Lección 76

NO ME GOBIERNAN OTRAS LEYES QUE LAS DE DIOS. (Lección 76)
"Si la memoria no me falla, hace más de veinte años que las preguntas formuladas sobre esta lección en particular me llevaron a hablar sobre los dos niveles en los que se escribió Un Curso de Milagros. Como comenté en el Preludio, el Nivel Uno es el fundamento metafísico del Curso, que contrasta la realidad de Dios y el Cielo con la ilusión del sistema de pensamiento del ego y el mundo que surgió de él. En este nivel no hay compromiso entre la verdad y la ilusión. El Nivel Dos trata «sólo» el reino ilusorio, contrastando el sistema de pensamiento de mentalidad errada del ego de separación con el sistema de pensamiento de mentalidad correcta del Espíritu Santo de Expiación.
La razón por la que los estudiantes encuentran esta lección tan difícil, por no mencionar irritante, es su confusión de estos niveles, sin entender que el propósito del discurso del Nivel Dos es encontrarse con nosotros en el estado ilusorio en el que creemos que estamos y no hacer declaraciones de la verdad absoluta. Por lo tanto, aunque el cuerpo es intrínsecamente ilusorio, no se nos pide que lo descartemos. Muy por el contrario. Se nos pide que prestemos mucha atención a él y su lugar en nuestras relaciones especiales, ya que se convierten en las aulas en las que aprendemos las lecciones de perdón del Espíritu Santo.
Desde esta perspectiva podemos ver cómo Jesús se mofa del cuerpo; más importante, en nuestro uso del mismo. Puede recordar la declaración de Jesús de que es prácticamente imposible negar nuestra experiencia física en este mundo (T-2.IV.3: 10). Por lo tanto, no nos está pidiendo en esta lección que neguemos nuestros cuerpos al no tomar medicamentos, y mucho menos a no comer, respirar, gastar dinero, etc. Más bien, Jesús presenta una visión de lo que es estar en el mundo real, sin la creencia en los cuerpos. Un pasaje en "El logro del mundo real" resalta la ausencia total de separación que caracteriza a este estado mental avanzado:
“El mundo real...no tiene edificios ni calles por donde todo el mundo camina solo y separado. En él no hay tiendas donde la gente compra una infinidad de cosas innecesarias. No está iluminado por luces artificiales, ni la noche desciende sobre él. No tiene días radiantes que luego se nublan. En el mundo real nadie sufre pérdidas de ninguna clase. En él todo resplandece, y resplandece eternamente” (T-13.VII.1).
Esto no describe un lugar físico, sino la mente que ha sanado en la que se ha deshecho el pensamiento de separación. En ese estado, el instante santo en el que hemos aceptado la Expiación para nosotros mismos, ya no existe un cuerpo (“No hay ni un solo instante en el que el cuerpo exista en absoluto.” [T-18.VII.3: 1]). Por lo tanto, si no hay un cuerpo, no puede haber leyes que lo gobiernen. Ese es el punto aquí. Jesús no se está burlando de nosotros, ni, de nuevo, nos desafía a abandonar nuestras creencias en la necesidad de medicina, comida o relaciones. Simplemente nos recuerda que en lo que creemos no está realmente ahí. Esta nueva comprensión nos permite ya no tomar nuestras experiencias físicas y psicológicas en el mundo tan en serio como antes, reflejando que hemos aprendido a no tomarnos en serio la diminuta y alocada idea de la separación. (T-27.VIII.6: 2 -5).
Una vez más, esto no pretende ser una declaración en la que Jesús nos está presionando para que renunciemos a nuestra creencia en el cuerpo. De hecho, él dice en el texto:
“Tu pregunta no debería ser: "¿Cómo puedo ver a mi hermano sin su cuerpo?" sino, "¿Deseo realmente verlo como alguien incapaz de pecar?" ” (T-20.VII.9:1-2)
En vez de negar nuestra experiencia de que los cuerpos existen fuera de nosotros, Jesús enfatiza que su meta para nosotros es que cambiemos de «mentalidad» acerca del cuerpo; es decir, su propósito. Él nos exhorta a no proyectar más nuestro pecado percibido en otros, atacándolos y reforzando la creencia en intereses separados. El perdón - el mensaje de Un Curso de Milagros - se basa en la simple premisa de que nuestros intereses son uno. Discutiremos todo esto con mayor detalle a medida que leamos la lección.
📘(1:1) «Hemos visto antes cuantas cosas absurdas te han parecido ser la salvación.»
La referencia, por supuesto, es a nuestros objetos de amor especial, los ídolos que fabricamos para mostrar a Dios que no necesitamos Su Amor. Los objetos de odio especial funcionan de esa manera también, en la medida en que sentimos que la salvación llega cuando realmente podemos odiar a otro o sufrir dolor. Al culpar a alguien (o algo) distinto de nosotros por nuestra miseria, establecemos nuestra inocencia. La salvación, entonces, toma cualquiera de las dos formas, y al ego no le importa si es un amor u odio especial, siempre que la salvación se vea como algo externo a nuestras mentes.
🔹️(1:2-4) «Cada una de ellas te ha aprisionado con leyes tan absurdas como ellas mismas. Sin embargo, no estás aprisionado por ninguna de esas cosas. Mas para comprender que esto es cierto, primero te tienes que dar cuenta de que la salvación no se encuentra en ninguna de ellas.»
Esta es una referencia a las leyes del especialismo, que se centran en la roca sobre la que descansa la salvación del ego: «uno o el otro» - alguien debe perder para que otro pueda ganar. Cada ley del ego - tanto en la mente como en el mundo - refleja este principio básico. Uno las encuentra también en las cinco leyes del caos del ego (T-23.II), el abuelo virtual de todas las leyes. El punto clave es que estas leyes no sólo emanan de la mente, sino que también permanecen allí, siguiendo el principio fundamental de que «las ideas no abandonan su fuente». Sin embargo, parecen ser externas, y nuestras vidas están gobernadas por ellas. La verdad, sin embargo, es que estamos limitados únicamente por la decisión de nuestra mente, y esta es verdaderamente la buena noticia. Tenemos muy poco control - si es que hay alguno - sobre las leyes del cuerpo, y esto parece condenarnos a una vida de victimización sin esperanza, la impotencia que sienten casi todas las personas. Pero sólo «nosotros» - la parte que toma decisiones de nuestras mentes - podemos controlar el hecho de que hemos elegido identificarnos con estas leyes. Ahí radica nuestra verdadera ayuda.
Este es un concepto extremadamente importante de entender, ya que te mantendría honesto mientras trabajas en esta lección. Para entender por qué no estás bajo ninguna ley que no sea la de Dios, y por qué no estás sujeto a ninguna de las leyes del cuerpo, primero debes darte cuenta de que tienes una mente, porque ahí es donde reside la salvación. El problema es que no creemos que la tengamos. Sin importar cuántas veces Jesús nos dice esto en Un Curso de Milagros, sin importar cuántas veces leemos las mismas líneas, sigue habiendo una parte de nosotros que no lo cree, porque todavía creemos que él nos está enseñando «como un cuerpo». Él enseña repetidamente cómo no estamos realmente aquí, y por eso el cuerpo no hace nada: no nace, ni vive ni muere; no sufre dolor ni siente placer. En otras palabras, todo ocurre en la mente. Sin embargo, esto no significa absolutamente nada para nosotros, porque, de nuevo, todavía pensamos que Jesús nos está hablando como una persona, viviendo en un cuerpo.
Nos rehusamos a ir a la fuente de este yo - la mente - que no está en absoluto en el cuerpo, y encontramos el problema real. Si encontráramos esto en nuestras mentes - la culpa por la separación - veríamos la respuesta de la Expiación.
Esta lección, entonces, es un ruego a todos nosotros de que prestemos atención y pensemos en lo que Jesús nos está enseñando en Un Curso de Milagros. Cuando nos hace decir una y otra vez - como lo hace más adelante en el sexto repaso - “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó,” lo dice muy literalmente. Cuando nos dice "Soy espíritu", lo dice muy literalmente también. Debemos tener muy claro que «no» lo creemos, porque aún pensamos que Jesús, una persona separada, nos habla a «nosotros», como personas separadas, y nos enseña cosas muy buenas. Sin embargo, todavía no nos damos cuenta de que no nos está enseñando como un cuerpo. Lo que pensamos que es nuestro yo corporal no es más que el reflejo de un pensamiento en la mente. Esta es una lección tan importante porque señala claramente la naturaleza ilusoria del cuerpo.
Igual de clara, si lo estudiamos cuidadosamente, es la razón por la que tenemos tantos problemas con ello: «¡No queremos creerlo!» La base de nuestra dificultad es la negativa a aceptar que la salvación no está fuera de nosotros, sino más bien dentro de nuestras mentes, el lugar del problema y la respuesta.
🔹️(1:5-6) «Mientras la busques en cosas que no tienen sentido te atarás a ti mismo a leyes que tampoco tienen sentido. Y de esta manera, tratarás de probar que la salvación está donde no está.»
De nuevo, ese es el problema: no queremos saber que tenemos una mente, porque si lo hacemos, en algún momento elegiremos contra el ego y nuestra individualidad desaparecerá. El ego nos dice que el problema es el pecado y la culpa, que se encuentran en nuestro cuerpo o en el de alguien más. Ya que ahí es donde está el problema, la salvación también se encuentra ahí. Si creo que el pecado está en mi cuerpo, creo en el sufrimiento y el sacrificio; Si creo que está en el tuyo, creo en el juicio y el ataque. El plan de salvación del ego, por lo tanto, consiste en castigar el cuerpo - el mío o el tuyo.
Evadir la verdad de que tenemos una mente puede tomar otra forma. Por ejemplo, Un Curso de Milagros dice que no me gobiernan otras leyes que las de Dios y que no soy un cuerpo. Por lo tanto, puesto que mi cuerpo es una ilusión, no tengo que ver a los médicos; ni necesito cerrar con llave mi coche o apartamento; no tengo que cuidar mi cuerpo, por lo que no importa lo que como o lo que hago. Estos son solo algunos ejemplos de lo que yo llamo "santurronería": la negación simplista e ingenua del cuerpo y sus problemas. En lugar de aceptar la irrealidad fundamental del cuerpo como una sombra de culpa, los "santurrones" simplemente niegan que tengan un cuerpo, lo que hace que la fuente de la sombra - la culpa de nuestra mente - sea aún más inaccesible. Así, la respuesta de la Expiación permanece aún más oculta bajo el arsenal de defensas del ego.
Esta lección ciertamente «no» tiene la intención de desalentar a los estudiantes del Curso de Milagros de buscar atención médica, o de rechazar la inoculación si planean viajar al extranjero, por ejemplo. No tiene la intención de desalentar a los estudiantes de comer alimentos que son buenos para ellos, o hacer lo que sea que ellos creen que es saludable. Todos tenemos alguna noción de lo que es bueno o malo para nosotros, no hay nada bueno o malo en este sentido - y cualquier cosa en la que creas es lo que debes hacer. Además, Jesús no está diciendo que debas renunciar a la amistad ni a nada que refleje las leyes del mundo. Simplemente está diciendo que sería valioso darse cuenta de la fuente de estas leyes y entender su lugar en el sistema de pensamiento del ego. Sólo entonces puedes elegir cambiar su propósito para que ocupen su lugar más apropiado en el sistema de pensamiento de corección del Espíritu Santo.
Implícito en todo esto, para resaltar el punto importante, es la necesidad de comprender la tremenda resistencia que tenemos para aceptar el hecho de que no somos cuerpos. Este es un tema importante en el texto y es una de las piezas centrales del libro de ejercicios. Nuevamente, Jesús usa estas declaraciones se mofa amorosamente de nosotros, como lo hace en estos pasajes del texto que resaltan la inutilidad de tratar de proteger el cuerpo y hacerlo real y atractivo:
“¿Puedes acaso darle vida a un esqueleto pintando sus labios de color rosado, vistiéndolo de punta en blanco, acariciándolo y mimándolo? ¿Y puede acaso satisfacerte la ilusión de que estás vivo?” (T-23.II.18:8)
“¿Para qué quieres proteger el cuerpo? Pues en esa elección radica tanto su salud como su destrucción. Si lo proteges para exhibirlo o como carnada para pescar otro pez, o bien para albergar más elegantemente tu especialismo o para tejer un marco de hermosura alrededor de tu odio, lo estás condenando a la putrefacción y a la muerte.” (T-24.VII.4:4-6)
“[El cuerpo] se engalana a sí mismo con objetos que ha comprado con discos de metal o con tiras de papel moneda que el mundo considera reales y de gran valor. Trabaja para adquirirlos, haciendo cosas que no tienen sentido, y luego los despilfarra intercambiándolos por cosas que ni necesita ni quiere.” (T-27.VIII.2:2-3)
Por lo tanto, se nos alienta a pedirle ayuda a Jesús para aprender a no tomarnos tan en serio nuestra identificación corporal. Pero - una vez más - no nos está pidiendo que «neguemos» nuestros cuerpos en el proceso.
Sabríamos que hemos caído en la trampa de la seriedad cuando nos sentimos impacientes con aquellos que no niegan su cuerpo, o acusamos a otros de no hacer bien el Curso de Milagros, ya que tienen preocupaciones físicas o psicológicas. Esos juicios deben ser una bandera roja, lo que indica que estamos acusando a otros de lo que secretamente nos acusamos a nosotros mismos. Recuerda, queremos la completa paciencia sobre la que se habló en la lección anterior, y no podemos tenerla sin ser completamente amables. La paciencia y la amabilidad van de la mano - es por eso que están entre las diez características de los maestros de Dios (M-4.IV, VIII).
📘(2:1) «Hoy nos alegraremos de que no puedas probarlo.»
La parte de nosotros que se aferra a nuestro yo individual y especial ¡«no» está contenta! Necesitamos ser conscientes de nuestra resistencia a estar verdaderamente contentos de que la salvación no está fuera de nosotros sino dentro. Esa conciencia eventualmente hará posible que venga la verdadera alegría.
🔹️(2:2-4) «Pues si pudieses [probarlo], buscarías la salvación eternamente donde no está, y jamás la hallarías. La idea de hoy te repite una vez más cuán simple es la salvación. Búscala allí donde te espera y allí la hallarás.»
La salvación nos espera y, por lo tanto, tenemos que ser pacientes con nosotros mismos - elegir la salvación que nos espera en nuestras mentes. Debemos estar dispuestos a «buscar» la salvación donde podamos «hallarla». Para lograr esa meta, Jesús nos instruye en ver el cuerpo como el efecto de la mente, que es la causa: la «causa» que es el problema; la «causa» que es la solución. ¿Qué podría ser más simple?
🔹️(2:5) «No la busques en ninguna otra parte, pues no está en ninguna otra parte.»
Una vez más, Jesús no insiste en que renunciemos a las cosas corporales, sino que nos pide entender por qué las hacemos. No se trata de cambiar el «efecto», no tiene sentido hacerlo - sino de cambiar la «causa» subyacente, logrado a través de perdonarnos amorosamente a nosotros mismos. Dicho de otra manera, cambiamos la causa mirando con el amor y la amabilidad de Jesús a nuestro lado. No buscamos cambiar el cuerpo, ni negar lo que estamos haciendo. Simplemente miramos.
¡Ahora vienen las líneas que cada estudiante ama!
📘(3:1) «Piensa en la liberación que te brinda el reconocimiento de que no estás atado a las extrañas y enrevesadas leyes que has promulgado para que te salven. Crees realmente que te morirías de hambre a menos que tengas fajos de tiras de papel moneda y montones de discos de metal. Crees realmente que una pequeña píldora que te tomes o que cierto fluido inyectado en tus venas con una fina aguja te resguardará de las enfermedades y de la muerte. Crees realmente que estás solo a no ser que otro cuerpo esté contigo.»
Jesús está tomando tres de los aspectos más importantes de nuestra existencia aquí: la dependencia del «dinero», el miedo a la «enfermedad» y la necesidad de acudir a los médicos para obtener ayuda, y la «relación especial» que dice que si no tengo a otra persona conmigo, estaré solo en mi miseria. Sin embargo, Jesús no nos está diciendo que renunciemos a estas cosas; simplemente que miremos nuestra inversión en ellos.
Cerca del final del anexo de Psicoterapia, en una sección llamada "La cuestión del pago" (P-3.III), Jesús discute el dinero, pero no dice que los terapeutas no deben cobrarles a sus pacientes. Él dice que "aun el terapeuta avanzado tiene algunas necesidades terrenales mientras está aquí." (P-3.III.1: 3), y por lo tanto requerirá un pago. Es evidente, sin embargo, que Jesús no está hablando de dinero «per se», sino de la actitud del terapeuta que llevaría a estafar a los pacientes, por ejemplo, o que insistiría en que paguen aunque les faltaran fondos. Nuevamente, mientras estemos aquí, tendremos necesidades, lo que significa que el dinero es una necesidad. Por lo tanto, Jesús no está en contra de que ganemos dinero, al igual que él no está en contra de que cuidemos el cuerpo. Él nos está ayudando a cambiar nuestro énfasis del cuerpo a la mente, lo que nos permite hacer la comprensión del propósito.
Al final del viaje, en el mundo real, no habrá ningún énfasis en absoluto en el cuerpo, porque nos habremos dado cuenta de que no hay ninguno. En ese momento, reconocer la naturaleza ilusoria del cuerpo no es negación, ni tampoco es la base de afirmaciones para reprimir una experiencia con la que no queremos lidiar. Nos hemos dado cuenta de lo que Jesús se refiere en el texto como “la simple declaración de un simple hecho.” (T-26.III.4: 5). Lo que nos permite alcanzar este simple hecho del mundo real, en el que no hay separación ni cuerpo, es mirar amorosamente nuestra inversión en negar tanto la culpa como la Expiación que están en nuestras mentes. Aprendemos que somos amorosos con nosotros mismos por el grado en que somos amorosos con los demás. Cuando los juzgamos «no» amorosamente, es sólo porque nos hemos atacado a nosotros mismos por alejar a Jesús una vez más. Además, dado que él está dentro, hemos alejado también la mente, lo que arraiga nuestra atención en el cuerpo, el principal fauno de protección del ego y la consumación de su plan de salvación.
📘(4:1) «La demencia es la que piensa estas cosas. Tú las llamas leyes y las anotas bajo diferentes nombres en un extenso catálogo de rituales que no sirven para nada ni tienen ningún propósito. Crees que debes obedecer las "leyes" de la medicina, de la economía y de la salud. Protege el cuerpo y te salvarás.»
Es esencial que cuides de tu cuerpo «mientras pienses que eres uno». No hacerlo siempre que te identifiques con él es solo una expresión de odio hacia ti mismo y de auto-castigo, por no hablar de necedad. «Cuidar de tu cuerpo puede ser, por lo tanto, una forma amable y gentil de perdonarte a ti mismo». Recuerda, nadie que lea Un Curso de Milagros cree plenamente en lo que Jesús dice, porque si lo hiciera no lo necesitarían. Creemos mucho que somos cuerpos. De hecho, estas lecciones están dirigidas específicamente a aquellos que creen en ellos. Como cuerpos, vivimos en el tiempo, y es obvio que estas lecciones están dirigidas a las personas con plazos determinados. Casi todas las lecciones mencionan algún aspecto de nuestra existencia temporal - minutos, horas, días, semanas, años - porque los alumnos de Jesús creen que son cuerpos que existen en el tiempo y en el espacio, y él no nos pide que los neguemos. Una vez más, él nos pide que seamos amables y bondadosos con nuestro cuerpo y el de otras personas, lo que refleja el deseo de perdonarnos a nosotros mismos por nuestro mal uso de ellos, la sombra de nuestro mal uso de la mente.
Sin embargo, también es importante que reconozcamos que estas "leyes" se mantienen «sólo» porque les hemos dado el poder para hacerlo. No estamos atados a las leyes del cuerpo, sino a la decisión de nuestra mente de ser un cuerpo, que ha sido diseñado específicamente para estar bajo las leyes a las que parecemos estar atados. Así es como buscamos "proteger el cuerpo ... [para] ser salvados", mientras que nuestra verdadera protección - la Expiación - se mantiene enterrada bajo las leyes de culpabilidad y especialismo del ego.
📘(5:1) «Eso no son leyes, sino locura.»
Son locura porque en realidad solo existen las leyes de Dios: las leyes del amor, la unicidad y la vida eterna. Todas las demás "leyes" están fuera de la Mente de Dios y, por lo tanto, residen en la mente de locura del ego.
El siguiente párrafo establece explícitamente la relación causal entre la mente y el cuerpo, cuya relación es, en cierto sentido, el corazón mismo de la lección:
🔹️(5:2-3) «El cuerpo se ve amenazado por la mente que se hace daño a sí misma. El cuerpo sufre sólo para que la mente no pueda darse cuenta de que es la víctima de sí misma.»
¿Cómo se hace daño a sí misma la mente? Culpa. El "daño" original en mi mente fue la creencia que me separé de Dios, porque en esa decisión negué mi verdadera realidad. A partir de ese momento me castigo continuamente con la culpa. Mi ego no quiere que me dé cuenta de que es mi mente la que me está victimizando, y que yo - el tomador de decisiones encubierto por el sistema de pensamiento del ego - soy el que está sufriendo. Por lo tanto, mi tomador de decisiones, ahora identificado con el ego, proyecta la culpa sobre el cuerpo, lo que se convierte así en la sombra de la culpa. Ahora parece que el cuerpo sufre - la cortina de humo que mantiene mi mente fuera de la conciencia. En el siguiente pasaje, Jesús explica la locura de ver el cuerpo como el problema, cuando todo el tiempo es la mente ingeniosa del ego la que mueve los hilos desde detrás de su velo de secreto:
“El que castiga el cuerpo está loco...Atribuir la responsabilidad de lo que ves a aquello que no puede ver, y culparlo por los sonidos que te disgustan cuando no puede oír, es ciertamente una perspectiva absurda. El cuerpo no sufre el castigo que le impones porque no tiene sensaciones. Se comporta tal como tú deseas que lo haga, pero nunca toma decisiones.” (T-28.VI.1:1; 2:1-3)
Nuestra mente es, de hecho, la fuente del problema, pero incluso allí su culpa no merece castigo, como nos haría pensar el ego, sino simplemente corrección.
🔹️(5:4) El sufrimiento corporal es una máscara de la que la mente se vale para ocultar lo que realmente sufre.
Lo que Jesús quiere decir con "mente", por supuesto, es el tomador de decisiones, que elige al ego, elige hacer que la culpa sea real, y luego elige proyectarla sobre el cuerpo. Por lo tanto, el tomador de decisiones es el que utiliza el cuerpo para ocultar la verdadera causa del sufrimiento: su decisión en favor de la separación y la culpa. La ingeniosidad de la estrategia del ego se describe con más detalle a continuación, parte de la sección de la que acabamos de citar. Aquí vemos cómo el tú - nuestro tomador de decisiones, se esconde detrás del cuerpo para que nadie se entere de lo que realmente está sucediendo: la decisión de la mente de estar separada y culpable:
“Lo que odias y temes, deseas y detestas [la culpabilidad del ego], el cuerpo no lo conoce. Lo envías [la parte que toma las decisiones de nuestras mentes] a buscar separación y a que sea algo separado. Luego lo odias, no por lo que es, sino por el uso que has hecho de él. Te desvinculas de lo que ve y oye, y odias su debilidad y pequeñez. Detestas sus actos, pero no los tuyos. Mas el cuerpo ve y actúa por ti. Él oye tu voz. Y es frágil e insignificante porque así lo deseas. Parece castigarte, y así, merece que le odies por las limitaciones que te impone. No obstante, eres tú quien lo ha convertido en el símbolo de las limitaciones que quieres que tu mente tenga, vea y conserve.” (T-28.VI.3)
🔹️(5:5) «[El tomador de decisiones de la mente] no quiere entender que es su propia enemiga; que se ataca a sí misma y que quiere morir.»
Si supiéramos esto, por supuesto, cambiaríamos de mentalidad en un instante. Si supiéramos que «nosotros» éramos el problema - nuestro tomador de decisiones había elegido al ego - no dudaríamos en elegir el Espíritu Santo, lo que marcaría el final del ego. Una vez más, para asegurarse de que esta catástrofe nunca ocurra, el ego - la parte de nuestras mentes que abraza la separación - elabora su estrategia de ausencia de mente, que hace que el Hijo se identifique con un cuerpo que se convierte en una fuente constante de atención y preocupación. De este modo, llegamos a creer que el mundo y el cuerpo - de otros y el nuestro - son los enemigos, mientras que el verdadero "enemigo" - la elección de mentalidad errada de nuestro tomador de decisiones - permanece a salvo fuera de la conciencia, oculta por la culpa y el miedo.
🔹️(5:6-7) «De esto es de lo que tus "leyes" quieren salvar al cuerpo. Para esto es para lo que crees ser un cuerpo.»
Jesús nos ayuda a comprender la motivación o el propósito de tener un cuerpo: tener un lugar donde ocultar la culpa de la mente. Por lo tanto, el ego nos dice que sí tenemos un problema real - en nuestros cuerpos - pero que afortunadamente hay leyes que se ocuparán de ello. El problema, nos convence el ego, no es nuestro vacío interior porque dejamos a Dios, sino, por ejemplo, el vacío en nuestros estómagos. Por eso, los llenamos de comida y nos sentimos bien. La “ley” dice: si tienes hambre, comes. Además, si deseas mantenerse saludable comiendo, debes comer alimentos específicos - independientemente de lo que creas, ya que la comida en sí no importa.
Así, el ego ha tomado el problema de la falta - la ausencia de Cristo porque creo que lo crucifiqué - lo separa y lo proyecta, por lo que ahora hay una falta percibida en mi cuerpo. Las "leyes" del ego luego vienen a salvarlo y resolver el problema de mantener nuestra existencia física y psicológica como criaturas del mundo. Así se convierte, además del problema de los alimentos, en:
1. El problema es que estoy completamente solo en el universo, ya que destruí a Dios. Sí, asiente el ego, hay un problema de soledad, pero está en el cuerpo. Por lo tanto, inventaré las relaciones especiales y te enseñaré las leyes de la manipulación y la seducción, que te permitirán mantener a otros cuerpos cerca de ti. Así se resuelve el problema de tu soledad.
2. El problema es que estoy empobrecido porque deseché el tesoro de Dios. No tengo nada. Sí, asiente el ego, hay un problema de empobrecimiento, pero está en el cuerpo. Por lo tanto, inventaré el dinero y te enseñaré las leyes para ganarlo. Así se resuelve el problema de tu empobrecimiento.
3. El problema es que estoy enfermo de corazón porque traicioné a Dios. Sí, asiente el ego, hay un problema de enfermedad, pero está en el cuerpo. Por lo tanto, inventaré la medicina y te enseñaré las leyes para adquirirla y usarla. Así se resuelve el problema de tu enfermedad.
Y sigue y sigue.
Esta lección nos ayuda a entender que las leyes que el ego nos dice que salvarán el cuerpo sólo mantendrán la separación y la culpabilidad que hay en nuestras mentes. El propósito de Jesús, una vez más, no es hacernos sentir culpables o fracasados, sino simplemente ayudarnos a darnos cuenta de dónde está el problema para que pueda ser «verdaderamente» resuelto.
📘(6:1-2) «No hay más leyes que las de Dios. Esto necesita repetirse una y otra vez hasta que te des cuenta de que es aplicable a todo lo que has hecho en oposición a la Voluntad de Dios.»
Por "repetirse, una y otra vez", Jesús no quiere decir, una vez más, que usemos sus palabras como un mantra o afirmación. Más bien, son una declaración de la verdad a la que traemos las leyes de la ilusión del ego. El cuerpo no es más que el producto final de una larga serie de pensamientos que fueron fabricados en oposición a la Voluntad de Dios: separación, especialismo, pecado, culpa, miedo y muerte. Por lo tanto, debemos prestar mucha atención a nuestras experiencias de victimización a manos de leyes sobre las cuales no tenemos control y sobre las cuales creemos que descansa el destino de nuestra paz. Es esta distorsión errónea lo que llevamos a la verdad, reconociendo cómo hemos usado las leyes del cuerpo como una tapadera para ocultar nuestra culpa por creer que, de hecho, habíamos elegido contra las leyes de Dios.
🔹️(6:3) «Tu magia no tiene sentido.»
Las leyes del mundo tienen que ver con la magia porque son externas. El milagro - la contraparte de la magia - es interno. La magia nos ayuda a cambiar nuestros cuerpos; el milagro nos ayuda a cambiar nuestras mentes. La magia es la solución del ego a un problema donde no se puede resolver - en el «cuerpo». El milagro es la solución del Espíritu Santo a un problema donde se puede resolver - en la «mente».
🔹️(6:4-5) «Lo que pretende salvar no existe. Únicamente lo que pretende ocultar te salvará.»
Esta es una buena declaración de Nivel Uno: el cuerpo no existe. Además, el cuerpo y sus leyes se hicieron para ocultar la culpa en nuestras mentes. Sin embargo, no sólo conservan la culpabilidad, sino también su deshacimiento, producido por la aceptación de la Expiación, que es lo único que puede salvarnos.
📘(7:1) «Las leyes de Dios jamás pueden ser reemplazadas. Dedicaremos el día de hoy a regocijarnos de que así sea. No es ésta una verdad que queramos seguir ocultando. En lugar de ello nos daremos cuenta de que es una verdad que nos mantiene libres para siempre. La magia aprisiona, pero las leyes de Dios liberan. La luz ha llegado porque no hay más leyes que las de Él.»
Necesitamos prestar cuidadosa atención a las leyes del ego que obedecemos para poder remontarnos a lo que representan en nuestras mentes, como acabo de hacer referencia. Así: el dinero deshace nuestra experiencia de «empobrecimiento» espiritual; poner comida en nuestro estómago y oxígeno en nuestros pulmones suministra la «carencia» en nuestras mentes divididas; y el especialismo deshace la «soledad» que es el estado "natural" de una mente separada. Por lo tanto, podemos usar las leyes del ego para que reflejen hacia nosotros lo que pretendían ocultar: la creencia de que las leyes de Dios pueden ser reemplazadas. De hecho, han sido reemplazadas - por «mí»; al menos por el yo de mentalidad errada y engañado que piensa que es un yo separado. Sin embargo, ahora estamos listos para aprender que esta ilusión ocurrió únicamente en nuestros sueños. Nuestro verdadero Ser sólo espera a que abramos los ojos.
Jesús ahora se mofa más de nosotros:
📘(8:1-5) «Comenzaremos hoy las sesiones de práctica más largas con un breve repaso de las diferentes clases de "leyes" que hemos creído necesario acatar. Éstas incluyen, por ejemplo, las "leyes" de la nutrición, de la inmunización, de los medicamentos y de la protección del cuerpo en las innumerables maneras en que ésta se lleva a cabo. Crees también en las "leyes" de la amistad, de las "buenas" relaciones y de la reciprocidad.
Ya debería ser bastante obvio que Jesús no nos está pidiendo que renunciemos a nuestra creencia en estas leyes, que son la base misma de nuestra existencia en el mundo. Pero se nos pide que nos retiremos con él - que vayamos «por encima del campo de batalla» (T-23.IV), y miremos a través de sus ojos al lugar que ocupan estas leyes en el sistema defensivo y estrategia de ausencia de mente de nuestro ego. Así aprendemos a no tomarlos ni a nuestras vidas tan en serio como antes. Este punto, al igual que muchos otros, no puede mencionarse con demasiada frecuencia. Nuestra resistencia a mirar al ego sin juzgar es enorme, y necesita la amable persuasión de la amorosa repetición para disminuirla efectivamente.
🔹️(8:5) «Puede que hasta incluso creas que hay leyes que regulan lo que es de Dios y lo que es tuyo. Muchas "religiones" se han basado en eso.»
Jesús pone “religión” entre comillas porque nos está diciendo que estas —las religiones formales del mundo— no son religiones «verdaderas». El significado etimológico de «religión» es "unirnos de nuevo" y nos "unimos de nuevo" al darnos cuenta de que el Hijo de Dios es uno - somos uno con el otro y uno con Dios. Las “religiones” del mundo separan, sus adherentes juzgan a todos los que no están de acuerdo con ellos, creyendo inconscientemente que ellos mismos están separados de Dios. Así, Jesús afirma lo siguiente en el anexo sobre Psicoterapia, que trata el tema del lugar de la religión en la práctica de la psicoterapia:
“La religión formal no ocupa ningún lugar en la psicoterapia, así como tampoco ocupa un lugar verdadero en la religión.” (P-2.II.2:1)
Una vez que la religión, independientemente de su origen inspirador, se formaliza, se convierte en separatista. Inevitablemente, se subsume bajo las leyes del «homo sapiens», que no solo delimita los lugares respectivos y jerárquicos de los diferentes miembros de la especie, sino también los lugares respectivos y jerárquicos de Dios y nosotros. La separación se convierte en la ley del Cielo, mientras que la verdadera ley de unidad y unicidad desaparece en la realidad que ha sido ocultada por la exteriorización del Amor de Dios, la única ley.
🔹️(8:6-7) «Dichas religiones no salvan, sino que condenan en nombre del Cielo. En cualquier caso, sus leyes no son más extrañas que otras "leyes" que tú crees que debes obedecer para estar a salvo.»
Estas "leyes" de las religiones formales son ciertamente extrañas, ya que hacen que el Amor de Dios sea condicional, accesible a través del cuerpo. Por otro lado, la universalidad del amor lo hace totalmente accesible y fácil de recordar cuando se ve al mundo como un aula en la que aprendemos las lecciones de perdón que nos permiten «trascender» el mundo y el cuerpo por completo.
Sin embargo, Jesús quiere que reconozcamos que la extrañeza de las leyes de las religiones no es más extraña que cualquier otra. Después de todo, no existe una jerarquía de ilusiones (T-23.112: 3). No nos está pidiendo que neguemos nuestra dependencia de la nutrición, la inmunización, la medicación, la protección, el especialismo o cualquier otra cosa, sino que simplemente nos dice: "Mira tu dependencia de estas leyes a través de mis ojos, y te darás cuenta de que son sombras de la culpa de tu mente. Mira amorosamente conmigo la relación entre la sombra y su fuente, y date cuenta cómo esta conexión causal no te ha brindado paz.” Jesús no está pidiendo enfatizar el punto una vez más - que dejemos ir nuestra inversión en nuestro propio cuerpo o en el de alguien más. Sus palabras nos piden sólo que dejemos ir el propósito que le hemos dado al cuerpo, permitiéndole cambiar este propósito de la culpabilidad al perdón.
📘(9:1-2) «No hay más leyes que las de Dios. Deshecha hoy todas tus insensatas creencias mágicas y mantén la mente en un estado de silenciosa preparación para escuchar la Voz que te dice la verdad.»
¿Cómo te preparas en silencio? Tranquilizas los chillidos estridentes del ego y la insistencia obstinada de que tienes razón y de que Dios está equivocado. Y luego espera con paciencia para ir más allá de la resistencia nacida del miedo a la verdad nacida del amor.
🔹️(9:3) «Estarás escuchando a Uno que te dice que de acuerdo con las leyes de Dios las pérdidas no existen.»
En todas las leyes del ego - ya sean religiosas o no - hay pérdida. Si he de comer, un animal o vegetal debe perder su "vida"; si he de satisfacer mis necesidades de especialismo, otro debe sufrir; y si he de ser perdonado por Dios, debo sacrificarme. Debe ser así, porque la roca sobre la que descansa la esclavitud del ego es que uno debe perder para que otro pueda ganar. Declaraciones como la anterior corrigen amorosamente esa ilusión.
🔹️(9:4-6) «No se hacen ni se reciben pagos; no se pueden hacer intercambios; no hay substitutos y ninguna cosa es reemplazada por otra. Las leyes de Dios dan eternamente sin jamás quitar nada.»
El ego nace del pensamiento original de que soy un sustituto de Dios o de Cristo, y todo lo demás se sigue lógicamente de esa premisa ontológica. En otras palabras, desde el pecado de sustitución experimento culpa, que luego exige ser castigado. Para mitigar la ira vengativa de la deidad contra la que se pecó, invento una teoría de la salvación en la que parece como si Él exigiera mi pago por lo que robé, un pago que gotea con la sangre de mi sufrimiento y sacrificio: el significado del ego de la expiación. De este pensamiento demente surge un mundo en el que creemos que podemos alcanzar la felicidad o la salvación sólo a través de algún tipo de pago. Así encontramos las siguientes declaraciones en Psicoterapia sobre la cuestión del pago. A diferencia de la visión del mundo, en la que los pacientes pagan a los terapeutas por su experiencia, «quid pro quo», Jesús aboga por una visión más marxista: «De cada cual según su capacidad. A cada cual según su necesidad.» Desafortunadamente, esta visión utópica nunca ha sido probada, sin embargo, Jesús la convierte en la base de su visión sobre el «pago», distinguiéndola del costo:
“Sólo un sanador no sanado intentaría sanar por dinero, y no tendrá éxito en la medida en que lo considere de valor. Ni encontrará su sanación en el proceso. Habrá algunos a quienes el Espíritu Santo les pida algún pago para Su propósito. Habrá otros a quienes no se lo pida...Hay una diferencia entre pago y costo. Dar dinero donde el plan de Dios lo asigna no tiene costo. Retenerlo de donde corresponde por derecho tiene enorme costo...Los pacientes pueden pagar solamente por el intercambio de ilusiones. Esto, en verdad, tiene que exigir pago, y el costo es grande...Si su relación ha de ser santa, cualquier cosa que uno necesite, el otro la da; cualquier cosa que le haga falta a uno, el otro la provee...El terapeuta compensa al paciente con gratitud, lo mismo que el paciente lo compensa a él. No hay costo para ninguno de los dos...Esto…[refleja] la ley de Dios, y no la del mundo.”
Anticipándose a la inevitable queja, Jesús afirma:
“Esta visión del pago puede parecer muy poco práctica, y así sería a los ojos del mundo. Pero ninguno de los pensamientos mundanos es realmente práctico. ¿Cuánto se gana al esforzarse por conservar ilusiones? ¿Cuánto se pierde al desechar a Dios? ¿Y es posible hacerlo?” (P-3.III.2:1-4, 6-8; 3:3-4; 4:4,6-7; 5:4; 7:1-5)
La ley que se nos pide que reflejemos en nuestras relaciones es la ley de la perfecta Unicidad, en la que no puede haber costo ni pérdida. Su expresión amorosa dentro del mundo de la ilusión es la roca sobre la que descansa la salvación: “Y todo el mundo «tiene» que ganar, si es que uno solo ha de ganar.” (T-25.VII.12: 2).
El siguiente párrafo nos pide que escuchemos al Espíritu Santo decirnos, una vez más, cuán insensatas son de hecho las "leyes" que nos hemos esforzado por cumplir:
📘(10:1) "Escucha a Aquél que te dice esto y date cuenta de cuán insensatas son las "leyes" que tú pensabas regían el mundo que creías ver. Sigue prestando atención. Él te dirá más. Te hablará del Amor que tu Padre te profesa, de la infinita dicha que te ofrece, de la ardiente añoranza que siente por Su único Hijo, creado como Su canal de creación, pero que éste le niega debido a su creencia en el infierno."
El Espíritu Santo no nos quita nuestras leyes, sino que nos muestra su insensatez al reflejar un sistema de pensamiento que es insensato. Recuerda cómo los milagros no hacen la elección correcta. Simplemente nos muestran lo incorrectos que hemos sido en nuestras elecciones anteriores:
“El milagro establece que estás teniendo un sueño y que su contenido no es real...El milagro no hace sino mostrarle [al soñador] que él no ha hecho nada.” (T-28.II.7:1,10)
Una vez que Él tiene nuestra atención, el Espíritu Santo nos "habla" del Amor celestial que elegimos olvidar, cuando elegimos recordar el infierno del amor especial del ego.
📘(11:1) «Abramos hoy los canales de Dios y permitamos que Su Voluntad se extienda a través de nosotros hasta Él. »
La forma en que abrimos los canales de Dios - nuestras mentes - es perdonarnos a nosotros mismos por haber elegido al ego como sustituto del Amor de Dios. El perdón es la llave que abre la casa de mentalidad correcta del Espíritu Santo, que habíamos sellado con cerraduras de culpabilidad y especialismo.
🔹️(11:2-6) «De esa manera es como la creación se expande infinitamente. Su Voz nos hablará de esto, así como de los gozos del Cielo, que Sus leyes mantienen por siempre ilimitados. Repetiremos la idea de hoy hasta que hayamos escuchado y comprendido que no hay más leyes que las de Dios. Después nos diremos a nosotros mismos, a modo de dedicatoria con la cual concluye la sesión de práctica:
No me gobiernan otras leyes que las de Dios. »
Una vez que elegimos aceptar la Expiación y recordar nuestra Identidad como Cristo, nos identificamos con nuestra verdadera función de creación: el aumento infinito del Amor de Dios «a través» de nosotros y «como» nosotros. Este "nosotros" es el Hijo uno de Dios, el Cristo que Él creó como uno con Él; el Ser que ya no está «bajo» las leyes de Dios - «es» la ley de Dios.
📘(12:1) «Repetiremos hoy esta dedicatoria tan a menudo como sea posible; por lo menos cuatro o cinco veces por hora, así como en respuesta a cualquier tentación de sentirnos sujetos a otras leyes a lo largo del día. Es nuestra declaración de que estamos a salvo de todo peligro y de toda tiranía. Es nuestro reconocimiento de que Dios es nuestro Padre y de que Su Hijo se ha salvado.»
Estamos de vuelta donde empezamos - la aceptación de la Expiación. Jesús nos está pidiendo que fortalezcamos nuestra determinación de aceptar esta aceptación a lo largo del día - «al menos» cada doce o quince minutos. Por lo tanto, buscamos recordar - tan a menudo como podamos y especialmente cuando tengamos la tentación de creer en las leyes del ego de la escasez y la privación, del especialismo y la pérdida - que "no hay más voluntad que la de Dios; no hay más leyes que las de Él". Entonces gustosamente reconocemos: "Sí, hice estas leyes y todavía creo en ellas. Pero ahora estoy dispuesto a admitir que estaba equivocado. La verdad es que Dios es mi Padre y no el ego, y por lo tanto, soy salvo de mis pensamientos de pecado y culpa, porque han desaparecido en Su Amor." La única pregunta que nos queda es por qué «no» recordaríamos este hecho feliz durante todo el día."
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick. Traducción al Español por Alfonso Martínez.