Lección 244

No estoy en peligro en ningún lugar del mundo.

1. Tu Hijo está a salvo dondequiera que se encuentre porque Tú estás allí con él. Sólo con que invoque Tu Nombre recordará su seguridad y Tu Amor, pues éstos son uno. ¿Cómo puede temer, dudar o no darse cuenta de que es imposible que pueda sufrir, estar en peligro o ser infeliz cuando él te pertenece a ti, es bienamado y amoroso, y está por siempre a salvo en Tu Paternal abrazo?

2. Y ahí es en verdad donde nos encontramos. No hay tormenta que pueda venir a azotar el santuario de nuestro hogar. En Dios estamos a salvo, pues, ¿qué podría suponer una amenaza para Dios, o venir a asustar a lo que por siempre ha de ser parte de Él?

Lección 243

Hoy no juzgaré nada de lo que ocurra.

1. Hoy seré honesto conmigo mismo. No pensaré que ya sé lo que no puede sino estar más allá de mi presente entendimiento. No pensaré que entiendo la totalidad basándome en unos cuantos fragmentos de mi percepción, que es lo único que puedo ver. Hoy reconozco esto. Y así quedo eximido de tener que emitir juicios que en realidad no puedo hacer. De esta manera, me libero a mí mismo y a todo lo que veo, de modo que pueda estar en paz tal como Dios nos creó.

2. Padre, hoy dejo que la creación sea lo que es. Honro todos sus aspectos, entre los que me cuento. Somos uno porque cada aspecto alberga Tu recuerdo, y la verdad sólo puede derramar su luz sobre todos nosotros cual uno solo.

Lección 242

Este día se lo dedico a Dios. Es el regalo que le hago.

1. Hoy no dirigiré mi vida por mi cuenta. No entiendo el mundo, por lo tanto, tratar de dirigir mi vida por mi cuenta es una locura. Mas hay Alguien que sabe qué es lo que más me conviene. Y Él se alegra de tomar por mí únicamente aquellas decisiones que me conducen a Dios. Pongo este día en Sus manos, pues no quiero demorar mi regreso al hogar, y es Él el que conoce el camino que me conduce a Dios.

2. Y así, ponemos este día en Tus Manos. Venimos con mentes completamente receptivas. No pedimos nada que creamos desear. Concédenos tan sólo lo que Tú deseas que recibamos. Tú conoces nuestros deseos y necesidades. Y nos concederás todo lo que sea necesario para ayudarnos a encontrar el camino que nos lleva hasta Ti.

Lección 241

En este instante santo llega la salvación.

1. ¡Qué alegría tan grande la de hoy! Éste es un día de una celebración especial. Pues este día le ofrece al mundo de tinieblas el instante que se fijó para su liberación. Ha llegado el día en que todos los pesares se dejan atrás y el dolor desaparece. La gloria de la salvación alborea hoy sobre un mundo que ha sido liberado. Éste es un tiempo de esperanza para millones de seres. Ahora ellos se unirán conforme tú los perdones a todos. Pues hoy tú me perdonarás a mí.

2. Ahora nos hemos perdonado los unos a los otros, y así podemos por fin regresar a Ti. Padre, Tu Hijo, que en realidad jamás se ausentó, retorna al Cielo y a su hogar. iQué contentos estamos de que se nos haya restituido la cordura y de poder recordar que todos somos uno!


 

3. ¿Qué es el mundo?

"Este es uno de los resúmenes más importantes de la Parte II, que describe sucintamente la naturaleza ilusoria del mundo. El resumen también enseña que mientras creamos que estamos aquí, podemos elegir que este mundo irreal sirva a un propósito diferente: el perdón en lugar del ataque. Así, por un lado, tenemos descrito el origen del mundo en el sistema de pensamiento de separación del ego, y por el otro, cómo el Espíritu Santo usa este mismo mundo como un aula de aprendizaje para guiarnos a casa.
(L-pII.3.1:1-2) «El mundo es una percepción falsa. Nació de un error, y no ha abandonado su fuente.»
Recuerda el importante principio - «las ideas no abandonan su fuente». La fuente del mundo es la falsa creencia de que nos hemos separado de Dios, haciendo realidad nuestro yo individual. Todo lo que surge de ese pensamiento erróneo debe, por lo tanto, ser también ilusorio, o "percepción falsa".
“No te das cuenta de la magnitud de ese único error [la sustitución de la ilusión por la verdad]. Fue tan inmenso y tan absolutamente increíble que de él no pudo sino surgir un mundo totalmente irreal. ¿Qué otra cosa sino podía haber surgido de él?...Ésa fue la primera proyección del error al exterior. El mundo surgió para ocultarlo, y se convirtió en la pantalla sobre la que se proyectó, la cual se interpuso entre la verdad y tú...¿Crees que es realmente extraño que de esa proyección del error surgiese un mundo en el que todo está invertido y al revés? Eso fue inevitable.”
(T-18.I.5:2-4; 6:1-2, 4-5)
Este es un concepto crucial en el sistema de pensamiento de Un Curso de Milagros, ya que es la base de su metafísica no dualista sobre la que descansa el verdadero perdón: un pensamiento ilusorio engendra un mundo ilusorio, que, cuando es perdonado, desaparece de nuevo en su propia nada.
(L-pII.3.1:3) «Persistirá mientras se siga abrigando el pensamiento que le dio vida.»
Cambia de mentalidad acerca de tu separación de Dios, y el mundo debe cambiar en consecuencia. Anteriormente, cité el siguiente pasaje de Psicoterapia, donde Jesús discute cómo el mundo corporal de enfermedad y muerte surgió como sombras del pensamiento de culpabilidad de la mente:
“Una vez que el Hijo de Dios se ve culpable, la enfermedad no se puede evitar...No puede haber nada que un cambio de mentalidad no pueda afectar, pues todas las cosas externas son sólo sombras de una decisión ya tomada. Si se cambia la decisión, ¿cómo puede su sombra permanecer sin cambio? La enfermedad no puede ser sino la sombra de la culpa, grotesca y fea, puesto que imita la deformidad. Si una deformidad se ve como real, ¿cómo puede ser su sombra sino deforme?
El descenso al infierno sigue paso a paso un curso inevitable, una vez se ha tomado la decisión de que la culpa es real. La enfermedad y la muerte y la miseria acechan ahora la tierra en inexorables vaivenes, algunas veces simultáneamente y otras en siniestra sucesión. Pero todas estas cosas, por reales que parezcan, son sólo ilusiones.” (P-2.IV.2:1, 4-3:3)
Cuando aceptas la Expiación para ti mismo, literalmente no hay ningún mundo para ti. La gente todavía puede permanecer dormida y creer que el mundo existe, y pueden pensar que te ven como un cuerpo, como creyeron que vieron a Jesús como un cuerpo, pero tu realidad permanece con él fuera del sueño. Por lo tanto, mirando el sueño te das cuenta de que todo lo que ves es una invención, similar a los soñadores lúcidos que son conscientes de que están soñando. ¿Cómo podría uno entonces tomarse en serio lo que sucede aquí? Por ejemplo, puedes soñar con ser atacado por alguien en China, pero sabiendo que estás soñando, te das cuenta de que no estás en China y no te está atacando nadie. Así, nuestra situación en el mundo real: el mundo puede no desaparecer para los que todavía creen en él, pero para ti el mundo se ha ido. Es desde esta perspectiva que Un Curso de Milagros viene a nosotros. Está escrito en el lenguaje del mundo, pero su verdad descansa más allá de él. Lo aprecias, lo entiendes y lo aplicas sólo en la medida en que puedas dejar este mundo atrás al caminar con Jesús fuera de él. Mirando retrospectivamente al mundo, entonces, todo es visto de manera diferente porque ya no permanece en tu experiencia.
(L-pII.3.1:4-5) «Cuando el pensamiento de separación haya sido substituido por uno de verdadero perdón, el mundo se verá de una manera completamente distinta (“in quite another light” - el mundo será visto bajo otra luz); de una manera que conduce a la verdad en la que el mundo no puede sino desaparecer junto con todos sus errores. Ahora su fuente ha desaparecido, al igual que sus efectos.»
La otra luz es la luz de la verdad en el instante santo, en el que el mundo se ve de otra manera. Estar en el mundo real - el objetivo final de nuestro trabajo con Un Curso de Milagros - es estar fuera del sueño contemplándolo. Esta es la hermosa visión descrita en "La Canción Olvidada", en la que el mundo desaparece en la única luz del infinito:
“Más allá del cuerpo, del sol y de las estrellas; más allá de todo lo que ves, y, sin embargo, en cierta forma familiar para ti, hay un arco de luz dorada que al contemplarlo se extiende hasta volverse un círculo enorme y luminoso. El círculo se llena de luz ante tus ojos. Sus bordes desaparecen, y lo que había dentro deja de estar contenido. La luz se expande y envuelve todo, extendiéndose hasta el infinito y brillando eternamente sin interrupciones ni límites de ninguna clase. Dentro de ella todo está unido en una continuidad perfecta. Es imposible imaginar que pueda haber algo que no esté dentro de ella, pues no hay lugar del que esta luz esté ausente.” (T-21.I.8)
Y ahora la naturaleza y propósito del mundo:
(L-pII.3.2:1-3) «El mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios. Es el símbolo del miedo. Mas ¿qué es el miedo sino la ausencia de amor?»
"El perfecto amor echa fuera el temor", pero si crees en el miedo, el amor no tiene cabida en tu mente. El miedo es el efecto de los pensamientos de pecado y culpa, que constituyen el primer escudo de ataque, que cubre la inocencia del Hijo de Dios que se mantiene en su lugar mediante el principio de Expiación. Cuando el pecado de ataque se proyecta, da lugar a un mundo de ataque. Puesto que «las ideas no abandonan su fuente», este mundo proyectado -el segundo escudo de ataque- refleja al primero. Por lo tanto, el universo físico es un ataque contra Dios, lo que resulta en nuestro temor a la represalia de Dios. Esta declaración ahora familiar del texto encapsula la dinámica del miedo, en la que el Dios de Amor se transforma en una figura proyectada de ataque, "un padre no amoroso":
“Tú que prefieres la separación a la cordura no puedes hacer que ésta tenga lugar en tu mente recta. Estabas en paz hasta que pediste un favor especial. Dios no te lo concedió, pues lo que pedías era algo ajeno a Él, y tú no podías pedirle eso a un Padre que realmente amase a Su Hijo. Por lo tanto, hiciste de Él un padre no amoroso al exigir de Él lo que sólo un padre no amoroso podía dar. Y la paz del Hijo de Dios quedó destruida, pues ya no podía entender a su Padre. Tuvo miedo de lo que había hecho, pero tuvo todavía más miedo de su verdadero Padre, al haber atacado su gloriosa igualdad con Él.” (T-13.III.10)
Por lo tanto, el ego nos hace creer que no hay ninguna esperanza. Con la marcha del amor y su lugar tomado por el miedo, no queda más que defendernos contra nuestra inevitable destrucción.
(L-pII.3.2:4) «El mundo, por lo tanto, se fabricó con la intención de que fuese un lugar en el que Dios no pudiese entrar y en el que Su Hijo pudiese estar separado de Él.»
Cuando elegimos al ego sobre el Espíritu Santo, para todos los efectos y propósitos lo enterramos en la mente y moramos sólo en el mundo del ego, donde el Amor de Dios tiene prohibida la entrada. Sólo el miedo existe en el reino de la mente y el cuerpo del ego:
“...pues el cuerpo «es» un límite que se le impone al amor. La creencia en un amor limitado fue lo que dio origen al cuerpo, que fue concebido para limitar lo ilimitado....Dios no puede hacer acto de presencia en un cuerpo ni tú puedes unirte a Él ahí. Todo límite que se le imponga al amor parecerá siempre excluir a Dios y mantenerte a ti separado de Él. El cuerpo es una diminuta cerca que rodea a una pequeña parte de una idea que es completa y gloriosa. El cuerpo traza un círculo, infinitamente pequeño, alrededor de un minúsculo segmento del Cielo, lo separa del resto, y proclama que tu reino se encuentra dentro de él, donde Dios no puede hacer acto de presencia.”
(T-18.VIII.1:2-3; 2:3-6)
Claramente ahora estamos separados de nuestra Fuente, y como nuestra existencia misma constituye un ataque a Dios, no podemos dejar de tener miedo. Una vez que negamos este pensamiento de ataque se proyecta, dando lugar a un mundo que comparte los atributos de ese pensamiento. De hecho, el mundo «es» ese pensamiento de ataque. Piensa en tus sueños nocturnos, en los que ves una representación de tus propios pensamientos, no de los de los demás. De la misma manera, este mundo, como un sueño, retrata los pensamientos del Hijo dormido, que en su locura cree que atacó a su Creador y ahora está aterrorizado ante el anticipado contraataque de Dios. De ninguna manera, por lo tanto, el Hijo quiere a Dios cerca de él, y así Lo excluye de su reino. Como estudiante de este Curso, por lo tanto, debes entender el propósito del mundo: hecho literalmente para excluir el Amor de Dios, el mundo es el objetivo final de la estrategia del ego para asegurar que en nuestra insensatez (ausencia de mente) nunca más podamos elegir ese Amor.
(L-pII.3.2:5) «Ésa fue la cuna de la percepción, pues el conocimiento no podría haber sido la causa de pensamientos tan descabellados.»
Este es otro de los innumerables lugares en Un Curso de Milagros que nos dicen que Dios no creó el mundo. El «conocimiento», un sinónimo para Cielo, Dios y amor, no podía causar el pensamiento de separación demente del ego - el origen del mundo. La percepción es dualista, lo que significa que yo, como sujeto, percibo algo fuera de mí, como objeto - perceptor y percibido. Este estado es desconocido en el Cielo, donde sólo existe la perfecta Unicidad. El lector puede recordar este pasaje del texto:
“Las leyes de Dios no pueden gobernar directamente en un mundo regido por la percepción, pues un mundo así no pudo haber sido creado por la Mente para la cual la percepción no tiene sentido...La percepción se basa en elegir, pero el conocimiento no. El conocimiento está regido por una sola ley porque sólo tiene un Creador.” (T-25.III.2:1; 3:1-2)
(L-pII.3.2:6-7) «Mas los ojos engañan, y los oídos oyen falsedades. Ahora es muy posible cometer errores porque se ha perdido la certeza.»
Este es el propósito del engaño que el cuerpo fue hecho para servir. Como vimos cuando leímos la Lección 161, el odio es específico: “Así fue como surgió lo concreto.” (W-pI, 161.7: 1; 3: 1). Necesitábamos algo sobre lo que pudiéramos proyectar nuestra culpa despreciable, así que - colectivamente como el Hijo uno de Dios - inventamos un mundo de cuerpos. Hacemos esto individualmente también en nuestras relaciones especiales. Así, el cuerpo fue hecho con un elaborado aparato sensorial -- órganos sensoriales que informan al cerebro la "realidad" que ven, oyen, sienten, saborean y huelen. El cerebro interpreta esta entrada sensorial tal como fue programado por la mente; es decir, hay un mundo ahí fuera al que ser atraído, si su entrada sensorial es atractiva, o repelido, si la entrada sensorial es repulsiva. Sin embargo, todo esto es ilusorio y nuestros órganos sensoriales engañan. La certeza del principio de Expiación ha desaparecido, su lugar tomado por nuestra creencia errónea en la separación, ahora elevada a realidad. Recuerda esta afirmación: “Nada es tan cegador como la percepción de la forma.” (T-22.III.6: 7). La percepción fue hecha para cegarnos a la verdad «y» a la ilusión dentro de la mente. Y así nuestros ojos y oídos sólo informan a la mente de las mentiras que fueron hechos para encontrar. El anexo de Psicoterapia resume esto muy bien para nosotros:
“El oído traduce, no oye. El ojo reproduce, no ve. Su tarea es hacer agradable aquello que se invoca, no importa cuán desagradable pueda ser. Responden a las decisiones de la mente, al reproducir sus deseos y traducidos en formas aceptables y placenteras.” (P-2.VI.3:1-4)
(L-pII.3.3:1-2) «Y para substituirla nacieron los mecanismos de la ilusión, que ahora van en pos de lo que se les ha encomendado buscar.»
Estos mecanismos de la ilusión son nuestros órganos sensoriales que envían datos al cerebro que, como acabamos de ver, interpretan la información recibida para reforzar la creencia de que existe un mundo real ahí fuera. Nuevamente, todo es una invención; pero la mente - de la que ahora somos totalmente inconscientes - ha programado al cuerpo para percibir de esta manera. Por lo tanto, escuchamos el mensaje que queremos escuchar, y el mundo prueba que la separación está viva y bien, lo que significa que la unicidad del Amor de Dios ha desaparecido. Piensa en "La atracción de la culpabilidad", que habla de los "perros hambrientos del miedo" enviados para traer mensajes de miedo, odio y culpabilidad. Los mecanismos sensoriales de las ilusiones encuentran la aparente verdad de que la separación de Dios es real, "probando" que tenemos razón y que Él está equivocado - «la culpabilidad es la realidad»:
“A los mensajeros del miedo se les adiestra mediante el terror, y tiemblan cuando su amo los llama para que le sirvan. Pues el miedo no tiene compasión ni siquiera con sus amigos. Sus mensajeros saquean culpablemente todo cuanto pueden en su desesperada búsqueda de culpabilidad, pues su amo los deja hambrientos y a la intemperie, instigando en ellos la crueldad y permitiéndoles que se sacien únicamente de lo que le llevan. Ni el más leve atisbo de culpabilidad se escapa de sus ojos hambrientos. Y en su despiadada búsqueda de pecados se abalanzan sobre cualquier cosa viviente que vean, y dando chillidos se la llevan a su amo para que él la devore.” (T-19.IV-A.12:3-7)
(L-pII.3.3:3-4) «Su finalidad es servir el propósito para el que se fabricó el mundo, de modo que diese testimonio de él y lo hiciera real. Dichos mecanismos ven en sus ilusiones una sólida base donde existe la verdad y donde se mantiene aparte de las mentiras.»
Así creemos que este mundo es una realidad, y pensamos que sabemos lo que es la verdad mientras que el espíritu - el Cielo, Dios y nuestra Identidad como Cristo - es una mentira. La "verdad" del ego es sólo lo que nuestros sentidos nos dicen, y nuestros cerebros interpretan la información sensorial a través de su versión distorsionada de la "razón".
(L-pII.3.3:5) «No obstante, no informan más que de ilusiones, las cuales se mantienen separadas de la verdad.»
Nuestra Identidad como Cristo es la verdad, mientras que el mundo es la mentira. Aunque podamos entender estas palabras intelectualmente, no tendrán ningún sentido para nosotros, ni tendrán ningún efecto práctico a menos que podamos aceptar que no somos el cuerpo, por eso la afirmación "Soy tal como Dios me creó" se repite en varias formas más de 140 veces a lo largo y ancho de Un Curso de Milagros. Como sabemos, esto no significa que debamos sentirnos culpables porque nuestras necesidades corporales nos presionan. Simplemente ten en cuenta que su fuente - la necesidad de probar que tenemos razón y que Dios está equivocado - es la motivación a la que se refiere Jesús. Sin embargo, la percepción miente, y las primeras lecciones del libro de ejercicios enfatizan la falta de significado inherente del mundo que percibimos. De hecho, fue hecho para ser falto de significado, y sin embargo su naturaleza está camuflada con atuendos de significado e importancia. Sólo cuando llevamos nuestras percepciones falsas a la verdad de la visión de Cristo - la inherente unidad del Hijo de Dios tanto en el sueño como en la realidad - miramos al mundo a través de una percepción limpia. ¡Y entonces vemos! Jesús ahora discute esta nueva percepción del mundo:
(L-pII.3.4:1) «Del mismo modo en que el propósito de la vista fue alejarte de la verdad, puede asimismo tener otro propósito.»
El ego dirige nuestra vista para reforzar la creencia de que el mundo es real, con el cerebro siendo su esclavo. Sin embargo, si llevamos lo que percibimos a la presencia de Jesús en nuestras mentes, nos diría que hay otra manera de ver los datos sensoriales del cuerpo. Él quiere que veamos el mundo como un salón de clases en el que nos enseña que los intereses separados no están justificados, porque todos compartimos la misma necesidad, propósito y objetivo. Por lo tanto, el mundo que experimentamos como real puede tener un propósito transformado, como leemos:
(L-pII.3.4:2) «Todo sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios designó como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo propósito.»
El nuevo propósito es dado por el Espíritu Santo. Él salva al mundo, no cambiando mágicamente lo que no nos gusta, sino ayudándonos a cambiar de mentalidad sobre lo que no nos gusta - no dándole más poder para afectar nuestra paz. Por lo tanto, este no es un curso para traer al Espíritu Santo al sueño, porque el mundo, siendo sólo un pensamiento erróneo, sólo se salva a través de la corrección de ese pensamiento erróneo que le da al sistema de pensamiento del ego el control sobre nuestras mentes. Aprender de Jesús cómo perdonar es el medio para lograr esa corrección. Recuerda este pasaje:
“En el mundo al que el error dio lugar existe otro propósito porque el mundo tiene otro Hacedor que puede reconciliar el objetivo del mundo con el propósito de Su Creador. En Su percepción del mundo, no hay nada que no justifique el perdón y la visión de la perfecta impecabilidad; nada que pueda ocurrir que no encuentre perdón instantáneo y total, ni nada que pueda permanecer un solo instante para empañar la impecabilidad que brilla inmutable…” (T-25.III.5:1-4)
(L-pII.3.4:3-5) «Sigue Su Luz, y verás el mundo tal como Él lo ve. Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla. Y deja que Él te conceda la paz y la certeza que tú desechaste, pero que el Cielo salvaguardó para ti en Él.»
Nuestro propósito es ver el mundo a través de la visión de Cristo. El ojo físico verá lo que vio antes - guerra, enfermedad, pobreza, sufrimiento y muerte - pero nuestro entendimiento habrá cambiado. Al estar fuera del sueño con Jesús, nos damos cuenta de que todo dentro de él es una petición de ayuda, siendo su significado último: "Por favor, muéstrame que estaba equivocado". Puede que no sea lo que la gente piensa conscientemente, pero de todos modos subyace a su petición. Por nuestro amor y paz les enseñamos la otra opción disponible en sus mentes. Tal vez elijamos al ego en el próximo minuto, pero en este instante santo estamos en paz y no compartiendo los sueños dementes de dolor del ego. Por lo tanto, uno de los propósitos principales de Un Curso de Milagros es convencernos de cuán más felices seremos por encima del campo de batalla, viendo el mundo sólo a través de los ojos del Espíritu Santo:
“Elévate, y desde un lugar más alto, contémplalo. Desde ahí tu perspectiva será muy diferente...Y Dios Mismo, así como todas las luces del Cielo, se inclinarán tiernamente ante ti para apoyarte. Pues habrás elegido permanecer donde Él quiere que estés, y no hay ilusión que pueda atacar la paz de Dios cuando Él está junto a Su Hijo.
No contemples a nadie desde dentro del campo de batalla, pues lo estarías viendo desde un lugar que no existe...Piensa en lo que se les concede a los que comparten el propósito de su Padre sabiendo que es también el suyo: no tienen necesidad de nada, cualquier clase de pesar es inconcebible; de lo único que son conscientes es de la luz que aman y sólo el amor brilla sobre ellos para siempre. El amor es su pasado, su presente y su futuro: siempre el mismo, eternamente pleno y completamente compartido.” (T-23.IV.5:1-2; 6:6-7; 7:1; 8:1-5)
(L-pII.3.5:1-2) «No nos quedemos tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción. No nos demos por satisfechos hasta que el perdón sea total.»
La salvación de nuestra mente es la salvación de todos. Esto no significa que todos tengan que aceptar el amor que ofrecemos, pero es importante reconocer que nuestros intereses no están separados de los de los demás. Esto se aplica a nuestros intereses mundanos así como a nuestros caminos espirituales, independientemente de sus formas - somos uno en el dolor y el placer, y uno en su deshacimiento. Así nos damos cuenta de que queremos que nuestras mentes estén totalmente curadas, no sólo curadas de algo específico que nos afecta negativamente en este momento. La curación, si es verdadera, debe extenderse a «todas» las relaciones y situaciones, «todo» el tiempo. Sólo entonces sabremos que el mundo se ha curado con nosotros. Esta naturaleza todo-inclusiva de la salvación es el significado de la resurrección, el despertar del sueño de muerte del ego:
“Ahí termina el programa de estudios...La visión ha sido totalmente corregida y todos los errores han sido des-hechos...Los pensamientos se dirigen hacia el Cielo y se apartan del infierno...La última ilusión se extiende sobre el mundo, perdonándolo todo y substituyendo todo ataque...No hay nada que se oponga a la verdad. Y ahora, por fin, la verdad puede llegar. ¡Cuán pronto vendrá cuando se la invite a entrar y a envolver semejante mundo!” (M-28.3:1,3,6,8,11-13)
(L-pII.3.5:3-4) «Y no intentemos cambiar nuestra función. Tenemos que salvar al mundo.»
Obviamente este no es un llamado a salir y predicar el evangelio de Un Curso de Milagros a los no creyentes. Nuestra función es salvar al mundo cambiando nuestra percepción del mundo a través del perdón. Evitemos malinterpretar líneas como éstas manteniendo la metafísica del Curso al alcance de la mano. Los primeros dos párrafos de este resumen enfatizan que el mundo proviene de un pensamiento erróneo, y que no es más que eso. Puesto que yo gobierno mi mente, gobierno el mundo que forma parte de mi mente, y así el mundo se salva cuando mi mente se salva. Esto ocurre cuando puedo decirle a Jesús: "Gracias a Dios que tú tenías razón y yo estaba equivocado."
(L-pII.3.5:5) «Pues nosotros que lo fabricamos tenemos que contemplarlo a través de los ojos de Cristo, de modo que aquello que se concibió para que muriese pueda ser restituido a la vida eterna.»
"Aquello que se concibió para que muriese" es el Hijo de Dios, porque la muerte es el producto final de nuestra elección en favor de la culpa. Nuestras mentes hicieron del Hijo un cuerpo en el cual morir, pero él es restituido a la vida eterna al cambiar de mentalidad, de los pensamientos de muerte a los pensamientos de vida. El mundo que fabricamos para excluir la vida ahora tiene un propósito santo, pues refleja la Unicidad eterna de la Vida - el Hijo de la Vida nunca ha abandonado su Fuente:
“Cuando aceptaste el glorioso propósito del Espíritu Santo en vez del del ego, renunciaste a la muerte y la substituiste por la vida. Ya sabemos que ninguna idea abandona su fuente. Y la muerte es el resultado del pensamiento al que llamamos ego, tan inequívocamente como la vida es el resultado del Pensamiento de Dios.” (T-19.IV-C.2:13-15) "
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick. Traducción al Español por Alfonso Martínez.

Lección 240

El miedo, de la clase que sea, no está justificado.

1. El miedo es un engaño. Da testimonio que te has visto a ti mismo como nunca podrías ser y, por lo tanto, contemplas un mundo que no puede ser real. Ni una sola cosa en ese mundo es verdad. Sea cual sea la forma en que se manifieste, sólo da fe de tus ilusiones acerca de ti mismo. No nos dejemos engañar hoy. Somos los Hijos de Dios. El miedo no tiene cabida en nosotros, pues cada uno de nosotros es parte del Amor Mismo.

2. ¡Cuán infundados son nuestros miedos! ¿Ibas acaso a permitir que Tu Hijo sufriese? Danos fe hoy para reconocer a Tu Hijo y liberarlo. Perdonémosle hoy en Tu Nombre, para poder entender su santidad y sentir por él el amor que Tú también sientes por él.

Lección 239

Mía es la gloria de mi Padre.

1. No permitamos hoy que la verdad acerca de nosotros se oculte tras una falsa humildad. Por el contrario, sintámonos agradecidos por los regalos que nuestro Padre nos ha hecho. ¿Sería posible acaso que pudiéramos advertir algún vestigio de pecado o de culpa en aquellos con quienes Él comparte Su gloria? ¿Y cómo podría ser que no nos contásemos entre ellos, cuando Él ama a Su Hijo para siempre y con perfecta constancia, sabiendo que es tal como Él lo creó?

2. Te damos gracias, Padre, por la luz que refulge por siempre en nosotros. Y la honramos porque Tú la compartes con nosotros. Somos uno, unidos en esa luz y uno Contigo, en paz con toda la creación y con nosotros mismos. 

Lección 238

La salvación depende de mi decisión.

1. Padre, Tu confianza en mí ha sido tan grande que debo ser digno de ella. Tú me creaste y me conoces tal como soy. Y aun así, pusiste en mis manos la salvación de Tu Hijo y dejaste que dependiera de mi decisión. ¡Cuán grande debe ser Tu amor por mí! Y mi santidad debe ser asimismo inexpugnable para que hayas puesto a Tu Hijo en mis manos con la certeza de que Aquel que es parte de Ti, y también de mí, puesto que es mi Ser, está a salvo.

2. Y así, hoy volvemos a hacer otra pausa para pensar en lo mucho que nos ama nuestro Padre. Y cuán querido sigue siendo para Él Su Hijo, quien fue creado por Su Amor y en quien el Amor de Su Padre alcanza su plenitud.

Lección 237

Ahora quiero ser tal como Dios me creó.

1. Hoy aceptaré la verdad acerca de mí mismo. Me alzaré glorioso, y dejaré que la luz que mora en mí irradie sobre el mundo durante todo el día. Le traigo al mundo las buenas nuevas de la salvación que oigo cuando Dios mi Padre me habla. Y contemplo el mundo que Cristo quiere que yo vea, consciente de que pone fin al amargo sueño de la muerte; consciente de que es la llamada que mi Padre me hace.

2. Cristo se convierte hoy en mis ojos, y en los oídos que escuchan hoy la Voz que habla por Dios. Padre, vengo a Ti a través de Aquel que es Tu Hijo, así como mi verdadero Ser. Amén.

Lección 236

Gobierno mi mente, la cual sólo yo debo gobernar.

1. Tengo un reino que gobernar. Sin embargo, a veces no parece que yo sea su rey en absoluto, sino que parece imponerse sobre mí, y decirme cómo debo pensar y actuar y lo que debo sentir. No obstante, se me ha dado para que sirva cualquier propósito que yo perciba en él. La única función de mi mente es servir. Hoy la pongo, al servicio del Espíritu Santo para que Él la use como mejor le parezca. De esta manera, soy yo quien dirige mi mente, que sólo yo puedo gobernar. Y así la dejo en libertad para que haga la Voluntad de Dios.

2. Padre, mi mente está dispuesta hoy a recibir Tus Pensamientos y a no darle entrada a ningún pensamiento que no proceda de Ti. Yo gobierno mi mente, y te la ofrezco a Ti. Acepta mi regalo, pues es el que Tú me hiciste a mí.


 

Lección 235

Dios, en Su misericordia, dispone que yo me salve.

1. Tan sólo necesito contemplar todo aquello que parece herirme, y con absoluta certeza decirme a mí mismo: “La Voluntad de Dios es que yo me salve de esto”, para que de inmediato lo vea desaparecer. Tan sólo necesito tener presente que la Voluntad de mi Padre para mí es felicidad, para darme cuenta de que lo único que se me ha dado es felicidad. Tan sólo necesito recordar que el Amor de Dios rodea a Su Hijo y mantiene su inocencia eternamente perfecta, para estar seguro de que me he salvado y de que me encuentro para siempre a salvo en Sus Brazos. Yo soy el Hijo que Él ama. Y me he salvado porque Dios en Su misericordia así lo dispuso.

2. Padre, Tu Santidad es la mía. Tu Amor me creó e hizo que mi inocencia fuese parte de Ti para siempre. No hay culpabilidad o pecado en mí, puesto que no los hay en Ti.


 


 

Lección 234

Padre, hoy vuelvo a ser Tu Hijo.

1. Hoy vislumbraremos el momento en que los sueños de pecado y de culpa hayan desaparecido y hayamos alcanzado la santa paz de la que nunca nos habíamos apartado. Sólo un instante ha transcurrido entre la eternidad y lo intemporal. Y fue tan fugaz, que no hubo interrupción alguna en la continuidad o en los pensamientos que están eternamente unidos cual uno solo. Jamás ocurrió nada que perturbase la paz de Dios el Padre ni la del Hijo. Hoy aceptamos la veracidad de este hecho.

2. Te agradecemos, Padre, que no podamos perder el recuerdo de Ti ni el de Tu Amor. Reconocemos nuestra seguridad y Te damos las gracias por todos los dones que nos has concedido, por toda la amorosa ayuda que nos has prestado, por Tu inagotable paciencia y por habernos dado Tu Palabra de que hemos sido salvados.


 


 

Lección 233

Hoy le doy mi vida a Dios para que Él la guíe.

1. Padre, hoy te entrego todos mis pensamientos. No quiero quedarme con ninguno de ellos. En su lugar, dame los Tuyos. Te entrego asimismo todos mis actos, de manera que pueda hacer Tu Voluntad en lugar de ir en pos de metas inalcanzables y perder el tiempo en vanas imaginaciones. Hoy vengo a Ti. Me haré a un lado y simplemente Te seguiré. Sé Tú el Guía hoy, y yo el seguidor que no duda de la sabiduría de lo Infinito, ni del Amor cuya ternura no puedo comprender, pero que es, sin embargo, el perfecto regalo que Tú me haces.

2. Hoy nos dirige un solo Guía. Y mientras caminamos juntos le entregamos este día sin reserva alguna. Éste es Su día. Y por eso es un día de incontables dones y de infinitas mercedes para nosotros.

Lección 232

Permanece en mi mente todo el día, Padre mío.

1. Padre mío, permanece en mi mente desde el momento en que me despierte, y derrama Tu luz sobre mí todo el día. Que cada minuto sea una oportunidad más de estar Contigo. Y que no me olvide de darte las gracias cada hora por haber estado conmigo y porque siempre estás ahí presto a escucharme y a contestarme cuando te llamo. Y al llegar la noche, que todos mis pensamientos sigan siendo acerca de Ti y de Tu Amor. Y que duerma en la confianza de que estoy a salvo, seguro de Tu cuidado y felizmente consciente de que soy Tu Hijo.

2. Así es como debería ser cada día. Practica hoy el final del miedo. Ten fe en Aquel que es tu Padre. Deja todo en Sus Manos. Deja que Él te revele todo y no te desanimes, pues eres Su Hijo.

Lección 231

Padre, mi voluntad es únicamente recordarte.

1. ¿Qué puedo buscar, Padre, sino Tu Amor? Tal vez crea que lo que busco es otra cosa; algo a lo que le he dado muchos nombres. Mas lo único que busco, o jamás busqué, es Tu Amor. Pues no hay nada más que jamás quisiera realmente encontrar. Quiero recordarte. ¿Qué otra cosa podría desear sino la verdad acerca de mí mismo?

2. Ésa es tu voluntad, hermano mío. Y compartes esa voluntad conmigo así como con Aquel que es nuestro Padre. Recordarlo a Él es el Cielo. Esto es lo que buscamos. Y esto es lo único que nos será dado hallar.

2. ¿Qué es la salvación?

L-pII.2.1. La salvación es la promesa que Dios te hizo de que finalmente encontrarás el camino que conduce a Él. Y Él no puede dejar de cumplirla. Garantiza que al tiempo le llegará su fin, al igual que a todos los pensamientos que se originaron en él. La Palabra de Dios se le concede a toda mente que cree tener pensamientos separados, a fin de reemplazar, esos pensamientos de conflicto con el Pensamiento de la paz.

L-pII.2.2. El Pensamiento de la paz le fue dado al Hijo en el mismo instante en que su mente concibió el pensamiento de la guerra. Antes de eso no había necesidad de ese Pensamiento, pues la paz se había otorgado sin opuestos y simplemente era. Una mente dividida, no obstante, tiene necesidad de curación. Y así, el Pensamiento que tiene el poder de subsanar la división pasó a formar parte de cada fragmento de la mente que seguía siendo una, pero no reconocía su unidad. Al no conocerse a sí misma, pensó que había perdido su Identidad.

L-pII.2.3. La salvación es un des-hacer en el sentido de que no hace nada, al no apoyar el mundo de sueños y de malicia. De esta manera, las ilusiones desaparecen. Al no prestarles apoyo, deja que simplemente se conviertan en polvo. Y lo que ocultaban queda ahora revelado: un altar al santo Nombre de Dios donde Su Palabra está escrita, con las ofrendas de tu perdón depositadas ante él, y tras ellas, no mucho más allá, el recuerdo de Dios.

L-pII.2.4. Acudamos diariamente a este santo lugar y pasemos un rato juntos. Ahí compartimos nuestro sueño final. Es éste un sueño en el que no hay pesares, pues contiene un atisbo de toda la gloria que Dios nos ha dado. En él se ve brotar la hierba, los árboles florecer y los pájaros hacer sus nidos en su ramaje. La tierra nace de nuevo desde una nueva perspectiva. La noche ya pasó, y ahora nos hemos unido en la luz.

L-pII.2.5. Desde ahí le extendemos la salvación al mundo, pues ahí fue donde la recibimos. El himno que llenos de júbilo entonamos le proclama al mundo que la libertad ha retornado, que al tiempo casi le ha llegado su fin y que el Hijo de Dios tan sólo tiene que esperar un instante antes de que su Padre sea recordado, los sueños hayan terminado, la eternidad haya disuelto al mundo con su luz y el Cielo sea lo único que exista.

Lección 230

Ahora buscaré y hallaré la paz de Dios.

1. Fui creado en la paz. Y en la paz permanezco. No me ha sido dado poder cambiar mi Ser. ¡Cuán misericordioso es Dios mi Padre, que al crearme me dio la paz para siempre! Ahora sólo pido ser lo que soy. ¿Y podría negárseme eso cuando es eternamente verdad?

2. Padre, busco la paz que Tú me diste al crearme. Lo que se me dio entonces tiene que encontrarse aquí ahora, pues mi creación fue algo aparte del tiempo y aún sigue siendo inmune a todo cambio. La paz en la que Tu Hijo nació en Tu Mente aún resplandece allí sin haber cambiado. Soy tal como Tú me creaste. Sólo necesito invocarte para hallar la paz que Tú me diste. Es Tu Voluntad la que se la dio a Tu Hijo.

 


 

Lección 229

El Amor, que es lo que me creó, es lo que soy.

1. Busco mi verdadera Identidad, y la encuentro en estas palabras: “Soy Amor, pues el Amor fue lo que me creó”. Ahora no necesito buscar más. El Amor ha prevalecido. Ha esperado tan quedamente mi regreso a casa, que ya no me volveré a apartar de la santa faz de Cristo. Y lo que contemple dará testimonio de la verdad de la Identidad que procuré perder, pero que mi Padre conservó a salvo para mí.

2. Padre, te doy gracias por lo que soy, por haber conservado mi Identidad inalterada e impecable en medio de todos los pensamientos de pecado que mi alocada mente inventó. Y te doy gracias también por haberme salvado de ellos. Amén.


Lección 228

Dios no me ha condenado. Por lo tanto, yo tampoco me he de condenar.

1. Mi Padre conoce mi santidad. ¿Debo acaso negar Su conocimiento y creer en lo que Su conocimiento hace que sea imposible? ¿Y debo aceptar como verdadero lo que Él proclama que es falso? ¿O debo más bien aceptar Su Palabra de lo que soy, toda vez que Él es mi Creador y el que conoce la verdadera condición de Su Hijo?

2. Padre, estaba equivocado con respecto a mí mismo porque no reconocía la Fuente de mi procedencia. No me he separado de ella para adentrarme en un cuerpo y morir. Mi santidad sigue siendo parte de mí, tal como yo soy parte de Ti. Mis errores acerca de mí mismo son sueños. Hoy los abandono. Y ahora estoy listo para recibir únicamente Tu Palabra acerca de lo que realmente soy.

Lección 227

Éste es el instante santo de mi liberación.

1. Padre, hoy es el día en que me libero porque mi voluntad es la Tuya. Pensé hacer otra voluntad. Sin embargo, nada de lo que pensé aparte de Ti existe. Y soy libre porque estaba equivocado y las ilusiones que abrigaba no afectaron en modo alguno mi realidad. Ahora renuncio a ellas y las pongo a los pies de la verdad, a fin de que sean para siempre borradas de mi mente. Éste es el instante santo de mi liberación. Padre, sé que mi voluntad es una con la Tuya.

2. Y de esta manera, nos encontramos felizmente de vuelta en el Cielo, del cual realmente jamás nos ausentamos. En este día el Hijo de Dios abandona sus sueños. En este día el Hijo de Dios regresa de nuevo a su hogar, liberado del pecado y revestido de santidad, habiéndosele restituido finalmente su mente recta.

 

Lección 226

 Mi hogar me aguarda. Me apresuraré a llegar a él.

1. Puedo abandonar este mundo completamente, si así lo decido. No mediante la muerte, sino mediante un cambio de parecer con respecto al propósito del mundo. Si creo que tal como lo veo ahora tiene valor, así seguirá siendo para mí. Mas si tal como lo contemplo no veo nada de valor en él, ni nada que desee poseer, ni ninguna meta que anhele alcanzar, entonces ese mundo se alejará de mí. Pues no habré intentado reemplazar la verdad con ilusiones.

2. Padre, mi hogar aguarda mi feliz retorno. Tus Brazos están abiertos y oigo Tu Voz. ¿Qué necesidad tengo de prolongar mi estadía en un lugar de vanos deseos y de sueños frustrados cuando con tanta facilidad puedo alcanzar el Cielo?

 

Lección 225

 Dios es mi Padre, y Su Hijo lo ama.

1. Padre, no puedo sino corresponder a Tu Amor, pues dar es lo mismo que recibir y Tú me has dado todo Tu Amor. Tengo que corresponder a él, pues quiero tener plena conciencia de que es mío, de que arde en mi mente y de que, en su benéfica luz, la mantiene inmaculada, amada, libre de miedo y con un porvenir en el que sólo se puede perfilar paz. ¡Cuán apacible es el camino por el que a Tu amoroso Hijo se le conduce hasta Ti!

2. Hermano mío, ahora hallamos esa quietud. El camino está libre y despejado. Ahora lo recorremos juntos y en paz. Tú me has tendido la mano, y yo nunca te abandonaré. Somos uno, y es sólo esta unidad lo que buscamos a medida que damos los últi­mos pasos con los que concluye una jornada que nunca comenzó.

Lección 224

Dios es mi Padre y Él ama a Su Hijo.

1. Mi verdadera Identidad es tan invulnerable, tan sublime e inocente, tan gloriosa y espléndida y tan absolutamente benéfica y libre de culpa, que el Cielo la contempla para que ella lo ilumine. Ella ilumina también al mundo. Mi verdadera Identidad es el regalo que mi Padre me hizo y el que yo a mi vez le hago al mundo. No hay otro regalo, salvo éste, que se puede dar o recibir. Mi verdadera identidad y sólo Ella es la realidad. Es el final de las ilusiones. Es la verdad.

2. Mi nombre, ¡oh Padre!, todavía te es conocido. Yo lo he olvidado, y no sé adónde me dirijo, quién soy, ni qué es lo que debo hacer. Recuérdamelo ahora, Padre, pues estoy cansado del mundo que veo. Revélame lo que Tú deseas que vea en su lugar.


 

 

Lección 223

 Dios es mi vida. No tengo otra vida que la Suya.

1. Estaba equivocado cuando pensaba que vivía separado de Dios, que era una entidad aparte que se movía por su cuenta, desvinculada y encasillada en un cuerpo. Ahora sé que mi vida es la de Dios, que no tengo otro hogar y que no existo aparte de Él. Él no tiene Pensamientos que no sean parte de mí, y yo no tengo ningún pensamiento que no sea de Él.

2. Padre nuestro, permítenos contemplar la faz de Cristo en lugar de nuestros errores. Pues nosotros que somos Tu santo Hijo somos incapaces de pecar. Queremos contemplar nuestra inocencia, pues la culpabilidad proclama que no somos Tu Hijo. Y no queremos seguir relegándote al olvido, pues nos sentimos solos aquí y anhelamos estar en el Cielo, que es nuestro hogar. Queremos regresar hoy. Nuestro Nombre es el Tuyo, y reconocemos que somos Tu Hijo.

Lección 222

Dios está conmigo. Vivo y me muevo en Él.

1. Dios está conmigo. Él es mi Fuente de vida, la vida interior, el aire que respiro, el alimento que me sustenta y el agua que me renueva y me purifica. Él es mi hogar, en el que vivo y me muevo; el Espíritu que dirige todos mis actos, me ofrece Sus Pensamientos y garantiza mi perfecta inmunidad contra todo dolor. Él me prodiga bondad y cuidado, y contempla con amor al Hijo sobre el que resplandece, el cual a su vez resplandece sobre Él. ¡Qué serenidad la de aquel que conoce la verdad de lo que Él dice hoy!

2. Padre, no tenemos en nuestros labios ni en nuestras mentes otras palabras que Tu Nombre, cuando acudimos silenciosamente ante Tu Presencia, pidiendo que se nos conceda poder descansar Contigo por un rato en paz.

 

Lección 221

Que mi mente esté en paz y que todos mis pensamientos se aquieten.
1. Padre, hoy vengo a Ti en busca de la paz que sólo Tú puedes dar. Vengo en silencio. Y en la quietud de mi corazón —en lo más recóndito de mi mente —, espero y estoy a la escucha de Tu Voz. Padre mío, háblame hoy. Vengo a oír Tu Voz en silencio, con certeza y con amor, seguro que oirás mi llamada y de que me responderás.
2. Y ahora aguardamos silenciosamente. Dios está aquí porque esperamos juntos. Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza, pues es la tuya. Nuestras mentes están unidas. Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para oírle hablar de lo que nosotros somos y para que Él Se revele a Su Hijo.

1. ¿Qué es el perdón?

"Comenzamos la Parte II con el primero de una serie de catorce resúmenes que encapsulan el sistema de pensamiento de Un Curso de Milagros. Su tema es el «perdón», el tema más importante del Curso. Los párrafos 1, 4 y 5 describen qué es el perdón - el perdón de las ilusiones - y los 2 y 3 resumen lo que no es - pensamientos que no perdonan de culpabilidad.
(L-pII.1:1-4) «El perdón reconoce que lo que pensaste que tu hermano te había hecho en realidad nunca ocurrió. El perdón no perdona pecados, otorgándoles así realidad. Simplemente ve que no hubo pecado. Y desde este punto de vista todos tus pecados quedan perdonados.»
Esta es una de las formas más significativas en que Un Curso de Milagros se aparta de otras espiritualidades, muchas de las cuales enfatizan de manera similar la importancia del perdón. En el Curso, Jesús explica que perdonamos a nuestros hermanos por lo que ellos «no» han hecho:
“¡Qué paradójica es la salvación!...Lo único que te pide es que perdones todas las cosas que nadie jamás hizo, que pases por alto lo que no existe y que no veas lo ilusorio como si fuese real.” (T-30.IV.7:1, 3)
Puesto que no hay ningún mundo, y todos los que parecen estar en él no son más que una figura del sueño, no hay nadie para hacer nada. Esto en última instancia significa que nos perdonamos a nosotros mismos por lo que no hemos hecho - simplemente «creemos» que nos separamos de Dios y destruimos Su Reino.
En verdad, no pasó nada y por lo tanto no hay nada que perdonar. En el nivel práctico de nuestra experiencia diaria - olvidando por el momento que esto es una ilusión y ni siquiera estamos aquí - el perdón significa que no me has quitado la paz de Dios. Mi inquietud proviene de la idea de que lo has hecho - por tus palabras o acciones. Por eso te perdono por lo que no has hecho, porque el único que me ha quitado la paz de Dios soy «yo».
(L-pII.1.1:5) «¿Qué es el pecado sino una idea falsa acerca del Hijo de Dios?»
El pecado no es un hecho, sino un pensamiento erróneo que se deriva de la creencia de que el ego dice la verdad sobre la culpa y el castigo, y el Espíritu Santo miente sobre la inocencia del Hijo impecable de Dios:
“El Espíritu Santo no puede castigar el pecado. Reconoce los errores y Su deseo es corregirlos todos tal como Dios le encargó que hiciese. Pero no conoce el pecado, ni tampoco puede ver errores que no puedan ser corregidos...Lo que pide castigo no está realmente pidiendo nada. Todo error es necesariamente una petición de amor. ¿Qué es, entonces, el pecado? ¿Qué otra cosa podría ser, sino una equivocación que quieres mantener oculta, una petición de ayuda que no quieres que sea oída, y que, por lo tanto, se queda sin contestar?” (T-19.III.4:1-3, 6-9)
Por lo tanto, el ego nos dice que el Hijo de Dios no es el glorioso Ser creado por Dios, sino el yo separado y pecaminoso al cual le hemos dado un nombre e identidad distintos.
(L-pII.1.1:6) «El perdón ve simplemente la falsedad de dicha idea y, por lo tanto, la descarta.»
Este, entonces, es el núcleo del perdón - mirar al ego y ver que no hay nada que perdonar. Miramos nuestras falsas percepciones y nos damos cuenta de que no son lo que pensábamos que eran. El especialismo que pensamos nos haría felices - viniendo a expensas de otro - no era cierto. Sin embargo, no sabremos esto hasta que veamos su falsedad inherente, reconociendo que no sabemos lo que más nos conviene. Jesús nos ayuda a compartir su visión llena de gracia, viendo sólo el amor sanador que nos une como el Hijo de Dios, como leemos nuevamente:
“La gracia de Dios descansa dulcemente sobre los ojos que perdonan, y todo lo que éstos contemplan le habla de Dios al espectador. Él no ve maldad, ni nada que temer en el mundo o nadie que sea diferente de él. Y de la misma manera en que ama a otros con amor y con dulzura, así se contempla a sí mismo. Él no se condenaría a sí mismo por sus propios errores tal como tampoco condenaría a otro. No es un árbitro de venganzas ni un castigador de pecadores. La dulzura de su mirada descansa sobre sí mismo con toda la ternura que les ofrece a los demás. Pues sólo quiere curar y bendecir. Y puesto que actúa en armonía con la Voluntad de Dios, tiene el poder de curar y bendecir a todos los que contempla con la gracia de Dios en su mirada.” (T-25.VI.1)
(L-pII.1.1:7) «Lo que entonces queda libre para ocupar su lugar es la Voluntad de Dios.»
El perdón deshace lo que es falso en nuestras mentes, dejando la verdad que siempre estuvo presente; la maravillosa realización de nuestra unicidad que viene cuando el pecado se ha ido. Recuerda este hermoso párrafo:
“El perdón convierte el mundo del pecado en un mundo de gloria, maravilloso de ver. Cada flor brilla en la luz, y en el canto de todos los pájaros se ve reflejado el júbilo del Cielo. No hay tristeza ni divisiones, pues todo se ha perdonado completamente. Y los que han sido perdonados no pueden sino unirse, pues nada se interpone entre ellos para mantenerlos separados y aparte. Los que son incapaces de pecar no pueden sino percibir su unidad, pues no hay nada que se interponga entre ellos para alejar a unos de otros. Se funden en el espacio que el pecado dejó vacante, en jubiloso reconocimiento de que lo que es parte de ellos no se ha mantenido aparte y separado.” (T-26.IV.2)
Los párrafos 2 y 3 discuten los pensamientos que no perdonan - hacia otro - y cómo se defienden contra el pensamiento que no perdona que abrigamos hacia nosotros mismos por haber destruido el Cielo:
(L-pII.2:1-2) «Un pensamiento que no perdona es aquel que emite un juicio que no pone en duda a pesar de que es falso. La mente se ha cerrado y no puede liberarse.»
Cuando abrigas un resentimiento contra alguien, estás seguro de que tu juicio es correcto y no está sujeto a dudas. Por lo tanto, el objetivo principal de las enseñanzas de Jesús en Un Curso de Milagros es ayudarte a dudar de la veracidad de tu percepción de ti mismo, de los demás, de él y de Dios. En el pasaje que cité anteriormente del Capítulo 24, “Aprender este curso requiere que estés dispuesto a cuestionar cada uno de los valores que abrigas.” (T-24.in.2: 1), Jesús no dice que desestimes tus valores. Por el contrario, dice que la pequeña dosis de buena voluntad para cuestionar cada valor es suficiente. Sólo necesitas tener alguna duda sobre la convicción de que estás en lo cierto, porque una vez que estés tan convencido, tu mente está tan cerrada que ya no sabrás que tienes una. El efecto es que el pensamiento de la separación de Dios - pecado, culpa y miedo - es por siempre excluido de la conciencia. Tu pensamiento que no perdona pone en movimiento la secuencia y la mantiene, como explican estas frases:
(L-pII.1.2:3-4) «Dicho pensamiento protege la proyección, apretando aún más sus cadenas de manera que las distorsiones resulten más sutiles y turbias, menos susceptibles de ser puestas en duda y más alejadas de la razón. ¿Qué puede interponerse entre una proyección fija y el objetivo que ésta ha elegido como su deseada meta?»
Recuerda nuestra discusión sobre el doble escudo de olvido del ego. El segundo escudo - nuestra experiencia corporal - culmina en las relaciones especiales de amor u odio. Estas tienen el único objetivo de proteger el sistema de pensamiento del ego para que nunca lo examinemos y hagamos otra elección: el pensamiento que no perdona protege la proyección - mi falta de perdón proyectada me protege de reconocer la falta de perdón hacia mí mismo. En otras palabras, mi problema es la culpa que no quiero mirar, pero que niego, proyecto y veo en ti, seguro de que mis percepciones de tu pecado son correctas. Las cadenas de mi mente son por lo tanto apretadas, dejándola aún más aprisionada. Por lo tanto, nunca puedo acceder a ella, y las distorsiones corporales se vuelven cada vez más sutiles y turbias a medida que me alejo aún más de la razón de mentalidad recta del Espíritu Santo. Ahora nada puede venir a interponerse entre mi ira y el objetivo subyacente del ego de perpetuar su sistema de pensamiento de culpa y ataque: "¿Qué puede interponerse entre una proyección fija y el objetivo que ésta ha elegido como su deseada meta? ":
“La ira siempre entraña la proyección de la separación, lo cual tenemos que aceptar, en última instancia, como nuestra propia responsabilidad, en vez de culpar a otros por ello.” (T-6.in.1:2)
“La proyección, sin embargo, siempre te hará daño. La proyección refuerza tu creencia de que tu propia mente está dividida, creencia ésta cuyo único propósito es mantener vigente la separación.” (T-6.II.3:1-2)
“Cada vez que te enfadas, puedes estar seguro de que has entablado una relación especial que el ego ha "bendecido", pues la ira es su bendición...La ira no es más que un intento de hacer que otro se sienta culpable, y este intento constituye la única base que el ego acepta para las relaciones especiales.” (T-15.VII.10:1, 3)
Y ahora el objetivo del ego:
(L-pII.1.3:1-2) «Un pensamiento que no perdona hace muchas cosas. Persigue su objetivo frenéticamente, retorciendo y volcando todo aquello que cree que se interpone en su camino.»
En contraste con el perdón, que no hace nada, la falta de perdón hace todo frenéticamente porque debe preservar la individualidad del ego. La imagen retratada aquí es de un ser frenético en nuestro interior - nosotros mismos - que intenta furiosamente proteger su identidad. Logra su objetivo al convertir a la mente en un lugar temeroso, impulsándonos a proyectar el contenido de la culpabilidad de la mente en un mundo, creyendo entonces que las cosas suceden a nuestro alrededor y a nosotros. Desesperado por preservar su identidad, por lo tanto, hace todo lo posible para sobrevivir. Esto requiere un tremendo esfuerzo e ingenio -la relación especial- a la que todos nos hemos vuelto muy adeptos; sin embargo, estos métodos demuestran ser las mayores fuentes de dolor en el mundo:
“Cuando se examina la relación especial, es necesario antes que nada, darse cuenta de que comporta mucho dolor. Tanto la ansiedad como la desesperación, la culpabilidad y el ataque están presentes, intercalados con períodos en que parecen haber desaparecido.” (T-16.V.1:1-2)
(L-pII.1.3:3) «Su propósito es distorsionar, lo cual es también el medio por el que procura alcanzar ese propósito.»
Esta es la "deseada meta" de la que habla Jesús al final del párrafo 2: la distorsión de Quién somos como Hijo de Dios y de Dios Mismo. Primero, el ego distorsiona la realidad y luego elige los medios por los cuales esta distorsión será protegida, haciendo que un mundo de relaciones se vea fuera de la mente. De este modo, sin misericordia nos vemos obligados a pasar nuestras vidas intentando adaptarnos a los problemas de los cuerpos - física, psicológica e interpersonalmente:
“El mundo que ves no es sino un juicio con respecto a ti mismo. No existe en absoluto. Tus juicios, no obstante, le imponen una sentencia, la justifican y hacen que sea real. Ése es el mundo que ves: un juicio contra ti mismo, que tú mismo has emitido. El ego protege celosamente esa imagen enfermiza de ti mismo, pues ésa es su imagen y lo que él ama, y la proyecta sobre el mundo. Y tú te ves obligado a adaptarte a ese mundo mientras sigas creyendo que esa imagen es algo externo a ti, y que te tiene a su merced. Ese mundo es despiadado, y si se encontrase fuera de ti, tendrías ciertamente motivos para estar atemorizado. Pero fuiste tú quien hizo que fuese inclemente, y si ahora esa inclemencia parece volverse contra ti, puede ser corregida.” (T-20.III.5:2-9)
(L-pII.1.3:4) «Se dedica con furia a arrasar la realidad, sin ningún miramiento por nada que parezca contradecir su punto de vista.»
Esta es otra forma de definir el objetivo del ego: la distorsión, si no la destrucción de la realidad, en el loco intento de aniquilar la Identidad de Dios y Su Hijo. Dado que «las ideas no abandonan su fuente», la idea de un mundo separado lleno de cuerpos especiales no es más que un fragmento sombrío del pensamiento original: existo sólo a expensas de Dios. Si voy a establecerme a mí mismo como real, debo sacrificar la realidad de Dios, y un pensamiento que no perdona mantiene este sistema de pensamiento en su lugar. Además, al perseguir su objetivo, el ego no se preocupa por nada que se interponga en su camino, razón por la cual Jesús nos enseña que el objetivo del ego es el asesinato, como es el objetivo de todo especialismo:
“La pena de muerte es la meta final del ego porque está convencido de que eres un criminal que merece la muerte, tal como Dios sabe que eres merecedor de la vida. La pena de muerte nunca abandona la mente del ego, pues eso es lo que siempre tiene reservado para ti al final. Deseando destruirte como expresión final de sus sentimientos hacia ti, te deja vivir sólo para que esperes la muerte. Te atormentará mientras vivas, pero su odio no quedará saciado hasta que mueras, pues tu destrucción es el único fin que anhela, y el único fin que le dejará satisfecho.” (T-12.VII.13:2-6)
En un pasaje sorprendentemente gráfico en el Capítulo 24, ya citado, Jesús describe de manera similar este objetivo asesino del especialismo:
“Mas deja que tu deseo de ser especial dirija su camino, y tú lo recorrerás con él. Y ambos [tú y tu hermano] caminaréis en peligro, intentando conducir al otro a un precipicio execrable y arrojarlo por él, mientras os movéis por el sombrío bosque de los invidentes, sin otra luz que la de los breves y oscilantes destellos de las luciérnagas del pecado, que titilan por un momento para luego apagarse. Pues, ¿en qué puede deleitarse el deseo de ser especial, sino en matar? ¿Qué busca sino ver la muerte? ¿Adónde conduce, sino a la destrucción?” (T-24.V.4:1-5)
Buscamos destruir todo lo que sospechamos que impide la defensa de nuestro sistema de pensamiento. En la oración 2, Jesús dijo que volcaríamos lo que vemos que interfiere con nuestro camino elegido; aquí dice que no nos preocuparíamos por nadie ni por nada - la fuente de nuestra culpa, porque está firmemente arraigada en nuestras mentes el pensamiento de cómo hemos usado y manipulado egoístamente a todos. No vemos a los demás como recordatorios de nuestra unicidad, sino como amenazas y rivales. Nuestro pensamiento distorsionado nos dice que si no luchamos contra ellos, nuestra felicidad estará en peligro. Si fuera por nosotros, trataríamos con otros atacándolos abiertamente - odio especial - pero si necesitamos ser más encubiertos, simplemente los manipulamos a través de la culpabilidad del amor especial.
“Pues [el ego] preferiría atacar de inmediato y no demorar más lo que realmente desea hacer. No obstante, dado que el ego se relaciona con la "realidad" tal como él la ve, se da cuenta de que nadie podría interpretar un ataque directo como un acto de amor. Mas hacer sentir culpable a otro es un ataque directo, aunque no parezca serlo.” (T-15. VII.6:3-5)
Esta locura comienza con la relación especial original: necesitamos lo que Dios tiene, y por lo tanto, Él debe ser asesinado. «Las ideas no abandonan su fuente», y como la idea de matar a Dios es la fuente, no podemos dejar de representar repetitivamente ese pensamiento en nuestras proyecciones, como recordamos:
“Piensas que estás más a salvo dotando al pequeño yo que inventaste con el poder que le arrebataste a la verdad al vencerla y dejarla indefensa. Observa la precisión con que se ejecuta este rito en la relación especial. Se erige un altar entre dos personas separadas, en el que cada una intenta matar a su yo e instaurar en su cuerpo otro yo que deriva su poder de la muerte del otro. Este rito se repite una y otra vez...La relación especial debe reconocerse como lo que es: un rito absurdo en el que se extrae fuerza de la muerte de Dios y se transfiere a Su asesino...” (T-16.V.11:3-6; 12:4)
Nuestra culpa no nos permite reconocer el especialismo como lo que es, y si no podemos ver lo que hacen nuestros cuerpos, ¿cómo podemos recordar alguna vez la decisión de la mente? Por lo tanto, necesitamos reconocer que la culpa sobre nuestras acciones es una defensa; otra parte de la estrategia del ego para evitar que fijemos nuestra mirada en nuestro comportamiento, revelando que no es más que una sombra de la culpabilidad de la mente por la separación.
El propósito de mentalidad correcta del mundo, por lo tanto, es ser un aula de aprendizaje que me refleje lo que el ego hace «en mi mente». Si soy culpable por mi comportamiento - mis relaciones especiales de manipulación y engaño - sería imposible pedirle ayuda a Jesús. Recuerda que la culpa es cegadora porque hace que sea imposible ver verdaderamente. Cuando me siento culpable y le pido al ego que me ayude a aliviar mi dolor mediante la proyección, esto no deshace la culpa de la mente que es la verdadera causa del dolor. Sin embargo, pedir ayuda a Jesús significa deshacer la culpa en su origen. Me ayuda a ver de qué creo que soy culpable en el mundo, y a ver esto como una sombra de la culpa secreta en mi mente. Sólo entonces puedo ver tanto la culpa externa como la interna, viéndolas como una sola ilusión, lo que les permite desaparecer. Los siguientes dos párrafos explican este proceso de perdón y curación:
(L-pII.1.4:1) «El perdón, en cambio, es tranquilo y sosegado, y no hace nada.»
Lo anterior viene del comienzo del Salmo 46: "Estad quietos y sabed que yo soy Dios". Estar quietos silencia los chillidos estridentes del ego, y en las lecciones venideras veremos cuán a menudo Jesús habla de nuestra quietud. Por lo tanto, el perdón "sosegadamente no hace nada", porque el «hacer» no proviene de la creación de Dios o de la corrección del Espíritu Santo, sino que se origina con la creencia del ego de que destruyó a Dios. Esto fue un "hacer" bastante pesado, exigiendo que tengamos que "hacer" como locos para protegernos de ser destruidos. Sin embargo, Jesús nos dice que no tenemos que hacer nada más que mirar sosegadamente con él al hermano que buscamos condenar a «nuestro» pecado y culpa:
“Contempla al Hijo de Dios, observa su pureza y permanece muy quedo. Contempla serenamente su santidad, y dale gracias a su Padre por el hecho de que la culpabilidad jamás haya dejado huella alguna en él.
...Contemplémosle juntos y amémosle, pues en tu amor por él radica tu inocencia. Y sólo con que te contemples a ti mismo, la alegría y el aprecio que sentirás por lo que veas erradicará la culpabilidad para siempre.” (T-13.X.11:10-11; 12:3-5)
Para resumir, el perdón no hace nada; tampoco lo hace Jesús, el Espíritu Santo, o nuestras mentes correctas. Ellos simplemente contemplan la falsedad y se dan cuenta de que no tuvo ningún efecto en la santidad del Hijo de Dios.
(L-pII.1.4:2-3) «No ofende ningún aspecto de la realidad ni busca tergiversarla para que adquiera apariencias que a él le gusten. Simplemente observa, espera y no juzga.»
Esa última frase es la esencia del perdón: simplemente «observa» el sistema de pensamiento del ego, «espera» pacientemente a que cambiemos de mentalidad y, por encima de todo, «no juzga». No condena los egos de los demás o de nosotros mismos, sino que dice: "¿No es esto un pensamiento tonto? ¿No es esto un comportamiento tonto que viene de un pensamiento tonto? No malo, pecaminoso o malvado; sólo tonto, porque no nos dará lo que queremos, aunque insistamos en que funcionará cuando secretamente sepamos que no lo hará". El perdón, por lo tanto, es la simple mirada que deshace el pecado, mientras que el hecho de tomarlo en serio - dándole efectos que no tiene - solidifica su existencia en nuestras mentes.
El perdón y el milagro son nombres diferentes para el mismo proceso de observar sin juzgar el sueño de separación del ego, en el que fabricó un mundo a su propia semejanza de odio, "ofendiendo" así la realidad del amor:
“El milagro establece que estás teniendo un sueño y que su contenido no es real. Éste es un paso crucial a la hora de lidiar con ilusiones. Nadie tiene miedo de ellas cuando se da cuenta de que fue él mismo quien las inventó. Lo que mantenía vivo al miedo era que él no veía que él mismo era el autor del sueño y no una de sus figuras. Él se causa a sí mismo lo que sueña que le causó a su hermano. Y esto es todo lo que el sueño ha hecho y lo que le ha ofrecido para mostrarle que sus deseos se han cumplido. Y así, él teme su propio ataque, pero lo ve venir de la mano de otro. Como víctima que es, sufre por razón de los efectos del ataque, pero no por razón de su causa. No es el autor de su propio ataque, y es inocente de lo que ha causado. El milagro no hace sino mostrarle que él no ha hecho nada.” (T-28.II.7:1-10)
(L-pII.1.4:4) «El que no perdona se ve obligado a juzgar, pues tiene que justificar el no haber perdonado.»
"Juzgar" en este pasaje es un sinónimo para el pensamiento que no perdona. Cuando no me he perdonado a mí mismo, protejo esta falta de perdón proyectando la culpa y no dejando que nadie más se libre de ella. Por lo tanto, veo mis pecados en ti, y en lugar de deshacerlos en mí mismo, busco su deshacimiento castigándote a ti, el pecador. No deshago nada, sin embargo, porque en el fondo refuerzo el pecado en mi mente, de ahí mi intensa necesidad de juzgar, criticar y encontrar faltas. Recordemos este importante pasaje que expone implícitamente las mentiras del ego, que se disfrazan de santos mártires. En verdad, estos mártires solo condenan a otros a través de sus inocentes sufrimientos:
“La necesidad de liberar al mundo de la condenación en la que se halla inmerso es algo que todos los que habitan en él comparten. Sin embargo, no reconocen esta necesidad común. Pues cada uno piensa que si desempeña su papel, la condenación del mundo recaerá sobre él. Y esto es lo que percibe debe ser su papel en la liberación del mundo. La venganza tiene que tener un blanco. De lo contrario, el cuchillo del vengador se encontraría en sus propias manos, apuntando hacia sí mismo. Pues para poder ser la víctima de un ataque que él no eligió, tiene que ver el arma en las manos de otro. Y así, sufre por razón de las heridas que le infligió un cuchillo que él no estaba empuñando.
Ése es el propósito del mundo que él ve. Y desde este punto de vista, el mundo provee los medios por los que dicho propósito parece alcanzarse.” (T-27.VII.4:2-5:2)
Esta dinámica del mártir sirve como modelo para lo que todos hacemos. En lugar de reconocer nuestro pecado - el cuchillo del pecado en nuestra mano ensangrentada - lo vemos en alguien más. Nuestro dolor se convierte en el testigo (la raíz etimológica de «mártir») del pecado de otro. Así el mundo pecaminoso justifica nuestro pensamiento que no perdona, la cara del asesino detrás de la cara de la inocencia.
(L-pII.1.4:5) «Pero aquel que ha de perdonarse a sí mismo debe aprender a darle la bienvenida a la verdad exactamente como ésta es.»
Sólo necesitamos aceptar la verdad que ya está albergada en nuestras mentes correctas por el Espíritu Santo. Cerca del final del libro de ejercicios aparece una línea maravillosa que refleja este pasaje: “Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad.” (W-pII.14.Q.3: 7). Damos la bienvenida a la verdad dando la espalda a la falsedad del ego, renunciando a su ilusión porque ahora queremos la verdad y sólo la verdad.
(L-pII.1.5:1) «No hagas nada, pues, y deja que el perdón te muestre lo que debes hacer a través de Aquel que es tu Guía, tu Salvador y Protector, Quien, lleno de esperanza, está seguro de que finalmente triunfarás.»
Esto es similar al "No tengo que hacer nada" del texto y no significa que no hagas nada a nivel del comportamiento. Más bien, dejas que el Espíritu Santo te guíe. Esto no significa que Él te diga específicamente qué hacer - aunque esa pueda ser tu experiencia - ya que Su Amor simplemente se extiende a Sí Mismo a través de ti y tu cuerpo expresa en la «forma» el «contenido» de Su Amor. El siguiente pasaje nos es familiar:
“Hacer algo siempre involucra al cuerpo. Y si reconoces que no tienes que hacer nada, habrás dejado de otorgarle valor al cuerpo en tu mente...No hacer nada es descansar, y crear un lugar dentro de ti donde la actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí mora...Este tranquilo centro, en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindándote descanso en medio del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe. Pues desde este centro se te enseñará a utilizar el cuerpo impecablemente.” (T-18.VII.7:1-2, 7-8; 8:3-4)
(L-pII.1.5:2-3) «Él ya te ha perdonado, pues ésa es la función que Dios le encomendó. Ahora tú debes compartir Su función y perdonar a aquel que Él ha salvado, cuya inocencia Él ve y a quien honra como el Hijo de Dios.»
Así como hemos sido perdonados por el Espíritu Santo por lo que «no» hemos hecho, se nos pide que compartamos ese mismo perdón con los demás, reforzando la verdad de la Expiación en nosotros mismos y en todos nuestros hermanos. Concluimos con este pasaje inspirador del texto, que describe la extensión del perdón del Espíritu Santo a través de nuestras mentes, sanadas a medida que llevamos los pensamientos tenebrosos de culpa a Su radiante luz:
“¿Qué otra cosa podría ser contemplar con caridad aquello que tu Padre ama, sino una bendición universal? Extender el perdón es la función del Espíritu Santo. Deja eso en Sus manos. Ocúpate únicamente de entregarle aquello que se puede extender. No guardes ningún secreto tenebroso que Él no pueda usar, antes bien, ofrécele los pequeños regalos que Él puede extender para siempre. Él aceptará cada uno de ellos y los convertirá en una fuerza potente en favor de la paz. El Espíritu Santo no dejará de bendecir ni uno solo de los regalos que le haces ni los limitará en forma alguna. Los infundirá de todo el poder que Dios le ha conferido, a fin de hacer de cada uno de ellos un manantial de curación para todos. Cada pequeño regalo que le ofreces a tu hermano derrama luz sobre el mundo. No te preocupes por las tinieblas; mira más allá de ellas y contempla a tu hermano. Y deja que las tinieblas sean disipadas por Aquel que conoce la luz y que tiernamente la deposita en cada una de las dulces sonrisas de fe y de confianza con que bendices a tu hermano.” (T-22.VI.9) "
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios" por el Dr. Kenneth Wapnick. Traducción al Español por Alfonso Martínez .