Lección 196

ES ÚNICAMENTE A MÍ MISMO A QUIEN CRUCIFICO. (Lección 196)
Estas siguientes dos lecciones forman un todo: cuando elijo erróneamente, "es únicamente a mí mismo a quien crucifico"; cuando elijo correctamente, "no puede ser sino mi propia gratitud la que me gano". Un punto importante aquí es que el yo al que Jesús se refiere es el tomador de decisiones. Esto es cierto a lo largo de Un Curso de Milagros, pero es especialmente importante en estas lecciones, que claramente ubican el problema en nuestras mentes - el asiento de la decisión. No hace falta decir que el significado de esto es que si mi decisión es ser crucificado, puedo revertirlo. Si no estoy al tanto de la elección errónea de mi mente, no hay esperanza de un cambio significativo.
Esta lección también proporciona otro resumen de lo que me he referido como la estrategia de doble nivel o doble blindaje del ego. Una vez que el tomador de decisiones elige al ego sobre el Espíritu Santo, el temor del ego es que él - el Hijo de Dios - cambie de mentalidad, y en ese instante santo el ego desaparezca. Como defensa, el ego elabora una estrategia brillante - el corazón de las enseñanzas de Jesús sobre el ego y un tema que se extiende a lo largo de estos volúmenes. El plan es hacer que el Hijo de Dios se quede sin mente, logrado una vez que se experimente a sí mismo como un cuerpo, gobernado por un cerebro. Esto asegura la existencia continua de la individualidad y especialismo del ego al preservar la decisión original del Hijo en favor del ego, dado que ya no puede cambiar una mente que no sabe que tiene.
El esquema del ego necesita convencer al Hijo de que su mente es un lugar peligroso para estar, lo que hace al fabricar un mito de la trinidad impía: el Hijo ha «pecado» contra Dios, merece ser castigado por su pecado (el significado de la «culpa») , y luego «teme» el inminente e inevitable ataque. De este modo, la mente se convierte en un campo de batalla letal en el que, si el Hijo permanece, seguramente será destruido. El primer escudo del olvido del ego es su trinidad, que evita que el Hijo mire la verdad de la Expiación dentro de su mente correcta. Una vez que se establece el peligro de la mente, el Hijo acepta que ya no puede permanecer allí con seguridad, y se necesita un segundo escudo o nivel de defensa. El pecado, la culpa y el miedo se proyectan en los cuerpos, dando lugar a un mundo en el que vemos el pecado y la culpa a nuestro alrededor, pero no en nosotros mismos. Incluso si nos juzgamos a nosotros mismos como pecadores, no obstante, creemos que otra persona es responsable de nuestro estado caído. El miedo que originalmente estaba dentro de la mente ahora se percibe como externo. Cuando las personas intentan describir su experiencia de Dios, con frecuencia lo hacen en términos de esta dinámica de proyección de la culpa. Su Dios se vuelve vengativo y demente, buscando solo castigar a su Hijo culpable por haber pecado contra Él.
Esta, entonces, es la naturaleza del mundo en el que nos encontramos, y estamos aterrorizados ante la perspectiva de la muerte. Como Freud enseñó, tan pronto como nacemos, nos preparamos para morir. Todos temen la muerte que significa el fin de la vida. Aunque ilusorio, el miedo - la esencia del sistema defensivo de ilusiones del ego - es sin embargo intenso, y en su núcleo está esta creencia: "Merezco morir y que mi vida sea arrebatada por Dios, porque originalmente le robé esa vida." Nadie viene aquí sin ese miedo; pero no sabe de dónde proviene. Su fuente parece ser externa, pero esto oculta la fuente del miedo que reside en la decisión de la mente de unirse al ego.
El doble escudo de ilusión, por lo tanto - la culpa interna y el miedo externo - es el núcleo de la estrategia del ego, ejemplificada en esta importante lección.
📘(1:1) «Cuando realmente hayas entendido esto, y lo mantengas firmemente en tu conciencia, ya no intentarás hacerte daño ni hacer de tu cuerpo un esclavo de la venganza.»
Jesús habla frecuentemente sobre el plan del ego porque no podemos cambiar de mentalidad sobre algo de lo que no estamos conscientes. Cuando aceptamos su ayuda para mostrarnos las tácticas del ego en nuestras vidas, soltamos nuestro aferramiento a su sistema de pensamiento. Por lo tanto, es imperativo que prestemos cuidadosa atención a nuestros pensamientos y comportamiento para ver cómo cumplen la estrategia del ego. Habiendo negado primero la culpa de la mente, la proyectamos, y todo lo que sabemos es que otros están tratando de robarnos. Esto justifica nuestra necesidad de defendernos y atacar a cambio; el contenido detrás de la archiconocida cara de inocencia:
“...el aspecto con el que se actúa. Ésta es la cara que sonríe y es amable, e incluso parece amar...Este aspecto puede disgustarse, pues el mundo es perverso e incapaz de proveer el amor y el amparo que la inocencia se merece...Este aspecto nunca lanza el primer ataque. Pero cada día, cientos de incidentes sin importancia socavan poco a poco su inocencia, provocando su irritación, e induciéndolo finalmente a insultar y a abusar descontroladamente.” (T-31.V.2:6-7; 3:1, 3-4)
Por lo tanto, esta lección resalta la importancia de comprender que el ataque ocurre en la mente: el odio de los demás, el nuestro hacia ellos y nuestro primer ataque - la separación de Dios. Sólo viendo cómo nuestras vidas ejemplifican el principio de «uno o el otro» podemos hacer algo al respecto. Por lo tanto, nuestra necesidad de vigilancia para aceptar la vida como aula, con Jesús como nuestro maestro. Él no cambia los aspectos externos de nuestras vidas, pero nos ayuda a reconocer el propósito del ego para ellos, lo que nos permite mirar más allá de ellos a la luz de la verdad que la estrategia pretendía ocultar.
🔹️(1:2) «No te atacarás a ti mismo, y te darás cuenta de que atacar a otro es atacarte a ti mismo.»
Cuando comprendas el daño que recibes cuando escuchas al ego, ya no lo harás. Recuerda, para el ego, la salvación es atacar, nacido del pensamiento original de «uno o el otro» - si he de existir, Dios debe ser destruido. Todos nuestros pensamientos y comportamientos de ataque específicos son fragmentos sombríos de este pensamiento. Una vez que nos demos cuenta de que el ataque no nos brinda felicidad, salvación o vida, sino miseria, dolor y muerte, cambiaremos de mentalidad y dejaremos de atacar a los demás porque ya no queremos atacarnos a nosotros mismos. Sin embargo, primero debemos ver lo que el ego no quiere que veamos - el ciclo de culpa-ataque y su efecto devastador sobre «nosotros»:
“La enfermiza atracción que ejerce la culpabilidad tiene que ser reconocida como lo que es. Pues al haberse convertido en algo real para ti, es esencial que la examines detenidamente, y que aprendas a abandonarla dejándote de interesar por ella...el propósito del ego es conservar e incrementar la culpabilidad, pero de forma tal que tú no te des cuenta de lo que ello te ocasionaría. Pues la doctrina fundamental del ego es que te escapas de aquello que les haces a otros...No obstante, su supervivencia depende de que tú creas que estás exento de sus malas intenciones. Te dice, por lo tanto, que si accedes a ser su anfitrión, te permitirá proyectar su ira afuera y, de este modo, te protegerá. Y así, se embarca en una interminable e insatisfactoria cadena de relaciones especiales, forjadas con ira y dedicadas exclusivamente a fomentar tan sólo la creencia descabellada de que cuanta más ira descargues fuera de ti mismo, más a salvo te encontrarás.” (T-15.VII.3:1-2; 4:1-2, 4-6)
🔹️(1:3-4) «Te liberarás de la demente creencia de que atacando a tu hermano te salvas tú. Y comprenderás que su seguridad es la tuya, y que al sanar él, tú quedas sanado.»
Este es el núcleo de la relación santa, que deshace todo especialismo: reconociendo que tú y yo compartimos los mismos intereses. Si te ataco y te condeno, yo soy el que está siendo atacado y crucificado. Si te libero y veo al Cristo en ti, refuerzo esa visión en mí mismo - somos uno. Entender esto es la "manera de recordar a Dios", como hemos visto varias veces antes:
“Percibir la curación de tu hermano como tu propia curación es, por lo tanto, la manera de recordar a Dios.” (T-12.II.2:9)
📘(2:1-2) «Tal vez no entiendas en un principio cómo es posible que la misericordia, que es ilimitada y envuelve todas las cosas en su segura protección, pueda hallarse en la idea que hoy practicamos. De hecho, esta idea puede parecerte como una señal de que es imposible eludir el castigo, ya que el ego, ante lo que considera una amenaza, no vacila en citar la verdad para salvaguardar sus mentiras.»
Jesús explica que el ego interpretaría esta lección como "siempre estoy siendo castigado y, por lo tanto, siempre sufriré", porque continuamente suma dos más dos y obtiene cinco. Toma hechos aparentes y los arregla para que terminen con una conclusión falsa, y así toma estas palabras de la verdad y las tuerce para reforzar su sistema de pensamiento para que no nos liberemos de él.
🔹️(2:3-3:3) «Es incapaz, no obstante, de entender la verdad que usa de tal manera. Mas tú puedes aprender a detectar estas necias maniobras y negar el significado que parecen tener.
De esta manera le enseñas también a tu mente que no eres un ego. Pues las formas con las que el ego procura distorsionar la verdad ya no te seguirán engañando. No creerás que eres un cuerpo que tiene que ser crucificado.»
Recuerda, el objetivo de la estrategia del ego es dejarnos convencidos de que somos cuerpos sin mente - la segunda parte del doble escudo - que merecen la crucifixión porque hemos hecho cosas tan terribles. Sin embargo, otra idea que está profundamente arraigada en esta creencia es que, aunque soy un miserable desgraciado, castigado por mi pecado, alguien pecó contra mí primero. Por lo tanto, todavía no es mi culpa. Para reiterar este punto central, el «tú» a quien Jesús se dirige es al tomador de decisiones de la «mente», a la que se le enseña a no verse a sí misma como un ego - la misión que Jesús nos da el uno para el otro:
“Tu misión es muy simple. Se te pide que vivas de tal forma que demuestre que no eres un ego, y yo no me equivoco al elegir los canales de Dios.” (T-4.VI.6:2-3)
🔹️(3:4) «Y verás en la idea de hoy la luz de la resurrección, refulgiendo más allá de todos los pensamientos de crucifixión y muerte hasta los de liberación y vida.»
«Resurrección» en Un Curso de Milagros, como hemos visto anteriormente, se define como "despertar del sueño de muerte". Sin embargo, no puedes despertar, a menos que sepas que la muerte es un sueño y no una realidad. Así, Jesús expone la estrategia del ego, enseñándonos que nuestras experiencias en el mundo externo de los sueños reflejan el sueño oculto. Ambas capas de sueño son ilusorias - defensas del ego para ocultar el hecho de que tomamos la decisión equivocada y ahora podemos hacer una mejor. Jesús nos enseña a movernos más allá de la experiencia del cuerpo para ver que es parte del plan del ego para alejarnos de la luz resucitada de la salvación, que el perdón de nuestro hermano produce tan felizmente:
“La resurrección, al ser la afirmación de la vida, es la negación de la muerte. De esta manera, la forma de pensar del mundo se invierte por completo. Ahora se reconoce que la vida es la salvación, y cualquier clase de dolor o aflicción se percibe como el infierno. Ya no se le teme al amor, sino que se le da jubilosamente la bienvenida...Se ve la faz de Cristo en toda cosa viviente, y no se mantiene nada en la obscuridad, excluido de la luz del perdón.” (M-28.2:1-4,6)
📘(4:1-2) «La idea de hoy es un paso que nos conduce desde el cautiverio al estado de perfecta libertad. Demos este paso hoy, para poder recorrer rápidamente el camino que nos muestra la salvación, dando cada paso en la secuencia señalada, a medida que la mente se va desprendiendo de sus lastres uno por uno.»
Nuestro miedo es tan grande que tenemos que aprender a través de los pequeños pasos que Dios nos pide que tomemos hacia Él (W-pI.193.13:7). Cada paso es el mismo, pero hasta que generalicemos las lecciones de perdón y aceptemos que todo lo que pensamos es demente, no podremos dejar ir el sistema de pensamiento del ego. Por lo tanto hay necesidad de práctica diaria. La lección 197 será el segundo paso, pero hoy damos el primer paso en subir por la escalera que la separación nos hizo descender. Aún quedan muchos peldaños por recorrer, pero por fin hemos comenzado nuestro ascenso hacia un seguro despertar:
“Lo que espera en perfecta certeza más allá de la salvación no nos concierne ahora, pues apenas has empezado a dejar que se te guíe en tus primeros e inciertos pasos de ascenso por la escalera que la separación te hizo descender. El milagro es lo único que debe concernirte ahora. Éste es nuestro punto de partida. Y habiendo comenzado, el camino de ascenso hacia el despertar y el final del sueño quedará libre y despejado.” (T-28.III.1:1-5)
🔹️(4:3-4) «No necesitamos tiempo para esto, sino únicamente estar dispuestos.»
Es por eso que Jesús habla tan a menudo sobre "una pequeña dosis de buena voluntad", lo cual necesitamos porque hay una parte de nosotros que permanece tan poco dispuesta. Esa falta de voluntad nace de la necesidad de demostrar que tenemos razón y él está equivocado. El sufrimiento - el nuestro y el de los demás - es la manera perfecta de demostrar que la pequeñez del ego ha suplantado la grandeza de Cristo:
“Tu práctica, por lo tanto, debe basarse en que estés dispuesto a dejar a un lado toda pequeñez. El instante en que la grandeza ha de descender sobre ti se encuentra tan lejos como tu deseo de ella. Mientras no la desees, y en su lugar prefieras valorar la pequeñez, ésa será la distancia a la que se encontrará de ti. En la medida en que la desees, en esa misma medida harás que se aproxime a ti.” (T-15.IV.2:1-4)
🔹️(4:5) «Pues lo que parece requerir cientos de años puede lograrse fácilmente -por la gracia de Dios- en un solo instante.»
Estrictamente hablando, eso debe leerse: “al «elegir» la gracia de Dios”; de lo contrario, parecería que la gracia de Dios está presente a veces, pero no siempre. Sin embargo, aquí está implícito que la gracia de Dios está presente, pero debemos elegirla. Estar en el instante santo refleja la elección de ser feliz en lugar de tener razón, de tener a Jesús como nuestro maestro en lugar de al ego. Es importante destacar que esta lección - de hecho, Un Curso de Milagros en sí - nos ayuda a darnos cuenta de nuestro miedo a elegir el instante santo y ahorrar miles años a través del milagro (T-1.11.6: 7). Sin embargo, cuando el perdón deshace el miedo, nos convertimos en maestros de Dios, cuya función de ahorro de tiempo es llevar la oscuridad temporal del ego a la luz atemporal:
“Su función es ahorrar tiempo. Cada uno comienza como una sola luz, pero como tiene la Llamada en el mismo centro de su ser, esa luz no puede restringirse.” (M-1.2:11-13)
📘(5:1) «El pensamiento desesperante y deprimente de que puedes atacar a otros sin que ello te afecte te ha clavado a la cruz.»
En otras palabras, “es únicamente a mi mismo a quien crucifico”. No puedo crucificarte porque no hay nadie allí para crucificar, y crucifico la parte de mí que no quiero reconocer; otro ejemplo del principio de «uno o el otro» que Jesús quiere que desaprendamos. Así terminamos nuestro viaje hacia la cruz - haciendo que otra persona sea culpable por nuestro dolor y sufrimiento - el significado de este pasaje:
“El viaje a la cruz debería ser el último "viaje inútil". No sigas pensando en él, sino dalo por terminado. Si puedes aceptarlo como tu último viaje inútil, serás libre también de unirte a mi resurrección. Hasta que no lo hagas, estarás desperdiciando tu vida, ya que ésta simplemente seguirá siendo una repetición de la separación, de la pérdida de poder, de los esfuerzos fútiles que el ego lleva a cabo en busca de compensación y, finalmente, de la crucifixión del cuerpo o muerte. Estas repeticiones continuarán indefinidamente hasta que voluntariamente se abandonen. No cometas el patético error de "aferrarte a la vieja y rugosa cruz". El único mensaje de la crucifixión es que puedes superar la cruz. Hasta que no la superes eres libre de seguir crucificándote tan a menudo como quieras. Éste no es el Evangelio que quise ofrecerte.” (T-4.in.3:1-10)
🔹️(5:2) «Tal vez pensaste que era tu salvación.»
Desde el punto de vista del ego, el ataque original fue la salvación - salvó al ego. Obviamente creemos, y aún creemos, que el ataque es la salvación, de lo contrario no estaríamos aquí:
“...los que creen ser culpables reaccionarán ante la culpabilidad porque creerán que es la salvación, y no se negarán a verla ni a ponerse de su parte. Creen que incrementar la culpabilidad es la manera de auto-protegerse. No lograrán comprender el simple hecho de que lo que no desean no puede sino hacerles daño.” (T-14.III.10:2-4)
El pensamiento de que atacamos a Dios, destruimos Su Amor y crucificamos a Su Hijo para que pudiéramos existir, está enterrado en la mente de todos. Además, este contenido subyacente se refleja en las múltiples elecciones y respuestas de nuestras vidas. Necesitamos reconocerlos por la oscuridad que son, llevándolos a la luz perdonadora del Espíritu Santo.
🔹️(5:3-4) «Mas sólo representaba la creencia de que el temor a Dios era real. ¿Y qué es esto sino el infierno? »
Nuestro temor a Dios prueba que hemos pecado, la separación es real y el sistema de pensamiento del ego es válido. Este miedo - arraigado en el pensamiento ontológico de que atacamos a Dios - se refleja en nuestras experiencias cuando atacamos. La idea en la oración 1 - "El pensamiento desesperante y deprimente de que puedes atacar a otros sin que ello te afecte" - representa el efecto de esta creencia demente, y el infierno no es más que su efecto sombrío, el justo castigo por el pecado - el nuestro o el de otro. Por lo tanto, tememos a Dios como la máxima protección para nuestro falso yo, la defensa contra nuestra realidad:
“Tener miedo de la Voluntad de Dios es una de las creencias más extrañas que la mente humana jamás haya podido concebir. Esto no habría podido ocurrir a no ser que la mente hubiese estado ya tan profundamente dividida, que le hubiese sido posible tener miedo de lo que ella misma es. La realidad sólo puede ser una "amenaza" para lo ilusorio, ya que lo único que la realidad puede defender es la verdad. El hecho mismo de que percibas la Voluntad de Dios -que es lo que tú eres como algo temible, demuestra que tienes miedo de lo que eres...Lo que parece ser el temor a Dios es en realidad el miedo a tu propia realidad.” (T-9.I.1:1-4; 2:2)
🔹️(5:5) «¿Quién que en su corazón no tuviese miedo del infierno podría creer que su Padre es su enemigo mortal, que se encuentra separado de él y a la espera de destruir su vida y obliterarlo del universo?»
Jesús claramente habla de todos nosotros, seamos o no conscientes de este pensamiento. El hecho mismo de que creemos que podemos sobrevivir solo respirando, comiendo y satisfaciendo nuestras necesidades de especialismo es una prueba de que creemos que existimos, lo que significa que existimos a expensas de Dios. Así todos esperamos la furia y la venganza de Dios, siendo vencidos con la carga de nuestra temida y segura destrucción.
📘(6:1) «Tal es la forma de locura en la que crees, si aceptas el temible pensamiento de que puedes atacar a otro y quedar tú libre.»
Cada vez que te encuentras queriendo ser feliz a costa de alguien, deleitándote en el error doloroso de otro, o sintiéndote justificado en tus críticas a otros, reflejas el pensamiento subyacente de locura que dice que Dios es tu enemigo. Puedes escapar de Su ira solo demostrando que los demás son pecadores miserables para que Dios los castigue en lugar de a ti - la magia demencial del ego. Es por eso que se fabricaron los específicos: "El odio es algo concreto", para citar la Lección 161
🔹️(7:1). El propósito detrás de mi odio y mi especialismo es que puedo señalar a los pecadores a Dios, Quien los destruirá y me salvará, la víctima inocente - una dinámica que está fuera de la conciencia:
“Repudias lo que proyectas, por lo tanto, no crees que forma parte de ti. Te excluyes a ti mismo al juzgar que eres diferente de aquel sobre el que proyectas. Puesto que también has juzgado contra lo que proyectas, continúas atacándolo porque continúas manteniéndolo separado de ti. Al hacer esto de manera inconsciente, tratas de mantener fuera de tu conciencia el hecho de que te has atacado a ti mismo, y así te imaginas que te has puesto a salvo.” (T-6.II.2)
🔹️(6:2) «Hasta que esta forma de locura no cambie, no habrá esperanzas.»
Jesús se refiere a "pensamiento" cuando dice "forma" - el pensamiento de que Dios es nuestro enemigo. Este es el eje que mantiene unido el sistema de pensamiento del ego; quítalo, y el ego se desmorona. Por lo tanto, el problema no es nunca la «forma» específica del ataque, sino el «pensamiento» mismo. En otras palabras, no cambiamos el «efecto» sino la «causa», como lo deja claro el siguiente pasaje de Psicoterapia, en el contexto de las formas de enfermedad:
“La enfermedad toma muchas formas, y lo mismo hace la falta de perdón. Las formas de una sólo reproducen las formas de la otra, pues son la misma ilusión. Tan fielmente la una se traduce en la otra, que un estudio cuidadoso de la forma de una enfermedad revelará con bastante claridad la forma de falta de perdón que representa. Sin embargo, ver esto no efectuará una sanación. Eso se logra mediante un solo reconocimiento: que sólo el perdón sana una falta de perdón, y sólo una falta de perdón puede ser el origen de cualquier clase de enfermedad.” (P-2.VI.5)
El punto aquí es que cambiar el síntoma, la forma, o el efecto no solucionará el problema. Solo deshacer la causa - la falta de perdón del Hijo de Dios - puede hacer eso, y el perdón es el medio de este deshacimiento.
🔹️(6:3-5) «Hasta que no te des cuenta de que, al menos esto, tiene que ser completamente imposible, ¿cómo podría haber escapatoria? El temor a Dios es real para todo aquel que piensa que ese pensamiento es verdad. Y no percibirá su insensatez, y ni siquiera se dará cuenta de que lo abriga, lo cual le permitiría cuestionarlo.»
Jesús nos pide una vez más que entendamos su mensaje. Por lo tanto, hay un texto que hay que estudiar. Si no lo hacemos, pensando que comprender el ego no es importante, tememos mirar el sistema de pensamiento del ego que hemos hecho tanto real como aterrador. La manera perfecta de mantener el ego intacto es no saber que tenemos uno, y ciertamente no entender las dinámicas de ataque que son el núcleo de su sistema de pensamiento. Es por eso que Jesús insistió a Helen y Bill durante el dictado de que "estudien estas notas". Quería que ellos, como todos nosotros, entendieran la loca y asesina dinámica del ego. Sin identificar estas en nuestras vidas personales - ejemplificando el principio de «uno o el otro» - no podremos cambiar de mentalidad.
En "Expiación sin sacrificio", Jesús discute el tradicional error cristiano de creer que Dios envió a Jesús al mundo para que sufriera y muriera en la cruz para que así los miserables pecadores pudiéramos ser salvados. Él explica la locura de esta creencia y luego dice:
“Es tan esencial eliminar cualquier pensamiento de este tipo que debemos asegurarnos de que nada semejante permanezca en tu mente.” (T-3.I.2: 9).
Jesús habla específicamente de la idea de que se debe temer a Dios porque es un perseguidor. Esta afirmación enfática del texto va directamente al corazón de la lección. Jesús nos dice a todos que debemos entender el ego para dejarlo ir. "No tiene sentido", dice, "pedir mi ayuda por algo que no sabes que existe. No puedo quitártelo a menos que primero me lo traigas, para que podamos mirarlo juntos ". Recuerda su declaración crucial:
“Tal vez te preguntes por qué es tan crucial que observes tu odio y te des cuenta de su magnitud. Puede que también pienses que al Espíritu Santo le sería muy fácil mostrártelo y desvanecerlo sin que tú tuvieses necesidad de traerlo a la conciencia.” (T-13.III.1:1-2)
Debemos hacer nuestra parte para que él pueda hacer la suya.
Además, Jesús nos ruega que nos demos cuenta de cómo la mentalidad de «uno o el otro» impregna todo en nuestras vidas - fragmentos sombríos del pensamiento de que Dios debe ser temido porque lo atacamos primero. La insensatez de este pensamiento debe percibirse antes de que podamos cambiarlo, ya que solo cuando observamos las implicaciones de esta creencia podemos cuestionar verdaderamente nuestro aferramiento a la locura de que Dios es el enemigo. Incluso un juicio leve refleja este sistema de pensamiento subyacente de odio y miedo, y nos aleja de la cordura más allá de la locura del ego.
📘(7:1) «Pero incluso para cuestionarlo, su forma tiene primero que cambiar lo suficiente como para que el miedo a las represalias disminuya y la responsabilidad vuelva en cierta medida a recaer sobre ti.»
En otras palabras, debo ver que el temor de Dios no proviene de Dios sino de mí: "Es únicamente a mí mismo a quien crucifico" - «yo» preparé esto. Por lo tanto, el énfasis está en entender la estrategia del ego, específicamente la proyección. Jesús les dijo a Helen y a Bill que la única ventaja que tenían los psicólogos en términos de Un Curso de Milagros era su comprensión de esta dinámica. Sin embargo, no es necesario tener un doctorado en psicología para comprender que lo que vemos en los demás es una proyección de lo que hicimos realidad en nosotros mismos - «la proyección da lugar a la percepción». Si creemos que Dios debe ser temido, el problema es que creemos que debemos ser temidos - Dios no es el asesino; somos nosotros.
🔹️(7:2-3) «Desde ahí podrás cuando menos considerar si quieres o no seguir adelante por ese doloroso sendero. Mientras este cambio no tenga lugar, no podrás percibir que son únicamente tus pensamientos los que te hacen caer presa del miedo, y que tu liberación depende de ti.»
Una vez que entiendas la dinámica del ego, puedes preguntar si esto es lo que realmente quieres. Sin embargo, debe ver la conexión entre lo que crees que son ataques justificados contra otro y sus efectos en ti. No es la otra persona a la que estás haciendo daño, sino a ti mismo. Esto refleja el sistema de pensamiento que dice que era Dios o yo, y yo gané; pero ahora Dios satisfará Su venganza. Necesitas entender la estrategia del ego de negar el poder de la mente para elegir el sueño, dándote cuenta de que es este poder lo que determina lo que percibes. Recuerda que percepción es interpretación. Si sientes que las personas te están tratando injustamente, es porque quieres que te traten injustamente, independientemente de lo que hagan o digan. Si haces que tu reacción sea real, es porque quieres que sea real, con tus pecados recayendo sobre alguien más. Esta lección, por lo tanto, te ayuda a darte cuenta de que al atacar a otros, te atacas y te aprisionas en secreto. Sin embargo, debido a que elegiste el ataque, puedes elegir en contra de él:
“Cada hermano con quien te encuentras se convierte en un testigo de Cristo o del ego, dependiendo de lo que percibas en él. Todo el mundo te convence de lo que quieres percibir y de la realidad del reino en favor del cual has decidido mantenerte alerta. Todo lo que percibes da testimonio del sistema de pensamiento que quieres que sea verdadero. Cada uno de tus hermanos tiene el poder de liberarte, si tú decides ser libre. No puedes aceptar falsos testimonios acerca de un hermano a menos que hayas convocado falsos testigos contra él. Si no te habla de Cristo, es que tú no le hablaste de Cristo a él. No oyes más que tu propia voz, y si Cristo habla a través de ti, le oirás.” (T-11.V.18)
Por lo tanto, soy mi propio carcelero y prisionero, «y» liberador.
📘(8:1) «Si das este paso hoy, los que siguen te resultarán más fáciles.»
Nuestra liberación depende de nosotros, al igual que nuestra experiencia de crucifixión. Este primer paso implica aceptar esto como un hecho.
🔹️(8:2-4) «A partir de aquí avanzaremos rápidamente, pues una vez que entiendas que nada, salvo tus propios pensamientos, te puede hacer daño, el temor a Dios no podrá sino desaparecer. No podrás seguir creyendo entonces que la causa del miedo se encuentra fuera de ti.»
Cuando entiendas la estrategia de doble-escudo del ego, te darás cuenta de que lo que percibes afuera - el hecho de ser lastimado por otros (el primer escudo) - proviene de una creencia en el pecado (el segundo escudo) que también es una invención. De hecho, puedo ser herido, pero sólo por mis pensamientos. Dentro del sueño, tienen un tremendo poder - sobre mí y sobre todos los demás - pero cuando estoy con Jesús fuera del sueño, me doy cuenta de la falta de poder de estos pensamientos, que realmente no son nada. Si es así, yo, como entidad separada, tampoco soy nada. Por lo tanto, no he pecado contra Dios y no tengo ninguna culpa que me haga temer Su castigo. Ten en cuenta estos comentarios sobre el uso del miedo por parte del ego para atraparnos en su sistema de pensamiento de separación, pero sin permitirnos percibir su engaño:
“Minimizar el miedo, pero no deshacerlo, es el empeño constante del ego, y es una capacidad para la cual demuestra ciertamente gran ingenio. ¿Cómo iba a poder predicar separación a menos que la reforzase con miedo?, y, ¿seguirías escuchándole si reconocieses que eso es lo que está haciendo?” (T-11.V.9:2-3)
Y finalmente:
🔹️(8:5) «Y a Dios, a Quien habías pensado desterrar, se le podrá acoger de nuevo en la santa mente que Él nunca abandonó.»
Hemos desterrado a Dios, y por eso elegimos darle la bienvenida. Vimos en la Lección 194 cómo el ego busca convencernos de que no podemos confiar en Dios. Jesús nos dice que podemos, porque Su amor no nos hará daño ni exigirá sacrificio. Pensar eso sería pura locura, nacido de la necesidad de demostrar que Jesús está equivocado y nosotros tenemos razón. ¡Qué contentos estamos de saber que Dios no ha cambiado, ya que Su Amor nos llama suavemente a regresar a Él y a nuestro Ser!
“Vengan a Mí, Mis niños, una vez más, sin tales pensamientos retorcidos en sus corazones. Aún son santos con la Santidad Que los creó en perfecta impecabilidad, y aún los rodea con los brazos de la paz...Son aquel a quien Su Padre ama, quien nunca abandonó su hogar, ni vagó por un mundo salvaje con los pies sangrantes, y con Un pesado corazón endurecido contra el Amor que es la verdad en ustedes.” (S-3.IV.6: 1-2, 5).
📘(9:1-2) «El himno de la salvación puede ciertamente oírse en la idea que hoy practicamos. Si es únicamente a ti mismo a quien crucificas, no le has hecho nada al mundo y no tienes que temer su venganza ni su persecución.»
Esto tiene sentido solo cuando te apartas de la interpretación del ego y sales con Jesús del sueño. Dentro del sueño, crucificarse a uno mismo significa todo, pero fuera de él no puedes dejar de escuchar el himno de la salvación en el instante santo cuando te das cuenta de que no sucedió nada dentro de ti, ni a Dios, y por lo tanto no le hiciste nada al mundo. Tu pecado, en otras palabras, no tuvo ningún efecto. "The Singing" de Helen nos canta suavemente esta canción de paz:
“Hay un canto debajo del mundo
Que lo sostiene, y entra detrás de
Todos los pensamientos retorcidos, y viene a enderezarlos.
Hay una melodía ancestral que todavía
Mora en cada mente y canta a la paz,
A la Eternidad y a todas las cosas silenciosas
Que Dios creó. Los ángeles cantan con alegría,
Y te ofrecen su canto, porque es tuyo.
Cantas sin cesar. El Hijo de Dios
Nunca puede cantar solo. Su voz es compartida
Por todo el universo. Es el llamado
A Dios, y respondido por Su Voz Misma.”
(Los Regalos de Dios, p. 25)
🔹️(9:3-4) «Tampoco es necesario que te escondas lleno de terror del miedo mortal a Dios que la proyección oculta tras de sí. Lo que más pavor te da es la salvación.»
Ya hemos citado de "El miedo a la redención", que explica cómo nuestro verdadero miedo es del amor. Mientras nos identifiquemos con la individualidad del ego, temeremos ser salvos de la culpa, porque esto significa que nos damos cuenta de que estábamos equivocados, que el Espíritu Santo tenía razón y que el sistema de pensamiento de separación del ego se basaba en una mentira. Aquí está el pasaje de nuevo:
“No es de la crucifixión de lo que realmente tienes miedo. Lo que verdaderamente te aterra es la redención. Bajo los tenebrosos cimientos del ego yace el recuerdo de Dios, y de eso es de lo que realmente tienes miedo. Pues este recuerdo te restituiría instantáneamente al lugar donde te corresponde estar, del cual te has querido marchar. El miedo al ataque no es nada en comparación con el miedo que le tienes al amor. Estarías dispuesto incluso a examinar tu salvaje deseo de dar muerte al Hijo de Dios, si pensases que eso te podría salvar del amor. Pues este deseo causó la separación, y lo has protegido porque no quieres que ésta cese. Te das cuenta de que, al despejar la tenebrosa nube que lo oculta, el amor por tu Padre te impulsaría a contestar Su llamada y a llegar al Cielo de un salto. Crees que el ataque es la salvación porque el ataque impide que eso ocurra. Pues subyacente a los cimientos del ego, y mucho más fuerte de lo que éste jamás pueda ser, se encuentra tu intenso y ardiente amor por Dios, y el Suyo por ti. Esto es lo que realmente quieres ocultar.” (T-13.III.1:10-2:9)
Este pasaje es una de las declaraciones más claras en Un Curso de Milagros sobre el papel del ataque y el miedo en defendernos del amor, en presencia del cual nuestro yo separado y especial desaparecería silenciosamente en el Corazón de Dios.
🔹️(9:5-8) «Eres fuerte, y es fortaleza lo que deseas. Eres libre, y te regocijas de ello. Has procurado ser débil y estar cautivo porque tenías miedo de tu fortaleza y de tu libertad. Sin embargo, tu salvación radica en ellas.»
Para el ego demente, somos libres sólo cuando estamos por nuestra cuenta, habiendo escapado de la tiranía de Dios. Sin embargo, la verdadera libertad viene al reconocer que somos una parte indivisible de la Unicidad de Dios. Nuestra fortaleza y ​​libertad radican en el tomador de decisiones, la parte de nuestras mentes que elige el amor sobre el miedo, corrigiendo nuestra elección errónea que nos hizo débiles y cautivos. Así, nuestra voluntad, elegida por la mente, es la que refleja el poder de Dios. Para ayudarnos a recordar este poder, Jesús nos dio su curso y su amorosa presencia como maestro y guía:
“Nada que Dios creó puede oponerse a tu decisión, de la misma manera en que nada que Dios creó puede oponerse a Su Voluntad. Dios le dio a tu voluntad el poder que ella posee, y yo no puedo sino respetarlo en honor de Su poder...Yo puedo enseñarte, pero tú tienes que elegir seguir mis enseñanzas. ¿Cómo podría ser de otra manera, si el Reino de Dios es libertad?..Siempre me acordaré de ti, y en el hecho de que me acuerde de ti radica el que tú te acuerdes de ti mismo. En nuestro mutuo recuerdo radica nuestro recuerdo de Dios. Y en ese recuerdo radica tu libertad porque tu libertad está en Él.” (T-8.IV.6:1-2, 5-6; 7:5-7)
📘(10:1) «Hay un instante en que el terror parece apoderarse de tu mente de tal manera que no parece haber la más mínima esperanza de escape.»
Esta es la dinámica que Jesús discutió en la Lección 170, diciendo: "Este momento puede ser terrible." (W-pI.170.8: 1). El segundo escudo - el mundo y el cuerpo - fue producido específicamente para que no tuviéramos que lidiar con el horror de creer que somos pecadores culpables que merecen castigo - el primer escudo. El ego nos hizo proyectar nuestro pecado y culpa para verlos en otros, por eso nos sentimos mucho más cómodos creyendo que Dios es el asesino que aceptar que somos nosotros. Hemos visto que el propósito del ego es mantener la separación que le robó a Dios, pero no ser responsable de ello. Por eso, nos estremecemos gustosamente ante la maldad del mundo, porque eso prueba nuestra inocencia. Cuanto más injustamente nos sintamos, más nos gusta porque nuestro pecado pasa desapercibido. Así, Dios castigará a alguien más en su lugar. Sin embargo, cuando llevamos el pensamiento a nuestras mentes y pasamos del segundo escudo del ego al primero, nos sentimos atrapados por el terror que nos expulsó de nuestras mentes en primer lugar: soy el pecador que Dios destruirá.
🔹️(10:2) «Cuando te das cuenta, de una vez por todas, de que es a ti mismo a quien temes, la mente se percibe a sí misma dividida.»
Cuando vuelvo a mi mente, hay un instante cuando me doy cuenta de que soy el pecador y es mi «mente» la que está dividida - no una división entre mi cuerpo y el de otro, que es la fuente percibida de mi victimización, sino entre mí como el victimario pecaminoso y el Dios que me destruirá, que es la fuente percibida de mi terror. En el siguiente pasaje, Jesús describe dos tipos de sueños: el del cuerpo, en el que todos conspiran contra mí, y el de la mente, en el que yo soy el asesino:
“Sueñas que tu hermano está separado de ti, que es un viejo enemigo, un asesino que te acecha en la noche y planea tu muerte, deseando además que sea lenta y atroz. Mas bajo este sueño yace otro, en el que tú te vuelves el asesino, el enemigo secreto, el sepultador y destructor de tu hermano así como del mundo.” (T-27.VII.12:1-2)
Sentir terror en nuestras mentes fue la primera parte de la estrategia del ego, y condujo a recurrir a él en busca de ayuda: "Si permanezco en mi mente, ciertamente seré destruido; sácame de aquí ”. Esto condujo directamente a la fabricación del mundo.
🔹️(10:3-5) «Esto se había mantenido oculto mientras creías que el ataque podía lanzarse fuera de ti y que éste podía devolvérsete desde afuera. Parecía ser un enemigo externo al que tenías que temer. Y de esta manera, un dios externo a ti se convirtió en tu enemigo mortal y en la fuente del miedo.»
El mundo oculta tanto el pensamiento de que soy el pecador como el terrorífico terror de la aniquilación relacionado con ese pensamiento. El mundo de los específicos se fabricó precisamente para que percibiéramos al asesino fuera y no dentro, como vimos en la Lección 161.
📘(11:1) «Y ahora, por un instante, percibes dentro de ti a un asesino que ansía tu muerte y que está comprometido a maquinar castigos contra ti hasta el momento en que por fin pueda acabar contigo.»
Este es el instante profano del ego, y el asesino somos nosotros mismos; la parte escindida que no queremos ver. En otras palabras, otro no está sosteniendo un revólver contra mi cabeza; «yo» lo estoy. Y si permanezco en mi mente, el ego me dice que ciertamente seré destruido. Recuerda que el pecado, la culpa y el miedo - la trinidad impía - son una invención, aunque parezcan muy reales. Si pudiéramos permanecer con ellos un instante más, entenderíamos el secreto ahora familiar de la salvación:
“El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. No importa cuál sea la forma del ataque, eso sigue siendo verdad...El Espíritu Santo repetirá esta lección inclusiva de liberación hasta que la aprendas, independientemente de la forma de sufrimiento que te esté ocasionando dolor. Esta simple verdad será Su respuesta, sea cual sea el dolor que lleves ante Él. Pues esta respuesta elimina la causa de cualquier forma de pesar o dolor...Y comprenderás que los milagros reflejan esta simple afirmación: "Yo mismo fabriqué esto, y es esto lo que quiero deshacer". ” (T-27.VIII.10:1-2; 11:2-4, 6)
🔹️(11:2) «No obstante, en ese mismo instante es el momento en que llega la salvación.»
En el instante santo observamos con Jesús el instante profano de pecado, culpa y miedo del ego, la fuente del tiempo lineal. En su gentil perdón nos damos cuenta de que lo inventamos todo; no sólo el universo material y nuestros cuerpos, sino el sistema de pensamiento que los originó. El odio del mundo es ilusorio, como lo es el odio hacia nosotros mismos - hecho con el propósito específico de evitar que cambiemos de mentalidad y que elijamos la Expiación. Es por eso que es imperativo entender la estrategia del ego y sus principios, y ver su aplicación en nuestras vidas. Cuando salimos del sueño del ego con Jesús, él explica las dinámicas del ego para que entendamos que lo que vemos afuera es un espejo de lo que primero hicimos realidad dentro; una ilusión que se refleja a sí misma en la ilusión. En el instante santo reconocemos la naturaleza ilusoria del sistema defensivo del ego en contra de elegir el amor, y nuestro simple error al elegir en contra de él en primer lugar. En ese reconocimiento, el ego desaparece "en la nada de la que provino" (M-13.1: 2), como ahora leemos:
🔹️(11:3-4) «Pues el temor a Dios ha desaparecido. Y puedes apelar a Él para que te salve de las ilusiones por medio de Su Amor, llamándolo Padre y, a ti mismo, Su Hijo.»
Así desaparecen las imágenes de mi yo separado y un Dios iracundo. Este deshacimiento se pone en marcha al pedirle ayuda a Jesús para cambiar la percepción de mi relación especial. Comienzo donde estoy, en medio de mi especialismo, y miro al mundo de otra manera. Mientras lo hago, empiezo a entender cómo cada una de las relaciones es un aspecto del ingenioso complot del ego para evitar que despierte en Dios como Su Hijo amado. Sin embargo, no puedo llamarme Su Hijo a menos que incluya a «todos» mis hermanos. Esta necesidad de excluir partes de la Filiación refuerza el miedo a las represalias; el fragmento sombrío del temor al castigo de Dios que es la defensa principal del ego contra nuestra unión con Su Amor. Este pasaje de "La clausura de la brecha" expresa la integridad de la Filiación y su unidad con Dios, y la necesidad del ego de erigir una brecha de odio por protección:
“No hay tiempo, lugar ni estado del que Dios esté ausente. No hay nada que temer. Es imposible que se pudiese concebir una brecha en la Plenitud de Dios. La transigencia que la más insignificante y diminuta de las brechas representaría en Su Amor eterno es completamente imposible. Pues ello querría decir que Su Amor puede albergar una sombra de odio, que Su bondad puede a veces trocarse en ataque y que en ocasiones Él podría perder Su infinita paciencia. Esto es lo que crees cuando percibes una brecha entre tu hermano y tú. ¿Cómo ibas a poder, entonces, confiar en Dios? Pues Su Amor debe ser un engaño. Sé precavido entonces: no dejes que se te acerque demasiado y mantén una brecha entre Su Amor y tú a través de la cual te puedas escapar en caso de que tengas necesidad de huir.
Aquí es donde más claramente se puede ver el temor a Dios. Pues el amor es traicionero para aquellos que tienen miedo, ya que el miedo y el odio siempre van de la mano. Todo aquel que odia tiene miedo del amor y, por lo tanto, no puede sino tener miedo de Dios.” (T-29.I.1:1-2:3)
El temor a Dios se deshace así al eliminar las brechas que interpusimos entre nosotros y los demás. El perdón es el medio de Jesús para descorrer el velo final y llevarnos a casa, junto con todos nuestros hermanos. Recordemos este hermoso pasaje de la discusión del último obstáculo a la paz:
“Libera a tu hermano aquí, tal como yo te liberé a ti. Hazle el mismo regalo, y contémplalo sin ninguna clase de condena. Considéralo tan inocente como yo te considero a ti, y pasa por alto los pecados que él cree ver en sí mismo...De esta manera, allanaremos juntos el camino que conduce a la resurrección del Hijo de Dios y le permitiremos elevarse de nuevo al feliz recuerdo de su Padre, Quien no conoce el pecado ni la muerte, sino sólo la vida eterna. Juntos desapareceremos en la Presencia que se encuentra detrás del velo, no para perdernos sino para encontrarnos a nosotros mismos; no para que se nos vea, sino para que se nos conozca...He aquí la paz de Dios, que Él te dio para siempre...El Cielo es el regalo que le debes a tu hermano, la deuda de gratitud que le ofreces al Hijo de Dios como muestra de agradecimiento por lo que él es y por aquello para lo que su Padre lo creó.”
(T-19.IV-D.18:1-3, 5-19:1, 4, 6)
🔹️(11:5-6) «Reza para que este instante llegue pronto, hoy mismo. Aléjate del miedo y dirígete al amor. »
Esta es la decisión de darse cuenta de que estábamos equivocados con respecto al miedo, y que el amor tenía razón.
📘(12:1) «No hay un solo Pensamiento de Dios que no vaya contigo para ayudarte a alcanzar ese instante e ir más allá de él prontamente, con certeza y para siempre.»
La ayuda está dentro de nosotros. Sólo necesitamos invocarla, y los Pensamientos de Dios - inmutables e inalterables - surgen de repente en nuestra conciencia y nos sentimos a salvo, sabiendo que somos amados:
“El Pensamiento que Dios abriga de ti no se ha visto afectado en modo alguno por tu olvido. Siempre será exactamente como era antes de que te olvidaras de él, como seguirá siendo cuando lo recuerdes y como fue durante el lapso en que lo habías olvidado.
Los Pensamientos de Dios están mucho más allá de cualquier posibilidad de cambio y su resplandor es eterno. No están esperando a nacer, sino a que se les dé la bienvenida y se les recuerde.”
(T-30.III.7:6-8:3)
🔹️(12:2) «Cuando el temor a Dios desaparece, no queda obstáculo alguno entre la santa paz de Dios y tú.»
Cuando nuestro temor a Dios haya desaparecido, la culpa y el pecado también deben desaparecer, dejando sólo la paz y el amor del Cielo, como leemos en este pasaje inspirador y felizmente familiar.
“El santo lugar en el que te encuentras no es más que el espacio que el pecado dejó vacante. En su lugar ves alzarse ahora la faz de Cristo. ¿Quién podría contemplar la faz de Cristo y no recordar a Su Padre tal como Éste realmente es? ¿Y quién que temiese al amor, podría pisar la tierra en la que el pecado ha dejado un sitio para que se erija un altar al Cielo que se eleve muy por encima del mundo hasta llegar más allá del universo y tocar el Corazón de toda la creación? ¿Qué es el Cielo, sino un himno de gratitud, de amor y de alabanza que todo lo creado le canta a la Fuente de su creación? El más santo de los altares se erige donde una vez se creyó reinaba el pecado. Y a él vienen todas las luces del Cielo, para ser reavivadas y para incrementar su gozo. Pues en este altar se les restituye lo que habían perdido y recobran todo su fulgor.” (T-26.IV.3)
🔹️(12:3-6) «¡Cuán benévola y misericordiosa es la idea que hoy practicamos! Acógela gustosamente, como debieras, pues es tu liberación. Es a ti a quien tu mente trata de crucificar. Mas tu redención también procederá de ti.»
Una vez más, el «tú» es la parte tomadora de decisiones de la mente. Para el ego, una lección como esta añade aún más combustible a sus fuegos de culpa y miedo. Para nuestras mentes correcta, sin embargo, es nuestra liberación y nuestra redención. De hecho, «nosotros» somos responsables de todo, pero este todo no es realmente nada; una astuta artimaña para ocultar el Amor de Dios. A este feliz pensamiento le decimos un agradecido "Amén", a través del poema de Helen del mismo nombre:
“El amor no crucifica. Sólo salva.
El Hijo de Dios no puede ser herido. Que no piense
Que es esclavo del tiempo o del castigo.
Creado por el Amor, su cabeza resplandeciente
Y su amoroso corazón sólo pueden salvar al mundo.
¿Quién sino su hacedor puede redimirlo? ¿Qué
Excepto que la Palabra de la verdad puede liberar a
Quien él encarcela? Que sea Él Mismo,
Y ninguna estrella puede perder un solo destello,
O parpadear en una galaxia incierta
Sin un propósito y sin una causa.
No hay brizna de hierba que no se eleve perfectamente
De la tierra hacia el Cielo. Y ningún pecado parece
Retener en las sombras a quien todo el Cielo ama.
Dios no crucifica. Él simplemente es.”
(Los Regalos de Dios, p. 91)
Ahora estamos listos para dar el segundo paso, la Lección 197."
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick. Traducción al Español por Alfonso Martinez.