La Verdadera Empatía - 17 de 23

La Verdadera Empatía - PARTE XVII: Comentarios sobre la Sección "La unión mayor" (T-28.IV) (cont.) ~ (17 DE 23) por el Dr. Kenneth Wapnick.
"(Párrafo 7 - Frases 6-7) «En su sueño él estaba separado de su hermano, quien, al no compartir su sueño con él, ha eliminado el espacio que había entre ellos. Y el Padre viene a unirse con Su Hijo, a quien el Espíritu Santo se unió.»
En estas dos líneas estamos consiguiendo, en cierto sentido, el deshacimiento de todo el drama del ego: tú y yo hemos entrado en un pacto de amor especial o un pacto de odio especial, en el que nos reforzamos mutuamente en nuestros sueños de carencia, privación, ataque, canibalismo, dolor, sufrimiento, etc. Esto significa que ambos hemos llenado esta pequeña brecha, esta pequeña y alocada idea, con la seriedad de lo que ha sucedido. Estamos diciendo que el pensamiento de separación ha tenido efectos terribles, y cada uno de nosotros es responsable del dolor del otro. Cuando uno de nosotros se aparta de ese trato y decide no verlo así por más tiempo -- no solo una verbalización, sino algo que se cree y se comienza a experimentar -- entonces el campo de batalla desaparece, porque se necesitan dos para tener un campo de batalla. En ese momento, esa persona puede reírse de la aparente seriedad del pensamiento de que la diminuta y alocada idea tuvo un efecto. Si yo soy esa persona, ahora puedo decir que lo que está sucediendo en tu sueño no ha tenido ningún efecto en mí. Te quiero tanto ahora como antes de que parecieras atacarme. No tiene ningún efecto en mí. Ahora te recuerdo la misma elección, y eso elimina la brecha. Al reírme -no como una burla o una risa atacante- de la diminuta y alocada idea y de la creencia de que este pensamiento podría tener un efecto en mí como Cristo, la brecha se elimina por completo. Así que ahora nos unimos con el Espíritu Santo, con el Hijo de Dios, el mundo entero se desvanece, y Dios se inclina y nos eleva hacia Él. Eso es lo que significa esa última línea: "Y el Padre viene a unirse con Su Hijo, a quien el Espíritu Santo se unió."
Primero nos unimos con el Espíritu Santo y con el Hijo de Dios, que te incluye a ti. El Hijo de Dios no soy sólo yo. Incluye a todos, especialmente a ti, que eres mi compañero de amor especial. Cuando nos unimos, nos volvemos a unir al Espíritu Santo y todo el sistema de pensamiento del ego desaparece de nuevo en su propia nada. Todo ha desaparecido y despertamos del sueño. El símbolo del Curso para despertar del sueño, una vez más, es Dios inclinándose y elevándonos hacia Él. Ese es el último paso de Dios (T-11.VIII.15:5).
(Párrafo 8 - Frase 1) «La función del Espíritu Santo es tomar la imagen fragmentada del Hijo de Dios y poner cada fragmento nuevamente en su lugar.»
Esto no significa que Él sea un armador de rompecabezas, o que Él se siente con todas las piezas y las junte -- no es algo que Él «haga». Esto es una imagen. Su misma Presencia en la mente, Su Amor, representa la Unicidad de Cristo y la unidad con Dios -- y esa Unicidad une todos los fragmentos aparentes.
Justo al principio, éramos como un enorme panel de cristal que pareció romperse. Pero antes de que se rompiera, el recuerdo del Amor de Dios ya estaba dentro de él. Cuando ocurrió la fragmentación, todo se rompió en miles y miles y miles de millones de fragmentos - todo el universo físico. El recuerdo de ese Amor de Dios está todavía dentro de cada fragmento, y ese recuerdo está totalmente unificado. A pesar de la aparente fragmentación del sueño en el que todos estamos separados, la realidad es que todos somos uno. Desde el punto de vista del panel de cristal fragmentado, parecemos ser muy diferentes. Pero desde el punto de vista de la mente que es totalmente una, es decir, desde la perspectiva del Espíritu Santo, todos somos uno, simplemente teniendo un sueño tonto.
Jesús le dio a Helen una imagen (no está en el libro, pero era una imagen para ayudarla a entender el tiempo) de la eternidad como una línea sólida e ininterrumpida, con el tiempo una espiral descendente saliendo de ella. La espiral representa la ilusión del tiempo y del mundo. Desde cualquier punto de la espiral parece como si la línea estuviera rota. Desde el punto de vista de la línea, no ha pasado nada. La línea, que representa la unidad de Dios y de Cristo -la unidad del Cielo- está totalmente intacta. Pero desde la espiral, que es donde creemos que estamos, la línea parece estar rota, y en cada punto diferente de la espiral todo parece diferente. Así que todos tenemos diferentes experiencias de los demás, Dios y el Cielo en la espiral. La verdad es, por supuesto, que la espiral nunca ocurrió.
Jesús le dijo a Helen que el propósito del Espíritu Santo es enderezar la espiral, para que se convierta en una línea sólida. Entonces todo se vuelve igual, y nos damos cuenta de que todos somos iguales. Desde el punto de vista de la fragmentación -cualquier parte de la espiral- todos parecemos diferentes, y la idea de que podríamos estar totalmente unificados, como mencioné antes, es absolutamente imposible de comprender. Pero podemos comprender que compartimos el mismo propósito. La idea de que todos somos uno no tiene sentido para nosotros. Pero para el Espíritu Santo, Quien es ese Pensamiento de Unicidad, esta es la única idea que tiene sentido, porque nada más ha sucedido. Así es como el Espíritu Santo une toda la Filiación. Una vez más, Él no pone literalmente las piezas de nuevo, porque las piezas nunca estuvieron fragmentadas en primer lugar. Es el recuerdo del Amor perfecto en la mente de cada uno de nosotros lo que nos une y sana las piezas aparentemente rotas, la imagen rota.
(Párrafo 8 - Frase 2) «Él muestra esta santa imagen, completamente sanada, a cada fragmento separado que piensa que en sí es una imagen completa.»
Cada uno de nosotros cree que somos una parte separada, un todo en nosotros mismos. Nuestras vidas parecen tener un principio, un intermedio y un final. Tenemos un cuerpo que demarca nuestra posición con respecto a otra persona. Tenemos una personalidad y un proceso de pensamiento que sólo está dentro de nosotros mismos. Tenemos pensamientos privados que no tienen que ser compartidos con nadie más. Creemos que somos una imagen y un universo entero en sí mismo. La realidad es que somos simplemente un aspecto de la única imagen que nunca se ha roto. Anteriormente, el texto habla de que el todo es mayor que la suma de sus partes. La imagen unificada de Cristo es más que la suma total de todos los fragmentos (T-2.VII.6:3), porque Cristo es la unidad total, y esa unidad trasciende a los fragmentos individuales aunque todos ellos estén sumados.
(Párrafo 8 - Frase 3) «A cada uno de ellos Él le ofrece su Identidad, que la imagen en su totalidad representa, en vez de la fragmentada y diminuta porción que él insistía que era él mismo.»
A cada pieza aparentemente separada, el Espíritu Santo ofrece la identidad total. En otras palabras, cada vez que estoy tentado de verte como separado de mí, la presencia del Espíritu Santo en mi mente es el recordatorio de que ambos somos uno. Y al no verte como separado, como compartiendo un sueño separado, como teniendo una identidad separada, o como compartiendo un propósito diferente al mío, estoy comenzando el proceso de reconocer que somos uno. En ese proceso de reconocer que somos uno, llegaré al reconocimiento de que somos uno en Cristo, y que compartimos esa Identidad como un sólo Ser. Me vuelvo consciente de que no soy esta persona separada que tiene una identidad separada de tu identidad, que tiene un cuerpo con un parentesco y una personalidad separada de ti. Todos compartimos la misma necesidad de volver a casa y la misma Identidad dentro de esa casa.
(Párrafo 8 - Frase 4) «Mas cuando él vea esta imagen, se reconocerá a sí mismo.»
Cuando pueda reconocer que todos somos uno, y que tú eres parte de Cristo, reconoceré que yo también soy parte de Cristo.
(Párrafo 8 - Frase 5) «Si tú no compartes con tu hermano su sueño de maldad, ésa es la imagen con la que el milagro llenará la diminuta brecha, la cual quedará así libre de todas las semillas de enfermedad y de pecado.»
La palabra "maldad" es una palabra muy fuerte. Pero esto significa que incluso un sueño de enfermedad, un sueño de ser una víctima inocente, es un sueño de maldad, porque es un ataque perverso a la unidad de Cristo, a la unidad de la Filiación y a Dios. Estoy diciendo que soy un cuerpo que puede sufrir. Si soy un cuerpo que puede sufrir, estoy diciendo que he matado a Dios, y mi cuerpo ahora, incluso si está muriendo, es prueba de que he vencido a Dios. Y me sentiré culpable por eso. Ahí es donde entra el pensamiento de maldad. Jesús no está diciendo que es malvado. Él está reflejando hacia nosotros nuestra culpabilidad por nuestra creencia de que hemos matado a Dios, y eso es un pensamiento malvado, perverso y pecaminoso. Él no está juzgando estos sueños como malvados. Él nos está reflejando el hecho de que los hemos juzgado como malvados.
Si hacemos nuestra parte para deshacer nuestra creencia en la realidad del sueño, estamos aclarando o limpiando esa pequeña brecha. Dentro de esa brecha reconoceríamos entonces que, así como todos somos uno en este mundo anhelando volver a casa, todos somos uno en el mundo de Dios también. Eso es lo que hace el milagro -- nos devuelve a la mente. Dentro de esa mente, cuando estamos con el Espíritu Santo o Jesús y miramos el sueño, nos damos cuenta que estamos con todos los demás también. Y las semillas de enfermedad y de pecado han sido desvanecidas.
(Párrafo 8 - Frase 6) «Y ahí el Padre recibirá a Su Hijo porque Su Hijo ha sido misericordioso consigo mismo.»
Esto es exactamente igual a lo que se dijo en el párrafo anterior. Hay una sección maravillosa llamada “El lugar que el pecado dejó vacante” (T-26.IV) -- aquí dentro de la pequeña brecha que ahora se ha limpiado está el lugar que el pecado dejó vacante. Este lugar en la mente, al que hemos retornado al no identificarnos más con la historia de pecado del ego, es el lugar que el pecado dejó vacante. Ese es el mundo real. El Curso explica -pero no en el contexto del tiempo- que cuando logremos el mundo real “será tan fugaz que apenas tendrás tiempo de dar gracias a Dios por él.” (T-17.II.4:4) antes de que Él se incline y nos eleve hacia Él. En otras palabras, hacemos una pausa, pero por un breve momento, y entonces el mundo entero termina. Esto está escrito, no desde nuestro punto de vista, sino desde el otro lado.
Nuestro trabajo es limpiar el lugar donde habíamos acogido el pecado y nos habíamos identificado con él -- ahora separándonos de él, mirándolo y diciéndole: este es el sueño que elegí, pero ahora puedo elegir otro sueño. Estos son los sueños felices. Y cuando todos los sueños felices han reemplazado todos los sueños de pesadilla, Dios entra.
Ser "misericordioso consigo mismo" significa que aprendo a ser misericordioso con los demás. En vez de atacarte y reforzar tus sueños de pecado, ataque y miedo, me vuelvo más amable contigo, dándome cuenta de que finalmente eres parte de mí. Y ya no te ataco ni a ti ni a mí mismo. Desde esa experiencia de ser misericordioso, y amable y gentil, todo el juicio y el ataque del ego es deshecho. Lo que queda, entonces, es lo que siempre estuvo ahí -- el Amor de Dios.
El siguiente párrafo comienza con una oración de Jesús a Dios Padre. Hay varios lugares como este en el Curso donde la narración se rompe y Jesús se lanza a la oración, que obviamente siempre es en nuestro nombre.
(Párrafo 9 - Frase 1) «Te doy las gracias, Padre, sabiendo que Tú vendrás a salvar cada diminuta brecha que hay entre los fragmentos separados de Tu santo Hijo.»
Claramente Jesús no está orando a Dios desde el punto de vista de Dios. Obviamente, Dios ni siquiera oye palabras. Esta es una forma literaria a través de la cual Jesús nos está enseñando que el resultado es tan seguro como Dios -- y que los pedazos rotos del Hijo de Dios serán sanados a través de nuestra aceptación de la presencia del Espíritu Santo. Una vez que lo hagamos, y dejemos ir todas las semillas de pecado, culpabilidad y enfermedad que están en esta pequeña brecha -- para que la brecha quede limpia -- lo que queda entonces es el último paso de Dios.
(Párrafo 9 - Frase 2) «Tu santidad, absoluta y perfecta, mora en cada uno de ellos.»
Esto nos recuerda un poco a la versión del Curso del Padrenuestro, que viene al final del Capítulo 16. La santidad y la perfección de Dios, la perfección de Cristo, está dentro de cada uno de nosotros. Esto no significa, como explicaré más detalladamente, que esté dentro de nuestros cuerpos. Significa que el recuerdo del Amor de Dios está todavía dentro de la mente que ha sido proyectada en el cuerpo. Ese recuerdo del Amor de Dios en nuestra mente es lo que es completo, santo y perfecto. Y ese es el Espíritu Santo.
(Párrafo 9 - Frase 3) «Y están unidos porque lo que mora en uno solo de ellos, mora en todos ellos.»
Todos los fragmentos aparentes están unidos -las mentes están unidas- porque la presencia del Espíritu Santo está en cada uno de nosotros por igual. Desde este lado todos parecemos diferentes. Y la idea de la perfecta Unicidad de Cristo parece imposible e inconcebible. Pero en el otro lado, desde el instante santo, no sólo es posible, sino que siempre lo ha sido.
(Párrafo 9 - Frases 4-7) «¡Cuán sagrado es el más diminuto grano de arena, cuando se reconoce que forma parte de la imagen total del Hijo de Dios! Las formas que los diferentes fragmentos parecen adoptar no significan nada, pues el todo reside en cada uno de ellos. Y cada aspecto del Hijo de Dios es exactamente igual a todos los demás.»
Este es un pasaje importante que fácilmente se puede malinterpretar como una expresión del panteísmo -- es decir, que Dios está en todo en el mundo: está en el grano de arena más pequeño, en una silla, en un perchero, en las personas, en los animales, etc. Esto no es lo que significa. Significa que la presencia de Dios es total en la mente de todos. Dentro de cada uno de nosotros como mente está esa presencia perfecta del Amor de Dios -- que es el Espíritu Santo.
Como egos hemos tapiado esta parte, y luego nos hemos identificado con lo opuesto del Amor de Dios, que es nuestro odio a Dios. Nos experimentamos como un yo culpable y limitado, luego tomamos ese pensamiento y lo proyectamos, de modo que ahora parece haber tomado forma. Yo digo "parece haber tomado forma" porque en realidad no hay forma. Pero parece haber forma aquí -- así que parece haber granos de arena y otros minerales y vegetales y animales y todas las formas de lo que llamamos objetos animados e inanimados, cosas que están "vivas" y cosas que están "no vivas". Todas estas son formas diferentes y maneras diferentes de tratar de disfrazar el Amor de Dios que está dentro de la mente que ha fabricado todas estas formas.
Dios no está en las formas, Dios no está en el sueño. Dios está en la «mente» del soñador. Esa es la idea clave que te ayudará a evitar ser atrapado creyendo que Dios está en todo o que el Curso está diciendo que Dios está en todo. Hay un número de pasajes como éste, y los mencionaré en un minuto -- que parecen decir eso acerca de Dios -- pero eso significaría que Dios es parte del sueño. Hemos visto cómo se nos pide que no seamos parte del sueño sino parte de la mente. Así que si Jesús nos está pidiendo que hagamos eso, obviamente Dios tampoco está involucrado con el sueño.
En la primera de dos lecciones sucesivas del libro de ejercicios está la declaración, "Dios está en todo lo que veo" (W-pI.29), y en esa misma lección se nos pide que digamos que Dios está en este colgador, Dios está en esta lámpara, etc. Entonces la siguiente lección afirma que "Dios está en todo lo que veo, porque Dios está en mi mente" (W-pI.30). Ya que Dios está en mi mente y me identifico con Él, entonces Dios está en todo lo que veo. Y cuando el Curso dice "Dios está en mi mente", realmente significa que el recuerdo de Dios -que es el Espíritu Santo- está en mi mente. En muchos lugares, especialmente en el libro de ejercicios, el Curso usa la palabra Dios cuando realmente significa el Espíritu Santo, la presencia de Dios en la mente. Así que la lección 193 dice: "Todas las cosas son lecciones que Dios quiere que yo aprenda", pero Dios no las enseña. El Curso es bastante claro al respecto. El Espíritu Santo es nuestro Maestro y se le conoce como nuestro Maestro. Dios no enseña. Así que la lección realmente está diciendo que todas las cosas son lecciones que la presencia de Dios, o la Voz, el Espíritu Santo, quiere que yo aprenda. El Espíritu Santo es el recuerdo del Amor de Dios y representa la presencia de Dios en la mente. Cuando nos identificamos con ese recuerdo del Amor, miramos desde ese punto de vista y vemos que el Amor se refleja en todas partes.
Aún más importante, estas lecciones explican que son acerca del propósito. Las lecciones están diciendo que el «propósito» de Dios, o el «propósito» del Espíritu Santo, está en todo lo que veo, porque está en mi mente. En otras palabras, cada cosa en este mundo se convierte en un aula de aprendizaje. El ego ve el mundo como una prisión de la que nunca podremos escapar, mientras que el Espíritu Santo ve el mundo como un aula que nos enseña no sólo que no tenemos que escapar, sino que ni siquiera estamos aquí. El propósito de todo en el mundo desde el punto de vista del ego es aprisionarnos aún más en el sistema de pensamiento del ego. Una vez que creemos que hay algo real en el mundo, estamos diciendo que la separación es real, el ego es real, y Dios no es real, etc. Es por eso que el ego inventó el mundo -- para ser un ataque a Dios.
Lo que hizo el ego, el Espíritu Santo ahora lo usa para cambiar las tornas del ego. El mundo se convierte en un aula en la que finalmente aprendemos que no hay mundo. De eso es de lo que se está hablando: el «propósito» de Dios está en el mundo. No es que esté literalmente en el mundo mismo, porque no hay un mundo en sí mismo. El propósito de Dios está en la mente. Pero debido a que creemos que estamos en el mundo, y nos hemos llevado a nosotros mismos de la mente al mundo, también hemos llevado ese recuerdo del Amor de Dios de la mente al mundo y al cuerpo.
Así que cuando el Curso dice que el grano de arena más pequeño es parte del Hijo de Dios, no significa literalmente que todo lo físico es parte de la Filiación. De nuevo, eso haría que el sueño se hiciera realidad. Significa que todo en el mundo físico es una proyección del pensamiento del ego que está en la mente, pero también contenido en la mente está ese recuerdo del Amor de Dios. El Curso no está diciendo que debemos reverenciar o adorar las diferentes formas que hay en este mundo. El mundo no es sagrado, la tierra no es sagrada, la gente no es sagrada. Nada es sagrado en este mundo, porque no hay nada aquí. El mundo no es sagrado, pero tampoco es impío.
Hacer real e importante cualquier cosa en este mundo es caer en la trampa de hacer que el error sea real. La idea es que no nos unamos al sueño. Ya hablamos de esto antes. No nos unimos al sueño, nos unimos al soñador. Y el soñador es la mente, donde está el Amor de Dios y donde está el odio del ego. Aprendemos que así como habíamos elegido el odio del ego como realidad, ahora podemos cambiar de mentalidad y elegir el Amor de Dios como nuestra realidad. Lo que hace santo a todo en este mundo es el «propósito» que le damos, no el mundo mismo.
Mucha gente piensa que ciertos objetos o ciertos lugares son sagrados. Es cierto, por ejemplo, que los cristales tienen una cierta fuerza electromagnética sobre ellos y dentro de ellos, pero la gente confunde eso con la espiritualidad. Si realmente tomamos literalmente -el Curso nos dice que lo hacemos- la primera ley del caos del ego - de que hay una jerarquía de ilusiones- entonces miramos un cristal y decimos que tiene más poder espiritual o fuerza espiritual que una roca ordinaria o un pedazo de piedra. O de manera similar, puede haber un cierto lugar en el mundo que tenga un punto de poder, a diferencia de otro, y por eso lo llamamos un lugar sagrado.
El lugar más sagrado de toda la tierra está en la mente, a la que el Curso se refiere varias veces como el altar. Es fácil empezar a ver, desde el punto de vista del Curso, todos los errores en los que cae la gente, cuando reconoces que literalmente nada en este mundo es real -- todo es un sueño. El Curso lo dice literalmente cuando pide que no compartamos los sueños de otros, ya sean sueños de la santidad de lugares sagrados o de personas sagradas o de objetos sagrados o de minerales sagrados, o sueños que parecen estar atacando. Jesús nos está pidiendo que no nos unamos al sueño -- que no le demos ninguna realidad ni ningún poder. Más bien, miramos hacia el soñador, donde está el poder.
Permítanme leer esa línea otra vez: "Las formas que los diferentes fragmentos parecen adoptar no significan nada." Sin embargo, las formas son legión. Son las formas de homo sapiens, de otros animales, de vegetales, de minerales -todas estas son formas. Antes, cerca del final de "Las leyes del caos", el Curso dice: “Fuera del Cielo no hay vida” (T-23.II.19:1). Esa es otra de esas declaraciones que hay que tomar al pie de la letra. La división que hacemos entre lo animado y lo inanimado es ilusoria. Por supuesto, no nos limitamos a eso. Tenemos un extenso sistema de clasificación según el cual clasificamos todo lo que es animado, todas las diferentes formas de vida -la Gran Cadena del Ser, como la gente se refiere a ella- y todas las diferentes formas de seres inanimados. Todo lo que estamos haciendo es dividir la ilusión cada vez más y más. Y nunca encontramos la respuesta a lo que es la vida, porque la respuesta no se encuentra aquí. La respuesta se encuentra en la mente, donde elegimos volvernos contra la vida hacia la muerte. Cuando volvemos a la vida, hacia el Espíritu Santo, empezamos a entender lo que es la vida y lo que no es. Eso no significa que cualquier cosa en este mundo sea impía o que estudiar cualquiera de estas formas esté mal, siempre y cuando las estudiemos con una sonrisa en nuestro rostro.
De nuevo, la última línea de ese párrafo: "Y cada aspecto del Hijo de Dios es exactamente igual a todos los demás." No hay una jerarquía de ilusiones."
~ Extractos del taller realizado en la Fundación para Un Curso de Milagros, Temecula CA, Kenneth Wapnick, Ph.D.