Lección 105

MÍAS SON LA PAZ Y LA DICHA DE DIOS. ( Lección 105)
“En el contexto de “deshacer”, Jesús nos enseña aquí acerca de la extraña noción de dar del ego. A pesar de que no usa la palabra «especialismo», ese es su punto de referencia – el trato de «dar para obtener»: yo te doy algo, así que recibo algo a cambio. Si te doy más de lo que realmente quiero, entonces pierdo. Las cuarta y quinta leyes del caos (T-23.II.9-13) citadas con frecuencia se encuentran entre las expresiones más claras de esta dinámica del ego de la escasez y el odio.
📘(1:1-2) «La paz y la dicha de Dios te pertenecen. Hoy las aceptaremos, sabiendo que son nuestras.»
La forma en que las aceptamos es no aceptando más los sustitutos del ego. Dejando ir los obstáculos de especialismo es cómo recordamos que la paz y la dicha de Dios son nuestras.
🔹️(1:3-4) «Y trataremos de entender que estos regalos se multiplican a medida que los recibimos. No son como los regalos que el mundo da, en los que el que hace el regalo pierde al darlo, y el que lo recibe se enriquece a costa de la pérdida del que se lo dio.»
Este principio del ego se refleja en la cuarta ley del caos: “posees aquello de lo que te apropias.” (T-23.II.9: 3). El ego nos dice: “Si tienes paz y dicha, debes haberla robado porque si la tienes, alguien más no. Por lo tanto, no mereces ser feliz, porque eres un ladrón que roba lo que no es tuyo”. Por esa razón la felicidad es intolerable. Las personas pueden soportar ser felices por un tiempo, pero no por mucho tiempo; su culpabilidad les dice que no se lo merecen. Todos comparten este pensamiento demente. Esta lección, por lo tanto, corrige la locura del ego al enseñar que los dones de felicidad, dicha y alegría de Dios, si son nuestros, también son de los demás. No pueden ser robados o tomados, sino simplemente aceptados. Puesto que los dones de Dios están en todos, nadie pierde y todos ganan. No puede ser de otra manera si Dios es amor, porque el amor es perfecta unicidad.
🔹️(1:5) «Eso no son regalos, sino regateos que se hacen con la culpabilidad.»
Ese es el corazón del especialismo: “regateos que se hacen con la culpabilidad”. Te doy mis regalos a cambio de los tuyos. Sin embargo, los míos no tienen valor ya que provienen de mí, a quien he juzgado como alguien carente de valor, mientras que los tuyos son valiosos porque me ofrecen lo que quiero. Por lo tanto, mi culpabilidad inherente como un ego separado se ve reforzada por mi robo aún más, intercambiando un regalo de valor por uno de poco o ningún valor. Ya hemos citado el siguiente pasaje del texto sobre las extraños tratos del ego, pero ciertamente requiere otra lectura:
“Lo más curioso de todo es el concepto de yo que el ego fomenta en las relaciones especiales. Este “yo” busca relaciones para completarse a sí mismo. Pero cuando encuentra la relación especial en la que piensa que puede lograrlo, se entrega a sí mismo, y trata de “intercambiarse” por el yo del otro. Eso no es unión, pues con ello no hay aumento ni extensión. Cada uno de ellos trata de sacrificar el yo que no desea a cambio de uno que cree que prefiere. Y se siente culpable por el “pecado” de apropiarse de algo y de no dar nada valioso a cambio. ¿Qué valor le puede adjudicar a un yo del que quiere deshacerse para obtener otro “mejor”? Ese otro yo “mejor” que el ego busca es siempre uno que es más especial. Y quienquiera que parezca poseer un yo especial es “amado” por lo que se puede sacar de él.” (T-16.V.7:1-8:2)
Así la culpabilidad se alimenta de la de los demás, reforzando nuestra propia sed insaciable e impulsando el motor de especialismo del ego en su camino lleno de odio, en una espiral descendente hasta que se catapulta sobre el precipicio de la muerte, llevándonos a nosotros y nuestros hermanos hacia nuestro inevitable destino.
🔹️(1:6) «Los regalos que verdaderamente se dan no entrañan pérdida alguna.»
Cuando soy amoroso contigo, no pierdo nada, ya que no hay sacrificio de tiempo, energía o yo. Simplemente dejo que el amor de Jesús venga a través de mí; y a medida que lo hace, elimina mi culpabilidad así como la tuya. Necesito centrarme solo en liberar la culpa que impide el flujo del amor. “Los regalos que verdaderamente se dan no entrañan pérdida alguna”, y lo que no es una pérdida debe beneficiar a la Filiación como una sola – a ti y a mí por igual.
🔹️(1:7-8) «Es imposible que alguien pueda ganar a costa de la pérdida de otro. Ello implicaría un límite y una condición de insuficiencia.»
Este principio del ego implica una insuficiencia en Dios, como el ego trató de demostrar al principio: yo tengo el amor y la vida que a Dios le falta – «uno o el otro». Este es el origen del principio de escasez del ego, la base de su sistema de pensamiento de culpabilidad y el mundo que surgió de él.
El pensamiento de que “alguien pueda ganar a costa de la pérdida de otro” es contrarrestado en el texto por lo que Jesús llama “la roca sobre la cual descansa la salvación”: «nadie tiene que perder para que otro gane» (T-25.VII.12). Creer que estamos en este mundo significa que creemos que llegamos aquí robando a Dios. Por lo tanto, la ley fundamental del ego: «tengo la vida que he tomado. La pérdida de Dios es mi ganancia. Por lo tanto, debemos creer que si somos felices, pacíficos o alegres, lo robamos de otro. El razonamiento del ego, nuevamente, es que si me siento feliz, alguien más pierde.
Las leyes del especialismo exigen esta locura, y también la defienden. Es por eso que la culpabilidad acompaña a la felicidad del mundo. De hecho, es por eso que la culpabilidad asiste a cada relación especial. Mi felicidad significa que pequé, y espero contra toda esperanza que nadie me haya visto. No es solo que quiero mantener mi culpabilidad en secreto para mí, sino para todos los demás, incluido Jesús. Si él lo supiera, mis pecados ciertamente serían castigados.
📘(2:1) «Ésa no es la manera de hacer regalos. Tales “regalos” no son sino tratos que se hacen con vistas a obtener algo más valioso; préstamos con intereses que se tienen que pagar en su totalidad; créditos a corto plazo, en los que el que recibió el regalo se compromete a pagar con creces lo recibido. Esta extraña distorsión de lo que significa dar impera en todos los niveles del mundo que ves. Priva de todo sentido a cualquier regalo que das, y hace que los que aceptas no te aporten nada.»
Esta es otra descripción de las relaciones especiales. Quiero algo de ti, pero lo niegas porque estás peleando la misma guerra que yo. Debe ser así, porque tú no existes fuera de mi especialismo, debo pagarte por lo que quiero, ya que los dos estamos siguiendo las mismas reglas: quiero dar lo menos posible y obtener tanto como sea posible de mi inversión. Ese es el significado de “préstamos con intereses que se tienen que pagar en su totalidad”, un regalo que se otorga con la esperanza de “obtener algo más valioso”. Estos no son regalos en absoluto, sino los dementes tratos del ego hechos con culpa.
A través de nuestro sufrimiento y miseria, esperamos pagar a Dios lo suficiente para que Él no se enoje. A cambio, queremos que Su perdón descanse en nosotros y no en otros, para que podamos regresar al cielo a expensas de otro: el no creyente, el cristiano no cristiano, el mal estudiante de Un Curso de Milagros. Esta odiosa aplicación de «uno o el otro» ha estado en el corazón del mensaje cristiano, un fenómeno que se extiende rápidamente a lo largo del mundo del Curso también. Huelga decir que esto no es amar o dar, porque tal actitud implica una creencia en el sacrificio – uno gana, otro pierde; uno se salva, otro se condena. El resultado final es que nos sentimos indignos de la felicidad o el amor, y nos aferramos a las golosinas de especialismo del ego para ocultar el dolor.
📘(3:1) «Uno de los principales objetivos de aprendizaje de este curso es invertir tu concepto de lo que es dar, de modo que puedas recibir.»
Esto lo sabemos por el texto; y hay muchas lecciones en el libro de ejercicios que discuten cómo deshacer la noción del ego de «dar para obtener». Para el ego, siempre es «uno o el otro». La Lección 108 “Dar y recibir son en verdad lo mismo.”, y la Lección 126 “Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy.” da mayor énfasis a este tema (W-pI.108; W-pI.126); y también hay muchos pasajes en el texto. Entre otros, podemos citar la siguiente discusión incisiva del texto:
“Sólo aquellos que tienen una sensación real y duradera de abundancia pueden ser verdaderamente caritativos…Para el ego dar cualquier cosa significa tener que privarse de ella. Cuando asocias el acto de dar con el sacrificio, das solamente porque crees que de alguna forma vas a obtener algo mejor, y puedes, por lo tanto, prescindir de la cosa que das. “Dar para obtener” es una ley ineludible del ego, que siempre se evalúa a sí mismo en función de otros egos. Por lo tanto, está siempre obsesionado con la idea de la escasez, que es la creencia que le dio origen…Lo que el ego da nunca emana de una sensación de abundancia porque él fue engendrado precisamente como un substituto de ésta. Por eso es por lo que el concepto de “obtener” surgió en su sistema de pensamiento.” (T-4.II.6:1, 3-6; 7:3-4)
Desaprender un principio que es la base de nuestra existencia misma requiere dedicación y persistencia, rasgos que el libro de ejercicios busca inculcar en nosotros al enseñar cuán vitales son para alcanzar nuestra felicidad.
🔹️(3:2) «Pues dar se ha convertido en una fuente de temor, y, así, evitas emplear el único medio a través del cual puedes recibir.»
Dar se convierte en una fuente de temor porque creo que lo que doy es hacerte trampa, ya que no te estoy dando amor sino amor especial, y ciertamente espero haber obtenido lo mejor del trato. Esto es un robo, que mi ego insiste será respondido con ataque y castigo. No me extraña que tenga miedo. El único medio por el que puedo recibir sin miedo es deshaciendo el miedo, lo logro cuando deshago mi dependencia de las leyes del especialismo para hacerme feliz. Me desprendo de esta dependencia al mirar mi especialismo con Jesús, exponiendo su verdadera naturaleza. Por lo tanto, de manera consciente y feliz elijo seguir la ley del perdón – el reflejo del amor.
🔹️(3:3-5) «Acepta la paz y la dicha de Dios, y aprenderás a ver lo que es un regalo de otra manera. Los regalos de Dios no disminuyen cuando se dan. Por el contrario, se multiplican.»
La manera en que aprendemos a aceptar los regalos de Dios es, en cambio, aprender cuáles han sido nuestros regalos y luego dejarlos ir. Una y otra vez, en diferentes formas, Jesús vuelve a su tema de llevar los regalos de miedo, especialismo y odio del ego a sus dones de paz, perdón y dicha.
📘(4:1) «De la misma manera en que la paz y la dicha del Cielo se intensifican cuando las aceptas como los regalos que Dios te da, así también la dicha de tu Creador aumenta cuando aceptas como tuyas Su dicha y Su paz.»
Aquí encontramos otra metáfora. La dicha de Dios no aumenta. La “dicha” del mundo aumenta, en la medida en que cuanto más robamos, más dichosos nos volvemos. Estas líneas son parte del dulce cuento de hadas de Jesús que amorosamente nos asegura que “Papá nos ama, y Su dicha se incrementa cuanto más nos acercamos a Él”. La verdad detrás del cuento de hadas es que el Amor infinito de Dios es siempre; no puede disminuir, no puede aumentar. Simplemente «es». Nuestra experiencia de Su amor “aumenta”, sin embargo, a medida que elegimos identificarnos más con él y menos con el ego. En este mundo, conceptos tales como «más» y «menos» tienen significado, pero solo en la medida en que reflejan la decisión de la mente en favor de Dios o el ego, los regalos de amor o miedo.
🔹️(4:2-5) «Dar verdaderamente equivale a crear. Extiende lo que no tiene límites a lo ilimitado, la eternidad hasta la intemporalidad y el amor hasta sí mismo. Añade a todo lo que ya está completo, mas no en el sentido de añadir más, pues eso implicaría que antes era menos. Añade en el sentido de que permite que lo que no puede contenerse a sí mismo cumpla su cometido de dar todo lo que tiene, asegurándose así de que lo poseerá para siempre.»
Una vez más, vemos el problema de usar palabras para expresar una realidad que yace más allá de ellas. Palabras como «dar» y «añadir» no tienen ningún significado en el Cielo, sin embargo, Jesús debe usarlas para expresar la creación del Cielo que no tiene dimensiones cuantitativas – es decir, espaciales y temporales. Así, Jesús nos dice en la clarificación de términos que Un Curso de Milagros opera dentro del marco de referencia del ego (C-in.3: 1), explicando que usa las palabras y los conceptos del mundo del ego para señalar a la realidad. Por lo tanto, llevan más allá de lo limitado a lo infinito e ilimitado, más allá del tiempo a la eternidad y atemporalidad, más allá del especialismo al amor.
📘(5:1-2) «Acepta hoy la paz y la dicha de Dios como tuyas. Permite que Él se complete a Sí Mismo, tal como Él define lo que es estar completo.»
Esto implica que Dios estaba incompleto, y por lo tanto, esta afirmación también debe entenderse metafóricamente. La compleción para Dios es la totalidad y la plenitud de Su estado de ser. Por lo tanto, lo que “completa a Dios” es nuestra aceptación de Su verdad y la negación de la forma de compleción del ego: nuestra carencia se abastece mediante el tomar; lo que significa robar del afuera para estar completos.
🔹️(5:3-6) «Comprenderás que lo que le brinda compleción a Él se la brinda también a Su Hijo. Él no puede dar a través de pérdidas. Ni tú tampoco. Acepta hoy Su regalo de dicha y de paz, y Él te dará las gracias por el regalo que le haces.»
Jesús vuelve al tema de dar y recibir siendo uno, que corrige el principio del ego de «uno o el otro». Dios quita para dar. Si bien el sacrificio es la piedra angular del mundo de separación, es desconocido en el Cielo. Nuestra voluntad de aprender esta feliz lección es todo lo que se nos pide para que seamos felices y nos sintamos completos.
Los párrafos 6 a 7 presentan un ejercicio que Jesús repite a lo largo del libro de ejercicios, pidiéndonos que elijamos a alguien que consideremos como un enemigo o amigo, dándonos cuenta de que esta persona es una con nosotros. Aquí el foco está en las personas que consideramos enemigos:
📘(6:1) «Nuestras sesiones de práctica de hoy comenzarán de manera ligeramente distinta. Da comienzo al día pensando en aquellos hermanos a quienes les has negado la paz y la dicha a las que tienen derecho de acuerdo con las equitativas leyes de Dios. Al negárselas a ellos fue cuando te las negaste a ti mismo. Y a ese punto es adonde tienes que volver para reivindicarlas como propias.»
Se nos dice que nuestros ataques contra otro constituyen un ataque contra nosotros mismos, ya que el Hijo de Dios es uno. Esta idea de ver que el enemigo es “nosotros”, para citar la famosa línea del «Pogo» de Walt Kelly, encuentra una expresión consumada en El Canto de la Oración, y el siguiente pasaje sobre la oración por los demás es ilustrativo:
“Orar por otros, si se entiende correctamente, se convierte en una manera de retirar las proyecciones de culpa que has puesto sobre tu hermano, y te capacita para reconocer que no es él quien te está haciendo daño. Se debe renunciar al pensamiento venenoso de que él es tu enemigo, tu malvada contraparte, tu némesis, antes de que tú puedas ser salvado de la culpa.” (S-1.III.1:4-5)
Estos ejercicios nos ayudan a reconsiderar nuestras percepciones de los demás y de nosotros mismos, corrigiéndolos de intereses separados a compartidos.
Las instrucciones para el ejercicio continúan:
📘(7:1-2) «Piensa en tus “enemigos” por un rato y dile a cada uno de ellos según cruce tu mente: Hermano, te ofrezco paz y dicha para que la paz y la dicha de Dios sean mías.»
Este es el enfoque central de Un Curso de Milagros: aprender a aceptar los regalos de Jesús corrigiendo nuestras percepciones erróneas. Al final, nos damos cuenta de que no hay nadie a quien perdonar, pero hasta que comprendamos que realmente nos estamos perdonando a nosotros mismos, debemos practicar con los demás. A través de la finalización exitosa del ejercicio, llegaremos a reconocer que no existe un enemigo ahí fuera, por eso la palabra está entre comillas. El enemigo simplemente era nuestra toma de decisiones erróneas.
Como ejemplo, si pienso en ti como un enemigo, en algún momento me doy cuenta de que algo anda mal porque te veo separado y diferente de mí. Jesús enseña que lo que veo como enemistad entre tú y yo es una proyección de la enemistad que creo que existe entre yo y Dios. La relación especial – de amor u odio – que experimento entre nosotros («en el cuerpo») no es más que la proyección de mi relación especial con el ego («en mi mente»). Al pedirle a Jesús que me ayude a perdonarte, realmente le pido su ayuda para perdonarme a mí mismo. Esto ocurre al darme cuenta de que la relación que veo afuera refleja la relación que hice real y pecaminosa dentro, tanto, que no puedo mirarla. El problema que necesita corrección, por lo tanto, no es externo, sino dentro de mí. Como Jesús dice en el texto:
“El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo.” (T-27.VIII.10:1)
🔹️(7:3) «De esta manera te preparas para reconocer los regalos que Dios te ha dado, y permites que tu mente se libre de todo lo que te podría impedir triunfar hoy.»
Jesús nos dice nuevamente que nuestras mentes tienen que elegir estar libres de todo pensamiento de culpa y proyección. Él puede eliminarlos para nosotros solo cuando se los traemos a él. Esto no se puede decir con la suficiente frecuencia, ya que contiene la esencia del perdón y es el núcleo del plan de estudios.
🔹️(7:4-6) «Ahora estás listo para aceptar el regalo de paz y de dicha que Dios te ha dado. Ahora estás listo para experimentar la dicha y la paz que te has negado a ti mismo. Ahora puedes decir: “Mías son la paz y la dicha de Dios”, pues has dado lo que quieres recibir.»
Mediante mi salón de clases de relaciones especiales eventualmente aprendo que la forma en que te veo es la forma en que me veo. La culpa que percibo en ti está en mí, porque somos lo mismo. Del mismo modo, si veo paz y dicha en ti, dándome cuenta de que tus pecados no son más que errores, me doy cuenta de que los míos también lo son, y por lo tanto, la paz y la dicha moran en mí también. Dar y recibir son lo mismo porque solo me doy a mí mismo: «No hay nadie más». Solo recibo de mí mismo:
«No hay nadie más». Tú y yo no somos dos, sino uno solo: «No hay nadie más». Por lo tanto, reclamo la paz y la dicha de Dios para toda la Filiación, incluyéndome a mí.
🔹️(8:1-2) «Si preparas tu mente tal como te hemos indicado, no podrás sino tener éxito hoy. Pues habrás permitido que se levanten todas las barreras que te separan de la paz y de la dicha, y que por fin te llegue lo que es tuyo.»
Una vez más, vemos el mensaje de Un Curso de Milagros expresado de manera sucinta. Si quiero conocer la paz y la dicha de Dios, necesito levantar los barreras que coloqué entre ellos y yo. Ellos son la creencia de que la paz y la dicha vienen a expensas de alguien más. Las barreras se fortalecen cuanto más sufro y más culpable puedo ser, porque mi paz y mi dicha secretas son mi existencia, por lo que Dios no me castigará. Así lo hice de nuevo – robé y guardo lo que robé. Mi secreto está oculto y nadie lo sabrá, y jocosamente pensamos que eso es lo que nos hará felices. El ego es feliz, sin duda, porque hemos solidificado nuestro ser individual y culpamos a alguien más por el pecado. Tal proyección perpetúa la paz y la dicha del ego. Reconocer la absoluta locura de esta posición es lo que permite levantar sus barreras. Volviendo a El Canto de la Oración, leemos:
“Pero una vez que la necesidad de conservar al otro como enemigo se ha cuestionado, y la razón para hacerla se ha reconocido aunque sea por un instante, se hace posible unirse en oración. Los enemigos no comparten una meta. Es en esto en lo que se conserva su enemistad. Sus deseos separados son sus arsenales; sus fortalezas en el odio. La clave para elevarse aún más en oración radica en este sencillo pensamiento; este cambio de mentalidad: «Vamos juntos, tú y yo.»” (S-1.IV.1:3-8)
Darse cuenta de que “Al arca de la paz se entra de dos en dos.” (T-20.IV.6: 5) es la forma en que nosotros y nuestros hermanos regresamos a Casa – «juntos».
🔹️(8:3-9:2) «Di, pues, para tus adentros: “Mías son la paz y la dicha de Dios”, cierra los ojos por un rato y deja que Su Voz te asegure que las palabras que pronuncias son verdad. Pasa hoy cinco minutos con Él de esta manera cada vez que puedas, pero no creas que menos tiempo de eso no tiene valor cuando no le puedas dedicar más. Cuando menos, acuérdate de repetir cada hora las palabras que lo exhortan a que te dé lo que es Su Voluntad dar y lo que es Su Voluntad que tú recibas.»
Al silenciar la voz del especialismo del ego, nos permitimos escuchar la Voz que nos habla a lo largo del día (W-pI.49). Jesús nos conforta con el pensamiento de que no tenemos que escuchar al Espíritu Santo todo el tiempo, y no debemos minimizar el efecto de «cualquier» tiempo que Le demos. Dicho esto, sin embargo, Jesús sí nos pide que recordemos a nuestro Maestro al menos una vez por hora. Él no haría tal petición si no sintiera que ya estamos lo suficientemente avanzados en nuestro entrenamiento – casi un tercio del camino – que al menos desearíamos pensar en el Espíritu Santo y nuestra salvación una vez por hora.
🔹️(9:3) «Proponte hoy no interferir en Sus designios.»
El problema no es lo que Dios quiere, sino nuestra determinación de mantener su Voluntad apartada de nosotros. Ya hemos aprendido el alcance de nuestra resistencia al aprendizaje – el temor de acudir cada vez más a Su amorosa Voluntad mientras acudimos cada vez menos a las palabras tentadoras del ego sobre las gloriosas maravillas de una existencia separada de nuestro Creador y Fuente.
🔹️(9:4) «Y si algún hermano pareciese tentarte a que le niegues el regalo que Dios le ha hecho, considera eso como una oportunidad más para permitirte a ti mismo aceptar los regalos de Dios como tuyos.»
Si alguien te hace enojar, debes darte cuenta de que «quieres que te hagan enojar», porque eso te permite mantener intacta tu individualidad. La tentación no tiene ningún poder a menos que «quieras» ser tentado. Es ese deseo lo que interfiere con saber que la paz y la dicha de Dios son tuyas. Cuando estés disgustado, considéralo como otra oportunidad de recibir los dones de Dios al liberar tu inversión en el especialismo y el dolor, que ahora se hace evidente a través de tus proyecciones sobre tu hermano. El proceso también funciona si ese hermano eres tú, cuando tienes la tentación de culparte por alguna falla o limitación percibida. Tu cuerpo y personalidad están tan fuera de tu mente como los de tu hermano. Por lo tanto, la “oportunidad para permitirte a ti mismo aceptar los regalos de Dios como tuyos” no es solo cuando alguien más te tienta para que los ataques, sino cuando estás tentado a atacarte.
🔹️(9:5-6) «Bendice entonces a tu hermano lleno de agradecimiento y di: Hermano, te ofrezco paz y dicha para que la paz y la dicha de Dios sean mías.»
Si he de ser feliz, no puedo exentarte de la paz y la dicha de Dios. El Canto de la Oración extiende esta enseñanza – no solo compartimos los mismos dones de Dios; compartimos el mismo ser:
“Ahora puedes decir a todo aquel que venga a unirse en oración contigo: «No puedo ir sin ti, pues eres parte de mí. »
Y así lo es en verdad. Ahora puedes orar sólo por lo que verdaderamente compartes con él. Pues has comprendido que jamás se fue, y que tú, que parecías solo, eres uno con él.” (S-1.V.3:8-12)
Así es la Filiación bendecida como una, a medida que aprendemos a bendecirnos unos a otros con la paz y la dicha de Dios. “
~ Del libro “Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM” por el Dr. Kenneth Wapnick. Traducción al Español por Alfonso Martinez.