Lección 47

DIOS ES LA FORTALEZA EN LA QUE CONFÍO. (Lección 47)
"Esto introduce otra enseñanza importante que es central en el texto: el contraste entre nuestra debilidad y la fortaleza de Cristo en nosotros, o entre el poder ilusorio del ego y el verdadero poder del Espíritu Santo. Cuando leemos cerca del final del texto:
“Siempre eliges entre tu debilidad y la fortaleza de Cristo en ti. Y lo que eliges es lo que crees que es real. Sólo con que te negases a dejar que la debilidad guiase tus actos, dejarías de otorgarle poder. Y la luz de Cristo en ti estaría entonces a cargo de todo cuanto hicieses. Pues habrías llevado tu debilidad ante Él, y, a cambio de ella, Él te habría dado Su fortaleza.” (T-31.VIII.2:3-7)
Esta lección introduce sutilmente el tema de las relaciones especiales, que implica depositar la confianza en alguien o algo fuera de nosotros para aliviar nuestra ansiedad, o simplemente para hacernos sentir bien. Eso significa que estamos sustituyendo algún objeto, sustancia o relación por el Amor de Dios, otorgando poder (o fuerza) a estos objetos especiales para que nos brinden placer o alivien nuestro dolor. Esta elección en favor del especialismo es la sustitución de la debilidad por la fortaleza.
📘(1:1) «Si sólo confías en tus propias fuerzas, tienes todas las razones del mundo para sentirte aprensivo, ansioso y atemorizado.»
Confiar en nuestra propia fuerza significa que hemos hecho que el sistema de pensamiento del ego sea real. Habiendo hecho eso, nos sentiremos culpables. La culpa será proyectada e inevitablemente temeremos el castigo que creemos que viene de fuera de nosotros. Por lo tanto, habremos olvidado que el castigo que creemos que se avecina es una expresión natural (realmente una expresión antinatural) de la culpabilidad que sentimos en nuestras mentes. Puedes ver, por cierto, con qué frecuencia en estas lecciones se analiza la dinámica de la proyección.
📘(1:2) «¿Qué puedes predecir o controlar?»
Todos en este mundo tienen problemas con el control. Siempre intentamos predecir lo que podría suceder para que podamos estar en control, pensando en el futuro: si hago tal o cual cosa, ¿cuál será el resultado? Esto es obligatorio si queremos sobrevivir como un ego. Tenemos que estar en control. Si no, Jesús lo tendrá, lo que significa que nuestra identidad especial se ha ido. Nuestra necesidad de excluirlo encuentra su expresión en la necesidad de controlar lo que está sucediendo a nuestro alrededor, como el niño holandés que mantuvo su dedo en el dique para evitar una catastrófica inundación que destruiría su aldea. Ese es nuestro temor: si nuestro dedo se desliza, las aguas del Amor de Dios se precipitarán a través de nuestra estructura defensiva e inundarán nuestros egos hasta el punto de que los declaren no existentes. Por lo tanto, mantenemos nuestros dedos de especialismo y odio firmemente puestos contra las paredes de nuestras mentes, asegurándonos de que nada del agua del perdón que provenga de la mente recta fluya ni siquiera un poco y diluya nuestro yo.
📘(1:3) «¿Qué hay en ti con lo que puedas contar?»
¡Pues nos imaginamos que un arsenal de cosas! Estamos seguros de que si no nos salvamos a nosotros mismos, estamos condenados. Anteriormente mencioné que hemos construido nuestras vidas de tal manera que su contexto nos llegue a convencer de que nadie puede ser digno de confianza; no puedes depender de nadie, y por lo tanto, el único que te puede salvar es tú mismo. Una vez más, estamos absolutamente seguros de que tenemos razón. Sin embargo, no nos damos cuenta del pensamiento subyacente que apoya esta defensa: yo he escrito el guión de mi vida para que demuestre que estoy completamente solo en el universo y, por lo tanto, mejor me ocupo de mí, ¡porque nadie más lo hará! Recordemos esa línea tan importante del texto:
“El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo.” (T-27.VIII.10:1)
Nosotros «deseamos» estar completamente solos, ya que esto justifica vivir de manera solitaria - sin confiar en nadie - y por consiguiente, reforzando nuestro origen de estar apartados de todo, de nuestro Creador y de nuestra Fuente.
📘(1:4) «¿Qué te podría capacitar para ser consciente de todas las facetas de un problema, y de resolverlos de tal manera que de ello sólo resultase lo bueno?»
Esta idea se expresa con mayor detalle en el texto y el manual: es el Espíritu Santo, no nosotros mismos, el Único que puede juzgar correctamente. Leemos, por ejemplo:
“Es necesario que el maestro de Dios se dé cuenta, no de que no debe juzgar, sino de que no puede...El objetivo de nuestro programa, a diferencia del objetivo del aprendizaje del mundo, es el reconocimiento de que juzgar, en el sentido usual, es imposible...Para poder juzgar cualquier cosa correctamente, uno tendría que ser consciente de una gama inconcebiblemente vasta de cosas pasadas, presentes y por venir. Uno tendría que reconocer de antemano todos los efectos que sus juicios podrían tener sobre todas las personas y sobre todas las cosas que de alguna manera estén involucradas en ellos. Y tendría que estar seguro de que no hay distorsión alguna en su percepción, para que sus juicios fuesen completamente justos con todos sobre los que han de recaer ahora o sobre los que hayan de recaer en el futuro. ¿Quién puede hacer eso? ¿Quién, excepto en delirios de grandeza, pretendería ser capaz de todo esto?... Forma, pues, un solo juicio más. Y es éste: hay Alguien a tu lado Cuyo juicio es perfecto. Él conoce todos los hechos, pasados, presentes y por venir. Conoce los efectos que Sus juicios han de tener sobre todas las personas y sobre todas las cosas que de alguna manera estén involucradas. Y Él es absolutamente justo con todos, pues en Su percepción no hay distorsiones.” (M-10.2:1;3:1, 3-7; 4:6-10)
Es simplemente nuestra arrogancia como egos lo que nos lleva a creer que posiblemente podríamos entender la naturaleza verdadera de cualquier problema, sin mencionar su solución. Esta arrogancia lo que ha hecho es asegurarse a lo largo de los milenios que ningún problema - individual o colectivo - haya sido realmente resuelto. Así, vamos de día en día, de año en año, de siglo en siglo, reviviendo las mismas experiencias dolorosas una y otra vez, sin descanso del terror que representa estar errados y estar separados:
“Cada día, y cada minuto de cada día, y en cada instante de cada minuto, no haces sino revivir ese instante en el que la hora del terror ocupó el lugar del amor.” (T-26.V.13:1)
📘(1:5) «¿Qué hay en ti que te permita poder reconocer la solución correcta, y garantizar su consecución?»
Ciertamente no somos nosotros, nuestro ser de mentalidad errada, sino nuestro ser de mentalidad recta cuando elegimos identificarnos con Jesús o el Espíritu Santo.
📘(2) «Por ti mismo no puedes hacer ninguna de esas cosas. Creer que puedes es poner tu confianza en algo que no es digno de ella, y justificar el miedo, la ansiedad, la depresión, la ira y el pesar. ¿Quién puede depositar su fe en la debilidad y sentirse seguro? Por otra parte, ¿quién puede depositar su fe en la fortaleza y sentirse débil?»
De esto se trata la vida de todos. Estamos asustados, ansiosos, deprimidos, enojados y tristes. Si no, no estamos prestando atención a la situación de nuestra vida, lo que prueba que tenemos razón al creer que el mundo es un lugar hostil, amenazante y solitario, repleto de personas en las que no podemos confiar. Nos sentimos justificados al pensar que esta es la razón por la que nos sentimos tan terriblemente mal, sin saber que la fuente de estos pensamientos y sentimientos se haya en nuestra decisión de confiar en el maestro de la debilidad, en lugar de confiar en el maestro de la fortaleza.
📘(3) «Dios es tu seguridad en toda circunstancia. Su Voz habla por Él en toda situación y en todos los aspectos de cada situación, diciéndote exactamente qué es lo que tienes que hacer para invocar Su fortaleza y Su protección. En esto no hay excepciones porque en Dios no hay excepciones. Y la Voz que habla por Él piensa como Él.»
Pasajes como estos, y hay muchos de ellos en el libro de ejercicios, hacen que parezca que el Espíritu Santo está contigo para decirte exactamente qué hacer. En cierto sentido, esto es cierto, pero el enfoque nunca es realmente en lo que debes hacer, porque eso no es importante. Más bien, Jesús está enfatizando cómo tú «piensas» acerca lo que haces. Aquí es donde el Espíritu Santo entra en escena. Si te unieras a Su Amor - lo que significa que has dejado ir las barreras que te mantendrían separado de Él - todo lo que hagas y digas provendrá del amor. Eso es lo que significa ser guiado por el Espíritu Santo. No es que te diga específicamente qué hacer o qué no hacer. Cuando tu mente está alineada con la de Él, todo lo que proviene de esa mente debe ser de Él, ya que nuestros cuerpos no son más que una proyección o extensión de lo que hay en nuestras mentes. Cuando estas mentes se unen con el Espíritu Santo, una vez más, todo lo que hacemos será una expresión del amor. En nuestra experiencia puede parecer que sea Jesús o el Espíritu Santo el que nos diga hacer esto o lo otro. Pero en realidad, simplemente nos unimos con el amor abstracto en nuestras mentes, y ese amor se convierte en la fuente de nuestros pensamientos y comportamientos específicos.
«El Canto de la Oración» aborda específicamente el tema de ir más allá de nuestras necesidades específicas, llegando incluso a pedir a Dios o al Espíritu Santo el cumplimiento de nuestras peticiones especiales. De hecho, uno de los aspectos más importantes de este importante escrito es que los estudiantes de Un Curso de Milagros solo pidan ayuda para eliminar los obstáculos que impiden escuchar la Voz no específica del amor. Una vez que nuestros egos están fuera del camino, automáticamente «sabemos» qué hacer o decir.
Así Jesús enseña en las primeras páginas del anexo:
“El secreto de la verdadera oración es olvidar las cosas que crees necesitar. Pedir lo específico es muy similar a reconocer el pecado y luego perdonarlo. De la misma manera, también en la oración pasas por encima de tus necesidades específicas tal como tú las ves, y las abandonas en Manos de Dios. Allí se convierten en tus regalos para Él, pues Le dicen que no antepondrías otros dioses a Él; ningún Amor que no sea el Suyo. ¿Cuál otra podría ser Su Respuesta sino tu recuerdo de Él? ¿Puede esto cambiarse por un trivial consejo acerca de un problema de un instante de duración? Dios responde únicamente por la eternidad. Pero aun así todas las pequeñas respuestas están contenidas en ésta.” (S- 1.I.4)
Esta importante enseñanza fue subrayada en un mensaje personal a Helen, corrigiendo su tendencia a pedir palabras «específicas» para decirle a una persona en problemas. Aquí está lo que Jesús le dijo a su escriba:
“Recuerda que no necesitas nada, sino que tienes un inagotable almacén de regalos amorosos que dar. Pero enséñate esta lección sólo a ti mismo. Tu hermano no la oirá de tus palabras o de los juicios que has depositado sobre él. Ni siquiera tienes que decirle una sola palabra. No puedes preguntar, “¿qué debo decirle?” y escuchar la respuesta de Dios. En lugar de eso mejor pide, “ayúdame a ver a éste hermano a través de los ojos de la Verdad y no del juicio”, y la ayuda de Dios y de todos Sus ángeles responderá.” (Absence from Felicity: The Story of Helen Schucman and Her Scribing of A Course in Miracles, p. 381).
Regresaremos una y otra vez a este punto vital, ya que señala el camino para ir más allá del «especialismo espiritual» del ego, una de sus mayores defensas contra las verdades espirituales encontradas en Un Curso de Milagros y en muchos otros caminos espirituales.
📘(4:1) «Hoy trataremos de llegar más allá de tu debilidad hasta la Fuente de la verdadera fortaleza.»
Esto recuerda a la Lección 44, donde Jesús nos ayudó a sumergirnos en nuestras mentes, atravesando las ilusiones del ego hasta alcanzar la verdad del Espíritu Santo.
📘(4:2-5) «Son necesarias hoy cuatro sesiones de práctica de cinco minutos cada una, aunque se te exhorta a que hagas más y a que les dediques más tiempo. Cierra los ojos y comienza como de costumbre repitiendo la idea de hoy. Luego dedica un minuto o dos a buscar situaciones en tu vida que hayas revestido de temor, y desecha cada una de ellas diciéndote a ti mismo:
Dios es la fortaleza en la que confío.»
Una vez más, este es el proceso. La manera de llegar hasta tu verdadera fuerza es atravesando tu debilidad tomando conciencia de los pensamientos de tu ego. Es por eso que hay un gran énfasis en la búsqueda mental en estas lecciones. No puedes moverte más allá de la oscuridad hasta que primero te des cuenta de que «hay» oscuridad. Tienes que mirar a la inversión que tienes en mantener a tu ego saludable y en buenas condiciones, y es entonces cuando puedes lleva esa inversión en la debilidad a la fortaleza de Dios dentro de ti.
📘(5) «Trata ahora de deslizarte más allá de todas las preocupaciones relacionadas con tu propia sensación de insuficiencia. Es obvio que cualquier situación que te causa inquietud está asociada con sentimientos de insuficiencia, pues, de lo contrario, creerías que puedes lidiar con la situación con éxito. Confiando en ti mismo no es la manera de adquirir confianza. Mas la fortaleza de Dios en ti tiene éxito en todo. »
Una vez más, Jesús nos pide que nos apartemos de la debilidad y la insuficiencia del sistema de pensamiento del ego y que nos dirijamos la fortaleza de Dios que está siendo abrigada internamente para nosotros. Por eso nos exhorta en el texto:
“Renuncia ahora a ser tu propio maestro...pues no fuiste un buen maestro.” (T-12.V.8:3;T-28.I.7:1)
📘(6) «Reconocer tu propia debilidad es un paso necesario para la corrección de tus errores, pero no es suficiente para darte la confianza que necesitas, y a la que tienes derecho. Debes adquirir asimismo la conciencia de que confiar en tu verdadera fortaleza está plenamente justificado en relación con todo y en toda circunstancia.»
La estructura aquí es típica de la mayoría de las secciones en el texto: primero se te presenta el lado del ego; luego la respuesta del Espíritu Santo. A lo largo de Un Curso de Milagros, Jesús nos dice en términos muy claros cuán importante es que miremos nuestro ego. Aquí está diciendo que debemos mirar nuestra debilidad, que proviene de la identificación con el ego. Sin embargo, Jesús también enseña que hay una presencia de amor, fortaleza y verdad dentro de nosotros, que es la base de nuestra observación. Nos volvemos conscientes de que la forma en que nos identificamos con la verdad y encontramos la verdadera felicidad y paz es cuando miramos a nuestra oscuridad con la expresión de esa verdad, Jesús o el Espíritu Santo, a nuestro lado. Recuerda ese maravilloso pasaje del texto, citado aquí más completamente que antes:
“Nadie puede escapar de las ilusiones a menos que las examine, pues no examinarlas es la manera de protegerlas. No hay necesidad de sentirse amedrentado por ellas, pues no son peligrosas. Estamos listos para examinar más detenidamente el sistema de pensamiento del ego porque juntos disponemos de la lámpara que lo desvanecerá, y, puesto que te has dado cuenta de que no lo deseas, debes estar listo para ello. Mantengámonos muy calmados al hacer esto, pues lo único que estamos haciendo es buscando honestamente la verdad. La "dinámica" del ego será nuestra lección por algún tiempo, pues debemos primero examinarla para poder así ver más allá de ella, ya que le has otorgado realidad. Juntos desvaneceremos calmadamente este error, y después miraremos más allá de él hacia la verdad.
¿Qué es la curación sino el acto de despejar todo lo que obstaculiza el conocimiento? ¿Y de qué otra manera puede uno disipar las ilusiones, excepto examinándolas directamente sin protegerlas? No tengas miedo, por lo tanto, pues lo que estarás viendo es la fuente del miedo, y estás comenzando a darte cuenta de que el miedo no es real...No tengas miedo de mirar al miedo, pues no puede ser visto. La claridad, por definición, desvanece la confusión, y cuando se mira a la obscuridad a través de la luz, ésta no puede por menos que disiparla.” (T-11.V.1:1-2:3,8-9).
Por lo tanto, se nos dan ambos lados de la mente dividida: la verdad interna, así como las instrucciones para el viaje hacia esa verdad, lo que implica mirar a la debilidad del ego. Un punto más: mirar al ego no es suficiente si luego no te mueves más allá de él hacia la fortaleza de Cristo. La mitad de la lección no es la lección completa. Este pensamiento es similar al pasaje en el texto acerca de que la sanación es de la «mente», no del «cuerpo»; que los síntomas físicos sigan o no presentes no es el asunto que se discute:
“Mas la mitad de la lección no es toda la lección. El milagro no tiene ninguna utilidad si lo único que aprendes es que el cuerpo se puede curar, pues no es ésta la lección que se le encomendó enseñar. La lección que se le encomendó enseñar es que lo que estaba enfermo era la «mente» que pensó que el cuerpo podía enfermar. Proyectar su culpabilidad no causó nada ni tuvo efectos.” (T-28.II.11:5-7)
Por lo tanto, "dejar el ego a un lado" no significa nada. Más aún, no lo estás «realmente» dejando a un lado si no te identificas al mismo tiempo con la amable, indefensa y amorosa fortaleza de Cristo, inherente al recuerdo de la Unicidad del Hijo de Dios.
📘(7) «En la última fase de cada sesión de práctica, trata de llegar muy hondo dentro de tu mente a un lugar de verdadera seguridad. Reconocerás que has llegado cuando sientas una profunda sensación de paz, por muy breve que sea. Despréndete de todas las trivialidades que bullen y burbujean en la superficie de tu mente, y sumérgete por debajo de ellas hasta llegar al Reino de los Cielos. Hay un lugar en ti donde hay perfecta paz. Hay un lugar en ti en el que nada es imposible. Hay un lugar en ti donde mora la fortaleza de Dios.»
Nuevamente, dejamos a un lado "todas las trivialidades que bullen y burbujean" en nuestras mentes - nuestros pensamientos de especialismo - llevándoselos a Jesús o al Espíritu Santo; ya no nos aferramos a ellos como formas de estar seguros y de defensa. En otras palabras, ya no deseamos el propósito que dichos pensamientos sirven: que es preservar y proteger nuestro yo separado.
📘(8) «Repite la idea frecuentemente en el transcurso del día. Úsala como respuesta a cualquier cosa que te perturbe. Recuerda que tienes derecho a la paz porque estás depositando tu confianza en la fortaleza de Dios.»
Y así volvemos a este tema central de las primeras lecciones: la necesidad de una práctica continua de llevar a la respuesta específica de Jesús nuestras perturbaciones, confiando en su fortaleza y no en el substituto barato que hemos elegido para Dios que ha sido la debilidad el ego."
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick. Traducción al Español por Alfonso Martinez.