Lección 161

DAME TU BENDICIÓN, SANTO HIJO DE DIOS. (Lección 161)
Esta es una lección importante debido a su integración de nuestros dos niveles: la metafísica abstracta del Curso con aplicaciones específicas para nuestra vida cotidiana. Es, por lo tanto, particularmente merece-dora de nuestra atención y estudio.
📘(1:1) Hoy vamos a practicar de manera diferente, y a pronunciarnos en contra de nuestra ira de modo que nuestros temores puedan desaparecer y darle cabida al amor.
Jesús comienza hablándonos en el nivel de nuestras relaciones especiales. Como nosotros sabemos, el término en sí nunca aparece en el libro de ejercicios o en el manual, pero cada vez que Jesús habla de perdón o ira, se refiere a nuestro especialismo. El ejercicio en la segunda parte de la lección expresa el principio de que la manera en que te veo refleja la manera en que me veo: si te ataco, me ataco a mí mismo; si te veo como a un Hijo de Dios, reflejo el haber visto primero al Hijo de Dios en mí mismo. Con la ira o la falta de perdón fuera del camino, hacemos un espacio para el amor que esperó pacientemente detrás de los velos de especialismo a que volvamos a él.
🔹️(1:2) He aquí la salvación, en las simples palabras con las que practicamos la idea de hoy.
Soy salvado de la asombrosa carga de mi culpa al aprender a ver a Cristo en alguien más. Una y otra vez Jesús nos recuerda cuán simple es su plan para la salvación. Recordemos nuevamente estas palabras citadas a menudo:
¡Qué simple es la salvación! Tan sólo afirma que lo que nunca fue verdad no es verdad ahora ni nunca lo será. Lo imposible no ha ocurrido, ni puede tener efectos. Eso es todo. (T-31.I.1:1-4)
Lo que es verdad es el perdón, la creencia en intereses compartidos; lo que es falso es el ataque, la creencia en intereses separados. ¿Qué podría ser más sencillo?
🔹️(1:3) He aquí la respuesta a toda tentación, pues jamás puede dejar de darle la bienvenida al Cristo allí donde antes imperaban la ira y el miedo.
Recuerda la definición de Jesús de la tentación como ver a alguien como un cuerpo:
Así pues, mantente alerta contra la tentación, recordando que no es más que un deseo demente e insensato de convertirte en algo que no eres. Y piensa también en esa cosa que querrías ser en cambio. Pues de lo que esa cosa se compone es de locura, de dolor y muerte; de traición y de profunda desesperación, así como de sueños fallidos y de haber perdido toda esperanza, salvo la de morir, para así poner fin al sueño de miedo. Eso es todo lo que es la tentación; nada más. (T-31.VII.14:1-4)
La lección que la tentación siempre quiere enseñar, en cualquier forma en que se presente e independientemente de donde ocurra, es ésta: quiere persuadir al Hijo de Dios de que él es un cuerpo, nacido dentro de lo que no puede sino morir, incapaz de liberarse de su flaqueza y condenado a lo que el cuerpo le ordene sentir. El cuerpo fija los límites de lo que el Hijo de Dios puede hacer. El poder del cuerpo es la única fuerza de la que el Hijo de Dios dispone y el dominio de éste no puede exceder el reducido alcance del cuerpo. (T-31.VIII.1:1-3)
En esta lección, como siempre, Jesús no sugiere que neguemos nuestra percepción del cuerpo físico, sino solo la interpretación del ego, la cual siempre implica un ataque: percibo que me estás atacando, o que estoy justificado para atacar en defensa propia. El verte bendecirme porque así me bendigo a mí mismo, es mi respuesta a la tentación de creer en el propósito especial del ego para todas las relaciones. Para repetir, la bendición refleja nuestra unidad, porque compartimos la necesidad de escapar de nuestro ego compartido. El ego continuamente nos tienta a ver lo que no está allí — es decir, el pecado — y no ver lo que realmente está allí — la bendición del Hijo sobre sí mismo.
🔹️(1:4-5) Aquí se consuma la Expiación, el mundo se traspone sin riesgo alguno y el Cielo queda restaurado. He aquí la respuesta que da la Voz que habla por Dios.
Jesús nos dice que la respuesta a todos nuestros problemas reside en el perdón. En esta lección, por lo tanto, vemos otra manera en la que enfatiza el tema básico de su Curso: el perdón — el principio de la Expiación – que deshace el bloqueo a nuestro recuerdo de la verdad del Cielo.
El tono de la lección ahora cambia, y Jesús nos habla desde la perspectiva del Nivel Uno: el estado natural abstracto de la realidad en contraste con el antinatural estado específico de la ilusión.
📘(2:1-2) La condición natural de la mente es una de abstracción total. Mas una parte de ella se ha vuelto antinatural.
La condición natural de la mente es la Mente de Cristo. La antinatural es la parte de nosotros que cree que la separación realmente ha ocurrido, y que existimos en el mundo como cuerpos. El siguiente pasaje del texto, parcialmente familiar, describe estos estados naturales y antinaturales – el ser abstracto y la existencia específica o concreta:
… la mente es naturalmente abstracta. Parte de la mente, no obstante, se vuelve concreta al dividirse. La parte concreta cree en el ego porque el ego depende de lo concreto. El ego es aquella parte de la mente que cree que lo que define tu existencia es la separación….. Creación y comunicación son sinónimos….. Esta comunicación es perfectamente abstracta, ya que su aplicación es de una calidad universal…..
Tanto la existencia como el estado de ser se basan en la comunicación. La existencia, sin embargo, es específica en cuanto a qué, cómo y con quién vale la pena entablar comunicación. El estado de ser carece por completo de estas distinciones….. La Abstracción Divina se deleita compartiendo. Eso es lo que significa la creación. Las preguntas “¿qué?”, “¿cómo?” y “¿con quién?” son irrelevantes toda vez que la verdadera creación lo da todo, ya que solo puede crear a semejanza propia. (T-4.VII.1:2-5; 3:6,9; 4:1-3; 5:4-6)
🔹️(2:3-4) No ve todo como si fuese uno solo, sino que ve únicamente fragmentos del todo, pues sólo de esa manera puede forjar el mundo parcial que tú ves.
La parte de nuestras mentes que se ha identificado con el ego no ve a todos o a todo como uno; ella ve a todas las cosas como parte de una fragmentación más grande. No puede evitar esta percepción ya que ella misma es un fragmento. Dado que la proyección da lugar a la percepción, el ego simplemente percibe lo que es: un fragmento del todo. El siguiente pasaje del texto describe a la perfección el sustituto del especialismo por el amor, el de la fragmentación por la totalidad:
Substituir es aceptar una cosa por otra….. Substituir es elegir entre dos opciones, renunciando a un aspecto de la Filiación en favor de otro. Para ese propósito especial, uno de ellos se juzga como más valioso y reemplaza al otro. La relación en la que la substitución tuvo lugar queda de este modo fragmentada, y, consecuentemente, su propósito queda dividido. Fragmentar es excluir, y la substitución es la defensa más potente que el ego tiene para mantener vigente la separación. (T-18.I.1:1,3-6)
Puedes recordar el juego de palabras de Jesús de la palabra parcial en la Lección 127 (3:4). Lo repite aquí, y lo hará una vez más. Parcial significa tanto que vemos el mundo en parte — en partes o fragmentos — y a través de la visión parcial del ego. El propósito del ego para el mundo es establecer nuestra inocencia a costa de otro. Así, su loca visión del universo es forzosamente una fragmentación.
🔹️(2:5-3:1) El propósito de la vista es mostrarte aquello que deseas ver. Todo lo que oyes le trae a la mente únicamente los sonidos que ésta desea oír.
Así fue como surgió lo concreto:
Se nos proporciona la razón para que el ego haga el universo físico: proyectar la culpa en la mente del Hijo por sobre la creencia de que se separó de Dios. En esa pre-proyección en el escenario, la culpa era abstracta; no como es el amor, sino en el sentido de no-especificidad — no estar localizado en cualquier persona o cosa — porque hasta ahora no había cuerpos. Sin embargo, en un mundo de detalles, ahora podemos proyectar libremente esta culpa inconsciente sobre todos y todo lo que nos rodea, creyendo que la fuente de nuestra angustia se encuentra en un cuerpo específico, más que en la decisión de la mente de identificarse con el ego. Así, “el propósito de la vista [y de todos los sentidos]” — el propósito del cuerpo — es devolver a la mente los testigos que prueban que la separación de Dios es un hecho.
Este es un pasaje importante en una lección importante, ya que ilustra lo que hace a Un Curso de Milagros diferente de prácticamente todos los otros caminos espirituales. Enseña no solo que el mundo es una ilusión, sino que nos muestra la motivación específica que tuvimos para fabricarlo: para poder ver la causa de la separación fuera de nuestras mentes. La motivación principal del ego es mantener la separación que cree que le robó a Dios, pero no ser responsable de ella; un objetivo al que la proyección sirve efectiva-mente. Por lo tanto, necesitamos un mundo específico para que haya personas específicas fuera de mí en las que pueda proyectar la responsabilidad de mi pecado. Así: creo que estoy aquí; creo que estoy separado; creo que mi cuerpo es real pero que yo no soy responsable — otra persona lo es.
Así podemos entender por qué el ego hizo nuestros órganos sensoriales: para probar que hay un mundo fuera de nosotros que es responsable, no solo por nuestra existencia física sino por el sufrimiento que experimentamos. Una vez que se fabricó el mundo, sin embargo, tuvimos que lidiar con nuestras experiencias específicas aquí. Es este nivel de experiencia personal al que el resto del tercer párrafo, y en realidad toda la lección está dedicada. Jesús por lo tanto no está pidiendo que caigamos en la especulación metafísica abstracta mientras vivimos nuestras vidas diarias en un cuerpo. Como creemos que estamos aquí, Jesús nos trata como si estuviéramos aquí. Es por eso que el lenguaje de Un Curso de Milagros toma la forma que toma, como hemos observado muchas veces antes. Nos pide que apliquemos la metafísica a las circunstancias muy específicas en que nos encontramos, por ilusorias que puedan ser; para que nuestras relaciones sean santificadas por el Espíritu Santo, para luego reflejar la Unidad del Cielo. A continuación, Jesús nos recuerda suavemente que la sustitución no tiene efecto en la realidad, y la fragmentación no puede cambiar la unidad que Dios creó:
En cualquier situación en la que el ego percibe a una persona como substituto de otra, el Espíritu Santo ve su unión e indivisibilidad. Él no elige entre ellas, pues sabe que son una sola. Al estar unidas, son una sola porque son lo mismo. La substitución es claramente un proceso en el que se perciben como si fuesen diferentes. El deseo del Espíritu Santo es unir; el del ego, separar. Nada puede interponerse entre lo que Dios ha unido y el Espíritu Santo considera uno. (T-18.I.2:2-7)
📘(3:2-4) Y ahora son las cosas concretas las que tenemos que usar en nuestras prácticas. Se las entregamos al Espíritu Santo, de manera que Él las pueda utilizar para un propósito diferente del que nosotros le conferimos. Él solo se puede valer, para instruirnos, de lo que nosotros hicimos, pero desde una perspectiva diferente, a fin de que podamos ver otro propósito en todo.
Recuerda esta línea de “Tu función especial”:
Ésta es la percepción benévola que el Espíritu Santo tiene del deseo de ser especial: valerse de lo que tú hiciste para sanar en vez de para hacer daño. (T-25.VI.4:1)
Hicimos las relaciones para que al atacar a otros pudiéramos escapar de la responsabilidad por nuestro pecado. Este propósito hace que nuestras relaciones sean especiales. Sin embargo, cuando le pedimos ayuda al Espíritu Santo, éstas se convierten en aulas para aprender que simplemente nos hemos equivocado:
Todo lo que has hecho se puede utilizar, fácil y provechosamente, a favor de la salvación. El Hijo de Dios no puede tomar ninguna decisión que el Espíritu Santo no pueda emplear a su favor, en vez de contra él. Sólo en la obscuridad parece ser un ataque tu deseo de ser especial. En la luz, lo ves como la función especial que te corresponde desempeñar en el plan para salvar al Hijo de Dios de todo ataque y hacerle entender que está a salvo, tal como siempre lo estuvo y lo seguirá estando, tanto en el tiempo como en la eternidad. (T-25.VI.7:4-7)
Otro principio importante se establece aquí, que se repetirá en una lección posterior: nosotros — los soñadores del sueño — escribimos el guion de todo lo que experimentamos en nuestras vidas. El Espíritu Santo no nos envía personas, ni nos proporciona relaciones. Por lo tanto, Él no las elimina, porque Él es simplemente una presencia en nuestras mentes, que nos ofrece una manera diferente de mirar lo que hicimos. Las relaciones que hicimos para matar, ahora, en Su amorosa percepción, se convierten en instrumentos de curación; no porque el cuerpo se cure, sino porque nuestras mentes correctas usan el cuerpo y sus relaciones como oportunidades para aprender una lección diferente. La función de nuestras relaciones cambia, como lo expresa este hermoso pasaje:
Has sido llamado, junto con tu hermano, a la más santa función que este mundo puede ofrecer. Ésa es la única función que no tiene límites, y que llega hasta cada uno de los fragmentos de la Filiación cual auxilio sanador y unificador. Esto es lo que se te ofrece en tu relación santa. Acéptalo ahora, y lo darás tal como lo has recibido. La paz de Dios se te da con el luminoso propósito en el que te unes a tu hermano. La santa luz que os unió tiene que extenderse, de la misma forma en que la aceptasteis. (T-18.I.13)
📘(4:1-3) Un hermano, es todos los hermanos. Y en cada mente se encuentran todas las mentes, pues todas las mentes son una. Ésta es la verdad.
Jesús regresa al principio metafísico de su Curso: la unidad de la Filiación. Esta verdad se refleja en nuestro reconocimiento de que los aspectos separados del único Hijo de Dios comparten una mente común, como leemos en este pasaje acerca de aprender del Espíritu Santo:
Así es como los innumerables testigos de tu aprendizaje te probarán el poder de éste. El primer testigo que verás será a tu hermano, pero tras él habrá miles, y tras cada uno de estos mil más. Puede que cada uno de ellos parezca tener un problema distinto del de los demás. Más todos se resolverán al unísono. Y su común resolución demostrará que las preguntas no podían haber sido distintas. (T-27.V.10:3-7)
Perdonar a una persona es perdonarlas a todas: uno se encuentra en los miles, y los miles en uno.
Ahora leemos otra de las declaraciones de Jesús de que no hay manera de que podamos entender sus palabras:
🔹️(4:4-5) No obstante, ¿aclaran estos pensamientos el significado de la creación? ¿Te brindan estas palabras perfecta claridad?
Todos mienten quienes dicen que los entienden. No hay manera de que un individuo específico pueda comprender la unidad abstracta y no-específica. Jesús nos deja saber que él no espera tal entendimiento. Recordemos su declaración similar en el texto:
… pues mientras pienses que una parte de ti está separada, el concepto de una Unicidad unida cual Una sola no tendrá sentido. (T-25.I.7:1)
Regresaremos al pasaje completo en un momento. Jesús continúa:
🔹️(4:6-8) ¿Qué parecen ser sino sonidos huecos, bellos tal vez, correctos en el sentimiento que expresan aunque fundamentalmente incomprendidos e incomprensibles? La mente que se enseñó a sí misma a pensar de manera concreta ya no puede aprehender la abstracción en el sentido de abarcamiento total que ésta representa. Necesitamos poder ver un poco para poder aprender mucho.
En esta clara declaración, Jesús dice: “Sé que no puedes entender cuando hablo de la realidad, por eso no me detendré en ella. Tampoco te hablaré sobre el amor. Sin embargo, te voy a hablar de cómo deshacer el propósito específico de la separación que les diste a tus relaciones, y te ayudaré a cambiarlo para sanar”.
Nuestra necesidad es “ver un poco”, no todo. Jesús no nos está pidiendo que entendamos la verdad, sino solo que permitamos que nuestra mirada permanezca enraizada en nuestras relaciones y situaciones específicas, pero con un maestro diferente del que aprenderemos mucho. Así él repetidamente nos dice que perdonar totalmente a una persona — ver un poco — es perdonar al ego y abandonarlo. Esta lección, por lo tanto, es una súplica de que prestemos cuidadosa atención a los detalles específicos de nuestras vidas, invitando a Jesús a ayudarnos a comprender las abstracciones metafísicas que él enseña en otro lugar. Él no necesita que dominemos la metafísica, sino que la entendamos lo suficientemente bien como para reconocer que nuestro objetivo es aprender de Aquel Que nos enseña a reflejar la Abstracción Divina en el mundo de lo específico. En un pasaje central, merecedor de repeticiones, Jesús describe cómo ha hecho esto en Un Curso de Milagros:
Puesto que crees estar separado, el Cielo se presenta ante ti como algo separado también. No es que lo esté realmente, sino que se presenta así a fin de que el vínculo que se te ha dado para que te unas a la verdad, pueda llegar hasta ti a través de lo que entiendes. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Uno, de la misma manera en que todos tus hermanos están unidos en la verdad cual uno. Cristo y Su Padre jamás han estado separados.
De acuerdo con esto [el perdón], se considera al tiempo y al espacio como si fueran distintos, pues mientras pienses que una parte de ti está separada, el concepto de una Unicidad unida cual Una sola no tendrá sentido. Es obvio que una mente así de dividida jamás podría ser el Maestro de la Unicidad que une a todas las cosas dentro de Sí. Y, por lo tanto, lo Que está dentro de esta mente, y en efecto une todas las cosas, no puede sino ser su Maestro. Él necesita, no obstante, utilizar el idioma que dicha mente entiende, debido a la condición en que esta mente cree encontrarse. Y tiene que valerse de todo lo que ella ha aprendido para transformar las ilusiones en verdad y eliminar todas tus falsas ideas acerca de lo que eres, a fin de conducirte allende la verdad que se encuentra más allá de ellas. (T-25.I.5; 7:1-5)
Así, Jesús usa el “pequeño” lenguaje de separación para guiarnos a la magnitud de la verdad.
📘(5:1) Nos parece que es el cuerpo el que coarta nuestra libertad, el que nos hace sufrir y el que finalmente acaba con nuestras vidas.
Es el tomador de decisiones de la mente eligiendo la mentalidad-errada lo que limita nuestra felicidad, nos lleva al dolor, y nos da la ilusión de la vida al nacer, y del final de la vida en la muerte.
🔹️(5:2) Sin embargo, los cuerpos no son sino símbolos de una forma específica de miedo.
El miedo, así como la culpa, no son ni concretos ni específicos, ya que no se localizan en las personas o situaciones específicas. El miedo abstracto de la mente nos dice que Dios nos castigará por nuestro pecado contra Él, y esto es lo que se proyecta sobre los fragmentos concretos de nuestro mundo ilusorio. Así, la culpa y el miedo ilusorios en nuestras mentes, se transforman en cuerpos culpables y temerosos.
🔹️(5:3) El miedo desprovisto de símbolos no suscita respuesta alguna, pues los símbolos pueden representar lo que no tiene sentido.
No hace falta decir, que quiero una respuesta. Quiero tomar mi miedo inconsciente, proyectarlo, y decir que no soy responsable de la infelicidad y el terror que siento; que alguien más lo es. Como no hay nadie más, tengo que inventar algo que sea el objeto de mi proyección. Así escribo en mi guion que alguien se convierta en un símbolo concreto del pecado, la culpa y el miedo porque no quiero verlo en mí mismo.
🔹️(5:4-5) El amor, al ser verdad, no tiene necesidad de símbolos. Pero el miedo, al ser falso, se aferra a lo concreto.
El amor no tiene que ser proyectado en símbolos, porque es uno. Sin embargo, el miedo se proyecta, como una forma mágica de evitar la responsabilidad por el pecado y el castigo del Dios iracundo. Solo necesito encontrar a los culpables en mi vida, señalarlos con un dedo acusador y decirle a Dios que ellos son los que deberían ser castigados, no yo: “así fue como surgió lo concreto”. No puedo escapar de mi castigo, me dice el ego, a menos que haya gente que sea mi chivo expiatorio. Sin embargo, es solo el ego el que busca tal subterfugio. El amor, siendo la verdad y estando más allá de todos los símbolos, simplemente es, y recordamos su ser abstracto a medida que dejamos espacio para ello a través del perdón, dejando ir toda nuestra inversión en los detalles concretos de especialismo y culpa.
Un espacio vacío que no se percibe ocupado, y un intervalo de tiempo que no se considere usado ni completamente empleado, se convierten en una silenciosa invitación a la verdad para que entre y se sienta como en su casa….. Pues lo que se deja vacante, Dios lo llena, y allí donde Él está tiene que morar la verdad….. Para esto no hay símbolos. Nada puede apuntar hacia lo que está más allá de la verdad, pues, ¿qué podría representar a lo que es más que todo?….. De la misma manera en que la nada no puede ser representada, tampoco existe un símbolo que represente a la totalidad. La realidad, en última instancia, sólo se puede conocer libre de cualquier forma, sin imágenes que las representen y sin ser vista….. El perdón se desvanece y los símbolos caen en el olvido, y nada que los ojos jamás hayan visto o los oídos escuchado queda para ser percibido. Un Poder completamente ilimitado ha venido, no a destruir, sino a recibir lo Suyo….. Sin embargo, ninguna otra clase de poder puede existir en absoluto. Da le la bienvenida al Poder que yace más allá del perdón, del mundo de los símbolos y de las limitaciones. (T-27.III.4:1,3,5-6; 5:1-2; 7:1-2,8-9)
📘(6:1-2) Los cuerpos atacan; las mentes no. Este pensamiento nos hace pensar sin duda en el texto, en el que se subraya con frecuencia.
Aquí hay otro de esos lugares en Un Curso de Milagros que podría llevarte a ¡tirar el libro a la basura! Jesús dice aquí que los cuerpos atacan y las mentes no; pero en otro lugar enseña que los cuerpos no atacan y las mentes si lo hacen. Y todavía hay otros lugares donde él dice que las mentes no pueden atacar en absoluto. Examinemos algunas de estas referencias, ya que resaltan no solo los pensamientos de Jesús sobre la mente y el cuerpo, sino que también proporcionan otro ejemplo de su uso flexible del lenguaje.
Cada uno de estos tres niveles de afirmaciones es verdadero en el contexto del punto del que Jesús está hablando. En este pasaje del libro de ejercicios, enfatiza nuestra necesidad del cuerpo, ya que nos permite atacar a otro. La justificación de nuestro ataque es que somos la cara de la inocencia; porque otros nos atacaron primero. Por eso necesitamos el cuerpo para llevar a cabo la estrategia de subterfugio del ego. Nuestra experiencia obvia, por lo tanto, es que los cuerpos atacan, y pueden ser atacados. De hecho, nuestro mundo se basa en tal mentalidad de matar o morir. Al discutir la crucifixión, por ejemplo, Jesús declara:
En última instancia, sólo el cuerpo puede ser agredido. No cabe duda de que un cuerpo puede agredir a otro, y puede incluso destruirlo. (T-6.I.4:1-2)
El ego, una vez más, ha hecho el cuerpo para que pueda atacar:
Los ataques son siempre físicos. Cuando se infiltra en tu mente cualquier forma de ataque es que estás equiparándote con el cuerpo, ya que ésta es la interpretación que el ego hace de él. (T-8.VII.1:1-2)
Las actitudes que se tienen hacia el cuerpo son las actitudes que se tienen hacia el ataque….. Para el ego, el cuerpo es algo con lo que atacar. Puesto que te equiparas con el cuerpo, el ego te enseña que tu propósito es atacar. (T-8.VIII.1:1,5-6)
Sin embargo, el cuerpo simplemente existe como un peón de la mente. Nuestro odio, nacido de la culpa sobre nuestro pecado percibido, está oculto — a través de la proyección — en el cuerpo de otra persona. Así, no es el cuerpo el que ataca sino la mente, porque las ideas no abandonan su fuente. Los cuerpos entonces simbolizan el pensamiento original del ataque, que es que quiero existir, incluso a expensas de Dios — destruiré el Cielo para poder vivir. Sin embargo, para no sufrir las consecuencias de ese pensamiento horriblemente pecaminoso, lo proyecto en un cuerpo específico, el cual luego creo que me ataca, y que por eso estoy justificado en contraatacar. Jesús quiere que nosotros entendamos esto para que podamos hacer algo acerca del problema:
Por eso es por lo que debes darte cuenta de que tu odio se encuentra en tu mente y no fuera de ella antes de que puedas liberarte de él….. Si reconocieses que cualquier ataque que percibes se encuentra en tu mente, y sólo en tu mente, habrías por fin localizado su origen, y allí donde el allí donde el ataque tiene su origen, allí mismo tiene que terminar. (T-12.III.7:10; 10:1)
El propósito del ataque se halla en la mente, y sus efectos solo se pueden sentir allí donde se encuentra dicho propósito. La mente no es algo limitado, y a eso se debe que cualquier propósito perjudicial le haga daño a toda ella cual una sola. (T-24.IV.3:5-6)
Si se pone al cuerpo en armonía con el propósito de la mente, éste se vuelve íntegro porque la mente solo tiene un propósito. El ataque tan solo puede ser un propósito que el cuerpo ha asumido, ya que separado de la mente, el cuerpo no tiene ningún propósito. (T-8.VIII.13:5-6)
La fuente del ataque del cuerpo es, por lo tanto, el pensamiento de ataque en la mente, y este pensamiento — nacido del pecado — es irreal. El ataque raíz, del que han evolucionado todos los ataques que el mundo siempre ha presenciado, y de los que todavía da testimonio, nunca han ocurrido. Por lo tanto, el ataque nunca ha sucedido; excepto en sueños, los cuales, evidentemente no son ciertos. El tercer nivel — que las mentes no pueden atacar en absoluto — es una declaración de la Expiación, que es la idea de que el ataque nunca sucedió en primer lugar:
La mente no puede atacar, pero puede forjar fantasías y ordenarle al cuerpo que las exteriorice….. En esto la mente está claramente engañada. No puede atacar, pero sostiene que sí puede, y para probarlo, se vale de lo que hace para hacerle daño al cuerpo. La mente no puede atacar, pero puede engañarse a sí misma….. ¿No le darías la bienvenida y le prestarías tu apoyo a este intercambio de fantasías de venganza por tu liberación de ellas? La percepción que tienes del cuerpo puede ser ciertamente enfermiza, pero no debes proyectar eso sobre él. Pues tu deseo de hacer que lo que no tiene la capacidad de destruir sea des-tructivo, no puede tener ningún efecto real. Lo que Dios creó sólo puede ser como Él quiere que sea, pues así lo dispone Su Voluntad. Tú no puedes hacer que Su Voluntad sea destructiva. Puedes, no obstante, forjar fantasías en las que tu voluntad entra en conflicto con la Suya, pero eso es todo. (T-18.VI.3:5; 4:1-3; 5:2-7)
Hay otra forma de ver el cuerpo, y este es el mensaje de Jesús. Puede servir a un propósito de mentalidad-correcta con la misma facilidad que a uno de mentalidad-errada. Bajo la tutela amable y gentil del Espíritu Santo, el cuerpo representa el propósito compartido que refleja la unidad del Cielo. Así, el símbolo del ataque se convierte en el símbolo del perdón, en “una hermosa lección de comunión … hasta que la comunión se consuma”:
Si usas el cuerpo para atacar, éste se convierte en algo perjudicial para ti. Si lo usas solo con el propósito de llegar hasta las mentes de aquellos que creen ser cuerpos para enseñarles a través del mismo cuerpo que eso no es verdad, entenderás el poder de la mente que reside en ti. Su usas el cuerpo con este fin, y sólo con este fin, no lo podrás usar para atacar. Cuando se usa con el propósito de unir, se convierte en una hermosa lección de comunión, que tiene valor hasta que la comunión se consuma. Ésta es la forma en la que Dios hace que lo que tú has limitado sea ilimitado. El Espíritu Santo no ve el cuerpo como lo ves tú porque sabe que la única realidad de cualquier cosa es el servicio que le presta a Dios en favor de la función que Él le asigna. (T-8.VII.3)
🔹️(6:3) Ésta es la razón por la que los cuerpos se convierten tan fácilmente en símbolos del miedo.
El cuerpo declara inequívocamente que tú eres el pecador. Veo todas las formas en que tú, como cuerpo, me has atacado y victimizado a mí y a otros. Y mi cuerpo, con sus elaborados aparatos sensoriales — físicos y psicológicos – me informa sobre los pecados que están a mi alrededor; no en mí, sino en otros. Desde que tu cuerpo se ha convertido en el depositario de mis pensamientos de ataque, te has convertido para mí en un símbolo justificado de miedo, usando tu cuerpo para atacar el mío.
🔹️(6:4) Se te ha instado en innumerables ocasiones a que mires más allá del cuerpo, pues lo que éste ve es el símbolo del “enemigo” del amor que la visión de Cristo no ve.
Jesús no dice que debas negar que hay un cuerpo sentado frente a ti, o un cuerpo que miras cuando te miras en el espejo cada mañana. Como el ver no ocurre a través de los ojos, él habla solo de la interpretación que tu mente le da al cuerpo que ves. Su ruego, como siempre, es que elijamos su interpretación en lugar de la del ego. El cuerpo, en sí y por sí mismo, es neutral, y espera pasivamente qué percepción será colocada sobre él: el pecado del ego o la santidad de Cristo. Siempre es una cuestión de propósito: el pecado o santidad, juicio o visión:
Es imposible ver a tu hermano libre de pecado y al mismo tiempo verlo como si fuese un cuerpo. ¿No es esto perfectamente consistente con el objetivo de la santidad? Pues la santidad es simplemente el resultado de dejar que se nos libere de todos los efectos del pecado, de modo que podamos reconocer lo que siempre ha sido verdad….. El cuerpo es el medio a través del cual el ego trata de hacer que la relación no santa parezca real. El instante no santo es el tiempo de los cuerpos. Y su propósito aquí es el pecado. Más éste no se puede alcanzar salvo en fantasías, y, por lo tanto, la ilusión de que un hermano es un cuerpo esta en perfecta consonancia con el propósito de lo que no es santo….. Y si lo que ves es el cuerpo, es que has optado por los juicios en vez de por la visión. (T-20.VII.4:1-3; 5:1-4,7)
Por lo tanto, podemos decir verdaderamente que la visión de Cristo no ve un cuerpo o el mundo, sino que es el pensamiento de perdón de la mente que nos dice que nuestros ojos físicos — los ojos del juicio — ven lo irreal. Lo que es real aquí es que alguien o pide amor o lo expresa. El pecado, el pan y la manteca del ego, no tiene lugar en la corrección del Espíritu Santo, como ahora leemos:
Todo aquel que ve el cuerpo de un hermano ha juzgado a su hermano y no lo ve. No es que realmente lo vea como un pecador, es que sencillamente no lo ve. En la penumbra del pecado su hermano es invisible. Ahí sólo puede ser imaginado, y es ahí donde las fantasías que tienes acerca de él no se comparan con su realidad.
El cuerpo no se puede ver, excepto a través de juicios. Tú te enseñaste a ti mismo a juzgar; más tener visión es algo que se aprende de Aquel que quiere anular lo que has aprendido. Su visión no puede ver el cuerpo porque no puede ver el pecado. Y de esta manera, te conduce a la realidad. Tu santo hermano – a quien verlo de este modo supone tu liberación – no es una ilusión.
Tu pregunta no debería ser: “¿Cómo puedo ver a mi hermano sin su cuerpo?” sino, “¿Deseo realmente verlo como alguien incapaz de pecar?” Y al preguntar esto, no te olvides de que en el hecho de que él es incapaz de pecar radica tu liberación del miedo. La salvación es la meta del Espíritu Santo. El medio es la visión. (T-20.VII.6:1-4; 8:1,4-7; 9:1-5)
🔹️(6:5) El cuerpo es el blanco del ataque, ya que nadie piensa que lo que odia sea su mente.
No pienso que odio una mente porque no sé que tengo una, y mucho menos que tú la tienes. Solo soy consciente de los pensamientos de odio hacia un cuerpo específico — el mío o el de otro. No solo no estoy en contacto con la mente, sino que no conozco el pensamiento verdadero. Como en las lecciones enseñadas al principio, los pensamientos que pienso que pienso que no son mis pensamientos reales.
🔹️(6:6-7) Sin embargo, ¿qué otra cosa sino la mente le ordena al cuerpo a que ataque? ¿Qué otra cosa podría ser la sede del miedo sino lo que piensa en el miedo?
Jesús enseña que nuestros pensamientos no están en el cerebro, sino en la mente que dirige el cuerpo para atacar. Puesto que el miedo es un pensamiento, es la mente la que piensa en el miedo. De nuevo, el cerebro no piensa, más de lo que el cuerpo siente. Todo está cuidadosamente orquestado por el ego, que existe solo en la mente. Nuestros pensamientos y sentimientos no son más que las expresiones proyectadas de la decisión de la mente por el ego o el Espíritu Santo. Vemos y sentimos lo que la mente dirige:
… no hay duda de que es la mente la que juzga lo que los ojos contemplan: la que interpreta los mensajes que le transmiten los ojos y la que les adjudica “significado”. Este significado, no obstante, no existe en el mundo exterior. Lo que se considera la “realidad” es simplemente lo que la mente prefiere. La mente proyecta su propia jerarquía de valores al exterior, y luego envía a los ojos del cuerpo a que la encuentren….. Más la percepción no se basa en los mensajes que los ojos traen. La mente es la única que evalúa sus mensajes, y, por lo tanto, sólo ella es responsable de lo que vemos. Sólo la mente decide si lo que vemos es real o ilusorio, deseable o indeseable, placentero o doloroso. (M-8.3:3-7,9-11)
📘(7:1-2) El odio es algo concreto. Tiene que tener un blanco.
Es por eso que se fabricó lo concreto. Necesito un objeto concreto sobre el que proyectar mi odio, porque si lo mantengo dentro de mi mente, el odio de Dios — una parte dividida de mí mismo — me castigará por odiarlo a Él. Así me deshago del odio y lo veo justificadamente en ti porque me atacaste primero — el rostro de inocencia que inteligentemente proyecta su culpa. Nuestro loco deseo de desterrar a Dios de nuestro reino, inevitablemente, encuentra un hogar en el mundo fuera de la mente. Esto no significa que nuestro hogar sea real, solo que lo creemos así porque pensamos que vemos, oímos y experimentamos este demente deseo, ahora localizado en un cuerpo, mientras que la verdad del amor espera más allá del odio del ego:
A medida que contemplas el mundo, ese insignificante deseo, desarraigado y flotando a la deriva, puede posarse brevemente sobre cualquier cosa, pues ahora no tiene ningún propósito. Antes de que el Espíritu Santo entrase a morar contigo parecía tener un magno propósito: la dedicación fija e inalterable al pecado y a sus resultados. Ahora deambula sin rumbo, vagando a la deriva, causando tan solo mínimas interrupciones en la llamada al amor. (T-19.IV-A.7:2-4)
🔹️(7:3) Tiene que percibir un enemigo de tal forma que éste se pueda tocar, ver, oír y finalmente matar.
Una advertencia: ¡las siguientes líneas pueden ser perjudiciales para tu salud! éste es uno de los pasajes que a los estudiantes de Un Curso de Milagros les gusta fingir no están allí. Jesús habla de asesinato, no solo de una leve bofetada o reproche. En lugar de que Dios me asesine porque creo que lo asesiné a Él, prefiero que tú seas el criminal y así justifico mi impulso homicida por lo que creo que has hecho. El mundo fue hecho, otra vez, para poder proyectar mi culpa y odio inconscientes en un cuerpo específico. Nacimos con estos cuerpos en familias específicas para satisfacer nuestra necesidad de un victimario, en cuyas manos despiadadas y asesinas con gusto sufrimos y morimos.
Vinimos aquí — desde el punto de vista del ego — para poder escapar de la ira de Dios y de la responsabilidad por nuestro pecado. Cuando nos damos cuenta de que hay algo mal con esta imagen y decidimos que “debe haber otra manera”, nos dirigimos al Espíritu Santo, Quien nos instruye sobre una manera diferente de ver el mundo que fabricamos. Sin embargo, primero debemos entender por qué fabricamos el mundo, por eso es que pasajes como este se encuentran a lo largo del Curso. Por favor, no los pases por encima pensando que son bonitos ni los saltees, porque esto simplemente enterrará la culpa y el odio que no quieres mirar. Sin una manera de deshacerlos, seguirán siendo proyectados, protegiendo aún más nuestra culpa y evitando que se corrija.
Hay muchos caminos espirituales que no tratan con el odio y el asesinato, pero este Curso es diferente. Su propósito es hacer que miremos directamente al ego y le sonriamos. Sin embargo, no podemos hacerlo hasta que miremos, y pasajes como estos nos ayudan a entender por qué elegimos no hacerlo, porque nadie quiere ver el odio venenoso que acecha dentro.
🔹️(7:4) Cuando el odio se posa sobre algo [un cuerpo], exige su muerte tan inequívocamente como la Voz de Dios proclama que la muerte no existe.
La Voz de Dios que proclama que no hay muerte deshace la voz del ego que proclama la realidad de la muerte. Nuevamente, antes de que puedas elegir la corrección, primero debes saber qué es lo que tú estás corrigiendo. Este gentil y mordaz pasaje del primer obstáculo a la paz, explica lo que necesitamos deshacer — la necesidad del ego de matar — y el amor con el que nosotros lo deshacemos. La elección es nuestra — la crueldad del ego o la gentileza del Espíritu Santo:
El amor envía a sus mensajeros tiernamente, y éstos retornan con mensajes de amor y de ternura. A los mensajeros del miedo se les ordena con aspereza que vayan en busca de la culpabilidad, que hagan acopio de cualquier retazo de maldad y de pecado que puedan encontrar sin que se les escape ninguno so pena de muerte, y que los depositen ante su señor y amo respetuosamente….. A los mensajeros del miedo se les adiestra mediante el terror, y tiemblan cuando su amo los llama para que le sirvan. Pues el miedo no tiene compasión ni siquiera con sus amigos. Sus mensajeros saquean culpablemente todo cuanto pueden en su desesperada búsqueda de culpabilidad, pues su amo los deja hambrientos y a la intemperie, instigando en ellos crueldad y permitiéndoles que se sacien únicamente de lo que le llevan. Ni el más leve atisbo de culpabilidad se escapa de sus ojos hambrientos. Y en su despiadada búsqueda de pecados se abalanzan sobre cualquier cosa viviente que vean, y dando chillidos se la llevan a su amo para que él la devore.
El Espíritu Santo te ha dado los mensajeros del amor para que los envíes en lugar de aquellos que adiestraste mediante el terror. Están ansiosos de devolverte lo que tienen en gran estima como los otros. Si los envías, sólo verán lo bello y lo puro, lo tierno y lo bondadoso. Tendrán el mismo cuidado de que no se les escape ningún acto de caridad, ninguna ínfima expresión de perdón ni ningún hálito de amor. Y retornarán con todas las cosas bellas que encuentren para compartirlas amorosamente contigo. (T-19.IV-A.11:1-2; 12:3-7; 14:1-5)
🔹️(7:5) El miedo es insaciable y consume todo cuanto sus ojos contemplan, y al verse a sí mismo en todo, se siente impulsado a volverse contra sí mismo y destruirse.
El pasaje anterior sobre los perros hambrientos del miedo del ego, entrenados para buscar malhechores y devorarlos en obediencia a los dictados de su maestro, es una imagen adecuada aquí. Como Jesús enfatiza en otra parte, que la meta del ego es el asesinato, y no importa a quién mata. Por ejemplo:
Cualquier forma de ataque es igualmente destructiva. Su propósito es siempre el mismo. Su única intención es asesinar… (T-23.III.1:3-5)
Bajo el polvoriento contorno de su mundo distorsionado, el ego quiere dar sepultura al Hijo de Dios, a quien ordenó asesinar, y en cuya putrefacción reside la prueba de que Dios Mismo es impotente ante el poderío del ego e incapaz de proteger la vida que Él creó contra el cruel deseo de matar del ego. (T-19.IV-C.8:1)
Nos atrae la muerte porque demuestra que el pecado y la separación son reales, y que Dios está muerto. Sin embargo, aunque creo que te estoy matando a ti y a los malvados en mi vida, al final es mi propia muerte, la que el ego desea, y mi odio hacia ti solo se compara con mi odio hacia mí mismo. Aquí hay otro pasaje gráfico donde Jesús muestra este punto:
Pues, ¿en que busca deleitarse el deseo de ser especial, sino en matar? ¿Qué busca sino ver la muerte? ¿Adónde conduce, sino a la destrucción? Más no creas que fue a tu hermano a quien contempló primero, ni al que aborreció antes de aborrecerte a ti. El pecado que sus ojos ven en él y en lo que se deleitan, lo vio en ti y todavía lo sigue contemplando con deleite. Sin embargo, ¿qué deleite te puede dar contemplar la putrefacción y la demencia, y creer que esa cosa que está a punto de desintegrarse, con la carne desprendiéndose ya de los huesos y con cuencas vacías por ojos es como tú? (T-24.V.4:3-8)
📘(8:1) Quien ve a un hermano como un cuerpo lo está viendo como el símbolo del miedo.
Una vez más, Jesús no está hablando de lo que ven tus ojos físicos. Por lo tanto, no niegues que veas un cuerpo frente a ti, ni que te identifiques con uno. Jesús está interesado únicamente en la interpretación del cuerpo por parte del ego: la relación especial en la que percibimos a otro como separado y diferente de nosotros, teniendo lo que nos falta y mereciendo el castigo por habérnoslo quitado. Este alucinante campo de batalla — “mata o te matarán” (M-17.7:11) — es el fundamento de todo temor. Jesús continúa su descripción del ego odioso y homicida.
🔹️(8:2) Y lo atacará, pues lo que contempla es su propio miedo proyectado fuera de sí mismo, listo para atacar, y pidiendo a gritos volver a unirse a él otra vez.
El cuerpo específico que veo fuera de mí es una parte separada de mi propio miedo y odio inconsciente, que no quiero ver. Elijo en cambio verlos en otro, creyendo que el asesino que reside en mí está en otra persona, amenazando con atacarme. Esto es proyección: lo que vemos refleja lo que primero hicimos realidad en nuestras mentes — el “pecado” de separarnos de Dios. En lugar de confrontar la culpa por nuestro deseo de deshacernos del Amor del Cielo, destruyendo así a Dios, negamos su presencia en nuestras mentes y nos liberamos de ella a través de la proyección, como se describe en el siguiente pasaje del texto:
El ataque nuca podría suscitar más ataques si no lo percibieses como un medio para privarte de algo que deseas. Sin embargo, no puedes perder algo a no ser que no lo valores, y que, por lo tanto, no lo deseas. Esto hace que te sientas privado de ello, y, al proyectar tu propio rechazo, crees entonces que son otros los que te lo están quitando a ti. No podrás por menos que sentirte atemorizado si crees que tu hermano te está atacando para arrebatarte el Reino de los Cielos. Ésta es la base fundamental de todas las proyecciones del ego….. Al proyectar su creencia demente de que tú has traicionado a tu Creador, el ego cree que tus hermanos, que son tan incapaces de ello como tú, están intentando desposeerte de Dios. La proyección siempre ve tus deseos en otros. Si eliges separarte de Dios, eso es lo que pensarás que otros están haciendo contigo. (T-7.VII.8; 9:2-5)
🔹️(8:3-4) No subestimes la intensidad de la furia que puede producir el miedo que ha sido proyectado. Chilla de rabia y da zarpazos en el aire deseando frenéticamente echarle mano a su hacedor y devorarlo.
Jesús a menudo usa esta forma de expresión. Dirá, por ejemplo: no pretendas que no dije esto; sí lo dije. No pretendas que el sistema de pensamiento en tu mente es bueno; no lo es. La maldad del ego es ilusoria, pero no reconocerás esto, hasta que la mires conmigo, dándote cuenta de lo que crees que eres, y lo que crees que has hecho a tu alrededor. Estamos muy familiarizados con este importante y reconfortante pasaje acerca de mirar con Jesús en nuestros egos:
Nadie puede escapar de las ilusiones a menos que las examine, pues no examinarlas es la manera de protegerlas. No hay necesidad de sentirse amedrantado por ellas, pues no son peligrosas. Estamos listos para examinar más detenidamente el sistema de pensamiento del ego porque juntos disponemos de la lámpara que lo desvanecerá, y, puesto que te has dado cuenta de que no lo deseas, debes estar listo para ello. Mantengámonos muy calmados al hacer esto, pues lo único que estamos haciendo es buscando honestamente la verdad. La “dinámica” del ego será nuestra lección por algún tiempo, pues debemos primero examinarla para poder así ver más allá de ella, ya que le has otorgado realidad. Juntos desvaneceremos calmadamente este error, y después miraremos más allá de él hacia la verdad. (T-11.V.1)
Jesús así nos diría: “No confundas la intensidad de este odio y de los viciosos asesinatos internos, con lo que luego ves en todos los demás. Dile, en cambio a tu hermano: ´Te he odiado porque quería verte como mi hacedor en lugar de a mí. Y no creo que provenga de mi propio pensamiento, sino del mundo que me hizo lo que soy”. Este es el rostro de la inocencia que se describe en “El concepto del yo frente al verdadero Ser”:
Yo soy la cosa que tú has hecho de mí, y al contemplarme, quedas condenado por causa de lo que soy. (T-31.V.5:3)
Continuamos hablando a nuestro enemigo proyectado: “Por lo tanto, te habías convertido en mi creador y moldeador de mi ser, y merecías la destrucción para satisfacer mi justificada ira. Sin embargo, ahora cambio mi percepción y te veo a ti y a mí de manera diferente”. Jesús ahora señala la parodia que hicimos del Ser que Dios creó:
📘(9:1-2) Esto es lo que contemplan los ojos del cuerpo en uno que el Cielo tiene en gran estima, los ángeles aman y Dios creó perfecto. Ésta es su realidad.
Jesús no habla del cuerpo o del yo individual, sino del glorioso y majestuoso Ser de Cristo que compartimos. Eso es lo que hemos apartado, prefiriendo en su lugar un ego individual — el ser del odio en lugar del Ser del Amor. Necesitamos mirar las formas específicas en las que ejemplificamos el auto-concepto del ego a lo largo del día y llevarlos a la verdad de nuestro perfecto Ser, apreciado por el Cielo. Recordemos uno de los primeros poemas de Helen, “Canción para mi Ser”, que habla de este inocente Ser, compartido por todos y amado por los ángeles.
No puedo ser reemplazado.
Soy único en la creación de Dios. Soy tan querido
Por Él, que es una locura creer
Que podría sufrir dolor, pérdida o miedo.
Santo soy; en la impecabilidad completa,
En la sabiduría infinita, en el amor seguro,
En la paciencia perfecta, y en la fidelidad
Más allá de todo pensamiento de pecado, y en perfecta pureza.
¿Quién podría concebir sufrir por mí?
Seguramente la mente que lo pensó está loca.
Nunca abandoné la casa de mi Padre. ¿Qué necesidad
Tengo ahora de regresar de nuevo a Él?
(Los Regalos de Dios, p. 38)
Jesús nos pide que aceptemos esta nueva imagen de nosotros mismos, y continúa así:
🔹️(9:3) Y en la visión de Cristo su hermosura se ve reflejada de una manera tan santa y tan bella que apenas podrías contener el impulso de arrodillarte a sus pies.
Esto no significa que debemos arrodillarnos a los pies de alguien con admiración o adoración, sino que es una metáfora para expresar la santidad y la reverencia por el Cristo que no está en esta otra persona como tal, sino en la mente de todos nosotros como un solo Hijo. Este es otro ejemplo de una declaración que no debe tomarse literalmente, sino como poesía, en la que nos movemos más allá de estas hermosas palabras a su significado.
🔹️(9:4) Más en lugar de ello tomarás su mano, pues tú eres semejante a él en la visión que lo ve así.
Una vez más, la luz de Cristo no brilla en nosotros como personas específicas, sino que brilla en todos los aspectos aparentemente separados del único Ser.
🔹️(9:5-9) El ataque que lanzas contra él es lo que es tu enemigo, pues te impide percibir que en tus manos está tu salvación. Pídele únicamente eso y él te la dará. No le pidas que sea el símbolo de tu miedo. ¿Pedirías acaso que el amor se destruyese a sí mismo? ¿O preferirías que te fuese revelado y que te liberase?
Este es el punto central que mencioné al comienzo de la lección — el corazón de Un Curso de Milagros: la forma en que te veo es un reflejo o una sombra de la forma en que me veo a mí mismo. Tal vez recuerdes el maravilloso pasaje al final de “El soñador del sueño”, el cual siempre es encantador leer, una verdadera inspiración para el viaje que hacemos con nuestros hermanos:
Sueña dulcemente con tu hermano inocente, quien se une a ti en santa inocencia. Y el Mismo Señor de los Cielos despertará a Su Hijo bienamado de este sueño. Sueña con la bondad de tu hermano en vez de concentrarte en sus errores. Elige soñar con todas las atenciones que ha tenido contigo, en vez de contar todo el dolor que te ha ocasionado. Perdónale sus ilusiones y dale gracias por toda la ayuda que te ha prestado. Y no desprecies los muchos regalos que te ha hecho sólo porque en tus sueños él no sea perfecto….. Ve los regalos que tu hermano te hace a la luz de la caridad y bondad que se te ofrece. Y no dejes que ningún dolor perturbe tu sueño de profunda gratitud por los regalos que te hace. (T-27.VII.15:1-6; 16:3-4)
A medida que avanza el día, presta mucha atención a la forma en que percibes a los demás. Esto te revelará qué maestro has elegido. Si te encuentras complaciéndote en el especialismo, aburriéndote, deprimiéndote o criticando a los demás, es solo porque tú primero elegiste verte a ti mismo como algo odioso. En lugar de aceptar la responsabilidad por esa elección, tú la proyectaste y viste el odio en otra persona. Sin embargo, cuando entiendes que lo que ves en esta otra persona, es una proyección de lo que ves en ti mismo, tu reacción egoica se convierte en un recordatorio de que hiciste una elección equivocada. Esto te permite volver a la mente donde se cometió el error y elegir nuevamente. Por lo tanto, no es al otro a quien perdonas, sino a ti mismo por haber elegido mal. Así usamos nuestros cuerpos, no para dar testimonio del pecado de otra persona, sino de nuestra impecabilidad:
Tu función consiste en mostrarle a tu hermano que el pecado carece de causa. ¡Cuán fútil tiene que ser verte a ti mismo como la prueba fehaciente de que lo que tu función es, jamás tendrá lugar! La imagen que te ofrece el Espíritu Santo no convierte al cuerpo en algo que éste no es. Lo único que hace es purificarlo de todo vestigio de acusación y reproche…
En este espacio vacío, del que el objetivo del pecado ha sido erradicado, se puede recordar al Cielo. Ahora su paz puede descender hasta aquí y la perfecta curación reemplazar a la muerte. El cuerpo puede convertirse en un símbolo de vida, en una promesa de redención y en un hálito de inmortalidad para aquellos que están cansados de respirar el fétido hedor de la muerte. Deja que su propósito sea sanar. De esta manera, pregonará el mensaje que recibió y, mediante su salud y belleza, proclamará la verdad y el valor de lo que representa. (T-27.I.9:1-4; 10:1-5)
📘(10:1) Hoy vamos a practicar de una manera que ya hemos intentado antes.
El ejemplo más prominente de esta forma familiar la vimos en la Lección 121. Se te pide que tomes una persona específica y la mires de manera diferente, lo cual nos da una oportunidad para mirarnos a nosotros mismos de manera diferente. Como creo que soy una persona específica, tengo que aprender a perdonar en el contexto de una relación específica.
🔹️(10:2) Ya estás más preparado, y hoy te acercarás más a la visión de Cristo.
Jesús nos refleja nuestro progreso, aunque el viaje no está completo. Sin embargo, ya que hemos llegado hasta aquí, Jesús asume que hemos aprendido lo suficiente como para que ya no tratemos de justificar nuestras percepciones erróneas, haciendo así espacio para que la visión de Cristo reemplace la percepción del odio.
🔹️(10:3) Si te propones alcanzarla, hoy lo lograrás.
Jesús vuelve al tema de la motivación. Tienes que querer realmente verte a ti mismo diferentemente. Por lo tanto, cuando juzgas, o cuando estás enojado, crítico, molesto o involucrado en cualquier forma de especialismo, trata de entender que estas respuestas reflejan una decisión de permanecer tal como Dios no te creó — quieres permanecer como algo separado y aparte, apreciando tu individualidad y eligiendo hacer a otra persona responsable por ello.
🔹️(10:4-7) Y una vez que la hayas alcanzado, no estarás dispuesto a aceptar los testigos que convocan los ojos del cuerpo. Lo que verás te traerá con su cántico el recuerdo de melodías ancestrales. El Cielo no se ha olvidado de ti. ¿No te gustaría acordarte de él?
Una vez que hemos tomado la visión de Cristo como nuestra, lo que significa que hemos dejado que Jesús sea nuestro maestro en lugar del ego, los ojos del cuerpo todavía verán lo que ven, pero nuestras mentes curadas proporcionarán una interpretación diferente. En lugar de dar testimonio del sistema de pensamiento de separación y especialismo del ego, nuestros “ojos” darán testimonio de la verdad que es que la separación de Dios nunca sucedió. Así tú y yo no estamos separados los unos de los otros, ni somos diferentes; solamente en las apariencias parecemos serlo. Cuando aceptamos la verdad de la visión de Cristo, nuestros ojos y oídos se abren, y escuchamos la canción olvidada ahora familiar, de amor y unidad.
Escucha… tal vez puedas captar un leve atisbo de un estado inmemorial que no has olvidado del todo; tal vez sea un poco nebuloso, más no te es totalmente desconocido: como una canción cuyo título olvidaste hace mucho tiempo, así como las circunstancias en las que la oíste. No puedes acordarte de toda la canción, sino sólo de algunas notas de la melodía, y no puedes asociarla con ninguna persona o lugar, ni con nada en particular. Pero esas pocas notas te bastan para recordar cuán bella era la canción, cuán maravi-lloso el paraje donde la escuchaste y cuanto amor sentiste por los que allí estaban escuchándola contigo.
Las notas no son nada. Sin embargo, las has conservado, no por ellas mismas, sino como un dulce recordatorio de lo que te haría llorar si recordases cuán querido era para ti. Podrías acordarte, pero tienes miedo, pues crees que perderías el mundo que desde entonces has aprendido a conocer. Sin embargo, sabes que nada en este mundo es ni la sombra de aquello que tanto amaste. Escucha y mira a ver si te acuerdas de una canción muy vieja que sabías hace mucho tiempo y que te era más preciada que cualquier otra melodía que te hayas enseñado a ti mismo desde entonces. (T-21.I.6-7)
📘(11:1) Selecciona a un hermano para que sea el símbolo de los demás y pídele la salvación.
Esto no significa, literalmente, caminar hacia alguien en la calle, y pedirle que te salve. Jesús se refiere al proceso en la mente que nace del pensamiento que dice que tú y yo no somos diferentes, porque somos hermanos y hermanas en el mismo Cristo. Este reconocimiento surge del entendimiento de que somos hermanos y hermanas en el mismo ego también. Aceptar nuestra locura compartida de separación es, pues, el precursor de recordar nuestra cordura compartida de unidad.
🔹️(11:2-5) Visualízalo primero tan claramente como puedas, de la misma manera en que estás acostumbrado a verlo. Observa su rostro, sus manos, sus pies, su ropa. Obsérvalo sonreír, y ve los gestos que le has visto hacer tan a menudo que ya te resultan familiares. Luego piensa en esto: lo que estás viendo ahora te impide ver a aquel que te puede perdonar todos tus pecados, arrancar con sus sagradas manos los clavos que atraviesan las tuyas y quitar de tu ensangrentada frente la corona de espinas que tú mismo te pusiste.
No hago nada diferente con mis ojos, y no niego lo que ven. Hago algo diferente con mi mente, porque ahora tengo la voluntad de decir que he estado equivocado en cómo he estado viendo y relacionándome, y que hay Alguien Que puede enseñarme a mirar de manera diferente mis relaciones. Por lo tanto, no es que el cuerpo de esta persona sea sagrado y que tiene el poder de perdonarme — el cuerpo de otro no tiene más poder que el mío. Sin embargo, en el contexto de mi relación con este cuerpo, aprendo que no somos cuerpos, y que como estamos unidos en la misma mente, podemos ser enseñados por el mismo Maestro. Las referencias aquí a la crucifixión, reflejan sentimientos similares expresados en un pasaje del texto, escrito en Pascua:
Gozas de la visión que te permite ver más allá de las ilusiones. Se te ha concedido para que no veas espinas, ni extraños, ni ningún obstáculo a la paz. El temor a Dios ya no significa nada para ti. ¿Quién temería enfrentarse a las ilusiones, sabiendo que su salvador está a su lado? Con él a tu lado tu visión se ha convertido en el poder más grande que Dios Mismo puede conceder para desvanecer las ilusiones, pues lo que Dios le dio al Espíritu Santo, tú lo has recibido. El Hijo de Dios cuenta contigo para su liberación. Pues tú has pedido – y se te ha concedido – la fortaleza para poder enfrentarte a este último obstáculo, y no ver clavos ni espinas que crucifiquen al Hijo de Dios y lo coronen como rey de la muerte. (T-20.II.7)
Al quitarte las espinas del pecado y los clavos de la culpa, los he quitado de mí mismo. Somos sanados juntos y como uno solo, por lo que en realidad somos.
🔹️(11:6-8) Pídele lo siguiente para que él pueda liberarte: Dame tu bendición, santo Hijo de Dios. Quiero contemplarte con los ojos de Cristo, y ver en ti mi perfecta impecabilidad.
Esto no significa literalmente que le digas estas palabras a alguien — es el pensamiento dentro de ti el que habla. Contemplarte con los ojos de Cristo significa que veo que lo que parecen ser tus pecados, no tienen poder para negarme la paz de Dios. Los que he etiquetado como pecados y ahora los veo como errores que reflejan los míos. No niego lo que tu cuerpo pudo haber hecho, más de lo que niego lo que mi cuerpo pudo haber hecho. Niego, por decirlo una vez más, la interpretación del ego de las acciones del cuerpo. Esto, por lo tanto, aborda un cambio en la mente que dice: “Gracias a Dios estoy equivocado y Jesús está en lo correcto. El Hijo de Dios no ha pecado, porque sus errores no han tenido efecto en su realidad”.
📘(12:1-3) Y Aquel a Quien has invocado te responderá. Pues oirá en ti la Voz que habla por Dios y te responderá con la tuya. Contempla ahora a aquel que tan sólo habías visto como carne y hueso, y reconoce que Cristo ha venido a ti.
Me doy cuenta de que tu cuerpo era un disfraz que buscaba esconder al Cristo en ti, al igual que mi cuerpo también lo hacía: esconder la culpa que esconde el Cristo. Me doy cuenta ahora que hemos hecho la misma cosa por la misma razón, sin embargo, Su Amor nos une a ambos en Su Presencia, como siempre lo ha hecho. Recordemos la apertura inspiradora de “Pues Ellos han llegado”:
¡Cuán santo debes ser tú, que desde ti la Voz de Dios llama amorosamente a tu hermano para que puedas despertar en él la Voz que contesta tu llamada! ¡Cuán santo debe ser tu hermano cuando en él reside tu propia salvación, junto con su libertad! Por mucho que lo quieras condenar, Dios mora en él. (T-26.IX.1:1-3)
De hecho, Dios está en nosotros dos, lo cual es la feliz conciencia que el perdón amablemente nos trae a nosotros.
🔹️(12:4-5) La idea de hoy es la manera de escaparte del miedo y de la ira. Cerciórate de repetirla inmediatamente en caso de sentir la tentación de atacar a un hermano y de percibir en él el símbolo del miedo.
Jesús, de nuevo, nos insta al final de la lección a prestar mucha atención a sus enseñanzas y practicar, practicar, practicar durante todo el día. Estate atento a tu ira, miedo, depresión y dolor. Date cuenta de que estás utilizando a esta otra persona como un símbolo del miedo que no quieres abandonar en ti. Cuando puedas pedirle ayuda a Jesús, aquí estará el feliz resultado:
🔹️(12:6) Y lo verás cambiar súbitamente de enemigo a salvador; de demonio al Cristo.
La forma en que te percibo es la forma en que me percibo a mí mismo — enemigo o salvador, demonio o Cristo. El hermoso cierre de la lección se refleja en este igualmente encantador pasaje del texto:
He aquí a tu salvador y amigo, a quien tu visión ha liberado de la crucifixión, libre ahora para conducirte allí donde él anhela estar. Él no te abandonará, ni dejará a su salvador a merced del dolor. Y gustosamente caminareis juntos por la senda de la inocencia, cantando según contempláis las puertas del Cielo abiertas de par en par y reconoceréis el hogar que os llamó. Concédele a tu hermano libertad y fortaleza para que pueda llegar hasta allí. Y ven ante su santo altar, donde la fortaleza y la libertad te aguardan para que ofrezcas y recibas la radiante conciencia que te conduce a tu hogar. La lámpara está encendida en ti para que le des luz a tu hermano. Y las mismas manos que se la dieron a tu hermano, te conducirán más allá del miedo al amor. (T-20.II.11)
Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick. TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL POR DANIEL BEZVESELNY.