La Verdadera Empatía - 4 de 23

La Verdadera Empatía - PARTE IV: Comentarios sobre la sección "La verdadera empatía" (T-16.I) ~ (4 DE 21) por el Dr. Kenneth Wapnick.
"Pasaremos ahora a la sección llamada "La verdadera empatía" (T-16.I). Esta sección, por cierto, no era originalmente parte del Curso. Llegó como un mensaje especial para Helen, pero llegó en este momento en el dictado, y obviamente encajaba muy bien con lo que se estaba hablando, así que se dejó dentro, virtualmente de la forma en que se le había dictado a ella.
Es interesante que el pasaje al final de esta página, que leeremos más adelante, habla de cómo no necesito hacer nada excepto no interferir. Otra sección posterior del texto titulada "No tengo que hacer nada" fue también un mensaje especial para Helen. Este era un tema importante que Jesús estaba tratando de hacer que Helen aceptara: que ella no tenía que hacer nada. Este es probablemente el tema más importante del Curso -- que no tenemos que hacer nada. Simplemente tenemos que aceptar la verdad y la realidad por lo que son. En el contexto de este taller, esto significa que no tenemos que hacer nada con respecto a los problemas de las personas. No tenemos que sentirnos mal por la gente y tratar de resolver sus problemas, porque siempre es el ego el que quiere hacer algo. Podemos ver lo bien que esto encaja en toda la trampa del ego. Justo al principio el ego nos dijo que tenemos que hacer algo. Existe un problema real en la mente, que se ha transformado en un campo de batalla. El verdadero problema es la ira y la venganza de Dios, y debemos hacer algo al respecto. El "hacer" tomó la forma de tener una defensa contra ese miedo, y el mundo se convirtió en esa ciudadela.
Cuando en el Curso Jesús dice que no tenemos que hacer nada, quiere decir que no hay nada que hacer porque no hay ningún problema que tenga que ser resuelto. Todo lo que necesitamos hacer es aceptar el mensaje de Expiación del Espíritu Santo. Justo al principio, el Espíritu Santo dijo: "Todo lo que tenéis que hacer es aceptar lo que os digo". El ego dijo: "Lo que tienes que hacer es aceptar lo que «yo» te digo y hacer algo al respecto". Ese fue nuestro error: nos volvimos hacia el ego. Aceptamos su verdad de que la separación había ocurrido y que teníamos que hacer algo para defendernos contra el castigo esperado de Dios.
Sabes que estás envuelto en una falsa empatía más que en una verdadera empatía cuando te sientes impulsado a hacer algo: tú «tienes» que consolar a alguien; tú «tienes» que resolver el problema; tú «tienes» que remediar la situación; tú «tienes» que aliviar el dolor; tú «tienes» que hacer algo. De lo que estamos hablando no es de lo que haces a nivel de comportamiento, sino del ímpetu que sientes dentro de ti, de la «necesidad» que tienes de hacer algo. En la verdadera empatía no haces nada. El Amor de Dios simplemente lo hace a través de ti, pero tú no tienes «necesidad» de ayudar a nadie más. Hablaremos más sobre esto a medida que avancemos.
(Párrafo 1 - Sentencia 1) «Sentir empatía no significa que debas unirte al sufrimiento, pues el sufrimiento es precisamente lo que debes negarte a comprender.»
Cuando nos convertimos en el ego, inventamos un mundo que nos enseña lo que ya le hemos enseñado al mundo: que es bueno ayudar a la gente. Cuando el Curso habla de unirse, no significa unirse con personas en el nivel del cuerpo o en el nivel de la forma. No significa unirse a grupos de Un Curso de Milagros o con otros grupos para hacer cosas. Se trata de unirse con el Espíritu Santo, lo que significa aprender a aceptar el hecho de que ya estamos unidos. Cuando decimos: "Tengo que unirme a ti", lo que decimos es: "Creo que no estamos unidos y ahora debo hacer algo al respecto". Por eso el Curso nos enseña que el perdón significa que perdonamos lo que «no» se ha hecho, no lo que «se ha» hecho. Cuando Jesús habla de unirse «verdaderamente», quiere decir dejar ir las interferencias que hemos puesto dentro de la mente a la unidad que ya existe. Todo lo que hacemos es remover las interferencias a la conciencia de esa presencia de unidad en la mente. Al principio del texto, Jesús dice que el Curso no pretende enseñar el significado del amor porque eso está más allá de lo que se puede enseñar (T-In.1:6); en cambio, se nos enseña a eliminar las interferencias a la conciencia de la presencia del amor. No nos unimos entre nosotros, porque ya estamos unidos. Nos unimos al Espíritu Santo, que entonces se convierte en el recordatorio y el testimonio y la prueba de que ya somos uno con Dios. En la falsa empatía sentimos que realmente tenemos que unirnos a alguien. La verdadera empatía significa unirse con la fortaleza del Espíritu Santo en la mente, y eso significa que automáticamente nos uniremos con la fortaleza de los demás, porque la fortaleza de Cristo ya está plenamente unida en nosotros y plenamente una. No hay nada que tengamos que hacer.
El ego quiere que nosotros, como vemos repetidamente, hagamos real el cuerpo, y que hagamos real la enfermedad y el sufrimiento. Cuando te veo sufriendo y con dolor y quiero hacer algo al respecto, ¿qué te estoy diciendo realmente? Estoy diciendo que tú y yo somos diferentes; tú y yo estamos separados; tú estás con dolor y yo no tengo dolor. Estamos comenzando con las cuatro afirmaciones que el ego ha hecho en su biblia. 1) Vemos separación. 2) Ahora hay una diferencia: tú estás con dolor, yo no. 3) Yo juzgo que tengo algo que tú no tienes, y te lo voy a dar porque soy una persona maravillosa. 4) Y eso básicamente constituye un ataque, porque decir que tengo algo que tú no tienes significa que soy mejor que tú. La verdad es que ambos somos uno en Cristo, y ambos tenemos exactamente el mismo amor, la misma identidad espiritual, y la misma paz. No hay diferencia. Cuando hago real tu sufrimiento, estoy haciendo real el cuerpo y nos veo como diferentes, que es exactamente lo que el ego quiere.
Por eso, como he dicho antes, hay que tener cuidado con los que siempre quieren ayudar, porque no vienen desde un lugar de amor. Vienen desde un lugar donde de ver diferencias: tú necesitas ayuda y yo soy el que puede ayudarte. Recuerden, no estamos hablando de comportamiento. Estamos hablando de la «necesidad» de ser un ayudante, la «necesidad» de ser un bienhechor, la «necesidad» de ser un sanador, la «necesidad» de ser un maestro, la «necesidad» de ser cualquier cosa en una relación donde somos diferentes de la otra persona.
Una de las maneras de reconocer la diferencia entre una relación especial y una santa es que la relación especial siempre implica diferencias. Somos diferentes, y tú tienes algo que yo quiero. Podría ser algo que mi cuerpo juzga como placentero para mí y esencial para mi sentido de bienestar. O mi ego me dice que tú tienes lo que yo no tengo: tú eres inocente, yo soy culpable, y voy a conseguir tu inocencia dándote mi culpa. Eso es lo que es el ataque, o lo que el Curso llama odio especial. Tú tienes la inocencia de Cristo y yo no la tengo, así que te la voy a quitar demostrando que eres una mala persona. Y luego me enojo. A veces toma la forma de querer probar que soy una mala persona, así que haré algo específicamente para hacerte enojar. De cualquier manera funciona. No importa si me veo a mí mismo como la mala persona, o si te veo a ti como la mala persona. De cualquier manera, estoy viendo separación y diferencias. Estoy juzgando si estoy juzgando contra ti o contra mí mismo. Y eso constituye un ataque porque la verdad es que todos somos uno en Cristo. Pero el ego siempre ve diferencias.
La falsa empatía siempre proviene de la percepción de diferencias. El sufrimiento es una forma muy inteligente y efectiva en la que el ego hace que el cuerpo y las diferencias sean reales. Todos estamos sufriendo. El simple hecho de estar en un cuerpo es el colmo del sufrimiento. Simplemente estar en este mundo es sufrimiento, porque este mundo no es nuestro hogar. Todos estamos sufriendo. Las formas difieren, pero las formas no hacen ninguna diferencia. Lo importante es el contenido. Simplemente estar en este cuerpo, en este mundo, es sufrimiento. Y todos compartimos eso. La verdadera empatía comienza con la idea de que todos estamos sufriendo, que todos compartimos el mismo problema. Pero así como todos compartimos el mismo problema, es decir, que elegimos al ego en lugar del Espíritu Santo, todos compartimos la misma solución, la misma fortaleza y la misma fuente de fortaleza.
Sin embargo, si veo a alguien con dolor y siento que puedo relacionarme con esa persona porque una vez experimenté el mismo dolor, eso sería hacer que el error fuera real. Le digo: "Me identifico contigo en el dolor, porque estuve allí una vez. Pero ahora ya no estoy allí". No es diferente. Cada vez que tengo algo que tú no tienes, y lo hago real, entonces estoy atrapado en la trampa del ego. Te voy a dar algo que te falta, que es lo que yo tengo. Es la forma en que el ego dice: "Mira qué bueno soy".
(Párrafo 1 - Frase 2) «Unirse al sufrimiento de otro es la interpretación que el ego hace de la empatía, de la cual siempre se vale para entablar relaciones especiales en las que el sufrimiento se comparte.»
Se convierte en: "Siento tu dolor. Realmente entiendo de dónde vienes, porque yo mismo estuve allí. Realmente puedo sentirlo por ti y puedo sentir empatía contigo." Lo que realmente estoy diciendo es que tu sufrimiento es real, y sé que es real porque yo también he sufrido.
Hay un problema subyacente aquí, que es aún peor si se tiene en cuenta lo que fomenta. Cuando sentimos lástima por alguien y sentimos su dolor, lo que implícita y a veces explícitamente le decimos a esa persona es: "Pobrecito, mira las cosas terribles que te han pasado. No es tu culpa que tengas este terrible dolor o esta cosa tan terrible que te ha pasado, y realmente lo siento por ti". Estamos diciendo: "No tienes ningún poder sobre tu vida y ningún poder sobre tu mente; de hecho, no tienes mente. Las cosas se te hacen más allá de tu control y tú no eres responsable de ellas.”
Estamos reforzando exactamente lo que el ego quiere que se fortalezca: la idea de que la mente no existe y que cosas más allá de nuestro control le suceden al cuerpo. Debido a que el ego ha causado que el velo de la negación caiga sobre nuestras mentes, no somos conscientes de que somos nosotros los que hemos elegido ser molestados y victimizados. Cuando sentimos pena por alguien, la idea subyacente es: "Esto es algo terrible que te ha pasado. Necesitas mi ayuda". Lo que estamos haciendo es enterrar el cuchillo del ego aún más profundo. La verdadera ayuda viene de recordarte que has elegido estar con dolor porque te has separado del amor de Jesús, y puedes tomar su mano de nuevo y unirte a él y tu dolor desaparecerá.
Así que otra vez: Cuando siento lástima por ti, realmente te digo que me siento mal por lo que te ha pasado. Me identifico con tu experiencia como víctima, y me uno a tu defensa que dice: "No soy una mente, no soy responsable. El mundo me hace cosas, y yo soy impotente ante el ensañamiento de los demás, del cuerpo, del mundo y aún de Dios".
La manera en que nos ayudamos unos a otros es recordándonos que tenemos otra opción. En uno de los primeros pasajes del texto que describe al Espíritu Santo, Jesús dice que el Espíritu Santo no hace nada excepto recordar (T-5.II.7:4). Su propósito es recordarnos que hemos hecho una elección errónea y que ahora podemos hacer una mejor elección.
En el manual, una sección sobre la sanación y la función del maestro de Dios como sanador dice que lo que sana no son las manos que se ponen sobre otra persona ni las palabras que una persona dice. Lo que sana es que el sanador es el recordatorio - el sanador representa la Alternativa (M-5.III) que le recuerda a la persona que está enferma que ha hecho una elección errónea al unirse con el ego, y puede hacer una elección correcta, que es unirse con el Espíritu Santo. Eso es lo que hacemos. Eso es verdadera empatía. Nos recordamos mutuamente la elección de la fortaleza de Cristo que está en la mente, a diferencia de la debilidad del ego que siempre separa y divide.
Cuando sentimos lástima por alguien, realmente es un ataque, porque le decimos a esa persona: "Has excluido con éxito el Amor de Dios de tu mente. Nunca lo recuperarás, porque ya no eres una mente. Ahora eres un cuerpo; ahora eres un cerebro, y estás a merced de fuerzas más allá de tu control". En ese momento no hay esperanza ni para ti ni para mí, porque hemos formado una alianza contra Dios al unirnos con el ego y el cuerpo. Pero nos hemos puesto un bonito disfraz, que es lo que es el amor especial. Decimos: "Estoy preocupado, y estoy lleno de compasión, simpatía y bondad, porque lo siento por ti." Eso no ayuda. Lo que realmente ayuda es que nos recordemos unos a otros a través de nuestra propia paz y amor que el dolor, el sufrimiento y la enfermedad vienen de haber elegido erróneamente. Cualquier cosa que nos permita estar en contacto con el poder de la mente es útil. Cualquier cosa que sirva para negar el poder de la mente y protegerla aún más lejos de nuestro acceso es dañina.
La verdadera empatía nos recuerda la fortaleza que hay dentro de nosotros. La falsa empatía refuerza la creencia de que no hay fortaleza en nosotros. Sólo hay un cuerpo enfermo, débil y sufriente, y sentimos pena por ello. No sentimos pena, en general, por la gente que se ha metido en fechorías. Nuestros corazones suelen estar con las personas que identificamos como víctimas, pero casi nunca con las personas que son victimarios.
(Párrafo 1 - Frase 3) «La capacidad de sentir empatía le es muy útil al Espíritu Santo, siempre que permitas que Él la use a Su manera.»
Empatizar significa realmente unirse. El Espíritu Santo usa el poder de nuestras mentes para unirse. Hemos usado el poder de nuestras mentes para unirnos con el ego. El poder de nuestras mentes para unirse es realmente el poder de nuestras mentes para decidir o elegir. Lo hemos usado para unirnos con el ego, para unirnos con un yo limitado y separado, lo que automáticamente nos lleva a unirnos en el mundo con otros yoes limitados y separados que son juzgados como cuerpos. Ese mismo poder de nuestras mentes para empatizar o elegir el ego puede ser cambiado para que sirva al Espíritu Santo. Nos unimos con Él y con Su Amor, y a través de esa unión nos unimos con todos los demás.
(Párrafo 1 - Sentencias 4-5) «La manera en que Él la usa es muy diferente. Él no comprende el sufrimiento, y Su deseo es que enseñes que no es comprensible.»
Que Él no entienda el sufrimiento, una idea que se expresa en otros lugares del Curso, significa que el sufrimiento, o cualquier cosa del ego, no es comprensible, porque no tiene sentido -- es una locura. No significa que, en otro nivel, no entendamos el ego. Una buena parte del Curso se dedica a enseñarnos a entender el ego y cómo funciona, no analizándolo, sino simplemente haciéndonos reconocer que el ego representa una decisión de separarnos del Amor de Dios. Esto lo podemos entender. Porque podemos entender que elegimos al ego, podemos entender que podemos hacer otra elección. El sufrimiento no tiene sentido porque el sufrimiento sostiene un sistema de pensamiento que no existe. Eso es lo que significa decir que el sufrimiento no se puede entender.
En otro nivel, si extrapolamos de estos principios, Jesús quiere decir que no tiene sentido tratar de entender cómo funciona el mundo. Mencioné esto brevemente antes, que no tiene sentido gastar todo nuestro tiempo y energía tratando de entender el mundo físico, ya sea que estemos hablando del cosmos, del mundo del cuerpo o del mundo del cuerpo psicológico, es decir, de nuestra psique. Todo su propósito era impedir nuestro entendimiento, porque el verdadero entendimiento sólo viene del Espíritu Santo. Así que el sufrimiento no tiene sentido, a menos que entendamos que el sufrimiento viene de una decisión del ego que tomamos para mantener la verdad lejos de nosotros -- «que» podemos entender. De lo contrario, el sufrimiento no tiene sentido. El sufrimiento no ocurre por un germen o una enfermedad, o porque una persona nos haya abandonado, rechazado o lastimado. El sufrimiento viene simplemente porque nos desviamos hacia el camino equivocado.
(Párrafo 1 - Frases 6-7) «Cuando se relaciona a través de ti, Él no se relaciona con otro ego a través del tuyo. No se une en el dolor, pues comprende que curar el dolor no se logra con intentos ilusorios de unirte a él y de aliviarlo compartiendo el desvarío.»
El Espíritu Santo no nos hace relacionarnos con el cuerpo de otra persona, porque si nos relacionamos de un ego a otro, estamos relacionándonos de un pensamiento separado a otro pensamiento separado.
"Unirse en el dolor" es algo que todos hacemos. De hecho, hay una expresión popular: "La miseria ama la compañía." Cuando nos sentimos mal o sentimos lástima de nosotros mismos, todos lo experimentamos como un gran consuelo cuando otras personas se unen a nosotros en eso, para que no nos sintamos solos. Se siente bien, pero lo que se siente bien es realmente el ego consolándose a sí mismo. Generalmente lo que experimentamos como consuelo es que otras personas nos dicen que estamos en lo correcto en sentirnos injustamente tratados. Lo que llamamos amor y ayuda, muy, muy a menudo es unirse unos con otros en el nivel de la miseria y el sufrimiento, reforzando la creencia de que sí, estamos justificados en sentirnos injustamente tratados.
Ahora bien, no estoy hablando de «comportamiento». Muchas veces la cosa más amorosa que puedo hacer por ti es "unirme" a ti en el nivel en el que estás. Pero eso no significa en mi mente y en mi corazón que me una a tu dolor. En otras palabras, me uno a ti para conducirte a un lugar diferente. Discutiremos esto más adelante.
Recuerden, el ego fabricó el mundo como una distracción y una cortina de humo e inventó los problemas en el mundo para reforzar eso. Así que nuestra atención se desvía de nuestras mentes y está aquí en el mundo. Cuando me uno a ti y hago real tu dolor y sufrimiento y te ayudo a no asumir ninguna responsabilidad por lo que estás sintiendo, estoy haciendo exactamente lo que el ego quiere. Estoy haciendo la cortina de humo muy real. Estoy diciendo que el problema está aquí.
El milagro -y la verdadera empatía- nos ayuda a mover nuestra atención fuera del cuerpo, de vuelta a la mente. Reconocemos que, sin importar lo que me hayan hecho o no, la razón por la que estoy molesto es porque tomé la decisión de estar molesto. Incluso en medio de lo que el mundo juzga un terrible ataque, puedo seguir siendo pacífico. Eso, por supuesto, es lo que Jesús nos enseñó desde la cruz. No importaba lo que se hiciera, no importaba lo injusto que fuera el ataque contra él, su paz y el Amor de Dios dentro de él no se veían afectados en absoluto. El mundo se entregó a una falsa empatía y se identificó con lo que se percibía como su dolor y sufrimiento, de modo que el cristianismo hizo un dios a partir del sufrimiento, victimizó a Jesús. Ese es un maravilloso ejemplo de falsa empatía.
Jesús realmente estaba enseñando la verdadera empatía. Nos estaba pidiendo que nos uniéramos a la fortaleza de Cristo que estaba en él. Cuando nos identificamos con esa fortaleza, no puede haber dolor, ni sufrimiento, ni lágrimas, porque todo sufrimiento y dolor proviene de la identificación con la debilidad del ego. El sufrimiento y el dolor no tienen nada que ver con el cuerpo. Recuerden, dijimos antes que el cuerpo no siente nada. El cerebro no piensa. Los ojos no ven. El dolor no proviene del cuerpo. El dolor proviene de la culpa en la mente. No hay excepciones a eso.
Lo que el mundo hizo con Jesús en la cruz fue empatizar con lo que se percibió como su dolor y sufrimiento. Si el dolor y el sufrimiento son reales, la cortina de humo está intacta, y el verdadero Amor de Dios está escondido en la mente. La lección de la cruz fue que debíamos elegir la verdadera empatía al no juzgar en base a lo que parecía ser la debilidad de Jesús, su cuerpo moribundo, sino al identificarnos con la fortaleza del amor que estaba en su mente. Eso es lo que se nos pide que hagamos unos con otros."
~ Extractos del taller realizado en la Fundación para Un Curso de Milagros, Temecula CA, Kenneth Wapnick, Ph.D.