Lección 125

EN LA QUIETUD RECIBO HOY LA PALABRA DE DIOS. (Lección 125)
"En esta hermosa lección, Jesús habla de estar quieto, que recuerda la línea: “El recuerdo de Dios aflora en la mente que está serena.” (T-23.I.1:1). Si somos realmente serios acerca de nuestro deseo de recordar a Dios y regresar a casa, nuestras mentes deben estar quietas. El problema es que las hemos llenado con la estática de los chillidos estridentes del ego - su sistema de pensamiento de separación e individualidad; pecado, culpa y miedo; especialismo y ataque - lo que hace imposible escuchar al Espíritu Santo recordarnos nuestra Identidad. Si queremos estar quietos y recibir la Palabra de Dios - el principio de la Expiación - debemos mirar a las interferencias de nuestro ego sin juzgarlas, y así dejarlas ir.
📘(1:1-4) «Deja que hoy sea un día de quietud y de sosegada escucha. La Voluntad de tu Padre es que hoy oigas Su Palabra. Por eso te llama desde lo más recóndito de tu mente donde Él mora. Óyele hoy.»
En lo más recóndito está la mente correcta, que hemos tratado de ocultar y de la que nos escondemos. Si queremos llegar al sereno lugar donde mora la Voz que habla por nuestro Padre, debemos regresar y descubrir lo que hemos mantenido oculto. En el texto encontramos este pasaje hermosamente evocador de la canción olvidada, cuya maravillosa melodía se escucha nuevamente, en la medida en que podamos estar quietos y escuchar:
“Escucha... tal vez puedas captar un leve atisbo de un estado inmemorial que no has olvidado del todo; tal vez sea un poco nebuloso, mas no te es totalmente desconocido: como una canción cuyo título olvidaste hace mucho tiempo, así como las circunstancias en las que la oíste. No puedes acordarte de toda la canción, sino sólo de algunas notas de la melodía, y no puedes asociarla con ninguna persona o lugar, ni con nada en particular. Pero esas pocas notas te bastan para recordar cuán bella era la canción, cuán maravilloso el paraje donde la escuchaste y cuánto amor sentiste por los que allí estaban escuchándola contigo.
Las notas no son nada. Sin embargo, las has conservado, no por ellas mismas, sino como un dulce recordatorio de lo que te haría llorar si recordases cuán querido era para ti. Podrías acordarte, pero tienes miedo, pues crees que perderías el mundo que desde entonces has aprendido a conocer. Sin embargo, sabes que nada en este mundo es ni la sombra de aquello que tanto amaste. Escucha y mira a ver si te acuerdas de una canción muy vieja que sabías hace mucho tiempo y que te era más preciada que cualquier otra melodía que te hayas enseñado a ti mismo desde entonces.” (T-21.I.6-7)
Por lo tanto, nos dedicamos hoy a estar quietos y escuchar, recibiendo la Palabra de Expiación de Dios que nos ha llamado desde antes de que el tiempo pareciera existir. En esa sosegada escucha escuchamos la canción insonora del Amor de nuestro Padre (Los Regalos de Dios, p. 76), y estamos en paz.

🔹️(1:5) «No podrá haber paz hasta que Su Palabra sea oída por todos los rincones del mundo, y tu mente, escuchando en quietud, acepte el mensaje que el mundo tiene que oír para que pueda dar comienzo la serena hora de la paz.»
Cuando Jesús habla del mundo, no se refiere al hogar externo del cuerpo, sino al mundo que existe en la mente. Dado que «las ideas no abandonan su fuente», la idea de un mundo separado nunca ha dejado su fuente en la mente. Por lo tanto, cuando nos curamos del pensamiento de separación al liberar nuestra inversión en el especialismo, la Palabra de Dios puede oírse por todos los rincones del mundo, porque la Filiación es una. El mundo - que no es otra cosa que la proyección de separación de la mente - ha sido sanado, y por eso Jesús no aboga por predicar su santa palabra a un mundo que ya es salvo, sino sólo por aceptarla - la Expiación - dentro de nuestras mentes.
📘(2:1) «Este mundo cambiará gracias a ti.»
Repitiendo la idea central, si el mundo es una proyección del pensamiento de separación, y este pensamiento se cura, el mundo también se cura. El cambio externo es irrelevante, ya que sólo cambiar el pensamiento de la mente es importante. De lo contrario no habría esperanza. Esa es la premisa que subyace a las palabras de Jesús en las primeras páginas del manual para los maestros:
“A esta situación de enseñanza restringida y sin esperanzas, que no enseña sino muerte y desolación, Dios envía a Sus maestros. Y conforme éstos enseñan Sus lecciones de júbilo y de esperanza, su propio aprendizaje finalmente concluye. Si no fuera por los maestros de Dios, habría muy pocas esperanzas de alcanzar la salvación, pues el mundo del pecado parecería ser eternamente real.” (M-in.4:7-5:1)
“No obstante, sólo el tiempo se arrastra pesadamente, y el mundo ya está muy cansado. Está viejo, agotado y sin esperanzas. Mas el desenlace final nunca se puso en duda, pues, ¿qué puede cambiar la Voluntad de Dios? Pero el tiempo, con sus ilusiones de cambio y de muerte, agota al mundo y a todas las cosas que habitan en él. Al tiempo, no obstante, le llegará su final, y propiciar ese final es la función de los maestros de Dios, pues el tiempo está en sus manos. Tal fue su elección, y así se les concedió.” (M-1.4:4-10)
Todos nosotros estamos llamados a ser maestros de Dios y a aceptar la Expiación, y por nuestra sanación el mundo es sanado. Lo que hasta ahora había estado cansado, agotado y sin esperanza, ahora resplandece en la gentil luz del perdón y arde en llamas con la esperanza de la salvación. Este extracto del poema anteriormente citado de Helen, "Transformación", expresa este cambio o transformación del mundo:
«Ocurre de repente,
Y todas las cosas cambian. El ritmo del mundo
Se transforma en concierto. Lo que antes era duro
Y parecía hablar de muerte, ahora canta a la vida,
Y se une al coro a la eternidad.
Los ojos que eran ciegos comienzan a ver, y los oídos
Sordos a la melodía empiezan a escuchar.
En la súbita quietud renace
El antiguo canto de la canción de la creación,
Silenciado durante mucho tiempo pero recordado.»
(Los Regalos de Dios, p. 64)
🔹️(2:2) «Ningún otro medio puede salvarlo, pues el plan de Dios es simplemente éste: el Hijo de Dios es libre de salvarse a sí mismo, y se le ha dado la Palabra de Dios para que sea su Guía, y Ésta se encuentra para siempre a su lado y en su mente, a fin de conducirlo con certeza a casa de Su Padre por su propia voluntad, la cual es eternamente tan libre como la de Dios.»
El "plan de Dios" - la expresión metafórica que ya hemos discutido - es la libertad de cambiar de mentalidad. La estrategia del ego, que culmina en la fabricación del mundo y el cuerpo, es convencernos de que no tenemos mente. No podemos cambiar lo que no tenemos, y nuestro estado insensato (sin mente) asegura la inmutabilidad de la decisión previa en favor del ego. Esto no nos deja otra opción que buscar objetos de amor especial como salvadores, de los cuales los más significativos históricamente han sido Dios y Sus representantes. Pero el plan verdadero de Dios - en oposición al bíblico - es que no somos salvos de la "realidad" del pecado a través del sacrificio - el nuestro o el de otro - sino al darnos cuenta de que estábamos equivocados acerca del pecado.
De manera similar, el mundo no es salvado a través de nuestra expiación sacrificial, ni predicando Un Curso de Milagros, sino cambiando nuestras mentes sobre el ego. En ese instante la mente sanada de la Filiación se salva de su elección equivocada.
🔹️(2:3-4) «No se le conduce a la fuerza, sino con amor. No es juzgado, sino santificado.»
La presencia continua del amor de Jesús en nuestras mentes nos lleva a tomar la decisión correcta. Es como un faro que irradia su luz de amor en los oscurecidos espacios de nuestras mentes. Dado que nos hemos alejado de la luz, necesitamos regresar. El amor de Jesús nos llama continuamente, no en el sentido de llamarnos literalmente, porque su simple presencia es la llamada. En el momento en que nos damos cuenta de nuestro error, o al menos podemos considerarlo, estamos listos para cambiar la atención a nuestras mentes y cambiar a los maestros. No hay coerción ni fuerza por parte de Jesús, porque si lo hubiera, él estaría tan demente como nosotros, creyendo que había un problema real que resolver, y uno que exigía una solución inmediata. Afortunadamente, él no está loco, como tampoco lo está nuestro Padre, y por tanto su amor - más allá del tiempo y del espacio - simplemente es. Su mismo ser es su "fuerza".
📘(3:1) «Hoy oiremos la Voz de Dios en la quietud, sin la intromisión de nuestros insignificantes pensamientos ni la de nuestros deseos personales, y sin juzgar en modo alguno Su santa Palabra.»
Experimentamos el Espíritu Santo y recordamos Su Amor al dejar ir todas las cosas que interfieren con él. Aquí, Jesús se refiere a estos obstáculos como "pensamientos insignificantes", "deseos personales" y "todo juicio". Esto significa tomar conciencia de ellos, porque de lo contrario no podemos elegir contra ellos. Aprendemos de estas defensas del ego cuando vemos sus manifestaciones: nuestras relaciones especiales entre nosotros que expresan la relación especial de la mente con el ego. A medida que nos volvemos cada vez más conscientes de la culpa y el odio expresados ​​en nuestros cuerpos - odio especial y amor especial - aprendemos que lo que experimentamos afuera es la sombra de lo que primero hemos hecho realidad en nuestras mentes. Esta es la primera pista de que hay una mente, que nos permite ser conscientes de que son nuestros pensamientos los que tienen que cambiar, no nada externo.
🔹️(3:2) «Tampoco nos juzgaremos a nosotros mismos hoy, pues lo que somos no puede ser juzgado.»
Nuestra Identidad como Cristo sólo tiene que ser aceptada, no juzgada. El juicio inicial del ego fue que nuestra individualidad era una cosa horrible y pecaminosa, reforzada por la culpa. Antes de que lo supiéramos, nos encontramos en un mundo de juicios, cada uno justificado por una gran cantidad de percepciones erróneas. Mientras tanto, la visión de nuestra santidad colectiva como Hijo de Dios permaneció oculta tras nuestros juicios de pecado y culpa, miedo y ataque.
🔹️(3:3-5) «Nos hallamos mucho más allá de todos los juicios que el mundo ha formado contra el Hijo de Dios. El mundo no lo conoce. Hoy no prestaremos oídos al mundo, sino que aguardaremos silenciosamente la Palabra de Dios.»
Si nos detenemos un minuto para pensar en esas líneas, deberíamos sentirnos bastante ansiosos. El mundo nos dice que el Hijo de Dios - nosotros mismos - es un cuerpo, nacido en un momento determinado, destinado a vivir un cierto período de años, sólo para morir al final; su existencia se rige por diversas leyes. Necesitamos examinar estas leyes, reconociendo que son verdaderas desde la perspectiva del mundo, pero no de Dios - Él piensa de otra manera (T-23.I.2: 7). Jesús refleja la verdad de Dios de que nuestra realidad es espíritu, que no tiene nada que ver con el mundo. Sin embargo, primero debemos ser conscientes de lo mucho que nos hemos identificado con la enseñanza del mundo. Sólo entonces podemos entender que el mundo nos enseña porque primero enseñamos al mundo. Reconocemos «nuestra» identificación con el yo físico y psicológico, y luego aprendemos que debe cambiar a través de cuestionar nuestros pensamientos, valores, objetivos y juicios.
📘(4:1-2) «Santo Hijo de Dios, oye a tu Padre. Su Voz quiere darte Su santa Palabra para que disemines por todo el mundo las buenas nuevas de la salvación y de la santa hora de la paz.»
Para repetir, Jesús no está hablando de lo externo. Su punto es que el mundo existe sólo en nuestras mentes. Cuando aceptamos a Jesús como nuestro maestro - aunque sea por un período breve - esa decisión se toma por toda la Filiación, porque el Hijo de Dios es uno. Esto se convierte en un tema cada vez más importante a medida que avanzamos: la Voz de la Unicidad habla sólo en favor de la unicidad.
🔹️(4:3) «Nos congregamos hoy en el trono de Dios, en el sereno lugar de tu mente donde Él mora para siempre en la santidad que creó y que nunca ha de abandonar.»
El «trono» se usa de la misma manera que el «altar» - para indicar el lugar en nuestras mentes donde elegimos adorar al ego o recordar a Dios. Cuando le pedimos a Jesús que nos ayude a eliminar las interferencias de nuestro ego, nos encontramos en el santo lugar de mentalidad recta donde recordamos nuestra Identidad como el Hijo uno de Dios - un lugar de quietud y descanso. Así, el trono del Dios de separación y odio del ego cede al Dios de amor, paz y santidad. Este trono, como hemos visto, es el más santo de todos los lugares en la tierra, porque un viejo odio se ha convertido en un amor presente (T-26.IX.6: 1).
📘(5:1) «Él no ha esperado a que tú le devuelvas tu mente para darte Su Palabra.»
La salvación se ha visto tradicionalmente como nuestra tarea, «antes» que Dios haga la Suya. Si sufrimos, nos sacrificamos, rezamos nuestras oraciones, obedecemos rituales y somos buenos niños y niñas, Dios nos recompensará. En otras palabras, Dios espera que expiemos por nuestro pecado. Aquí se nos dice exactamente lo contrario - Dios ya nos ha dado la Palabra amorosa de Su plan de Expiación, y nosotros sólo regresamos a la mente para aceptarla. Dios no hace otra cosa que amar, un Amor que no está condicionado por nada de lo que hacemos o practicamos. Nuestra falta de conciencia era el problema, y recordamos Su Palabra cuando la elegimos.
🔹️(5:2) «Él no se ocultó de ti cuando tú te alejaste por un breve período.»
La verdad es que nosotros ocultamos a Dios. El no hizo nada Su presencia a través del Espíritu Santo está totalmente presente en la mente de todos. Implícito en todo esto es que la responsabilidad está sobre nuestros hombros, no sobre los de Dios o Jesús. Nos alejamos; regresamos. ¿Qué podría ser más simple?
🔹️(5:3-4) «Para Él, las ilusiones que abrigas de ti mismo no tienen ningún valor. Él conoce a Su Hijo, y dispone que siga siendo parte de Él a pesar de sus sueños y a pesar de la locura que le hace pensar que su voluntad no es su voluntad.»
Pensamientos como estos son la base para decir que debemos estar agradecidos de que Dios no sabe de nosotros. Queremos que Dios sepa sobre el yo individual que existe como un cuerpo, y luego lo ame específicamente. La verdad es que él conoce a Su Hijo sólo como el espíritu que es: una parte indivisible de Su Amor. Este no es el conocimiento dualista de sujeto y objeto, porque Dios no comparte nuestras preciadas ilusiones sobre la separación. Nuestro pequeño yo no es el que Él conoce, gracias a Dios:
“Perdónate a ti mismo tu locura...No puedes dejar de ser lo que eres. Pues Dios es misericordioso, y no permitió que Su Hijo lo abandonara. Siéntete agradecido por lo que Él es, pues en ello reside tu escapatoria de la locura y de la muerte. No puedes estar en ningún lugar, excepto donde Él está.” (T-31.IV.11: 1,3-6)
Nos encontramos sólo en el Ser más allá de las ilusiones. Recuerda estas palabras de la lección 93:
“El ser que tú fabricaste no es el Hijo de Dios. Por lo tanto, no existe en absoluto. Y todo lo que aparentemente hace o piensa carece de significado. No es bueno ni malo. Es simplemente irreal; nada más. No batalla con el Hijo de Dios. No le hace daño ni ataca su paz. No ha alterado la creación en absoluto, ni ha convertido la eterna impecabilidad en pecado, o el amor en odio. ¿Qué poder puede poseer ese ser que tú fabricaste, cuando lo que hace es contradecir la Voluntad de Dios?” (W-pI.93.5)
📘(6:1) «Él te habla hoy.»
La verdad es que Dios habla todo el tiempo. El problema es que no escuchamos, porque si lo hiciéramos, perderíamos nuestra especialismo. Eso es lo que nos asusta.
🔹️(6:2) «Su Voz espera tu silencio, pues Su Palabra no puede ser oída hasta que tu mente no se haya aquietado por un rato y tus vanos deseos hayan sido acallados.»
La responsabilidad recae en nosotros, y debemos ser conscientes de que todo lo que pensamos es parte de la estática del ego que busca ahogar la Voz de Dios y mantener oculto Su Amor. Por lo tanto, debemos prestar mucha atención a lo que sentimos a lo largo del día, tomando conciencia de nuestros insignificantes deseos, juicios y esperanzas. Recuerda este importante pasaje del texto sobre el poder del especialismo para silenciar la serena Voz de Dios:
“¿Qué respuesta del Espíritu Santo podría llegar hasta ti, cuando a lo que escuchas es a tu deseo de ser especial, que es lo que pregunta y lo que responde? Tan sólo prestas oídos a su mezquina respuesta, la cual, ni siquiera se oye en la melodía que en amorosa alabanza de lo que eres fluye eternamente desde Dios a ti. Y este colosal himno de honor que amorosamente se te ofrece por razón de lo que eres parece silencioso e inaudible ante el "poderío" de tu especialismo. Te esfuerzas por escuchar una voz que no tiene sonido, y, sin embargo, la Llamada de Dios Mismo te parece insonora.” (T-24.II.4:3-6)
Dado el hecho del "poder" del especialismo, ¿cómo podrían nuestros egos resistir la tentación de elegir su amor especial sobre el amor de Jesús?
🔹️(6:3-7:1) «Aguarda Su Palabra en silencio. Hay una paz en ti a la que puedes recurrir hoy a fin de que te ayude a preparar a tu santísima mente para oír la Voz que habla por su Creador.
En tres ocasiones hoy, y en aquellos momentos que sean más conducentes a estar en silencio, deja de escuchar al mundo durante diez minutos y elige en su lugar escuchar plácidamente la Palabra de Dios.»
Se nos pide que seamos conscientes de lo mucho que escuchamos al mundo, y entender que esto significa escuchar nuestro sistema de pensamiento proyectado. Es por eso que debemos elegir contra el ego, lo que no podemos hacer si no somos conscientes de ello. De ahí nuestra vigilancia diaria, tan crucial para escuchar la Voz de Dios. Este punto necesita reiteración constante, como en esta declaración del texto:
“Tal vez te preguntes por qué es tan crucial que observes tu odio y te des cuenta de su magnitud. Puede que también pienses que al Espíritu Santo le sería muy fácil mostrártelo y desvanecerlo sin que tú tuvieses necesidad de traerlo a la conciencia.” (T-13.III.1:1-2)
Ejercicios como el de hoy nos guían a través de nuestro odio al amor más allá del mundo, reflejado en nuestras mentes divididas por la Palabra de Dios, Su Voz que habla en quietud y paz en favor de la Expiación.
🔹️(7:2-4) «Él te habla desde un lugar que se encuentra más cerca de ti que tu propio corazón. Su Voz está más cerca de ti que tu propia mano. Su Amor es todo lo que eres y todo lo que Él es; Su Amor es lo mismo que tú eres y tú eres lo mismo que Él es.»
Estamos escuchando más sobre el importante tema de la unicidad: nuestra unidad con Dios, el Espíritu Santo y con los demás. Reconocer esta unidad con nuestros hermanos es el requisito previo para recordar nuestra unicidad como Cristo.
📘(8:1-2) «Es tu voz la que escuchas cuando Él te habla. Es tu palabra la que Él pronuncia.»
En la mente correcta, nuestra voz y la del Espíritu Santo son una. Como Jesús fue la manifestación del Espíritu Santo, también se nos pide que seamos Su manifestación. Sin embargo, cuando estamos en la mentalidad errada, necesitamos una experiencia de amor que está fuera de nuestro ser. Liberar la interferencia a ese amor nos permite unirnos a él, y así darnos cuenta de que nuestro ser y nuestro amor no están separados. La Voz de Dios habla sólo una Palabra, y esa Palabra es Quiénes somos.
🔹️(8:3-4) «Es la Palabra de la libertad y de la paz, de la unión de voluntades y propósitos, sin separación o división en la única Mente del Padre y del Hijo. Escucha hoy a tu Ser en silencio, y deja que te diga que Dios nunca ha abandonado a Su Hijo y que tú nunca has abandonado a tu Ser.»
En otras palabras, Dios y Su Hijo son uno - no hay individualidad ni distinción entre ellos. De hecho, no hay otra voz, hablando palabras de separación, que pueda interponerse entre nosotros y nuestro Ser. ¿Cómo no encontrar lo que nunca se ha perdido? ¿Cómo puede nuestro Padre estar sin Su Hijo?
“¡Él no ha abandonado Sus Pensamientos! Y así como Él no podría separarse de ellos, ellos no pueden excluirlo a Él de sí mismos. Moran unidos a Él, y en su unicidad ambos se conservan intactos. No hay camino que pueda alejarte de Él, ni jornada que pueda llevarte más allá de ti mismo. ¡Qué absurdo y descabellado es pensar que puede haber un camino con semejante objetivo!...No puedes estar en ningún lugar, excepto donde Él está.” (T-31.IV.10:1-6; 11:6)
📘(9:1-3) «Sólo necesitas estar muy quieto. No necesitas ninguna otra regla que ésta para dejar que la práctica de hoy te eleve muy por encima del pensamiento del mundo y libere tu visión de lo que ven los ojos del cuerpo. Sólo necesitas estar quieto y escuchar.»
Esa es la única regla que necesitamos; no solo este día, sino todos los días. Necesitamos estar quietos, lo que significa, una vez más, tomar conciencia del ruido de la mente al optar por ahogar la Voz apacible y pequeña que nos dice que nuestros sueños, pensamientos y sentimientos son una invención - parte de una sola ilusión, cuyo propósito es evitar que recordemos nuestra Identidad como el Hijo de Dios:
“Este curso sólo intenta enseñarte que el poder de decisión no radica en elegir entre diferentes formas de lo que aún sigue siendo la misma ilusión y el mismo error.” (T-31.IV.8:3)
Por lo tanto, se nos pide que hagamos la simple elección entre la única ilusión de separación y la única verdad reflejada de perdón.
🔹️(9:4) «Oirás la Palabra en la que la Voluntad de Dios el Hijo se une a la Voluntad de su Padre en total armonía con ella y sin ninguna ilusión que se interponga entre lo que es absolutamente indivisible y verdadero.»
Para repetir esta simple verdad: nuestra realidad es la unicidad, que recordamos al observar cómo nos mantenemos separados unos de otros. Tal vigilancia constituye la práctica diaria de Un Curso de Milagros - tomar conciencia de las maneras sutiles, y a veces no tan sutiles, de poner barreras entre nosotros mismos y los demás, ya sea a través de un amor especial o de un odio especial: juzgar, aferrarse a los resentimientos, formar alianzas, y estar seguros de que tenemos razón. Reconocemos la importancia de pasar de la percepción del mundo de los intereses separados - «mi ganancia es tu pérdida» - a la percepción del Espíritu Santo de los intereses compartidos. Así aprendemos que no puede ser que nosotros y nuestros hermanos seamos diferentes - somos uno en pérdida o ganancia, dependiendo de nuestra decisión:
“Todas las alternativas que el mundo ofrece se basan en esto: que eliges entre tu hermano y tú; que tú ganas en la misma medida en que él pierde; y que lo que tú pierdes es lo que se le da a él. ¡Cuán rotundamente opuesto a la verdad es esto, toda vez que el único propósito de la lección es enseñarte que lo que tu hermano pierde, tú lo pierdes también, y que lo que él gana es lo que se te da a «ti»!” (T-31.IV.8:4-5)
Así elegimos hoy en favor de «todos» los Hijos de Dios, reconociendo su igualdad inherente.
🔹️(9:5) «A medida que transcurra cada hora hoy, detente por un momento y recuérdate a ti mismo que tienes un propósito especial en este día: recibir en la quietud la Palabra de Dios.»
Debes hacer esto no solo cada hora, sino tan a menudo como puedas, especialmente cuando seas consciente de tus intentos de decir: "Mi hermano y yo «no» somos uno". Es tu propósito especial hoy recordar el del ego y elegir contra él y en favor de la Voz que habla la serena Palabra de perdón y verdad. Este cambio del falso perdón del ego al verdadero perdón del Espíritu Santo es el tema de la próxima lección."
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick. Traducción al Español por Alfonso Martinez.