Lección 153

EN MI INDEFENSIÓN RADICA MI SEGURIDAD. (Lección 153)
“Para entender esta lección, es esencial recordar la estrategia del ego, así que comienzo nuevamente con un breve repaso. El propósito del ego para su defensa de dos niveles es asegurar que el Hijo de Dios nunca cambie de mentalidad al decidir que cometió un error al elegir contra el Espíritu Santo. El núcleo de esta estrategia es dejar al Hijo insensato (sin mente), logrado por el ego que inventa una historia increíblemente loca de pecado y castigo. El ego le dice al Hijo que ha pecado contra Dios y merece ser castigado por su pecado. La única forma en que puede escapar de su inevitable destino es fabricar un mundo y un cuerpo repletos de problemas con los que debe lidiar. El Hijo se preocupa tanto que no trata con la “realidad” aterradora en la mente de su pecado y la ira de Dios. Por lo tanto, el ego primero inventa un problema en la mente – la ira de Dios – y luego el mundo como una defensa inadecuada contra el problema inexistente.
Además, el ego hace que el Hijo de Dios tome su pecado percibido contra Dios – el pensamiento de ataque que él ha hecho inconsciente – y lo proyecte de modo que ahora percibe el pecado a su alrededor, pero no dentro de él. Así, el Hijo cree que tiene que defenderse contra los ataques pecaminosos de todos los demás, habiendo olvidado que el ataque que percibe en los demás es una proyección del pensamiento de ataque en su mente. En el texto, Jesús habla de dos niveles de sueños: el sueño secreto de pecado y castigo, el primer nivel de defensa del ego; y el sueño del mundo, en el que nuestros pecados se ven en otros (T-27.VIII.11: 6-12: 2), que requieren defensa contra los ataques percibidos. La idea principal, sin embargo, que veremos descrita con más detalle a continuación, es que el sistema de pensamiento de ataque y defensa del ego es una invención.
📘(1) «Tú que te sientes amenazado por este mundo cambiante, por sus cambios de fortuna y amargas ironías, por sus fugaces relaciones y por todos los “regalos” que únicamente te presta para más tarde arrebatártelos, presta mucha atención a lo que aquí decimos. El mundo no ofrece ninguna seguridad. Está arraigado en el ataque. Y todos los “regalos” que aparentemente ofrecen seguridad no son más que engaños. El mundo no hace sino atacar una y otra vez. Es imposible gozar de paz mental allí donde el peligro acecha de ese modo.»
Aquí tenemos otra descripción de la naturaleza del mundo. No hay seguridad aquí, porque el mundo está arraigado en el ataque, del cual todo aquí es una sombra. En la Parte II del libro de ejercicios leemos: “El mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios.” (W-pII.3.2: 1), ya que es una proyección del ataque ontológico. El núcleo de ese pensamiento es que si he de existir como individuo, Dios tiene que ser destruido. Puesto que creo que existo, la destrucción de Dios es el resultado inevitable, haciendo que el ataque y el pecado sean reales. Este pensamiento es tan horrible que todo lo que podemos hacer es negar su presencia en nuestras mentes, proyectarlo y ver este impulso asesino a todo nuestro alrededor. El lector puede recordar esta expresión sucinta mundo de culpabilidad que ha sido forjado en nuestras mentes desquiciadas:
“El mundo que ves es el resultado inevitable de la lección que enseña que el Hijo de Dios es culpable. Es un mundo de terror y desesperación. En él no hay la más mínima esperanza de hallar felicidad. Ningún plan que puedas idear para tu seguridad tendrá jamás éxito. No puedes buscar dicha en él y esperar encontrarla.” (T-31.I.7:4-8)
Estos, entonces, son los “regalos” de especialismo del ego. Una vez que percibimos el ataque a nuestro alrededor y olvidamos su fuente, nos sentimos justificados para defendernos – la raíz de nuestra actitud defensiva y el corazón de esta lección. Este mismo pensamiento se encuentra en la discusión de “la cara de inocencia” (T-31.V.4-5): Estoy justificado en estar enojado y, por lo tanto, justificado en defenderme. Si no lo hago, la hostilidad del mundo me destruirá. Mis percepciones parecen tan reales que nunca cuestiono el verdadero origen de la hostilidad. Mi cuerpo me dice que está fuera de mí, y así es. Sabemos que el propósito del cuerpo es dar testimonio del pecado en todos los demás, pero no en nosotros mismos, y por eso mi enojo da testimonio de la creencia de que me he librado del asesinato, literalmente. «Tú» eres el pecador, y por lo tanto «tú» serás castigado en lugar de mí. El anexo de Psicoterapia, que examinaremos a lo largo de nuestra discusión, destaca la importancia de cambiar nuestro deseo de ira hacia el perdón:
“Toda su función [del psicoterapeuta], al final, consiste en ayudar al paciente a manejar un error fundamental: la creencia de que la ira le ofrece algo que en realidad desea, y de que al justificar el ataque se está protegiendo a sí mismo. En la medida en que llegue a darse cuenta de que esto es un error, en esa misma medida se ha salvado realmente.” (P-2.in.1:5-6)
Es tarea del terapeuta, como veremos más adelante, ejemplificar este cambio para el paciente.
📘(2:1-2) «El mundo no puede sino ponerte a la defensiva. Pues la amenaza produce ira, y la ira hace que el ataque parezca razonable, que ha sido honestamente provocado y que está justificado por haber sido en defensa propia.»
Este es, nuevamente, el concepto de “la cara de inocencia”. Percibo la amenaza fuera de mí, que no proviene de mí, y por eso me siento justificado en enojarme y defenderme. Mi contraataque es razonable, en otras palabras, y tengo razón de atacar a otros porque atacaron primero. Jesús explica esto en un pasaje ahora familiar de “El concepto del yo frente al verdadero Ser”:
“Este aspecto [la cara de inocencia] puede disgustarse, pues el mundo es perverso e incapaz de proveer el amor y el amparo que la inocencia se merece. Por esa razón, es posible hallar este rostro con frecuencia arrasado de lágrimas ante las injusticias que el mundo comete contra los que quieren ser buenos y generosos. Este aspecto nunca lanza el primer ataque. Pero cada día, cientos de incidentes sin importancia socavan poco a poco su inocencia, provocando su irritación, e induciéndolo finalmente a insultar y a abusar descontroladamente.” (T-31.V.3)
🔹️(2:3-6) «Una actitud defensiva, no obstante, supone una doble amenaza. Pues da testimonio de la debilidad, y establece un sistema de defensas que simplemente no es viable. Ahora los débiles se debilitan aún más, pues hay traición afuera y una traición todavía mayor adentro. La mente se halla ahora confusa, y no sabe adónde dirigirse para poder escapar de sus propias imaginaciones.»
El ego nos dice que nuestras mentes son débiles porque Dios nos destruirá, y nuestra única protección es proyectar el sistema de pensamiento de culpa y fabricar un mundo y un cuerpo. Sin embargo, el cuerpo es aún más débil que la mente. Sólo tienes que tocarlo y puede caer, mirarlo raro y está devastado, mientras que el más pequeño de los microorganismos es suficiente para destruir lo que parece ser este poderoso y majestuoso cuerpo. Pensar que el cuerpo está a salvo y seguro, como nos había convencido el ego, es una broma. El punto clave es que el ego dice que el cuerpo nos protegerá contra la debilidad del pecado de la mente; es decir, Dios nos destruirá vengativamente. Sin embargo, la propia defensa genera más temor, ya que su debilidad inherente invita a las autopercepciones de vulnerabilidad y ataque.
Jesús nos pide, indirectamente – y más directamente en otra parte – que nos hagamos a un lado con él para observar la locura del mundo y, más específicamente, la locura de creer que somos cuerpos, sujetos a los caprichos y la maldad de otros cuerpos. Una vez más, debemos darnos cuenta de que lo que percibimos y experimentamos en nuestros cuerpos es una proyección de lo que creemos que está dentro. En otro contexto, los Rosacruces enseñan: “Como es arriba, es abajo”. Podemos modificar eso en Un Curso de Milagros y decir: “Como es adentro, es afuera”. Lo que está dentro de nuestras mentes – un sistema de pensamiento de debilidad: pecado, culpa y miedo – se convierte en el mundo exterior. Al creer en el manto de especialismo, decimos que el mundo y el cuerpo son maravillosos, describiéndolos como santos o fuentes de placer. Sin embargo, el cuerpo no es diferente de la mente, porque fue fabricado para ocultar los pensamientos del ego de la mente y «las ideas no abandonan su fuente». Nos acusamos de traición contra Dios, traicionando Su Amor diciendo que no era suficiente. Entonces proyectamos nuestra culpa, ya no viendo la traición dentro de nosotros, sino a nuestro alrededor.
Por consiguiente, no ganamos nada siguiendo la estrategia del ego. El pecado, la culpa y el miedo están todavía vivos y bien, pero en lugar de ser experimentados dentro de la mente, los vemos dentro del cuerpo – el nuestro y el de los demás. Sin embargo, los pensamientos y sentimientos son los mismos, por lo que no parece haber escapatoria: la mente nos ha fallado como lugar de seguridad; también lo ha hecho el cuerpo. El siguiente pasaje resume muy bien el dilema que todos enfrentamos, después de haber escuchado la voz del ego:
“El cuerpo es el hogar que el ego ha elegido para sí…En este punto es donde la mente queda definitivamente aturdida. Habiéndole dicho el ego que ella es realmente parte del cuerpo y que el cuerpo es su protector, también le dice que el cuerpo no puede protegerla. Por consiguiente, la mente inquiere: “¿Dónde puedo encontrar protección?”, a lo que el ego responde: “En mí”. La mente, y no sin razón, le recuerda al ego que él mismo ha insistido que con lo que ella se tiene que identificar es con el cuerpo, de modo que no tiene objeto recurrir a él para obtener protección. El ego no dispone de una respuesta plausible para esto, puesto que no la hay, pero sí dispone de una solución típica: eliminar la pregunta de la conciencia. Una vez fuera de la conciencia la pregunta puede producir desasosiego, y de hecho lo produce, pero no puede ser contestada porque no puede ser planteada.” (T-4.V.4:1, 5-11)
El propósito de Un Curso de Milagros es restaurar la pregunta a nuestra conciencia para que podamos escuchar una Respuesta diferente. La respuesta del ego a esta amenaza de mentalidad correcta es mantenernos aún más lejos en su ciclo de ataque-defensa, ahora descrito:
📘(3) «Es como si [la mente] estuviera encerrada dentro de un círculo, dentro del cual otro círculo la atenaza, y dentro de ése, otro más, hasta que finalmente pierde toda esperanza de poder escapar. Los ciclos de ataque y defensa, y de defensa y ataque, convierten las horas y los días en los círculos que atenazan a la mente como gruesos anillos de acero reforzado, los cuales retornan, mas sólo para iniciar todo el proceso de nuevo. No parece haber respiro ni final para este aprisionamiento que atenaza cada vez más a la mente.»
El ego me dice que puedo escapar de la devastación de mi mente fabricando un mundo. Sin embargo, aquí no hay ninguna seguridad real, como todos sabemos por experiencia de primera mano. Esta es una de las declaraciones más claras en el Curso de milagros del ciclo de ataque-defensa, que comienza con mi creencia de que ataqué a Dios para asegurar mi individualidad. El ego continúa su historia diciéndome que merezco ser castigado por mi pecado contra Dios, y necesito proyectar ese pensamiento y construir un mundo en el que vuelva a representar la máxima del ego de «uno o el otro». Si voy a existir, alguien debe sufrir y pagar el precio; si voy a ganar, alguien debe perder – el núcleo del sistema de pensamiento del ego y, por lo tanto, del mundo. Es imposible sobrevivir físicamente sin canibalizar algo que se percibe como afuera, ya sea que respires aire o comas alimentos, necesidades obvias para el mantenimiento de la vida aquí. Es imposible existir – física y psicológicamente – sin que sea a expensas de alguien o de otra persona. Esto no se puede evitar. Una vez que creemos que vivimos en un cuerpo, estamos atados a este ciclo de ataque y defensa, defensa y ataque. Otro pasaje del texto ilustra el uso del ego del ataque, el cuerpo desempeña un papel central en esta estrategia demente, aunque altamente exitosa, de neutralizar el poder de la mente para elegir en contra de ello:
“El ego no puede oír al Espíritu Santo, pero cree que parte de la mente [el tomador de decisiones] que lo hizo está en su contra. Interpreta esto como una justificación para atacar a su hacedor. Cree que la mejor defensa es el ataque, y quiere que tú creas eso también. A no ser que lo creyeses no te podrías poner de su parte, y el ego tiene gran necesidad de aliados, aunque no de hermanos. Al percibir en tu mente algo ajeno a sí mismo, el ego hace del cuerpo su aliado porque el cuerpo no forma parte de ti. Esto hace del cuerpo el amigo del ego…
El ego se vale del cuerpo para conspirar contra tu mente, y puesto que el ego se da cuenta de que su “enemigo” puede acabar con él y con el cuerpo reconociendo simplemente que no forman parte de él, él y el cuerpo se unen para llevar a cabo un ataque conjunto. Tal vez sea ésta la más extraña de todas las percepciones, si te detienes a considerar lo que ello realmente implica. El ego, que no es real, trata de persuadir a la mente, que sí es real, de que ella es su recurso de aprendizaje; y, lo que es más, de que el cuerpo es más real que ella. Nadie que esté en su mente recta podría creer semejante cosa, y nadie que está en su mente recta lo cree.” (T-6.IV.4:1-6; 5)
De esta manera, el Hijo está convencido de que es un cuerpo sin mente. Además, es un cuerpo atacado por otros cuerpos, separados de sí mismo. Tal ataque sólo puede ser resuelto por la defensa del contraataque. Así nace el ciclo de ataque y defensa, el principio por el cual nuestras relaciones especiales llegan a existir y bajo el cual prosperan.
📘(4) «El precio de las defensas es el más alto de los que exige el ego. La locura que reina en ellas es tan aguda que la esperanza de recobrar la cordura parece ser sólo un sueño fútil y encontrarse más allá de lo que es posible. La sensación de amenaza que el mundo fomenta es mucho más profunda, y sobrepasa en tal manera cualquier intensidad o frenesí que jamás te hayas podido imaginar, que no tienes idea de toda la devastación que ello ha ocasionado.»
A lo largo de Un Curso de Milagros, de muchas maneras diferentes, Jesús nos enseña cómo no entendemos el costo para nosotros de nuestras decisiones de ataque y defensa. Una de esas formas es su discusión de nuestra incapacidad para diferenciar la dicha del dolor:
“El Espíritu Santo te dirigirá sólo a fin de evitarte dolor. Obviamente nadie se opondría a este objetivo si lo reconociese. Mas el problema no estriba en si lo que el Espíritu Santo dice es verdad o no, sino en si quieres escucharle o no. No puedes reconocer lo que es doloroso, de la misma manera en que tampoco sabes lo que es dichoso, y, de hecho, eres muy propenso a confundir ambas cosas. La función primordial del Espíritu Santo es enseñarte a distinguir entre una y otra. Lo que a ti te hace dichoso le causa dolor al ego, y mientras tengas dudas con respecto a lo que eres, seguirás confundiendo la dicha con el dolor.” (T-7.X.3:1-6)
Por muy terrible, dolorosa y llena de engaño que pueda ser nuestra vida, la situación no es nada comparada con la devastación que constantemente elegimos hacer realidad en nuestras mentes. El problema es que estamos convencidos de que nuestros problemas son externos, en el cuerpo; por eso estamos convencidos de que la salvación es externa, en el cuerpo. El propósito del ego, una vez más, es arraigar nuestra conciencia fuera de nuestras mentes, por lo que nunca iríamos al interior y tomaríamos la decisión en favor de la fortaleza en lugar de la debilidad, de la dicha en lugar del dolor. Una vez que elegimos la debilidad, paradójicamente viniendo de la loca creencia de que destruimos la fortaleza, la culpa exige que veamos a otros como perpetradores de tal perfidia. Ahora considerados como culpables, los demás merecen nuestro castigo justificado: su ataque justifica el nuestro en defensa propia.
📘(5:1-2) «Tú eres su esclavo. No sabes lo que haces del miedo que le tienes.»
Somos esclavos de la amenaza y el miedo. La amenaza de la venganza de Dios es lo que originalmente nos sacó de nuestras mentes, y el miedo continúa motivándonos en nuestra vida diaria. La amenaza de perder nuestra identidad, nuestra especialismo y nuestra propia importancia nos impulsa a adoptar la estrategia de inconsciencia del ego, que conduce inevitablemente a los ciclos gemelos de culpa-ataque y ataque-defensa. Como reacción a este miedo a la mente, fabricamos el mundo, vivimos en él y reforzamos continuamente su aparente realidad a través de estos dos ciclos viciosos. El siguiente pasaje expone la estrategia de defensa del ego, lo que nos lleva a ser esclavos de su miedo:
“El ego siempre se mantiene alerta por si surge cualquier amenaza, y la parte de tu mente en la que el ego fue aceptado está ansiosa por conservar su propia razón, tal como la entiende. No se da cuenta de que es completamente demente. Mas tú tienes que darte cuenta exactamente de lo que esto significa si quieres que se te restituya la cordura. Los dementes protegen sus sistemas de pensamiento, pero lo hacen de manera demente. Y todas sus defensas son tan dementes como lo que supuestamente tienen que proteger. No hay nada en la separación, ni “razón”, ni atributo, ni ningún aspecto que no sea demente. Y su “protección”, que es parte de ella, es tan demente como toda ella. Por lo tanto, la relación especial, su principal defensa, no puede sino ser demente.” (T-17.IV.5)
Continuamos con una explicación de por qué las defensas no funcionan. Hechas para defenderse contra el miedo de la mente, su presencia refuerza la idea de que hay algo que temer. Además, dado que todas las defensas son formas de ataque, provenientes del pensamiento original de ataque de separación, invitan al contraataque, lo que genera aún más miedo. Por lo tanto, las mismas defensas que se supone están destinadas a protegernos del miedo, simplemente lo fortalecen. El miedo engendra miedo, así como el odio engendra odio:
“Es esencial darse cuenta de que todas las defensas dan lugar a lo que quieren defender. La base subyacente de su eficacia es que ofrecen lo que defienden. Lo que defienden se ha depositado en ellas para mantenerlo a salvo, y conforme operan te lo brindan a ti. Toda defensa opera dando regalos, y los regalos son siempre una miniatura -montada en marco de oro- del sistema de pensamiento que la defensa protege.” (T-17.IV.7:1-4)
Este marco es la relación especial, a la que volveremos en una discusión posterior. Basta con comprender ahora que es el miedo de la mente a la venganza de Dios lo que se esconde en el muro de defensa del ego, “protegiéndonos” de esta amenaza divina. Sin embargo, una vez más, la defensa simplemente refuerza nuestro miedo, conduciéndonos más lejos en la red del ego, engendrando aún más miedo.
🔹️(5:3-4) «Tú que sientes su mano de hierro atenazándote el corazón, no entiendes lo mucho que has tenido que sacrificar. No te das cuenta de cómo has saboteado la santa paz de Dios con tu actitud defensiva.»
Jesús quiere que entendamos a cuánto hemos renunciado para asegurar nuestra individualidad. Hemos sacrificado nuestra Identidad como Cristo, y por lo tanto nuestra felicidad, paz y alegría. Hemos desechado la Unicidad perfecta de nuestro Ser, y en su lugar erigimos un ídolo de especialismo: un mundo de miedo y amenaza, de separación en el que todos pierden y nadie gana. La apertura del Capítulo 26 explica en detalle este importante tema del papel del cuerpo en mantener el pensamiento de ataque de separación, primero de Dios, y luego de nuestros hermanos:
“El sacrificio es una idea clave en la “dinámica” del ataque. Es el eje sobre el que toda transigencia, todo desesperado intento de cerrar un trato y todo conflicto alcanza un aparente equilibrio. Es el símbolo del tema central según el cual «alguien siempre tiene que perder». El hincapié que hace en el cuerpo es evidente, pues el sacrificio es siempre un intento de minimizar la pérdida. El cuerpo en sí es un sacrificio, una renuncia al poder a cambio de quedarte con una pequeña porción de él para ti solo. Ver a un hermano en otro cuerpo, separado del tuyo, es la expresión del deseo de ver únicamente una pequeña parte de él y de sacrificar el resto…Y mientras veas a tu hermano como un cuerpo, aparte de ti y separado dentro de su celda, estarás exigiendo que tanto tú como él os sacrifiquéis. ¿Qué mayor sacrificio puede haber que exigirle al Hijo de Dios que se perciba a sí mismo sin su Padre? ¿O que su Padre esté sin Su Hijo? Sin embargo, todo sacrificio exige que estén separados, y el uno sin el otro. El recuerdo de Dios se niega si se le exige a alguien algún sacrificio.” (T-26.I.1:1-6; 4:2-6)
Pero la buena noticia es:
“Puedes perder de vista la unicidad, pero no puedes sacrificar su realidad. Tampoco puedes perder aquello que quieres sacrificar ni impedir que el Espíritu Santo lleve a cabo Su misión de mostrarte que la unicidad no se ha perdido.” (6:1-2)
🔹️(5:5) «Pues ves al Hijo de Dios como víctima del ataque de las fantasías y de los sueños e ilusiones que él mismo forjó, indefenso ante su presencia y necesitado de defensas en forma de más fantasías y más sueños en los que las ilusiones de que está a salvo lo consuelen.»
Habiendo escuchado al ego, terminamos creyendo que destruimos nuestra Identidad como Cristo, sustituyéndolo con el yo separado que el ego dice que es el Hijo de Dios. Nos defendemos contra amenazas percibidas hasta que nuestra única conciencia sea de nosotros mismos en el mundo, el héroe victimizado de nuestro sueño y el villano victimizante en el de alguien más. Somos víctimas de lo que otros nos hacen, como ellos sienten que nosotros les hemos hecho a ellos. El ego nos convence – lo que nos impulsó originalmente a fabricar el mundo – a temer ser victimizado por la ira del castigo de Dios. Esta creencia demente es una invención, por supuesto, al igual que todo lo que creemos acerca del mundo, el cuerpo y la salvación. Todos ellos tienen el propósito de justificar nuestros pensamientos de ataque, la ira que obedientemente atiende la necesidad del ego de hacer que el pecado sea real, pero visto en otro que merece nuestra ira. Así se niega la paz del Cielo, y Cristo es crucificado de nuevo:
“Si la ira retorna, en la forma que sea, el pesado telón volverá a caer una vez más y la creencia de que no es posible que haya paz inevitablemente regresará. La guerra se volverá a aceptar una vez más como la única realidad. Y ahora tendrás que deponer tu espada nuevamente, aunque no te hayas dado cuenta de que la habías vuelto a blandir. Pero al recordar, aunque sólo sea vagamente, cuán feliz eras sin ella, te darás cuenta de que debiste haberla vuelto a blandir para defenderte. Detente entonces por un momento y piensa en lo siguiente: ¿prefieres el conflicto o sería la paz de Dios una opción mejor? ¿Cuál te aporta más? Una mente tranquila no es un regalo baladí. ¿No es preferible vivir a elegir la muerte?” (M-20.4:2-9)
Como siempre, Jesús nos pide que comprendamos las consecuencias de nuestra decisión en favor del ego y que obedezcamos sus dictados de culpa, ataque y defensa: ¿Deseamos ser felices o miserables, vivir o morir, despertarnos del sueño o permanecer dormidos? La elección es nuestra, y Un Curso de Milagros nos ayuda a verlo claramente, para que podamos elegir regresar a casa. Pasamos ahora a la indefensión que está más allá del sistema de defensas del ego:
📘(6:1) «La indefensión es fortaleza.»
La «indefensión», tal como se usa en Un Curso de Milagros, no tiene nada que ver con el comportamiento. No significa que si un extraño irrumpe en tu casa con un cuchillo y te amenaza, simplementes te quedas allí parado y no haces nada, o que permites que tus seres queridos sean heridos o asesinados. Jesús está hablando de la actitud de la mente, nunca del comportamiento del cuerpo. La indefensión, por lo tanto, es un sistema de pensamiento arraigado en nuestra decisión en favor del Espíritu Santo, nuestra verdadera fortaleza. En ese momento no necesitamos una defensa, que se necesita sólo para proteger nuestro yo individual. El pecado, la culpa y el miedo son las defensas iniciales que usa el ego, y el mundo completa su defensa. Sin embargo, cuando elegimos al Espíritu Santo, elegimos en contra de la separación y en favor de nuestra Unicidad como Cristo. Ya no hay nada que defender, porque hemos llegado al núcleo de la indefensión. El siguiente “pequeño” poema de Helen, “Song to My Self”, describe muy bien la base de este estado indefenso:
“No puedo ser reemplazado. Soy único
En la creación de Dios. Soy tan querido
Por Él que es una locura creer
Que podría sufrir dolor, pérdida o miedo.
Santo soy; en la impecabilidad completa,
En la sabiduría infinita, en el amor seguro,
En la perfecta paciencia, y en la fidelidad
Más allá de todo pensamiento de pecado, y totalmente puro.
¿Quién podría concebir el sufrimiento para mí?
Seguramente la mente que lo pensó está loca.
Nunca salí de la casa de mi Padre.
¿Qué necesidad tengo de volver a Él?”
(Los Regalos de Dios, p. 38)
A medida que continuemos, veremos que la verdadera indefensión simplemente significa elegir al Espíritu Santo como nuestro Maestro, porque Él nos recuerda a nuestro Ser.
🔹️(6:2) «Da testimonio de que has reconocido al Cristo en ti.»
Estar indefenso y vivir en el mundo sin pensamientos de miedo, ataque o amenaza, refleja que el tomador de decisiones ha elegido al Espíritu Santo, el recuerdo de Quiénes somos como Cristo. De este modo, nos convertimos en una manifestación de lo que significa tomar la decisión correcta. En el anexo mencionado anteriormente sobre la psicoterapia, Jesús explica esta dinámica en el contexto de la psicoterapia. De hecho, la indefensión del terapeuta se convierte en el núcleo del proceso de curación:
“Un loco defenderá sus ilusiones porque ve en ellas su salvación. De esta manera, atacará a aquél que trate de salvarlo de ellas, al creer que lo está atacando. Este curioso círculo de ataque-defensa es uno de los problemas más difíciles que debe enfrentar el psicoterapeuta. De hecho, esta es su tarea central: el corazón de la psicoterapia. El terapeuta se ve como alguien que está atacando la posesión más querida del paciente: la imagen de sí mismo. Y como esta imagen se ha convertido en la seguridad del paciente tal como él la percibe, el terapeuta no puede verse sino como una real fuente de peligro, que debe atacarse e incluso matarse.
El psicoterapeuta, pues, tiene una tremenda responsabilidad. Debe enfrentar el ataque sin ataque, y por tanto, sin defensa. Su tarea es demostrar que las defensas no son necesarias y que la indefensión es fuerza. Esta tiene que ser su enseñanza, si su lección ha de ser que la cordura es seguridad. No puede enfatizarse con suficiente fuerza que los locos creen que la cordura es una amenaza. Este es el corolario del “pecado original”: la creencia de que la culpa es real y está completamente justificada. Por lo tanto la función del psicoterapeuta consiste en enseñar que la culpa, por ser irreal, no tiene justificación. Ni tampoco es segura. Y así pues, tiene que permanecer indeseable además de irreal.” (P-2.IV.9,10)
Al dar testimonio de la nada del sistema de pensamiento del ego de culpa, ataque, y defensa, el terapeuta demuestra la existencia de la mente correcta, modelando el resultado de haber elegido contra el sistema de pensamiento de mentalidad errada del ego. Esto refuerza la capacidad del paciente para hacer la misma elección, dando testimonio del reconocimiento del Cristo en él.
🔹️(6:3) «Tal vez recuerdes que el texto afirma que siempre eliges entre la fortaleza de Cristo y tu propia debilidad, la cual se ve como algo aparte de Él.»
Cuando elegimos el Espíritu Santo, estamos eligiendo la fortaleza de Cristo. Cuando elegimos al ego, estamos eligiendo la debilidad. El lector sin duda recuerda este importante pasaje cerca del final del texto, al que se refiere la declaración anterior:
“Siempre eliges entre tu debilidad y la fortaleza de Cristo en ti. Y lo que eliges es lo que crees que es real. Sólo con que te negases a dejar que la debilidad guiase tus actos, dejarías de otorgarle poder. Y la luz de Cristo en ti estaría entonces a cargo de todo cuanto hicieses. Pues habrías llevado tu debilidad ante Él, y, a cambio de ella, Él te habría dado Su fortaleza.” (T-31.VIII.2:3-7)
Recuerda, el ego nunca quiere que recordemos que tenemos una mente que sueña el sueño y, por lo tanto, puede ejercer su poder para corregir el error de haber elegido la debilidad sobre la fortaleza.
🔹️(6:4) «La indefensión jamás puede ser atacada porque reconoce una fuerza tan inmensa, que ante ella el ataque es absurdo, o un juego tonto que un niño cansado jugaría cuando tiene tanto sueño que ya ni se acuerda de lo que quiere.»
Jesús relega este mundo y su sistema de pensamiento de separación a “un juego tonto que un niño cansado jugaría”. Esto no significa que cuando hayas elegido al Espíritu Santo, las personas no te ataquen de manera conductual, sino que no lo percibirás como tal, dándote cuenta de su insensatez cuando recuerdes reírte de la “diminuta y alocada idea” (T-27.VIII.6: 2). Una vez más, nada en Un Curso de Milagros debe ser entendido desde el punto de vista de la conducta. Su enfoque es solo en qué sistema de pensamiento o maestro elegimos. Esto es difícil porque todavía nos vemos a nosotros mismos como cuerpos en el campo de batalla, en lugar de mentes que existen más allá del sistema de pensamiento del ego. Mientras dormimos y olvidamos el despertar que realmente desea nuestra mente cuerda, soñamos con la devastación y el dolor; sueños que parecen más reales a la mente del soñador:
“No es fácil percibir tal ironía cuando lo que tus ojos ven a tu alrededor son sus graves consecuencias, mas no su frívola causa. Sin causa, sus efectos parecen ciertamente ser tristes y graves. Sin embargo, no son más que consecuencias. Su causa, en cambio, es lo que no es consecuencia de nada, al no ser más que una farsa.” (T-27.VIII.8:4-7)
Uno de los desafíos más difíciles que confrontan los estudiantes de Un Curso de Milagros es enfrentar un ataque sin ataque, como vimos descrito en el pasaje de Psicoterapia. Tal indefensión sólo es posible, una vez más, cuando uno ya no está identificado exclusivamente con el cuerpo. El propósito del Curso es ayudarnos a pasar de una identificación corporal de mentalidad errada a una de mentalidad correcta. Solo viendo las experiencias como un aula en la que se puede aprender el significado del perdón – el cambio del ego al Espíritu Santo – la indefensión se convierte en una meta significativa y relevante. Dicho de otra manera, el perdón es posible sólo cuando recordamos que somos el soñador y no la figura del sueño. Este es el significado de la siguiente declaración del texto:
“Pues no reaccionarías en absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú el que lo está soñando. No importa cuán odiosas y cuán depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses cuenta de que se trata tan sólo de tu propio sueño.” (T-27.VIII.10:5-6)
Una vez que nos damos cuenta de la naturaleza del sueño, nos parece que es “un juego tonto que un niño cansado jugaría”, y uno en el que ya no elegimos participar.
📘(7:1-2) «Cualquier actitud defensiva implica debilidad. Proclama que has negado al Cristo y que ahora temes la ira de Su Padre.»
Cuando negamos Quiénes somos como Cristo, creemos que hemos pecado. La culpa sigue inevitablemente y esperamos el castigo de Dios. ¿Quién no se sentiría débil ante el asombroso poder de un Dios iracundo y vengativo?
🔹️(7:3-4) «¿Qué puede salvarte ahora del delirio de un dios iracundo, cuya aterrante imagen crees ver tras todos los males del mundo? ¿Qué otra cosa sino las ilusiones podrían defenderte ahora, cuando son las ilusiones contra lo que estás luchando?»
El ego nos dice que hay un dios enojado en nuestras mentes, y el mundo es nuestra protección. Recuerda: «tal como es adentro, es afuera». El llamado pecado y el mal en nuestras mentes es lo que hemos hecho que el mundo sea, nada más y nada menos. Cuando le pedimos ayuda a Jesús para mirar a través de sus ojos, el mundo no se transforma. Simplemente reconocemos que su sueño de miedo no es nada. Hecho en el odio para atacar a Dios, sigue siendo lo que es. Sin embargo, nuestra actitud hacia el mundo cambia, porque ahora nos reímos de su simple locura. La «causa» del mundo – la loca creencia en el pecado – nunca sucedió; y así el efecto del pecado – el sufrimiento y la muerte – tampoco sucedió. Así sonreímos dulcemente como decimos de nuevo:
“Sin causa, sus efectos parecen ciertamente ser tristes y graves. Sin embargo, no son más que consecuencias. Su causa, en cambio, es lo que no es consecuencia de nada, al no ser más que una farsa. El Espíritu Santo, sonriendo dulcemente, percibe la causa y no presta atención a los efectos.” (T-27.VIII.8:5-9:1)
¿Cómo, entonces, se puede tomar en serio la lucha contra las ilusiones?
📘(8:1) «Hoy no vamos a jugar tales juegos infantiles.»
¿Cuántos alumnos leen esto y le dicen a Jesús: “¿Cuánto quieres apostar?” El juego infantil de especialismo, ataque y miedo no es un juego para nosotros, y no vamos a renunciar a él sin luchar. Nuestra propia existencia depende de estos sueños de dolor y muerte.
(8:2) «Pues nuestro verdadero propósito es salvar al mundo, y no estamos dispuestos a intercambiar el gozo infinito que nos brinda llevar a cabo nuestra función por insensateces.»
Esto prefigura la siguiente lección, “Me cuento entre los ministros de Dios” (W-pI.154). Jesús se refiere aquí a nuestras mentes correctas, en las que “no estamos dispuestos a intercambiar el gozo infinito que nos brinda llevar a cabo nuestra función [perdonar] por insensateces”. Así, el ego ideó su plan para mantenernos dementes: el estado corporal de ausencia de mente protege nuestra culpa de mentalidad errada, que protege nuestro perdón de mentalidad correcta.
🔹️(8:3) «No vamos a dejar que la felicidad se nos escape debido a que un fragmento de un sueño absurdo haya cruzado nuestras mentes y hayamos confundido las figuras que en él aparecen con el Hijo de Dios y al fugaz instante que dicho sueño duró con la eternidad.»
“Un fragmento de un sueño absurdo que haya cruzado nuestras mentes” es la diminuta alocada idea, que en realidad nunca sucedió en absoluto. En lugar de reír, la tomamos en serio y afirmamos nuestra identidad como figuras en el sueño. Hechas para ser altamente vulnerables, estas figuras de victimización justifican las percepciones de ataque y defensa. ¿Por qué, pregunta Jesús continuamente, elegiríamos este fugaz instante de miedo y odio, defensa y ataque, por encima de la alegría de regresar a nuestro hogar eterno?
📘(9) «Hoy miraremos más allá de los sueños, y reconoceremos que no necesitamos defensas porque fuimos creados inexpugnables, sin ningún pensamiento, deseo o sueño en el que el ataque pudiera tener sentido alguno. Ahora nos es imposible temer, pues hemos dejado atrás todos los pensamientos temerosos. Y en la indefensión nos erguimos protegidos, con la tranquila certeza de que ahora estamos a salvo, seguros de la salvación; seguros de que llevaremos a cabo el propósito que hemos elegido, a medida que nuestro ministerio vaya impartiendo su santa bendición por todo el mundo.»
Esto no significa que todo en tu día saldrá bien. Sin embargo, independientemente de lo que suceda externamente, estarás en paz porque has elegido a Jesús como tu maestro y compañero. Por lo tanto, has elegido el recuerdo de Quién eres como Cristo, Cuya fortaleza te sostendrá a lo largo del día. Esa es la base simple y gentil para la indefensión, como leemos en esta hermosa descripción de la sexta característica de los maestros de Dios:
“Los maestros de Dios han aprendido a ser sencillos. No tienen sueños que tengan que defender contra la verdad. No tratan de forjarse a sí mismos. Su júbilo procede de saber Quién los creó. ¿Y es acaso necesario defender lo que Dios creó? Nadie puede convertirse en un maestro de Dios avanzado hasta que no comprenda plenamente que las defensas no son más que absurdos guardianes de ilusiones descabelladas. Cuanto más grotesco es el sueño, más formidables y poderosas parecen ser sus defensas. Sin embargo, cuando el maestro de Dios acepta finalmente mirar más allá de ellas, se da cuenta de que allí no había nada. Lentamente al principio, permite que se le desengañe, pero a medida que su confianza aumenta, aprende más rápido. Cuando se abandonan las defensas no se experimenta peligro. Lo que se experimenta es seguridad. Lo que se experimenta es paz. Lo que se experimenta es dicha. Y lo que se experimenta es Dios.” (M-4.VI.1)
¿Quién no querría, en su sano juicio, esto en lugar de la miseria de vivir bajo el yugo de los ciclos gemelos: culpa-ataque y ataque-defensa? Estas lecciones nos ayudan a recuperar la cordura y aceptar la Expiación para nosotros mismos. Aprender esta aceptación es nuestro ministerio, como lo discutirá la siguiente lección. Las llamadas cosas santas, sagradas e importantes que creemos que debemos hacer son irrelevantes. Siempre trata de recordar que Un Curso de Milagros sólo se trata de cambiar nuestro sistema de pensamiento: de la culpa a la santidad, del odio al perdón, de la actitud defensiva a la indefensión.
📘(10) «Permanece muy quedo por un instante y piensa en silencio cuán santo es tu propósito, cuán seguro descansas y cuán invulnerable eres en su luz. Los ministros de Dios han elegido dejar que la verdad more con ellos. ¿Quién es más santo que ellos? ¿Quién podría estar más seguro de que su felicidad está plenamente garantizada? ¿Y quién podría estar más fuertemente protegido? ¿Qué defensa podrían necesitar los que se cuentan entre los elegidos de Dios, al haber sido ésa Su elección, así como la de ellos? »
Sabemos que somos elegidos por Dios cuando lo elegimos a Él. No hace falta decir que esto no tiene nada que ver con Dios. Puesto que nosotros elegimos contra Él, somos nosotros los que corregimos el error al ahora elegir en favor de Él. Así encontramos nuestra paz, porque en la quietud de la mente, ya no asediada por el trueno de la culpa y el ataque, la serena elección contra la actitud defensiva emerge con claridad cristalina.
📘(11:1) «La función de los ministros de Dios es ayudar a sus hermanos a elegir lo mismo que ellos eligieron.»
Esto es lo que hacemos como ministros o maestros de Dios, para usar el término del manual para los maestros. Por nuestra paz y amor – no necesariamente por nuestras palabras – les recordamos a los demás nuestra elección de mentalidad correcta, que dice, en efecto: como yo hice esa elección y el Hijo de Dios es uno, tú puedes hacer lo mismo. De hecho, si he elegido correctamente, tú ya lo has hecho. En este sentido, entonces, nos hemos vuelto como Jesús – su manifestación, como él es la del Espíritu Santo – porque cuando él se levantó del sueño de muerte, nosotros estábamos con él:
“Tú eres Su manifestación en este mundo. Tu hermano [Jesús] te invoca para que seas Su Voz junto con él. Por sí solo no puede ser el Ayudante del Hijo de Dios, pues por sí solo no tiene ninguna función. Pero unido a ti es el resplandeciente Salvador del mundo, Cuyo papel en la redención de éste tú has completado. Él te da las gracias a ti y a tu hermano, pues te elevaste con él cuando él empezó a salvar al mundo.” (C-6.5:1-5)
Nuestro “ministerio” es crecer y llegar a ser como Jesús, el símbolo de la elección de la mente de estar indefensos en lugar de estar a la defensiva. El lector puede recordar el inspirador poema de Helen, “A Jesus Prayer”, en el cual le oramos a Jesús para que seamos como él:
Un niño, un hombre y luego un espíritu …
El poema cierra con esta oración:
“Una imagen perfecta de lo que puedo ser
Me muestras, para que pueda ayudar a renovar
La visión deficiente de tus hermanos.
Mientras miran hacia arriba,
Que no me miren a mí, sino sólo a Ti.”
(Los regalos de Dios, pp. 82, 83)
🔹️(11:2) «Dios los ha elegido a todos, pero muy pocos se han dado cuenta de que Su Voluntad es la de ellos.»
Esta es una referencia a la corrección del Curso del conocido verso del evangelio: “Muchos son llamados, mas pocos escogidos” (Mateo 20:16). En el texto, Jesús dice: “Todos son llamados, pero pocos eligen escuchar” (T-3.IV.7: 12). En otras palabras, Dios ha “llamado” (o “elegido”) a «todos» Sus hijos, porque somos parte de Él. Sin embargo, ya que en nuestra locura creemos que lo dejamos, eligiendo en contra de Su Amor, ahora debemos elegir en favor de Él, dándonos cuenta de que Su Voluntad es la nuestra.
🔹️(11:3-5) «Y mientras no enseñes lo que has aprendido, la salvación seguirá esperando y las tinieblas mantendrán al mundo inexorablemente aprisionado. Y no reconocerás que la luz ha venido a ti y que ya te has escapado. Pues no verás la luz hasta que se la ofrezcas a todos tus hermanos.»
Este es el corazón de la próxima lección, así que no lo discutiré en profundidad aquí. Basta con decir que nunca sabremos que la luz está en nosotros mientras nos aferremos a la oscuridad del sistema de pensamiento del ego. Reflejamos esa luz en lugar del mundo sombrío del ego cuando ya no vemos a nuestros hermanos como separados de nosotros.
🔹️(11:6-12:2) «Y al ellos tomarla de tus manos, reconocerás que es tu luz.
Podría decirse que la salvación es un juego que juegan niños felices. Fue diseñada por Uno que ama a Sus Hijos y que desea substituir sus temibles juguetes por juegos felices que les enseñan que el juego del miedo ya se acabó.»
El juego feliz es el perdón – todavía una ilusión, pero a diferencia de los juegos ilusorios del ego – cuyo propósito es el asesinato, el sufrimiento y la muerte – los juegos del Espíritu Santo deshacen toda culpa, odio y dolor. Sus juegos felices de perdón reemplazan los temibles juegos de juicio del ego, que se logran mirando con Jesús a las circunstancias que traen dolor y ansiedad, y luego más allá de ellas hacia la verdad. El siguiente pasaje elabora sobre las imágenes evocadoras de juguetes inofensivos para denotar el sistema de pensamiento del ego:
“Los dioses que inventaste -opresores e incapaces de satisfacerte- son como juguetes infantiles descomunales…La inexistente brecha se encuentra repleta de juguetes de innumerables formas…ninguno de ellos fue jamás lo que tú pensabas que era…Mas tú no estás en peligro…Mas ¿está él realmente a merced de sus juguetes? ¿Y pueden éstos realmente suponer una amenaza para él?…Las ilusiones…no son más que juguetes, hijo mío, de modo que no lamentes su pérdida. Su danza jamás te brindó felicidad alguna, pero tampoco eran cosas que pudiesen asustarte o mantenerte a salvo si respetaban tus reglas. Las ilusiones no deben ni apreciarse ni atacarse [por ejemplo, las relaciones especiales de amor u odio], sino que simplemente se deben considerar como juguetes infantiles, sin ningún significado intrínseco. Ve significado en una sola de ellas, y lo verás en todas. No veas significado en ninguna, y no podrán afectarte en absoluto.” (T-30.IV.2:1; 3:1-3, 5, 9-10; 4:3, 6-10)
Ver nuestras relaciones especiales como juguetes infantiles es la manera de convertirlos de juegos de pesadilla en juegos felices. De este modo, aprendemos a sonreír ante nuestra insensatez de haber dado a estos juguetes el poder de perturbar nuestra paz y distorsionar la visión unificada del Hijo de Dios.
📘(12:3-5) «El juego que Dios les ofrece les enseña lo que es la felicidad porque en él nadie pierde. Todo aquel que participa no puede sino ganar, y con su victoria queda asegurada la victoria de todos los demás. Los niños abandonan gustosamente el juego del miedo cuando reconocen los beneficios que brinda la salvación.»
Así se deshace el núcleo del sistema del ego: «uno o el otro» – si vivo, alguien debe morir; si gano, alguien debe perder. Lo contrario también es cierto: si otro vive o gana, yo muero o perdí. El juego del Espíritu Santo deshace el ego al enseñar que en verdad nadie pierde y todos ganan. Por lo tanto, si estás involucrado en una situación en la que hay pérdida – en pensamiento, no necesariamente en comportamiento – date cuenta de que debes haber elegido al ego como tu maestro.
El único requisito el cambio de maestro, entonces, es la disposición a pedir ayuda para ver más allá del ego de otra persona a la petición de ayuda que está enterrada, tal como está enterrada en nosotros. Con Jesús, miramos más allá de las tinieblas aparentes hacia la luz que resplandece en nosotros como una sola, porque así la luz es: «una». Pedir esta ayuda garantiza que la recibamos, ya que solo puede ser el recuerdo de la luz lo que nos impulsa a pedirla. Enterrada en nuestras mentes como protección para el ego, la luz aún puede ser vista en otro cuando perdonamos nuestra proyección – la oscuridad de la que intentamos escondernos viéndola afuera en nuestros ídolos especiales, los juguetes de pecado del ego. Este maravilloso pasaje resume la esencia del cambio de la oscuridad proyectada de los intereses separados a la luz de los compartidos:
“Criatura de Dios, la luz aún se encuentra en ti. No estás sino soñando, y los ídolos son los juguetes con los que sueñas que juegas. ¿Quiénes, sino los niños, tienen necesidad de juguetes? Los niños juegan a gobernar el mundo, y le otorgan a sus juguetes el poder de moverse, hablar, pensar, sentir y comunicarse por ellos. Sin embargo, todo lo que los juguetes parecen hacer sólo tiene lugar en las mentes de aquellos que juegan con ellos. No obstante, ansían olvidarse de que ellos mismos son los autores del sueño en el que los juguetes son reales, y no quieren reconocer que los deseos de éstos son en realidad los suyos propios…pues [el niño] tiene miedo de sus pensamientos y se los atribuye a los juguetes. Y la realidad de éstos se convierte en la suya propia porque los juguetes parecen salvarlo de sus propios pensamientos. Sin embargo, los juguetes mantienen sus pensamientos vivos y reales, pero él los ve fuera de sí mismo, desde donde pueden volverse contra él puesto que los traicionó. El niño cree que necesita los juguetes para poder escapar de sus pensamientos porque cree que sus pensamientos son reales. Y así, convierte todo en un juguete para hacer que su mundo siga siendo algo externo a él, y pretender que él no es más que una parte de ese mundo.”
Jesús continúa el pasaje apelando a nosotros, en un lenguaje tomado de la famosa declaración de San Pablo (1 Corintios 13:11), para renunciar a los sueños infantiles y de juicio del ego de intereses separados en favor de los sueños gozosos del mundo real, visto a través de ojos que sólo perciben amor o peticiones de ello – el interés compartido de la salvación:
“Llega un momento en que la infancia debería dejarse atrás para siempre. No sigas aferrándote a los juguetes de la infancia. Deséchalos, pues ya no tienes necesidad de ellos. El sueño de juicios no es más que un juego de niños …en el que cosas adversas parecen acontecerle, y tiene miedo del caos que ve en un mundo que cree gobernado por las leyes que él mismo promulgó. El mundo real, no obstante, no se ve afectado por el mundo que él cree real…
El mundo real es también un sueño. Excepto que en él los personajes han cambiado y no se ven como ídolos traicioneros. El mundo real es un sueño en el que no se usa a nadie para que sea el substituto de otra cosa, ni tampoco se le interpone entre los pensamientos que la mente concibe y lo que ve. No se usa a nadie para lo que no es, pues las cosas infantiles hace mucho que se dejaron atrás. Y lo que una vez fue un sueño de juicios se ha convertido ahora en un sueño donde todo es dicha porque ése es su propósito. Ahí sólo pueden tener lugar sueños de perdón, pues el tiempo está a punto de finalizar. Y las figuras que entran a formar parte del sueño se perciben ahora como hermanos, a los que ya no se juzga sino que se les ama.” (T-29.IX.4:3-8; 5:5-9; 6:1-4, 7-8; 7)
📘(13:1-2) «Tú que has jugado a haber perdido toda esperanza, a haber sido abandonado por tu Padre y a haberte quedado solo y aterrorizado en un mundo temible, enloquecido por el pecado y la culpabilidad, sé feliz ahora. Ese juego ha acabado.»
El problema es que el núcleo de ese juego sigue siendo nuestra identidad individual. Por lo tanto, si respondes a estas palabras diciendo: “¿No es maravilloso?” probablemente no las hayas entendido realmente. El juego que se acaba no es sólo el de dolor – pecado, culpa y miedo – sino el de especialismo y auto-importancia. Ese juego «ha» acabado, pero no elegirás aceptarlo mientras te aferres a tu yo especial. El lector puede recordar que la frase “un mundo temible, enloquecido por el pecado y la culpabilidad” está tomada del pasaje penetrante del texto que expone la verdadera naturaleza del mundo. Ese pasaje comienza: el mundo que ves es el sistema delirante de aquellos enloquecidos por la culpabilidad (T-13.in.2: 2).
🔹️(13:3) «Ahora ha llegado un tiempo sereno en el que guardamos los juegos de la culpabilidad, y ponemos bajo llave para siempre nuestros extraños e infantiles pensamientos de pecado, apartándolos de las puras y santas mentes de las criaturas del Cielo y del Hijo de Dios.»
¿Quién se referiría al pecado como “extraños e infantiles pensamientos”? Solo uno que lo mira desde fuera del sueño, como lo hace Jesús en Un Curso de Milagros. Desde esa perspectiva, el pecado es ciertamente pintoresco e infantil. El mundo y el sistema de pensamiento que lo fabricó son horripilantes sólo cuando estás dentro de ello, porque entonces crees que destruiste el Cielo y que tu misma existencia está construida sobre la tumba de Dios. Estos son difícilmente pensamientos pintorescos e infantiles. Por lo tanto, cuando te sientas tentado a hacer que un aspecto de tu vida diaria sea terrible, haz una pausa y piensa que si le pides ayuda a Jesús, te darás cuenta de que esto es ciertamente pintoresco e infantil. Observa entonces para ver tu resentimiento por tener lo que sientes que es tan importante – amor especial u odio especial – reducido a la frase de Jesús. Sin embargo, en la medida en que podamos elegir la pureza y la santidad de nuestra Identidad como Cristo, uno de los hijos del Cielo, en esa medida permitiremos que Jesús nos hable de nuestros pensamientos pintorescos e infantiles de especialismo y salvación.
📘(14:1-5) «Nos detenemos sólo por un instante más para jugar nuestro último juego feliz en esta tierra. Y luego pasamos a ocupar el lugar que nos corresponde allí donde mora la verdad y donde los juegos no tienen sentido. Y así acaba la historia. Permite que este día haga que su último capítulo se acerque más al mundo, para que cada cual comprenda que el cuento que lee en el que se habla de un destino aterrador, de esperanzas truncadas, de irrisorias defensas contra una venganza de la que no hay escapatoria, no es sino su propia fantasía delirante. Los ministros de Dios han venido a despertarlo de los sueños tenebrosos que esa historia ha evocado en la confusa y desconcertada memoria que él tiene de ese cuento distorsionado.»
Los juegos felices, una vez más, son los del perdón, y el juego final es el logro del mundo real. Tanto los juegos de pecado como los de perdón no tienen sentido en el Cielo, la feliz noticia es que el ego era simplemente un pensamiento tonto e irreal. Solo en mentes delirantes este pensamiento parecía real, sin embargo, no tuvo ningún efecto sobre la realidad. Así caminamos ilesos en medio de la locura de la maldad del ego, cuando un sueño de inocencia viene suavemente para despertar al Hijo de Dios:
“Camina gloriosamente, con la cabeza en alto, y no temas ningún mal. Los inocentes se encuentran a salvo porque comparten su inocencia. No ven nada que sea nocivo, pues su conciencia de la verdad libera a todas las cosas de la ilusión de la nocividad. Y lo que parecía nocivo resplandece ahora en la inocencia de ellos, liberado del pecado y del miedo, y felizmente de vuelta en los brazos del amor.” (T-23.in.3:1-4)
🔹️(14:6) «El Hijo de Dios puede por fin sonreír al darse cuenta de que no es verdad.»
Date cuenta de que cuando dices que esto no es verdad, estás diciendo más que que el dolor de tu vida y la de los demás no es verdad. Afirmas que tu misma vida no es verdad, porque la has identificado apropiadamente como una figura en el sueño.
Desde aquí hasta el final de la lección, Jesús proporciona instrucciones de cierre:
📘(15) «Hoy practicamos siguiendo un formato que vamos a utilizar por algún tiempo. Comenzaremos cada día concentrando nuestra atención en el pensamiento diario el mayor tiempo posible. Cinco minutos es lo mínimo que dedicaremos a prepararnos para un día en el que la salvación es nuestro único objetivo. Diez sería mejor; quince, todavía mejor. Y a medida que las distracciones que nos desvían de nuestro propósito vayan disminuyendo, nos daremos cuenta de que media hora aún es muy poco tiempo para pasar con Dios. Y no estaremos dispuestos a concederle por la noche, felizmente y llenos de gratitud, menos tiempo de eso.»
Jesús definitivamente sube la apuesta aquí, diciendo que “media hora aún es muy poco tiempo para pasar con Dios”. En otras palabras, deberíamos haber llegado a un punto en nuestro estudio y práctica de Un Curso de Milagros donde todo lo que quisiéramos es estar en la presencia del Amor de Dios. La atracción del amor por el amor (T-12.VIII) ahora eclipsaría por mucho la atracción de la culpa por la culpa, por lo que la lección de cada día se convierte en una lección de alegría. Si no lo es, al menos entendemos por qué y sabemos a Quién acudir para obtener ayuda y cambiar de mentalidad.
📘(16) «A medida que recordemos ser fieles a la Voluntad que compartimos con Dios, nuestra creciente paz aumentará con el transcurrir de cada hora. Habrá ocasiones en las que tal vez un minuto o incluso menos será lo máximo que podamos dedicarle cuando el reloj marque las horas. A veces se nos olvidará por completo. Y en otras ocasiones asuntos mundanos acapararán nuestra atención y nos resultará imposible distanciarnos de ellos por un momento para centrar nuestros pensamientos en Dios.»
Una vez más, Jesús está sosteniendo el ideal de que si somos realmente serios con respecto a su Curso, elegiremos el Amor de Dios sobre todo lo que este mundo ofrece. Sin embargo, también nos dice que sabe que el amor nos aterroriza, y por eso “a veces se nos olvidará”. El olvido, por supuesto, no es algo que sucede porque estamos muy ocupados con otra cosa, sino porque elegimos contra el recuerdo del Amor del Espíritu Santo. En ese punto “olvidamos”, y así, al decirnos el ideal, Jesús también nos recuerda nuestra tentación de olvidar para que no nos sintamos culpables de nuestro miedo.
📘(17) «Sin embargo, cuando podamos hacerlo, seremos fieles a nuestro cometido como ministros de Dios, recordando nuestra misión y Su Amor cada hora. Y nos sentaremos en silencio a esperarlo y a escuchar Su Voz que nos dirá lo que Él desea que hagamos durante la hora siguiente, mientras le damos las gracias por todos los regalos que nos concedió en la que acaba de transcurrir.»
Nuestra función no es salvar al mundo dando regalos de amor. Más bien, se nos pide que nos sentemos en silencio, lo que significa que elegimos contra el ruido del ego – sus regalos de culpa y juicio, ataque y defensa. En la quietud escuchamos la Voz no juzgadora de la paz, porque hemos dejado de lado la necesidad de atacar como un medio para defendernos. La Suya es la Voz del amor, que nuestras mentes específicas traducen en respuestas específicas que a menudo experimentamos como si nos dijeran qué hacer o qué decir. Sin embargo, en verdad, “lo que Él desea que hagamos” es simplemente permanecer con Él en lugar del ego. Desde el centro tranquilo, Su Amor guía gentilmente nuestros pensamientos, palabras y acciones, extendiendo la hora anterior a la siguiente. Así, nuestro ministerio – los frutos del perdón y el ejemplo de la indefensión:
“Mas este lugar de reposo al que siempre puedes volver siempre estará ahí. Y serás más consciente de este tranquilo centro de la tormenta, que de toda su rugiente actividad. Este tranquilo centro, en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindándote descanso en medio del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe. Pues desde este centro se te enseñará a utilizar el cuerpo impecablemente. Este centro, del que el cuerpo está ausente, es lo que hará que también esté ausente de tu conciencia.” (T-18.VII.8)
📘(18:1-3) «Con el tiempo y la práctica nunca más dejarás de pensar en Él o de oír Su amorosa Voz guiando tus pasos por serenos rumbos por los que caminarás en un estado de absoluta indefensión. Pues sabrás que el Cielo va contigo. No permitirás que tu mente se aparte de Él un solo instante, aun cuando tu tiempo transcurra ofreciéndole la salvación al mundo.»
Guiado por el amor en tu mente al estar ocupado con las cosas en el mundo, aún no olvidas que eres el Hijo de Dios y, por lo tanto, no olvidas el Amor de tu Padre. Así, puedes caminar por la tierra, atento a lo que sucede en el mundo de la «forma», pero al mismo tiempo no perder de vista el «contenido» de la mente del amor de Jesús. “Dios es mi vida y la tuya”, dice Jesús en el texto (T-11.IV.6: 7), y esta vida compartida en la tierra refleja nuestra única vida en el Cielo.
🔹️(18:4-19:2) «¿Dudas acaso de que Él no vaya a hacer que esto sea posible para ti que has elegido llevar a cabo Su plan para la salvación del mundo, así como para la tuya? Nuestro tema de hoy es nuestra indefensión. Nos revestimos de ella mientras nos preparamos para afrontar el día.»
La forma en que “nos revestimos de ella” es eligiendo al maestro correcto para que establezca la vestimenta que vamos a usar hoy. No hacemos nada sofisticado, sino que simplemente nos damos cuenta de que queremos a Jesús como nuestro maestro. Simple.
📘(19:3-6) «Nos alzamos fuertes en Cristo, y dejamos que nuestra debilidad desaparezca, al recordar que Su fortaleza mora en nosotros. A lo largo del día nos recordaremos a nosotros mismos que Él permanece a nuestro lado y que nuestra debilidad nunca carece del apoyo de Su fortaleza. Invocaremos Su fortaleza cada vez que sintamos que la amenaza de nuestras defensas socava nuestra certeza de propósito. Nos detendremos por un momento, al oírle decir: “Aquí estoy”.»
La fortaleza de Cristo no tiene significado para nosotros a menos que la elijamos, porque la debilidad desaparece sólo cuando elegimos contra el ego. Es por eso que la oración 5 es importante: “Invocaremos Su fortaleza cada vez que sintamos que la amenaza de nuestras defensas socava nuestra certeza de propósito.” Por lo tanto, pedir ayuda a Jesús debe hacerse en el contexto de nuestra decisión en favor del ego. Reconocemos nuestros sentimientos de especialismo – ira, enfermedad, miedo o depresión – y decimos: “Elegimos la debilidad del ego por temor al Amor de Dios, pero ya no deseamos pagar el alto precio del dolor”. Así la elección de Jesús como nuestro maestro se vuelve significativa y eficaz.
La creencia de que la fortaleza de Cristo aniquila nuestra identidad nos mantiene identificados con la debilidad. El ego advierte que renunciar a las “alegrías” del especialismo es sacrificarnos a nosotros mismos. Jesús, por otro lado, enseña que estas “alegrías” no son más que juguetes infantiles, lo que refuerza la creencia en un cuerpo que es una sombra del sistema de pensamiento de muerte del ego. ¿Quién elegiría estos cuando el recuerdo de Dios está a un instante de distancia, y la dicha del amor es nuestra en lugar del dolor de la culpa?
“Los maestros de Dios no sienten ningún pesar al renunciar a los placeres del mundo. ¿Cómo podría ser un sacrificio renunciar al dolor? ¿Lamentan acaso los adultos abandonar los juguetes que tenían de niños? Y el que ha vislumbrado la faz de Cristo, ¿podría sentir nostalgia por lo que ocurre en un matadero? Nadie que se haya escapado del mundo y de todos sus males lo contempla con condenación. No obstante, no puede sino alegrarse de estar libre del sacrificio que todas las cosas que el mundo valora le habrían exigido. Por ellas sacrificaba su paz. Por ellas sacrificaba su libertad. Y, para poseerlas, hubiera tenido que sacrificar su esperanza de alcanzar el Cielo y el recuerdo del Amor de su Padre. ¿Quién, en su sano juicio, escogería lo que no es nada como substituto de lo que lo es todo?” (M-13.4)
📘(20:1) «Tu práctica empezará a adquirir ahora la vehemencia del amor, para ayudarte a evitar que tu mente se desvíe de su propósito.»
Jesús nos permite saber cuán tentados estaremos de desviarnos de la verdad cuando tengamos miedo. Nos lo recuerda con frecuencia y, de hecho, es un consuelo, ya que no necesitamos fingir que pensamos en Dios el 100% del tiempo. Si eso fuera así, no necesitaríamos el libro de ejercicios, y ciertamente no estaríamos aquí en un cuerpo, viviendo en el matadero que el ego llama nuestro hogar.
🔹️(20:2) «No tengas miedo ni timidez.»
No tengas miedo de este Curso y de su amable y gentil maestro. No tengas miedo del amor, ni de perder una identidad inventada, y mucho menos de una que te hace infeliz. Sobre todo, no tengas miedo de regresar a casa con un Padre Cuyo Amor sólo puede dar la bienvenida al Hijo que nunca se fue.
🔹️(20:3-7) «No hay duda de que alcanzarás tu objetivo final. Los ministros de Dios jamás pueden fracasar, pues el amor, la fortaleza y la paz que irradia desde ellos a todos sus hermanos proceden de Él. Ésos son los dones que Él te ha dado. Estar libre de toda defensa es todo lo que necesitas darle a cambio. Dejas a un lado únicamente lo que nunca fue real, a fin de contemplar a Cristo y ver Su impecabilidad.»
Nuestra función es dejar de lado la actitud defensiva que nunca fue real, eligiendo así la fortaleza, impecabilidad e indefensión de Cristo. Es por eso que el desenlace final es tan inevitable como Dios (T-2.III.3: 10). El epílogo de la clarificación de términos comienza con este pensamiento inspirador y reconfortante, que nos brinda un final encantador para una hermosa lección:
“No olvides que una vez que esta jornada ha comenzado, el final es seguro. Las dudas te asaltarán una y otra vez a lo largo del camino, y luego se aplacarán sólo para volver a surgir. El final, no obstante, es indudable. Nadie puede dejar de hacer lo que Dios le ha encomendado que haga. Cuando te olvides de esto, recuerda que caminas a Su lado, con Su Palabra impresa en tu corazón. ¿Quién puede desalentarse teniendo una Esperanza como ésa? Ilusiones de abatimiento parecerán asaltarte, pero aprende a no dejarte engañar por ellas. Detrás de cada ilusión está la realidad y está Dios. ¿Por qué querrías seguir esperando por esto y substituirlo por ilusiones, cuando Su Amor se encuentra tan sólo un instante más allá en el camino donde todas ellas acaban? El final es indudable y está garantizado por Dios. ¿Quién se detendría ante una imagen inerte, cuando un paso más allá el más Santo de todos los Santos abre una puerta inmemorial que conduce más allá del mundo?” (C-ep.1)
~ Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick.