La Verdadera Empatía - 16 de 23

La Verdadera Empatía - PARTE XVI: Comentarios sobre la Sección "La unión mayor" (T-28.IV) (cont.) ~ (16 DE 23) por el Dr. Kenneth Wapnick.
(Párrafo 4 - Frase 5) «Y al tener fe en las tuyas [la fe de nuestro hermano en nuestros sueños], él no podrá liberarse y tú quedarás atrapado en sus sueños.»
Esta es la falsa empatía, la unión a través del especialismo en la que todos nos involucramos, en la que reforzamos los sueños de los demás y ambos terminamos en prisión.
(Párrafo 4 - Frase 6) «Y sueños de terror vendrán a rondar la diminuta brecha, la cual está poblada únicamente por las ilusiones que habéis apoyado en la mente del otro.»
Esta es la unión que el ego fomenta. Es una unión en el odio, no una unión en el amor. La diminuta brecha, que en realidad no es nada y parece separarnos de Dios, se convierte en el repositorio del terror. Al hacer real la separación, hacemos real nuestra culpabilidad y la ira de Dios, y el castigo por medio de la muerte inevitable. El terror entonces vendrá a rondar la brecha, porque hemos hecho realidad el sueño. No queremos reforzar el sueño en cada uno de nosotros, sino señalar más allá de él al soñador, al que lo ha elegido.
(Párrafo 5 - Frase 1) «Ten absoluta certeza de que si tú haces lo que te corresponde hacer, él hará lo que le corresponda hacer a él, pues se unirá a ti allí donde tú estés.»
Esto no significa necesariamente que nuestro hermano hará su parte dentro del mismo marco de tiempo en el que nosotros hacemos nuestra parte. Sólo piensen en Jesús -- él hizo su parte perfectamente, pero dentro de la ilusión del tiempo, muy pocos han hecho la suya después, a pesar de su ejemplo.
Si hago mi parte y retorno mi mente a donde realmente está, y no me escondo en el mundo, y me identifico con el tomador de decisiones y tomo otra decisión para estar en el instante santo con Jesús, en ese momento todos han hecho lo mismo. Desde ese punto fuera del tiempo, reconozco la naturaleza ilusoria del sueño y el hecho de que todos somos uno, y que el sueño ya ha terminado. Dentro del instante santo, no hay más sueño. Ya ha terminado. Todavía nos aferramos a la imagen de que está allí, pero la separación ya se ha deshecho. Así que el desenlace final es tan inevitable como Dios. (T-2.III.3:10).
La octava característica de los maestros de Dios es la paciencia (M-4.VIII). La paciencia viene de la certeza de que el problema ya ha sido resuelto. Por lo tanto, Jesús no espera con impaciencia. No nos persigue y nos dice: "¡Deprisa, deprisa!". Cuando nos sentimos impacientes con la gente en nuestras vidas -- ya sea que seamos terapeutas impacientes con nuestros pacientes, maestros impacientes con nuestros estudiantes, o con nuestros hijos, familiares, amigos, colegas, o lo que sea, siempre es porque hemos perdido la fe. Hemos soltado la mano de Jesús y hemos tomado la mano del ego, que siempre está involucrado con el tiempo. Estamos tan aterrorizados del castigo que mágicamente queremos que el problema termine para que la ira de Dios no descienda sobre nosotros. La impaciencia siempre viene de una amenaza subyacente de fatalidad inminente. Cuando nos unimos a la certeza de Dios, que es lo que representa el amor de Jesús o del Espíritu Santo, entonces no hay temor de que si no lo hacemos "ayer" o mañana, algo terrible sucederá. Sabemos que nada terrible sucederá porque todo esto es un sueño, y «nada» sucede en los sueños.
Así que Jesús nos está diciendo que debemos estar seguros de que, si hacemos nuestra parte, nuestro hermano hará la suya y se unirá a nosotros donde estamos. ¿Cuál es nuestra posición? Estamos dentro de la mente -ya no en el cuerpo, ya no en el sueño- estamos fuera del sueño con el soñador, la parte que elige, que es nosotros mismos. Cuando estoy con Jesús -que es la única manera de saber que estoy en la mente, porque el ego nunca me permitiría saber que estoy allí- estoy con todos mis hermanos y hermanas.
(Párrafo 5 - Sentencia 2) «No lo invites a unirse a ti en la brecha que hay entre vosotros, pues si lo haces, creerás que ésa es tu realidad así como la suya.»
Eso es lo que siempre hacemos el uno con el otro. Nos invitamos unos a otros a unirnos en la brecha, a unirnos en el sueño, a unirnos en el cuerpo, para hacer que la ilusión se haga realidad de alguna manera, a unirse con nosotros en lo que sea que estemos involucrados, en términos del cuerpo. No en términos de la mente, sino en términos del cuerpo. Es la misma idea cuando la gente quiere unirse a otros estudiantes de Un Curso de Milagros, sin darse cuenta de que realmente están pidiendo a la gente que se una a ellos en la pequeña brecha, que se unan a ellos en el sueño. Quieres unirte a la gente a nivel de la mente, sean o no estudiantes del Curso. Creer que sólo puedo ser feliz si estoy con gente del Curso de Milagros es una locura. En todos los niveles, eso es una locura, porque es un intento de unirse en el sueño, de unirse en la forma. Quieres unirte a todos. La unión es a nivel de la mente. No tiene nada que ver con la forma.
(Párrafo 5 - Frase 3) «Tú no puedes llevar a cabo su papel por él [no podemos elegir por alguien más -- Jesús no puede hacerlo por nosotros], mas esto es precisamente lo que haces cuando te vuelves una figura pasiva en sus sueños, en vez del soñador de los tuyos.»
En otras palabras, en realidad no puedo hacer la parte de mi hermano, no puedo elegir por ti. Pero dentro del sueño, cuando me identifico con tu sueño, hago tu parte. Tu parte dentro del sueño es separarte de Dios, mi parte dentro del sueño es separarme de Dios, y luego lo hacemos el uno por el otro. Reforzamos los sueños de los demás. En realidad no podemos elegir por los demás, pero al menos podemos señalar el camino y reflejar esa elección el uno al otro.
(Párrafo 5 - Frases 4-5) «Tener una identidad carece de significado en los sueños porque el soñador y el sueño son lo mismo. El que comparte un sueño no puede sino ser el sueño que comparte porque el acto de compartir es lo que produce la causa.»
La identidad en los sueños no significa nada. En otras palabras, la identidad con las diversas formas que tomamos, la identidad con el cuerpo, no significa nada. Y siempre nos identificamos con el cuerpo. Nos identificamos por nuestro sexo, religión, color, lugar de origen, familias, profesiones, caminos espirituales, etc., y Jesús está diciendo que esto carece de significado. La mente es importante, no el cuerpo. Identificar al soñador con el sueño carece de significado. El soñador no es el sueño, porque podemos elegir otra cosa.
La siguiente línea -que una causa se produce al compartir- es importante. Esa es la misma idea que la enfermedad causada por dos personas que están de acuerdo. La enfermedad es una ilusión, porque el Espíritu Santo nunca se unió a nosotros en la ilusión. La separación es una ilusión, porque Dios nunca compartió en ella. Creemos que la separación es verdad y la enfermedad es verdad, porque nos hemos separado y nos hemos unido a otras personas en esa ilusión.
Desde el principio, Dios no reconoció lo que pensamos que sucedió, lo que significa que nunca sucedió. Él no compartió la ilusión. Es importante entender que Dios ni siquiera sabe de este mundo, y que Jesús y el Espíritu Santo no hacen nada con el sueño. Si lo hicieran, Ellos lo compartirían, lo que significaría que el sueño tiene una causa y sería real. El hecho de que Dios no lo haya compartido significa que el sueño carece de significado. Dos personas que están de acuerdo en algo lo hacen real. Ya que Dios no estuvo de acuerdo sobre la separación, nunca sucedió. Al principio, sólo había dos personajes en esta obra: Dios y Su Hijo; y el Hijo creyó que él y Dios estaban separados. Dios no reconoció la separación, porque nunca sucedió. Por lo tanto, no era real. El ego quiere que Dios se moleste y que haga algo al respecto.
Dentro del sueño del ego, hay una unión de ilusiones. Dentro del sueño del ego, el Espíritu Santo ha sido transformado del Amor de Dios y la expresión de la verdad en la ira de Dios. Dentro del sueño ahora hay acuerdo. El ego está en guerra con Dios y, dentro de su sueño, Dios está en guerra con él. Dentro del sueño, el sueño parece ser muy real y tener una causa. La causa es que Dios y el ego, Dios y el Hijo, están de acuerdo en que algo ha sucedido. No están de acuerdo en quién lo empezó -como en cualquier guerra, siempre hay desacuerdo sobre quién lo empezó- pero ambas partes están de acuerdo en que ahora hay un estado de guerra. Dentro del sueño hay una causa definida; Dios y el ego se han unido en eso y se han puesto de acuerdo. Sin embargo, la realidad es que Dios no sabe de ello; no hay campo de batalla y, por lo tanto, no hay ninguna separación. Ese es el principio de Expiación. Dos no se han puesto de acuerdo sobre la separación. Pero dentro del sueño estuvimos de acuerdo, porque inventamos a los otros personajes del sueño. El sueño comenzó con un sólo personaje: el Hijo de Dios separado, ahora identificado con el ego. El ego entonces inventa otros personajes en el sueño, así que hay una ilusión de unirse. Inventa un Dios que está enojado, así que ahora el campo de batalla es real, causado por nuestro pecado contra Dios y la ira de Dios contra nosotros. Entonces el sueño aumenta y se fragmenta una y otra vez, así que ahora parece como si hubiera todos estos hijos fragmentados alrededor, todos los cuales están de acuerdo en que de hecho sí hay un mundo. Dentro del sueño, que ahora se ha hecho realidad para nosotros, hay una causa definida, porque hemos compartido el sueño entre nosotros. Cuando dejamos este sueño y volvemos al soñador en la mente y nos unimos con el Espíritu Santo, nos unimos en la verdad. Nos estamos uniendo con el principio de Expiación, que dice que no hay separación, el sueño carece de causa, y por lo tanto no existe.
Esa es la lógica básica subyacente del Curso. Cuando compartimos los sueños de los demás, estamos reforzando la unión ilusoria original y estamos diciendo que la realidad ha sido destruida y que la ilusión es triunfante. En ese momento no hay salida, porque el campo de batalla se ha hecho realidad. Se nos pide que nos disociemos o nos separemos del campo de batalla gradualmente, y digamos que esto es sólo un sueño.
Eso es lo que Jesús nos enseñó. Él no compartía las ilusiones del mundo. Dentro de su mente, por lo tanto, al no participar en ellos, dejaron de existir -- de todos modos, nunca existieron. Él nos pide que nos unamos a él en ese instante santo, en ese espacio de amor en la mente. En ese momento no se comparten ilusiones, sólo se comparte la verdad. En ese momento nos convertimos en parte de la verdadera Causa y Efecto. La unión de Dios y Cristo, que es el verdadero compartir, es el Creador y lo creado. Esta es la verdadera Causa y Efecto. El ego replica eso, pero en sus propios términos, y la verdadera Causa y Efecto entonces se convierte en un efecto ilusorio causado por un pensamiento ilusorio, que es el pecado y la separación.
¿Está razonablemente claro? Lo diré unas cuantas veces más antes de que terminemos.
(Párrafo 6 - Frase 1) «Como consecuencia de compartir confusión estás confundido...»
Esto es obvio. Estamos confundidos sobre quiénes somos. Este es el malentendido o confusión fundamental. Creemos que somos quienes no somos, y en Quienes somos realmente ya no creemos. Estamos confundidos sobre nuestra identidad. Así que no debería sorprendernos que estemos confundidos sobre todo en el mundo. Podemos creer que estamos confundidos sobre diferentes aspectos del mundo, pero no hay nada en este mundo que tenga sentido, porque el mundo fue hecho para ocultar el sentido. Por lo tanto, estamos confundidos acerca de por qué suceden o siguen sucediendo las cosas de la manera en que lo hacen. Todo esto refleja la confusión original sobre quiénes somos.
(Párrafo 6 - Frase 1) «... pues en la brecha no existe un yo estable.»
Jesús está hablando de estabilidad versus inestabilidad, o de claridad versus confusión. En la pequeña brecha no hay un yo estable, porque el propósito de la pequeña brecha es mantener el Yo de Cristo oculto de nosotros. El yo que ocupa el lugar, el yo sustituto, es el yo inestable del ego. Es inestable porque nunca está seguro de que su hacedor pueda decidir en algún momento ya no escucharlo. El hacedor del ego es la mente, y el miedo del ego es que en algún momento la mente pueda volver a sus cabales y elegir al Espíritu Santo en vez del ego, en cuyo punto el ego está terminado. Así que el ego siempre está aterrorizado de que si la mente alguna vez vuelve a sí misma, el ego está fuera del negocio. Es por eso que el ego inventa un mundo para que sea una distracción.
(Párrafo 6 - Frase 2) «Lo que es lo mismo parece diferente porque lo que es lo mismo aparenta ser algo distinto.»
Lo que es lo mismo es que todos somos parte de la misma Filiación. Todos somos uno en Cristo. Sin embargo, parecemos ser diferentes -- eso es parte de la magia del ego. La verdad es que todos somos uno. La ilusión es que todos somos diferentes. Como mencioné antes, el ego, al fabricar el mundo y los seres humanos, hizo a todos diferentes. Cada uno tiene un conjunto único de huellas dactilares, por ejemplo, como una forma de demostrar lo diferentes que somos todos. Pero la verdad es que todos somos iguales.
(Párrafo 6 - Frase 3) «Los sueños de tu hermano son los tuyos porque tú permites que lo sean.»
En otras palabras, una vez que me he identificado con tus sueños, tus sueños tienen un efecto en mí, pero sólo porque les he dado ese poder. Te he dado el poder de arrebatarme mi paz y mi amor. Cuando me dices algo desagradable, mis sentimientos son heridos, y yo digo que mis sentimientos son heridos por lo que dijiste. Pero yo soy el que te dio ese poder.
(Párrafo 6 - Frase 4) «Mas si lo librases de tus sueños [si yo me librase de mis propios sueños], él se liberaría de ellos, así como de los suyos.»
Pueden ver en secciones como esta cómo los mismos temas se repiten una y otra vez, dentro de una sección en particular, de sección en sección, y de capítulo en capítulo, para que tengan un sentido real de la naturaleza sinfónica del Curso.
(Párrafo 6 - Frases 5-6) «Tus sueños dan testimonio de los suyos y, los suyos, de la verdad de los tuyos. No obstante, si vieses que no hay verdad en los tuyos, sus sueños desaparecerían y él comprendería qué fue lo que dio origen al sueño.»
Una vez más, es la misma idea. Mi responsabilidad contigo no es enseñarte de manera verbal o conductual que sus sueños son ilusorios. Mi responsabilidad es enseñarte a través de la decisión que «yo» tomo que el sueño no es verdad. Ahora, en el sueño general, ciertamente es verdad. Pero en un nivel práctico, tu sueño de dolor o enfermedad, o mi sueño de enfermedad y dolor no son verdad en el sentido de que no tienen el poder de quitarme mi paz. Me doy cuenta de que lo que tiene el poder de quitarme la paz es mi mente, y no cualquier otra cosa. Y eso es lo que significa esa última línea: "y él comprendería qué fue lo que dio origen al sueño." Dios no hizo el sueño. Tú no hiciste mi sueño. «Yo» hice mi sueño. Lo que hizo el sueño es la mente. Así que siempre volvemos al lugar central que la mente ocupa en el Curso. Y no es una mente que tenga algo que ver con el mundo o el cuerpo.
(Párrafo 7 - Frase 1) «El Espíritu Santo mora en vuestras dos mentes [El Espíritu Santo está en mi mente y también está en tu mente. Esto fue escrito originalmente para Helen y Bill - es por eso que está escrito de esa manera], y Él es Uno porque no hay brecha que pueda dividir Su Unicidad.»
Esto no tiene sentido para nosotros aquí. Un pasaje anterior en el texto dice que debido a que creemos que estamos separados del Cielo, el Cielo nos aparecerá como separado de nosotros (T-25.I.5:1). Así que el Curso habla de Dios el Padre como fuera de nosotros. Nos dirigimos a Él, le oramos a Él. El Curso habla del Espíritu Santo como Alguien con quien hablamos. En realidad todo esto es Uno. Dios y Cristo, Padre e Hijo son ambos totalmente Uno. Cada aspecto del Cristo es totalmente Uno. Como eso no tiene sentido para nosotros aquí, se habla del Cielo, como se explica en ese pasaje, como si estuviera separado. Hablar del Espíritu Santo como totalmente Uno dentro de Sí mismo y uno dentro de nosotros no tiene ningún sentido para nosotros.
Podemos entender que todos compartimos el mismo propósito, todos somos uno en propósito. De hecho, el final del texto habla de cómo todos “compartimos un mismo propósito, y el fin del infierno está cerca” (T-31.VIII.10:8). Eso lo podemos entender. No podemos entender cómo todos somos uno en nuestra verdadera naturaleza, pero podemos entender que todos estamos aparentemente separados en este mundo y compartimos el mismo propósito de llegar a casa.
(Párrafo 7 - Frase 2) «La brecha que separa vuestros cuerpos es irrelevante, pues lo que está unido en Él es siempre uno.»
Nuestra experiencia en este mundo no hace ninguna diferencia. No se nos pide que neguemos nuestra experiencia de la diferencia aquí, pero se nos pide que hagamos esa diferencia sin importancia. En otras palabras, la diferencia entre nosotros no tiene ningún efecto en la realidad de mi amor y mi paz.
Independientemente de que tu sueño parezca ser diferente al mío, o que tengamos la ilusión de unirnos en sueños, nuestras mentes están totalmente unificadas. Una vez más, eso no tiene ningún sentido para nosotros aquí, porque nuestra experiencia está tan separada. Yo estoy aquí y tú estás ahí fuera. Todo el mundo está separado de todo el mundo. Tenemos la ilusión de un cuerpo hablando a través del tiempo y el espacio con otro cuerpo, que lo escucha y reacciona ante él. Tenemos la experiencia de leer el Curso en una dimensión de tiempo y espacio. Creemos que este libro tiene un mensaje para nosotros que viene de Jesús, quien no está en el libro, y nosotros estamos aquí. No estamos en el libro, y entendemos el mensaje. Pero todo esto se experimenta a través del tiempo y el espacio con los cuerpos. La realidad no es así. Más bien, es la mente hablando consigo misma.
(Párrafo 7 - Frases 3-5) «Nadie puede estar enfermo si alguien acepta su unión con él. Su deseo de ser una mente enferma y separada no puede seguir vigente sin un testigo o una causa. Y tanto el testigo como la causa desaparecen si alguien decide unirse a él.»
Esto tampoco tiene sentido si pensamos que la enfermedad es del cuerpo. Dices que estás enfermo y que estás sufriendo, y no hace ninguna diferencia para ti si mi mente está curada o no -- todavía estás enfermo. Pero sí tiene sentido cuando redefinimos la enfermedad como algo que no tiene nada que ver con el cuerpo, y que sólo tiene que ver con el pensamiento en la mente. La enfermedad, entonces, es una decisión de estar separados.
Recuerden, se necesitan dos para estar separados, para hacer una enfermedad, para fabricar un mundo. Dentro del sueño, literalmente fabricamos a la otra persona. De nuevo, así es como empezó todo esto. Sólo estábamos nosotros y Dios, y Dios no sabía nada de esto. Así que inventamos un dios para sustituir al Dios verdadero, y ese dios sabía de la separación. Una vez que hubo un dios que lo sabía, tuvimos un conflicto -- entre el pecador y el pecado en contra. De ese conflicto nació el sistema de pensamiento del ego, y de ese nacimiento nació el mundo. Entonces en este sueño, en este mundo, todos estos otros fragmentos se han unido en la ilusión unos con otros. Pero la causa del mundo, el ego, y la enfermedad son dos personas que se unen en la creencia de estar separados. Hace falta que dos de nosotros estemos separados. Si cambio de mentalidad, todo se desmorona.
Eso es lo que vivimos en un nivel microcósmico entre nosotros. Cuando estoy en una relación contigo, y tu sueño te llama a estar enojado conmigo, y a acusarme de algo - ya sea que haya hecho el acto o no- si no lo tomo como algo personal, el enojo no va a ninguna parte. Si no me defiendo y estoy indefenso, no pasa nada. Cuando me defiendo, y mi enojo se encuentra con tu enojo, ambos terminamos poniéndonos a la defensiva. Nos enfrentamos, y el conflicto se solidifica y parece muy real.
Reflexionando sobre estas ideas una vez más en el contexto de la enfermedad física, podemos distinguir dos aspectos diferentes: la enfermedad en sí y la elección de la persona para identificarse con la enfermedad -la reacción de la persona a la misma, o la interpretación de la misma. Esta puede ser una distinción útil. Es lo mismo que decir que, una vez que estoy enfermo, no importa de dónde vino la enfermedad. Sólo me ocupo del hecho de que estoy enfermo, y que esto es una realidad para mí ahora. Me doy cuenta de que he elegido estar enfermo, y ahora puedo elegir qué maestro me instruirá: el ego o el Espíritu Santo.
Esto es lo que subyace a una enseñanza más importante en el manual. Al hablar del cuerpo, el manual dice: “No te desesperes, pues, por causa de tus limitaciones. Tu función es escapar de ellas, no que no las tengas.” (M-26.4:1-2). Esta es una línea muy útil e importante. Es útil porque, cuando lo entendemos, es muy gentil. Nuestra función no es estar sin las limitaciones del cuerpo. Nuestra función es escapar de la interpretación de las limitaciones que el ego ha hecho.
Si traducimos eso a enfermedad, mi función no es estar sin enfermedad; mi función, cuando elijo enfermarme, es ver mi enfermedad como un aula en la que puedo aprender mis lecciones con el Espíritu Santo, en lugar de verla como una prisión de la que tengo que escapar arrastrándote y culpándote por ello. Mi función no es estar sin culpa, enfermedad o enojo. Mi función, más bien, es no tomar a ninguno de ellos tan en serio como solía hacerlo, y no estar agobiado por la interpretación del juicio.
Para decirlo de otra manera: mi función no es estar sin enfermedad, sino escapar de la creencia de que la enfermedad tiene poder sobre la paz de Dios dentro de mí. Quiero escapar de la idea de que las limitaciones de mi cuerpo tienen algún poder sobre el amor del Hijo de Dios que soy.
Nuestro trabajo no es compartir el sueño de otra persona. Cuando podemos hacer esto, entonces estamos viviendo en un nivel microcósmico el principio macrocósmico de que Dios nunca compartió en nuestro sistema de pensamiento al principio, y por lo tanto nuestro sistema de pensamiento no existe. No se nos pide que hagamos esto en ese nivel macroscósmico. Simplemente se nos pide que reflejemos ese mismo principio al no compartir la ilusión del sueño de otra persona -- al no hacerlo realidad y tener una reacción que nos quite la paz constante y tranquila y el Amor de Dios dentro de nosotros. Cuando empiezo a sentir que pierdo esa paz y me vuelvo agitado, enojado, preocupado, inquieto, culpable, deprimido, o lo que sea, puedo darme cuenta de que he comprado tu sueño y lo he hecho realidad, pero hay otra elección que puedo hacer. Compré este sueño porque tenía miedo del amor; pero ahora al menos sé cuál es el problema. La causa de mi angustia no es tu enfermedad o tu aparente ataque contra mí. La causa de mi angustia es que me asusté de ser feliz y pacífico; me asusté de la cercanía del Amor de Dios que experimentaba en mi interior. Esa es la causa de mi angustia."
~ Extractos del taller realizado en la Fundación para Un Curso de Milagros, Temecula CA, Kenneth Wapnick, Ph.D.