KW - El mundo es nuestro salon de clases

Jesús utiliza como un instrumento de aprendizaje para llevar nuestra atención de vuelta a la mente. No estamos aquí para sanar ni salvar el mundo, ni para cuidar de nosotros ni de los que amamos, sino para aprender. El mundo es nuestra clase, y es útil ver lo pronto que lo olvidamos, al permitir que el cuerpo sea el protagonista.

Ciertamente, este es el propósito del cuerpo. Los cuerpos dominan nuestras vidas, pues gritan: «A mí, a mí, a mí: sírveme, acaríciame, atácame, ámame; sobre todo, préstame atención». Una astuta — pero sumamente efectiva — maniobra del ego es hacer el cuerpo tan repulsivo que se nos rechace e ignore.

Después de todo, el mundo no nos odiaría tanto ni nos daría la espalda si primero no nos prestase atención. Por lo tanto, el ego nos atrapará de cualquier manera, bien siendo buenas personas con quienes todos quieran estar, o tan terribles que todos nos den la espalda. Seamos amados u odiados, lo único que importa es que nos presten atención.

Más adelante comentaremos que el enfoque de enmarcar nuestros días como clases provee de un ambiente seguro, protegido y maravilloso dentro del cual, en realidad, nada externo puede hacernos daño, puesto que la mente es lo único que aprende. En la sección final del «Manual para el maestro» — «En cuanto a lo demás» — Jesús nos asegura que nos beneficiaremos grandemente de este marco y de pedir ayuda al Espíritu Santo:

«Si has formado el hábito de pedir ayuda en toda circunstancia o situación, puedes estar seguro de que te dará sabiduría cuando la necesites» (M-29.5:8).

Esta sabiduría no es acerca de qué trabajo tomar, en qué relación estar o dónde vivir; se trata de una sabiduría que nos ayuda a darnos cuenta de que nada tiene importancia aquí. Además, aprendemos que todo lo que pasa es un instrumento para ayudarnos a alcanzar el lugar de paz en nuestro interior. Por lo tanto, Jesús nos dice:

«Prepárate para ello cada mañana; recuerda a Dios cuantas veces puedas a lo largo del día, pídele ayuda al Espíritu Santo cuando te sea posible, y por la noche, dale las gracias por Sus consejos. Y tu confianza estará ciertamente bien fundada» (M-29.5:9–10).

En cierto sentido, esto es el alfa y omega de Un curso de milagros — el principio y el fin — ; la sanación se fomenta cuando vemos lo rápidamente que tratamos de alejarnos de esta simple verdad, y entonces nos perdonamos a nosotros mismos”.

Ken Wapnick
Fuente: Libro “El Arco del Perdón”