3. ¿Qué es el mundo?

"Este es uno de los resúmenes más importantes de la Parte II, que describe sucintamente la naturaleza ilusoria del mundo. El resumen también enseña que mientras creamos que estamos aquí, podemos elegir que este mundo irreal sirva a un propósito diferente: el perdón en lugar del ataque. Así, por un lado, tenemos descrito el origen del mundo en el sistema de pensamiento de separación del ego, y por el otro, cómo el Espíritu Santo usa este mismo mundo como un aula de aprendizaje para guiarnos a casa.
(L-pII.3.1:1-2) «El mundo es una percepción falsa. Nació de un error, y no ha abandonado su fuente.»
Recuerda el importante principio - «las ideas no abandonan su fuente». La fuente del mundo es la falsa creencia de que nos hemos separado de Dios, haciendo realidad nuestro yo individual. Todo lo que surge de ese pensamiento erróneo debe, por lo tanto, ser también ilusorio, o "percepción falsa".
“No te das cuenta de la magnitud de ese único error [la sustitución de la ilusión por la verdad]. Fue tan inmenso y tan absolutamente increíble que de él no pudo sino surgir un mundo totalmente irreal. ¿Qué otra cosa sino podía haber surgido de él?...Ésa fue la primera proyección del error al exterior. El mundo surgió para ocultarlo, y se convirtió en la pantalla sobre la que se proyectó, la cual se interpuso entre la verdad y tú...¿Crees que es realmente extraño que de esa proyección del error surgiese un mundo en el que todo está invertido y al revés? Eso fue inevitable.”
(T-18.I.5:2-4; 6:1-2, 4-5)
Este es un concepto crucial en el sistema de pensamiento de Un Curso de Milagros, ya que es la base de su metafísica no dualista sobre la que descansa el verdadero perdón: un pensamiento ilusorio engendra un mundo ilusorio, que, cuando es perdonado, desaparece de nuevo en su propia nada.
(L-pII.3.1:3) «Persistirá mientras se siga abrigando el pensamiento que le dio vida.»
Cambia de mentalidad acerca de tu separación de Dios, y el mundo debe cambiar en consecuencia. Anteriormente, cité el siguiente pasaje de Psicoterapia, donde Jesús discute cómo el mundo corporal de enfermedad y muerte surgió como sombras del pensamiento de culpabilidad de la mente:
“Una vez que el Hijo de Dios se ve culpable, la enfermedad no se puede evitar...No puede haber nada que un cambio de mentalidad no pueda afectar, pues todas las cosas externas son sólo sombras de una decisión ya tomada. Si se cambia la decisión, ¿cómo puede su sombra permanecer sin cambio? La enfermedad no puede ser sino la sombra de la culpa, grotesca y fea, puesto que imita la deformidad. Si una deformidad se ve como real, ¿cómo puede ser su sombra sino deforme?
El descenso al infierno sigue paso a paso un curso inevitable, una vez se ha tomado la decisión de que la culpa es real. La enfermedad y la muerte y la miseria acechan ahora la tierra en inexorables vaivenes, algunas veces simultáneamente y otras en siniestra sucesión. Pero todas estas cosas, por reales que parezcan, son sólo ilusiones.” (P-2.IV.2:1, 4-3:3)
Cuando aceptas la Expiación para ti mismo, literalmente no hay ningún mundo para ti. La gente todavía puede permanecer dormida y creer que el mundo existe, y pueden pensar que te ven como un cuerpo, como creyeron que vieron a Jesús como un cuerpo, pero tu realidad permanece con él fuera del sueño. Por lo tanto, mirando el sueño te das cuenta de que todo lo que ves es una invención, similar a los soñadores lúcidos que son conscientes de que están soñando. ¿Cómo podría uno entonces tomarse en serio lo que sucede aquí? Por ejemplo, puedes soñar con ser atacado por alguien en China, pero sabiendo que estás soñando, te das cuenta de que no estás en China y no te está atacando nadie. Así, nuestra situación en el mundo real: el mundo puede no desaparecer para los que todavía creen en él, pero para ti el mundo se ha ido. Es desde esta perspectiva que Un Curso de Milagros viene a nosotros. Está escrito en el lenguaje del mundo, pero su verdad descansa más allá de él. Lo aprecias, lo entiendes y lo aplicas sólo en la medida en que puedas dejar este mundo atrás al caminar con Jesús fuera de él. Mirando retrospectivamente al mundo, entonces, todo es visto de manera diferente porque ya no permanece en tu experiencia.
(L-pII.3.1:4-5) «Cuando el pensamiento de separación haya sido substituido por uno de verdadero perdón, el mundo se verá de una manera completamente distinta (“in quite another light” - el mundo será visto bajo otra luz); de una manera que conduce a la verdad en la que el mundo no puede sino desaparecer junto con todos sus errores. Ahora su fuente ha desaparecido, al igual que sus efectos.»
La otra luz es la luz de la verdad en el instante santo, en el que el mundo se ve de otra manera. Estar en el mundo real - el objetivo final de nuestro trabajo con Un Curso de Milagros - es estar fuera del sueño contemplándolo. Esta es la hermosa visión descrita en "La Canción Olvidada", en la que el mundo desaparece en la única luz del infinito:
“Más allá del cuerpo, del sol y de las estrellas; más allá de todo lo que ves, y, sin embargo, en cierta forma familiar para ti, hay un arco de luz dorada que al contemplarlo se extiende hasta volverse un círculo enorme y luminoso. El círculo se llena de luz ante tus ojos. Sus bordes desaparecen, y lo que había dentro deja de estar contenido. La luz se expande y envuelve todo, extendiéndose hasta el infinito y brillando eternamente sin interrupciones ni límites de ninguna clase. Dentro de ella todo está unido en una continuidad perfecta. Es imposible imaginar que pueda haber algo que no esté dentro de ella, pues no hay lugar del que esta luz esté ausente.” (T-21.I.8)
Y ahora la naturaleza y propósito del mundo:
(L-pII.3.2:1-3) «El mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios. Es el símbolo del miedo. Mas ¿qué es el miedo sino la ausencia de amor?»
"El perfecto amor echa fuera el temor", pero si crees en el miedo, el amor no tiene cabida en tu mente. El miedo es el efecto de los pensamientos de pecado y culpa, que constituyen el primer escudo de ataque, que cubre la inocencia del Hijo de Dios que se mantiene en su lugar mediante el principio de Expiación. Cuando el pecado de ataque se proyecta, da lugar a un mundo de ataque. Puesto que «las ideas no abandonan su fuente», este mundo proyectado -el segundo escudo de ataque- refleja al primero. Por lo tanto, el universo físico es un ataque contra Dios, lo que resulta en nuestro temor a la represalia de Dios. Esta declaración ahora familiar del texto encapsula la dinámica del miedo, en la que el Dios de Amor se transforma en una figura proyectada de ataque, "un padre no amoroso":
“Tú que prefieres la separación a la cordura no puedes hacer que ésta tenga lugar en tu mente recta. Estabas en paz hasta que pediste un favor especial. Dios no te lo concedió, pues lo que pedías era algo ajeno a Él, y tú no podías pedirle eso a un Padre que realmente amase a Su Hijo. Por lo tanto, hiciste de Él un padre no amoroso al exigir de Él lo que sólo un padre no amoroso podía dar. Y la paz del Hijo de Dios quedó destruida, pues ya no podía entender a su Padre. Tuvo miedo de lo que había hecho, pero tuvo todavía más miedo de su verdadero Padre, al haber atacado su gloriosa igualdad con Él.” (T-13.III.10)
Por lo tanto, el ego nos hace creer que no hay ninguna esperanza. Con la marcha del amor y su lugar tomado por el miedo, no queda más que defendernos contra nuestra inevitable destrucción.
(L-pII.3.2:4) «El mundo, por lo tanto, se fabricó con la intención de que fuese un lugar en el que Dios no pudiese entrar y en el que Su Hijo pudiese estar separado de Él.»
Cuando elegimos al ego sobre el Espíritu Santo, para todos los efectos y propósitos lo enterramos en la mente y moramos sólo en el mundo del ego, donde el Amor de Dios tiene prohibida la entrada. Sólo el miedo existe en el reino de la mente y el cuerpo del ego:
“...pues el cuerpo «es» un límite que se le impone al amor. La creencia en un amor limitado fue lo que dio origen al cuerpo, que fue concebido para limitar lo ilimitado....Dios no puede hacer acto de presencia en un cuerpo ni tú puedes unirte a Él ahí. Todo límite que se le imponga al amor parecerá siempre excluir a Dios y mantenerte a ti separado de Él. El cuerpo es una diminuta cerca que rodea a una pequeña parte de una idea que es completa y gloriosa. El cuerpo traza un círculo, infinitamente pequeño, alrededor de un minúsculo segmento del Cielo, lo separa del resto, y proclama que tu reino se encuentra dentro de él, donde Dios no puede hacer acto de presencia.”
(T-18.VIII.1:2-3; 2:3-6)
Claramente ahora estamos separados de nuestra Fuente, y como nuestra existencia misma constituye un ataque a Dios, no podemos dejar de tener miedo. Una vez que negamos este pensamiento de ataque se proyecta, dando lugar a un mundo que comparte los atributos de ese pensamiento. De hecho, el mundo «es» ese pensamiento de ataque. Piensa en tus sueños nocturnos, en los que ves una representación de tus propios pensamientos, no de los de los demás. De la misma manera, este mundo, como un sueño, retrata los pensamientos del Hijo dormido, que en su locura cree que atacó a su Creador y ahora está aterrorizado ante el anticipado contraataque de Dios. De ninguna manera, por lo tanto, el Hijo quiere a Dios cerca de él, y así Lo excluye de su reino. Como estudiante de este Curso, por lo tanto, debes entender el propósito del mundo: hecho literalmente para excluir el Amor de Dios, el mundo es el objetivo final de la estrategia del ego para asegurar que en nuestra insensatez (ausencia de mente) nunca más podamos elegir ese Amor.
(L-pII.3.2:5) «Ésa fue la cuna de la percepción, pues el conocimiento no podría haber sido la causa de pensamientos tan descabellados.»
Este es otro de los innumerables lugares en Un Curso de Milagros que nos dicen que Dios no creó el mundo. El «conocimiento», un sinónimo para Cielo, Dios y amor, no podía causar el pensamiento de separación demente del ego - el origen del mundo. La percepción es dualista, lo que significa que yo, como sujeto, percibo algo fuera de mí, como objeto - perceptor y percibido. Este estado es desconocido en el Cielo, donde sólo existe la perfecta Unicidad. El lector puede recordar este pasaje del texto:
“Las leyes de Dios no pueden gobernar directamente en un mundo regido por la percepción, pues un mundo así no pudo haber sido creado por la Mente para la cual la percepción no tiene sentido...La percepción se basa en elegir, pero el conocimiento no. El conocimiento está regido por una sola ley porque sólo tiene un Creador.” (T-25.III.2:1; 3:1-2)
(L-pII.3.2:6-7) «Mas los ojos engañan, y los oídos oyen falsedades. Ahora es muy posible cometer errores porque se ha perdido la certeza.»
Este es el propósito del engaño que el cuerpo fue hecho para servir. Como vimos cuando leímos la Lección 161, el odio es específico: “Así fue como surgió lo concreto.” (W-pI, 161.7: 1; 3: 1). Necesitábamos algo sobre lo que pudiéramos proyectar nuestra culpa despreciable, así que - colectivamente como el Hijo uno de Dios - inventamos un mundo de cuerpos. Hacemos esto individualmente también en nuestras relaciones especiales. Así, el cuerpo fue hecho con un elaborado aparato sensorial -- órganos sensoriales que informan al cerebro la "realidad" que ven, oyen, sienten, saborean y huelen. El cerebro interpreta esta entrada sensorial tal como fue programado por la mente; es decir, hay un mundo ahí fuera al que ser atraído, si su entrada sensorial es atractiva, o repelido, si la entrada sensorial es repulsiva. Sin embargo, todo esto es ilusorio y nuestros órganos sensoriales engañan. La certeza del principio de Expiación ha desaparecido, su lugar tomado por nuestra creencia errónea en la separación, ahora elevada a realidad. Recuerda esta afirmación: “Nada es tan cegador como la percepción de la forma.” (T-22.III.6: 7). La percepción fue hecha para cegarnos a la verdad «y» a la ilusión dentro de la mente. Y así nuestros ojos y oídos sólo informan a la mente de las mentiras que fueron hechos para encontrar. El anexo de Psicoterapia resume esto muy bien para nosotros:
“El oído traduce, no oye. El ojo reproduce, no ve. Su tarea es hacer agradable aquello que se invoca, no importa cuán desagradable pueda ser. Responden a las decisiones de la mente, al reproducir sus deseos y traducidos en formas aceptables y placenteras.” (P-2.VI.3:1-4)
(L-pII.3.3:1-2) «Y para substituirla nacieron los mecanismos de la ilusión, que ahora van en pos de lo que se les ha encomendado buscar.»
Estos mecanismos de la ilusión son nuestros órganos sensoriales que envían datos al cerebro que, como acabamos de ver, interpretan la información recibida para reforzar la creencia de que existe un mundo real ahí fuera. Nuevamente, todo es una invención; pero la mente - de la que ahora somos totalmente inconscientes - ha programado al cuerpo para percibir de esta manera. Por lo tanto, escuchamos el mensaje que queremos escuchar, y el mundo prueba que la separación está viva y bien, lo que significa que la unicidad del Amor de Dios ha desaparecido. Piensa en "La atracción de la culpabilidad", que habla de los "perros hambrientos del miedo" enviados para traer mensajes de miedo, odio y culpabilidad. Los mecanismos sensoriales de las ilusiones encuentran la aparente verdad de que la separación de Dios es real, "probando" que tenemos razón y que Él está equivocado - «la culpabilidad es la realidad»:
“A los mensajeros del miedo se les adiestra mediante el terror, y tiemblan cuando su amo los llama para que le sirvan. Pues el miedo no tiene compasión ni siquiera con sus amigos. Sus mensajeros saquean culpablemente todo cuanto pueden en su desesperada búsqueda de culpabilidad, pues su amo los deja hambrientos y a la intemperie, instigando en ellos la crueldad y permitiéndoles que se sacien únicamente de lo que le llevan. Ni el más leve atisbo de culpabilidad se escapa de sus ojos hambrientos. Y en su despiadada búsqueda de pecados se abalanzan sobre cualquier cosa viviente que vean, y dando chillidos se la llevan a su amo para que él la devore.” (T-19.IV-A.12:3-7)
(L-pII.3.3:3-4) «Su finalidad es servir el propósito para el que se fabricó el mundo, de modo que diese testimonio de él y lo hiciera real. Dichos mecanismos ven en sus ilusiones una sólida base donde existe la verdad y donde se mantiene aparte de las mentiras.»
Así creemos que este mundo es una realidad, y pensamos que sabemos lo que es la verdad mientras que el espíritu - el Cielo, Dios y nuestra Identidad como Cristo - es una mentira. La "verdad" del ego es sólo lo que nuestros sentidos nos dicen, y nuestros cerebros interpretan la información sensorial a través de su versión distorsionada de la "razón".
(L-pII.3.3:5) «No obstante, no informan más que de ilusiones, las cuales se mantienen separadas de la verdad.»
Nuestra Identidad como Cristo es la verdad, mientras que el mundo es la mentira. Aunque podamos entender estas palabras intelectualmente, no tendrán ningún sentido para nosotros, ni tendrán ningún efecto práctico a menos que podamos aceptar que no somos el cuerpo, por eso la afirmación "Soy tal como Dios me creó" se repite en varias formas más de 140 veces a lo largo y ancho de Un Curso de Milagros. Como sabemos, esto no significa que debamos sentirnos culpables porque nuestras necesidades corporales nos presionan. Simplemente ten en cuenta que su fuente - la necesidad de probar que tenemos razón y que Dios está equivocado - es la motivación a la que se refiere Jesús. Sin embargo, la percepción miente, y las primeras lecciones del libro de ejercicios enfatizan la falta de significado inherente del mundo que percibimos. De hecho, fue hecho para ser falto de significado, y sin embargo su naturaleza está camuflada con atuendos de significado e importancia. Sólo cuando llevamos nuestras percepciones falsas a la verdad de la visión de Cristo - la inherente unidad del Hijo de Dios tanto en el sueño como en la realidad - miramos al mundo a través de una percepción limpia. ¡Y entonces vemos! Jesús ahora discute esta nueva percepción del mundo:
(L-pII.3.4:1) «Del mismo modo en que el propósito de la vista fue alejarte de la verdad, puede asimismo tener otro propósito.»
El ego dirige nuestra vista para reforzar la creencia de que el mundo es real, con el cerebro siendo su esclavo. Sin embargo, si llevamos lo que percibimos a la presencia de Jesús en nuestras mentes, nos diría que hay otra manera de ver los datos sensoriales del cuerpo. Él quiere que veamos el mundo como un salón de clases en el que nos enseña que los intereses separados no están justificados, porque todos compartimos la misma necesidad, propósito y objetivo. Por lo tanto, el mundo que experimentamos como real puede tener un propósito transformado, como leemos:
(L-pII.3.4:2) «Todo sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios designó como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo propósito.»
El nuevo propósito es dado por el Espíritu Santo. Él salva al mundo, no cambiando mágicamente lo que no nos gusta, sino ayudándonos a cambiar de mentalidad sobre lo que no nos gusta - no dándole más poder para afectar nuestra paz. Por lo tanto, este no es un curso para traer al Espíritu Santo al sueño, porque el mundo, siendo sólo un pensamiento erróneo, sólo se salva a través de la corrección de ese pensamiento erróneo que le da al sistema de pensamiento del ego el control sobre nuestras mentes. Aprender de Jesús cómo perdonar es el medio para lograr esa corrección. Recuerda este pasaje:
“En el mundo al que el error dio lugar existe otro propósito porque el mundo tiene otro Hacedor que puede reconciliar el objetivo del mundo con el propósito de Su Creador. En Su percepción del mundo, no hay nada que no justifique el perdón y la visión de la perfecta impecabilidad; nada que pueda ocurrir que no encuentre perdón instantáneo y total, ni nada que pueda permanecer un solo instante para empañar la impecabilidad que brilla inmutable…” (T-25.III.5:1-4)
(L-pII.3.4:3-5) «Sigue Su Luz, y verás el mundo tal como Él lo ve. Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla. Y deja que Él te conceda la paz y la certeza que tú desechaste, pero que el Cielo salvaguardó para ti en Él.»
Nuestro propósito es ver el mundo a través de la visión de Cristo. El ojo físico verá lo que vio antes - guerra, enfermedad, pobreza, sufrimiento y muerte - pero nuestro entendimiento habrá cambiado. Al estar fuera del sueño con Jesús, nos damos cuenta de que todo dentro de él es una petición de ayuda, siendo su significado último: "Por favor, muéstrame que estaba equivocado". Puede que no sea lo que la gente piensa conscientemente, pero de todos modos subyace a su petición. Por nuestro amor y paz les enseñamos la otra opción disponible en sus mentes. Tal vez elijamos al ego en el próximo minuto, pero en este instante santo estamos en paz y no compartiendo los sueños dementes de dolor del ego. Por lo tanto, uno de los propósitos principales de Un Curso de Milagros es convencernos de cuán más felices seremos por encima del campo de batalla, viendo el mundo sólo a través de los ojos del Espíritu Santo:
“Elévate, y desde un lugar más alto, contémplalo. Desde ahí tu perspectiva será muy diferente...Y Dios Mismo, así como todas las luces del Cielo, se inclinarán tiernamente ante ti para apoyarte. Pues habrás elegido permanecer donde Él quiere que estés, y no hay ilusión que pueda atacar la paz de Dios cuando Él está junto a Su Hijo.
No contemples a nadie desde dentro del campo de batalla, pues lo estarías viendo desde un lugar que no existe...Piensa en lo que se les concede a los que comparten el propósito de su Padre sabiendo que es también el suyo: no tienen necesidad de nada, cualquier clase de pesar es inconcebible; de lo único que son conscientes es de la luz que aman y sólo el amor brilla sobre ellos para siempre. El amor es su pasado, su presente y su futuro: siempre el mismo, eternamente pleno y completamente compartido.” (T-23.IV.5:1-2; 6:6-7; 7:1; 8:1-5)
(L-pII.3.5:1-2) «No nos quedemos tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción. No nos demos por satisfechos hasta que el perdón sea total.»
La salvación de nuestra mente es la salvación de todos. Esto no significa que todos tengan que aceptar el amor que ofrecemos, pero es importante reconocer que nuestros intereses no están separados de los de los demás. Esto se aplica a nuestros intereses mundanos así como a nuestros caminos espirituales, independientemente de sus formas - somos uno en el dolor y el placer, y uno en su deshacimiento. Así nos damos cuenta de que queremos que nuestras mentes estén totalmente curadas, no sólo curadas de algo específico que nos afecta negativamente en este momento. La curación, si es verdadera, debe extenderse a «todas» las relaciones y situaciones, «todo» el tiempo. Sólo entonces sabremos que el mundo se ha curado con nosotros. Esta naturaleza todo-inclusiva de la salvación es el significado de la resurrección, el despertar del sueño de muerte del ego:
“Ahí termina el programa de estudios...La visión ha sido totalmente corregida y todos los errores han sido des-hechos...Los pensamientos se dirigen hacia el Cielo y se apartan del infierno...La última ilusión se extiende sobre el mundo, perdonándolo todo y substituyendo todo ataque...No hay nada que se oponga a la verdad. Y ahora, por fin, la verdad puede llegar. ¡Cuán pronto vendrá cuando se la invite a entrar y a envolver semejante mundo!” (M-28.3:1,3,6,8,11-13)
(L-pII.3.5:3-4) «Y no intentemos cambiar nuestra función. Tenemos que salvar al mundo.»
Obviamente este no es un llamado a salir y predicar el evangelio de Un Curso de Milagros a los no creyentes. Nuestra función es salvar al mundo cambiando nuestra percepción del mundo a través del perdón. Evitemos malinterpretar líneas como éstas manteniendo la metafísica del Curso al alcance de la mano. Los primeros dos párrafos de este resumen enfatizan que el mundo proviene de un pensamiento erróneo, y que no es más que eso. Puesto que yo gobierno mi mente, gobierno el mundo que forma parte de mi mente, y así el mundo se salva cuando mi mente se salva. Esto ocurre cuando puedo decirle a Jesús: "Gracias a Dios que tú tenías razón y yo estaba equivocado."
(L-pII.3.5:5) «Pues nosotros que lo fabricamos tenemos que contemplarlo a través de los ojos de Cristo, de modo que aquello que se concibió para que muriese pueda ser restituido a la vida eterna.»
"Aquello que se concibió para que muriese" es el Hijo de Dios, porque la muerte es el producto final de nuestra elección en favor de la culpa. Nuestras mentes hicieron del Hijo un cuerpo en el cual morir, pero él es restituido a la vida eterna al cambiar de mentalidad, de los pensamientos de muerte a los pensamientos de vida. El mundo que fabricamos para excluir la vida ahora tiene un propósito santo, pues refleja la Unicidad eterna de la Vida - el Hijo de la Vida nunca ha abandonado su Fuente:
“Cuando aceptaste el glorioso propósito del Espíritu Santo en vez del del ego, renunciaste a la muerte y la substituiste por la vida. Ya sabemos que ninguna idea abandona su fuente. Y la muerte es el resultado del pensamiento al que llamamos ego, tan inequívocamente como la vida es el resultado del Pensamiento de Dios.” (T-19.IV-C.2:13-15) "
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick. Traducción al Español por Alfonso Martínez.