual recibe mensajes tanto del plano superior como del inferior, del Espíritu Santo o del ego. La conciencia tiene niveles y puede cambiar drásticamente de uno a otro, pero no puede trascender el dominio de lo perceptual. En su nivel más elevado, se vuelve consciente del mundo real, y puede ser entrenada para hacer eso cada vez con mayor frecuencia. Sin embargo, el hecho mismo de que tenga niveles y de que pueda ser entrenada demuestra que no puede alcanzar el conocimiento.



Un Curso en Milagros, por lo tanto, está escrito en dos niveles, los cuales reflejan dos divisiones básicas:

El primer nivel presenta la diferencia entre la Mente-uno y la mente separada, mientras que el segundo nivel contrasta la mentalidad errada con la mentalidad correcta, que son parte de la mente separada. En este primer nivel, por ejemplo, el mundo y el cuerpo son ilusiones fabricadas por el ego, y por consiguiente, simbolizan la separación.

El segundo nivel se refiere a este mundo donde creemos que estamos. Aquí, el mundo y el cuerpo son neutrales y pueden servir a uno de los dos propósitos. Para la mente errada del ego, estos son instrumentos para reforzar la idea de separación, mientras que para la mente correcta del Espíritu Santo, son los mecanismos de enseñanza con los que podemos aprender Sus lecciones de perdón. En este nivel las ilusiones se refieren a las falsas percepciones del ego; ejemplo, ver ataque en lugar de un pedido de amor; ver pecado en vez de error. Así pues el Curso se centra en nuestros pensamientos, no en las manifestaciones externas, las cuales son las proyecciones de dichos pensamientos. 

Como dice el Curso “Este es un Curso acerca de causas y no de efectos” (T-21.VII.7:8). 

Se nos exhorta a que no tratemos de cambiar el mundo (efecto), sino de cambiar de mentalidad (causa) acerca del mundo. (T-21.in.1:7). Cuando la Lección 193 afirma “Perdona y esto desaparecerá, aunque no forzosamente la manifestación física del problema”. Por ejemplo, si la lluvia amenaza los planes que nos hemos propuesto y eso nos entristece y perturba, no debemos rezar para que salga el sol, sino más bien rezaremos para recibir ayuda y poder ver las inclemencias del tiempo como una oportunidad que hemos elegido para aprender una lección de perdón, que el Espíritu Santo puede enseñarnos. 

Esto no significa negar que el ego puede afectar el mundo físico, sin embargo como ese mundo físico es inherentemente ilusorio y el resultado de nuestros pensamientos, el énfasis del Curso es en la corrección de estos pensamientos equívocos o distorsionados, que son siempre la verdadera fuente de cualquier problema. Esta corrección permite que el Espíritu Santo pueda guiar nuestro comportamiento en el mundo.

Mentalidad—uno

La mentalidad Uno de Cristo es el mundo del Cielo, del conocimiento; el mundo anterior a la separación del espírituamor, verdad, eternidad, infinitud, y realidad donde la unidad de la creación de Dios, —la suma de todos Sus Pensamientos— permanece intacta. Es el estado natural de comunicación directa con Dios y Su creación que existía antes de que la mente del Hijo de Dios pensara en la separación. En este estado se mantiene la perfecta unión de la Trinidad.

La Trinidad consiste en: (1) Dios, el Padre, (2) Su HijoCristo, nuestro verdadero Ser, y (3) el Espíritu Santo, la Voz que habla por Dios. Dentro de la Segunda Persona de la Trinidad se incluyen nuestras creaciones, las extensiones de nuestro Ser o espíritu. La Segunda persona de la Trinidad no se identifica exclusivamente con Jesús, quien es parte de Cristo, igual que todos nosotros.

Mentalidad errada
El ego consiste en tres conceptos fundamentales:

1. Pecado: la creencia de que nos hemos separado de Dios.

2. Culpa: la experiencia de haber pecado, de haber hecho algo malo, lo cual emana de nuestra creencia de que hemos atacado a Dios y hemos usurpado Su papel como primera Causa, convirtiéndonos en nuestra primera propia causa.

3. Miedo: la emoción que inevitablemente se deriva de la culpa, y que procede de nuestra creencia en el pecado y se fundamenta en el pensamiento de que merecemos ser castigados por el dios de venganza fabricado por el ego.

Para asegurar su supervivencia, el ego continuamente atrae la culpa hacia sí mismo, puesto que la culpa comprueba la realidad del pecado y fue éste el que dio origen al ego. Una vez establecida que la culpa es real, el ego nos enseña que no debemos acercarnos a ésta o ni tan siquiera mirarla, porque si lo hacemos, seremos destruidos por un dios airado y vengativo—un dios que el ego fabricó, en efecto, para satisfacer su propósito—dispuesto a castigarnos por haber pecado en contra suya, si no seremos aniquilados en el olvido de nuestra propia nada. Este miedo mantiene intactos la culpa y el pecado, pues al no verlos como decisiones de nuestras mentes, jamás podremos cambiar nuestra creencia en ellos.

Abandonados por la ansiedad y el terror causados por el miedo a Dios, nuestro único recurso es acudir al ego en busca de ayuda, puesto que Dios se ha convertido en nuestro enemigo. 

El plan que utiliza el ego para salvarnos de la culpa tiene dos partes:


La primera es la negación, mediante la cual apartamos la culpa de nuestra conciencia, con la esperanza de que al no ver el problema, éste desaparecerá.

La segunda parte nos exhorta a qe después de negar la culpa, la proyectemos sobre otra persona, con la esperanza de que nos liberaremos de ella mágicamente al colocarla fuera de nosotros.
La proyección tiene dos formas principales: las relaciones de odio especial y las relaciones de amor especial. En las relaciones de odio especial el odio a uno mismo o la culpa se transfiere a los demás haciéndoles responsables de la miseria que sentimos. Nuestra ira o ataque procura justificar la proyección, al reforzar la culpa de los demás por nuestros pecados que hemos proyectado sobre ellos. Las relaciones de amor especial tienen la misma finalidad de proyectar culpa, aunque la forma difiere grandemente. Nuestra culpa nos muestra que estamos vacíos, insatisfechos, incompletos y necesitados, todos ellos aspectos del principio de escasez.

Al creer que esta carencia jamás puede enmendarse, buscamos fuera a las personas que nos puedan completar. El amor especial, pues, asume esta forma, “tengo ciertas necesidades especiales que Dios no puede satisfacer, pero tú, una persona especial, con atributos especiales, las puedes llenar para mí: Cuando lo hagas te amaré. Si no lo haces, mi amor se convertirá en odio”.

El mundo del ego se divide entre enemigos (odio especial) y salvadores-ídolos (amor especial), y la verdadera identidad de Cristo en los demás se oscurece.

El juicio basado siempre en el pasado más que en la aceptación del presente, es el principio orientador del ego. Por medio de las relaciones especiales el ego mantiene su existencia al perpetuar la culpa, puesto que al utilizar a otros para que satisfagan nuestras necesidades, constituye un ataque, y el ataque en la forma que sea refuerza la culpa. Esto pone en marcha el ciclo culpa-ataque, en el que a mayor culpa, mayor la necesidad de proyectarla y de atacar a otros mediante las relaciones, lo que simplemente incrementa la culpa, y aumenta la necesidad de proyectarla.

La mentalidad errada del ego es un sueño de separación, muy claramente expresado en el mundo físico que se fabricó como “un ataque a Dios” (L-pll.3.2:1).

La existencia del cuerpo es una existencia de enfermedad, sufrimiento, y muerte, lo cual da testimonio de la aparente realidad del cuerpo en comparación con el espíritu, el cual jamás puede sufrir dolor o morir. La crucifixión es el símbolo que utiliza el Curso para referirse al ego y para representar la creencia en el ataque y el sacrificio, donde la ganancia de uno se convierte en la pérdida de otro. Todos los aspectos del mundo separado son ilusiones, puesto que lo que es de Dios nunca puede separarse de Él, y por consiguiente, lo que parece estar separado de Dios, no puede ser real. Esto queda expresado en el principio del curso de que “las ideas no abandonan su fuente”; somos una idea (o Pensamiento) en la Mente de Dios, esta idea jamás abandonó su Fuente.

Mentalidad correcta

La Respuesta de Dios a la separación es el Espíritu Santo, y Su plan para deshacer el ego se llama Expiación. Un curso de milagros utiliza muchos términos que reflejan el plan del Espíritu Santo, y cada uno es un sinónimo del otro. 

Estos son: milagro, perdón salvación, curación, mundo real, percepción verdadera, visión, rostro o faz de Cristo, razón, justicia, instante santo, relación santa, función, sueño feliz, Segunda Venida (Advenimiento), Palabra de Dios, Juicio Final, resurrección, redención, corrección, despertar, y des-hacimiento.

Estos términos, por pertenecer al mundo separado de la percepción, se refieren al proceso (el milagro), que corrige nuestras percepciones equivocadas, al dejar de escuchar la voz del pecado, culpa y miedo del ego, para escuchar la Voz del perdón del Espíritu Santo.

Así, las relaciones profanas o especiales, se tornan santas. Sin estás relaciones no habría manera de liberarnos de la culpa que el ego nos ha enseñado a sepultar por medio de la negación, y a retener a través de la proyección. El Espíritu Santo le da la vuelta al ego al convertir el propósito de éste en una oportunidad para contemplar en el otro la culpa que hemos negado, y de este modo, el Espíritu Santo nos la devuelve, lo que nos permite por fin cambiar la idea sobre la culpa.

Si bien la práctica del perdón o el deshacimiento de la culpa, se experimenta en general como un asunto largo y complejo, se entiende substancialmente, constituido por un proceso de tres pasos.

El (1) primer paso, invierte la proyección al percatarnos de que la culpa no está en el otro sino en nosotros mismos.

El (2) segundo paso, ahora que se ha traído la culpa ante nuestra atención y que reconocemos que su fuente está en nosotros, deshacemos esta decisión eligiendo vernos como los inocentes Hijos de Dios, en lugar de los hijos culpables del ego. Estos dos pasos son nuestra responsabilidad;

el (3) paso final (tercer paso sanador) le corresponde al Espíritu Santo, Quién puede liberarnos de la culpa ahora que se la hemos entregado. Al mirarla unidos en Su Amor y por consiguiente, sin juicio ni culpa. 

Este mirar sin emitir juicio, con una amorosa sonrisa, es el significado del perdón. 

Al utilizar el libro de ejercicios como guía, nos entrenamos para poder escuchar la Voz, y aprendemos que todas las cosas son oportunidades para aprender a perdonar.

Sirva como ejemplo ilustrativo de este proceso-aspecto del perdón las referencias que aparecen bajo períodos de inestabilidad y traer la oscuridad (ilusiones) a la luz (de la Verdad) así como la lección 284 del libro de ejercicios. Todas estas reflejan la casi inevitable dificultad que surge cuando uno comienza a tomar seriamente las lecciones del Espíritu Santo y permite que la culpa tan profundamente negada emerja a la consciencia.

Cuando la culpa se deshaga, como consecuencia de que la mentalidad correcta habrá corregido a la errada, el puente que conduce al mundo real se habrá completado. La memoria de Dios alboreará en nuestras mentes, puesto que todas las interferencias se han eliminado y contemplamos la faz de Cristo en todos. Este mundo de ilusión y separación llega a su fin cuando Dios da el paso final, se inclina y nos alza hacia Sí Mismo. Restituidos a la Mentalidad-Uno de Cristo, “estamos en casa”, donde... Dios quiere que estemos" (T-31.VIII.12:8).