Lección 58
Repaso I
Repaso I
«Hoy vamos a repasar las siguientes ideas:»
"Esta próxima serie de lecciones tratan acerca de nuestra santidad, el otro lado de nuestras mentes que se mantiene oculta por el ego y por la no santidad de su sistema de pensamiento.
📘(1:1) (36) «Mi santidad envuelve todo lo que veo.»
🔸️(1:2) «De mi santidad procede la percepción del mundo real.»
Cuando hacemos el cambio interno y nos identificamos con el amor de Jesús en lugar de con el odio del ego, su amor se extiende a través de nosotros. Podemos seguir percibiendo exactamente el mismo mundo - el sueño en la «forma» no necesariamente cambia - pero ahora se percibe a través del amor que está dentro de nosotros mismos. Esto marca el nacimiento de la verdadera compasión. No sentimos lástima por los cuerpos de las personas, sino por la fuente real de su dolor: la creencia de que son huérfanos y nunca regresarán a casa. En esa visión compasiva se reconoce que «todas» las personas comparten el mismo sufrimiento.
🔸️(1:3-5) «Habiendo perdonado, ya no me considero culpable. Puedo aceptar la inocencia que es la verdad con respecto a mí mismo. Cuando veo el mundo con los ojos del entendimiento, sólo veo su santidad porque lo único que puedo ver son los pensamientos que tengo acerca de mí mismo.»
Este es un resumen sucinto del perdón: primero cambiamos nuestra percepción de modo que al ver de otra manera el pecado de otra persona - reconociendo que no es más que una proyección de una creencia sobre nosotros mismos - aceptamos la naturaleza ilusoria del sistema de pensamiento de separación y ataque del ego. Esto permite que la inocencia de la Expiación vuelva a nuestra conciencia y entonces se convierta en la base de nuestra nueva percepción del mundo.
La percepción inocente o verdadera es toda-inclusiva, como vemos ahora:
📘(2:1) (37) «Mi santidad bendice al mundo.»
🔸️(2:2-5) «La percepción de mi santidad no me bendice únicamente a mí. Todas las personas y todo cuanto veo en su luz comparten la dicha que mi santidad me brinda. No hay nada que esté excluido de esta dicha porque no hay nada que no comparta mi santidad. A medida que reconozca mi santidad, la santidad del mundo se alzará resplandeciente para que todos la vean.»
No solo somos uno en el sistema de pensamiento del ego, también somos uno en el del Espíritu Santo. Con este reconocimiento, nacido de nuestra nueva percepción, la creencia del ego en la separación es deshecha por la visión de Cristo que abraza a la Filiación (y por lo tanto al mundo) con su santidad. Si nuestra visión no es todo-inclusiva, no es visión. Al excluir incluso a una parte de la Filiación, la Totalidad también se excluye, por lo que nunca podremos recordar que somos el Hijo de Dios. Es por eso que Jesús nos da estas palabras como un recordatorio:
“Traigo a vuestros cansados ojos una visión de un mundo diferente, tan nuevo, depurado y fresco que os olvidaréis de todo el dolor y miseria que una vez visteis. Mas tenéis que compartir esta visión con todo aquel que veáis, pues, de lo contrario, no la contemplaréis. Dar este regalo es la manera de hacerlo vuestro. Y Dios ordenó, con amorosa bondad, que lo fuese.” (T-31.VIII.8:4-7)
📘(3:1) (38) «No hay nada que mi santidad no pueda hacer.»
🔸️(3:2-3) «El poder curativo de mi santidad es ilimitado porque su poder para salvar es ilimitado. ¿De qué me tengo que salvar, sino de las ilusiones?»
No se nos salva del mundo, ni de ningún destino terrible dentro de él, tampoco salvamos a los demás del mundo. De lo que se nos salva es de nuestros pensamientos erróneos, de los errores que provienen de haber elegido el ego en lugar del Espíritu Santo. Eso no tiene nada que ver con el mundo, sino todo que ver con nuestros pensamientos ilusorios. Nuevamente, es una salvación que nos sana como «uno», porque únicamente existe «una» ilusión en el Hijo «uno».
🔸️(3:4-6) «¿Y qué son las ilusiones sino falsas ideas acerca de mí? Mi santidad las desvanece a todas al afirmar la verdad de lo que Soy. En presencia de mi santidad, la cual comparto con Dios Mismo, todos los ídolos desaparecen.»
Una y otra vez vemos a Jesús volviendo a este punto central: nuestras percepciones erróneas son causadas por la «única» percepción errónea de nosotros mismos - que no somos tal como Dios nos ha creado. Cuando este «único» pensamiento erróneo es sanada, todas las imágenes erróneas del ego - los ídolos del especialismo - son también deshechos: «un» sólo problema, «una» sola percepción errónea de no santidad; «una» sola solución, la «única» visión de la santidad.
📘(4:1) (39) «Mi santidad es mi salvación.»
🔸️(4:2-3) «Puesto que mi santidad me absuelve de toda culpa, reconocer mi santidad es reconocer mi salvación. Es también reconocer la salvación del mundo.»
El tema sinfónico de Jesús continúa, en una serie casi infinita de maravillosas variaciones. El «único» problema de la culpa desaparece en la «única» solución de la santidad, que también hace que todos los problemas desaparezcan. De este modo, mi percepción de mí mismo es sanada y salvada, así como mi percepción del mundo, que nunca ha abandonado su fuente en mi mente.
🔸️(4:4-5) «Una vez que haya aceptado mi santidad, nada podrá atemorizarme. Y al no tener miedo, todos compartirán mi entendimiento, que es el regalo que Dios me hizo a mí y al mundo.»
La fuente de «todo» temor es que hayamos elegido la no santidad de nuestra individualidad separada en lugar de la santidad de la unicidad del Hijo de Dios. Dado que las mentes están unidas, la aceptación de mi santidad recuerda a los demás de que pueden hacer la misma elección. Esto no significa que todos «harán» esa misma elección ahora. Sin embargo, significa que dentro mi santidad me doy cuenta de que esta elección «ya» ha sido tomada porque la separación nunca fue posible. Cuando esa elección es aceptada en toda la Filiación es sólo cuestión de tiempo.
📘(5:1) (40) «Soy bendito por ser un Hijo de Dios.»
🔸️(5:2-8) «En esto reside mi derecho a lo bueno y sólo a lo bueno. Soy bendito por ser un Hijo de Dios. Todo lo que es bueno me pertenece porque así lo dispuso Dios. Por ser Quien soy no puedo sufrir pérdida alguna, ni privaciones ni dolor. Mi Padre me sustenta, me protege y me dirige en todo. El cuidado que me prodiga es infinito y eterno. Soy eternamente bendito por ser Su Hijo.»
Toda pérdida, privación y dolor surgen porque hemos olvidado quiénes somos. Ese es el problema, sin excepción, que es la razón por la cual no hay grados de dificultad en los milagros (T-1.I.1: 1). Cuando soltamos la mano de Jesús y tomamos la del ego en su lugar, estamos automáticamente dentro del dolor. Siguiendo la estrategia del ego para proteger nuestra decisión equivocada, ponemos una brecha entre la causa del dolor y nuestra experiencia de él, y entonces pensamos que entendemos la fuente del dolor - el mundo, nuestro compañero especial, nuestros cuerpos, nuestra comida o lo que sea, y por lo tanto, nunca podemos reconocer la causa real en nuestras mentes. Cuando finalmente recobramos la cordura y nos damos cuenta de nuestro error, podemos acudir al pensamiento de Expiación que refleja nuestro verdadero Ser, una Identidad que se encuentra perfectamente a salvo debido a que está más allá de todos los pensamientos de dolor y pérdida. Despertando del sueño del ego del sufrimiento, nos encontramos en casa con el Dios que realmente nunca hemos abandonado."
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick. Traducción al Español por Alfonso Martinez.