Lección 83

Lección 83
(Repaso II )
📘(1:1) (65) «MI ÚNICA FUNCIÓN ES LA QUE DIOS ME DIO.»
«No hay» nada más.
🔸️(1:2-5) «No tengo otra función salvo la que Dios me dio. Este reconocimiento me libera de todo conflicto porque significa que no puedo tener metas conflictivas. Al tener un solo propósito, siempre estoy seguro de lo que debo hacer, de lo que debo decir y de lo que debo pensar. Toda duda no puede sino desaparecer cuando reconozco que mi única función es la que Dios me dio.»
Nuestra función es perdonar, la única razón de mentalidad correcta para estar en el mundo. No estamos aquí para salvarlo, ganar mucho dinero, formar una familia feliz, tener un cuerpo sano o vivir hasta los ciento cincuenta años. Recordar esto eliminará el conflicto, porque creer que nuestra función es externa inevitablemente estará en conflicto con nuestra función interna de darnos cuenta de que nada externo es importante; únicamente el cambio de pensamiento provocado por el cambio de los maestros.
El conflicto también resulta de querer estudiar este curso y regresar a casa, al mismo tiempo que anhelas ser su gran maestro, o, aparentemente más humildemente, su devoto estudiante, mientras que aún deseas los regalos de especialismo: dinero, fama, poder y amor. En estos casos, consideramos un objetivo externo tan importante - si no más - que el interno, estableciendo el conflicto que fue el objetivo del ego desde el principio. Sin embargo, este curso terminará con el conflicto, no lo exacerbará, y el único propósito de mentalidad correcta del mundo externo, una vez que lo hemos fabricado, es que sea el espejo que nos muestre la elección que hemos hecho internamente. Sólo entonces nuestras mentes - la verdadera fuente del conflicto - podrán ser sanadas, como explica el siguiente pasaje:
“No olvides que el único propósito de este mundo es sanar al Hijo de Dios. Ése es el único propósito que el Espíritu Santo ve en él, y, por lo tanto, es el único que tiene. Hasta que no veas la curación del Hijo como lo único que deseas que tanto este mundo como el tiempo y todas las apariencias lleven a cabo, no conocerás al Padre, ni te conocerás a ti mismo. Pues usarás al mundo para un propósito distinto del que tiene, y no te podrás librar de sus leyes de violencia y de muerte.” (T-24.VI.4:1-4)
La curación es, pues, el único propósito cuerdo del mundo. Una vez que lo fabricamos como una expresión de nuestro odio a Dios y a Cristo, nuestro nuevo Maestro cambia su propósito. El mundo se convierte en el vehículo para mostrarnos, primero, que tenemos una mente, y segundo, la decisión en favor del ego que tomamos dentro de ella. Ahora la decisión correcta es inevitable, y estamos seguros del propósito del perdón a medida que la duda desaparece.
Ahora buscamos aplicar lo que estamos aprendiendo:
🔸️(2:2-3) «Mi percepción de esto no altera mi función. Esto no me confiere una función distinta de la que Dios me dio.»
Cualquiera que sea la situación que creo que está perturbando mi paz no tiene ningún efecto en mi mente. Dicho de otra manera, nada de lo que percibo como externo tiene el poder de cambiar mi propósito de perdón. Independientemente de las reacciones del ego ante una situación, mi función permanece dentro, amorosa y pacientemente salvaguardada para mí por Jesús. El lector puede recordar nuestra cita anterior de este hermoso pasaje en el texto - Jesús haciendo eco de su gentil y paciente papel como nuestro maestro - parte del cual miramos nuevamente:
“He salvaguardado todas tus bondades y cada pensamiento amoroso que jamás hayas abrigado. Los he purificado de los errores que ocultaban su luz, y los he conservado para ti en su perfecta luminiscencia.” (T-5.IV.8:3-4)
A pesar de las travesuras de nuestro ego, no podemos perder. Nuestra locura no tiene efecto en la cordura interna, ni en nuestra función cuerda del perdón.
🔸️(2:4) «No me valdré de esto para justificar una función que Dios no me dio.»
Permítaseme no usar una situación externa como un medio para justificar la creencia de que hay algún propósito en mi vida que no sea deshacer el sistema de pensamiento del ego. El mundo está muy feliz de cooperar en el plan del ego - después de todo, el ego fabricó el mundo para que cooperase - al brindarnos una oportunidad tras otra para justificar nuestros juicios y resentimientos, nuestra percepción de que hemos sido injustamente tratados; una injusticia que sólo puede remediarse con nuestra respuesta defensiva y, en ocasiones, agresiva. Sin embargo, nos dicen dos veces: la ira nunca está justificada (T-6.in.1:7; T-30.VI.1:1-2). Restaurar la paz de la mente es nuestra única responsabilidad, y el reconocimiento de este hecho feliz es el corazón de nuestra función de perdón.
📘(3:1) (66) «MI FUNCIÓN Y MI FELICIDAD SON UNA.»
Esto se debe a que nuestra felicidad no resulta de nada en el mundo. Recuerda que las leyes del especialismo nos dicen que nuestra felicidad proviene del cuerpo: el nuestro o el de otro, o cualquier cosa externa. Esto, nuevamente, debe engendrar conflicto, porque la felicidad viene sólo cuando dejamos de lado la culpa, el gozoso efecto del perdón. Sin embargo, si pensamos que hay placer en el mundo, inevitablemente estaremos en conflicto. Esto ciertamente no significa que debamos sentirnos culpables porque todavía buscamos el placer corporal, sino solo que debemos ser conscientes de lo que estamos haciendo. Este no es un curso para sacrificar o renunciar a lo que sentimos que es importante, sino para aprender, como Jesús nos instruye cerca del final del texto, que renunciar al mundo no es renunciar a nada y, por lo tanto, no hay sacrificio involucrado. Así, al mismo tiempo que nos pide que renunciemos a lo que no es nada, Jesús nos está ayudando a reconocer que todo aquí no es nada. Sólo entonces podremos realmente renunciar al mundo:
“¡Renuncia al mundo! Pero no con una actitud de sacrificio, pues nunca lo deseaste. ¿Qué felicidad que jamás buscaste en él no te ocasionó dolor? ¿Qué momento de satisfacción no se compró con monedas de sufrimiento y a un precio exorbitante? La dicha no cuesta nada. Es tu sagrado derecho, pues por lo que pagas no es felicidad. ¡Que la honestidad te acelere en tu camino, y que al contemplar en retrospectiva las experiencias que has tenido aquí no te dejes engañar! Por todas ellas hubo que pagar un precio exorbitante y sufrir penosas consecuencias.” (T-30.V.9:4-12)
Este es un curso para abrir nuestros ojos para que entendamos cómo lo que pensamos, sentimos y hacemos encaja en el plan de Expiación de Dios. Todo lo que deseamos afuera puede servir a un propósito santo, si permitimos que el Espíritu Santo nos enseñe su verdadero significado. Por lo tanto, para repetir este punto importante, comprender que nuestra felicidad no proviene de lo externo no debe hacernos sentir culpables. Es una declaración que simplemente nos ayuda a darnos cuenta de que toda nuestra vida está basada en el conflicto, y de esa comprensión viene el final del conflicto y el alborear de la verdadera felicidad.
🔸️(3:2-4) «Todas las cosas que proceden de Dios son una. Proceden de la Unicidad y tienen que ser recibidas cual una sola. Desempeñar mi función es mi felicidad porque ambas cosas proceden de la misma Fuente.»
El ego trata de separarnos de Dios y de nuestro ser - «en la mente» - y luego hacer que creamos que nuestra felicidad y función descansan fuera de nosotros - «en el cuerpo». Una vez que entendemos el principio de unicidad, sin embargo, todo está claro. El contraste es sorprendente entre este principio y cómo vivimos nuestras vidas, que se caracterizan por la separación, las diferencias y los eventos discretos: nos sentimos bien algunos días y otros no; bien con algunas personas pero no con otras; bien con las mismas personas a veces pero no otras veces, y así sucesivamente. Nuestra experiencia nunca está unificada, porque todo se rige por la adhesión al principio del ego de «uno o el otro»: mis intereses y los tuyos están separados - si yo gano tú pierdes, si yo pierdo tú ganas. Jesús nos ayuda a darnos cuenta de que el camino de regreso a la Unicidad viviente de Dios es a través de reflejar Su Amor, lo que hacemos al percibirnos unos a otros a través de la lente de los intereses compartidos.
🔸️(3:5) «Y debo aprender a reconocer lo que me hace feliz, si es que he de encontrar la felicidad.»
El propósito de estas lecciones es enseñar lo que nos haría felices. Hemos visto repetidamente que la felicidad no reside en el cumplimiento de algo externo, porque eso es meramente transitorio.
Jesús nos pide que apliquemos la idea de la lección de la siguiente manera:
🔸️(4:2-3) «Esto no puede separar mi felicidad de mi función.
La unidad que existe entre mi felicidad y mi función no se ve afectada en modo alguno por esto.»
Al igual que en la lección anterior, se nos pide que reconozcamos que cualquiera que sea la forma de enojo que nos enfrente, no tiene poder para cambiar la felicidad que trae el perdón. La felicidad proviene de la decisión de la mente, y ningún poder en el mundo puede quitarnos eso. Solo nuestra decisión puede, y desafortunadamente lo ha hecho.
Podemos ver una y otra vez en estas aplicaciones cómo Jesús nos pide que tomemos estas ideas relativamente abstractas y las apliquemos en nuestras situaciones cotidianas. Eso es obligatorio si hemos de aprender este curso, que no es realmente un proceso intelectual. Si bien el aprendizaje intelectual de su mensaje es importante - ese es el propósito del texto, después de todo - si no aplicamos las enseñanzas, no significan nada. Por lo tanto, el énfasis de estas lecciones es que pasemos por nuestro día como normalmente lo haríamos, pero en el momento en que algo perturbe nuestra paz o nos exalte, darnos cuenta de que esto no puede tener ningún efecto en nuestra felicidad y función, que están dentro de nosotros. Simplemente las hemos cubierto con ilusiones, que no tienen ningún efecto sobre la verdad.
La última declaración repite este pensamiento:
🔸️(4:4) «Nada, incluido esto, puede justificar la ilusión de que puedo ser feliz si dejo de cumplir mi función.»
Cuando algo te hace feliz y te da placer, date cuenta de que esta experiencia está separada de tu función de perdón, por lo que no durará. La verdadera felicidad en este mundo proviene de dejar de lado la culpa, el problema que nos hizo huir de nuestras mentes, ya que creíamos que huíamos del Cielo. El deshacimiento de la culpa, entonces, es la fuente de la dicha, porque deshace todo sufrimiento y dolor, y nos devuelve al hogar que nunca abandonamos. Nuestra felicidad durante el día se equipara con el perdón, en donde reconocemos que nada ni nadie tiene el poder de quitarnos la paz de Dios. Es nuestra, esperando nuestra aceptación. La conciencia de este hecho, incluso si aún no estamos listos para elegir la paz, proporciona una insinuación de dicha y un sentido de esperanza, que son imposibles mientras pensemos que necesitamos manipular, seducir o cambiar el mundo. Esto puede funcionar algunos días, pero nunca todo el tiempo. De hecho, este es el criterio que Jesús nos pide que utilicemos para evaluar el valor de cualquier cosa en el mundo, como dice en la Lección 133. Anticipándonos a este incisivo pasaje, leemos:
“...si eliges algo que no ha de durar para siempre, lo que estás eligiendo carece de valor. Un valor temporal no tiene valor alguno. El tiempo jamás puede anular ningún valor real. Lo que se marchita y perece jamás existió, y no tiene nada que ofrecerle al que lo elige.” (W-pI.133.6:1-4)
Simplemente darnos cuenta de que ya no tenemos que dar “valor a lo que no lo tiene” (W-pI.133, título), incluso si aún no estamos listos para dejarlo ir, es una fuente de esperanza."
~ Del libro "Viaje a Través del Libro de Ejercicios de UCDM" por el Dr. Kenneth Wapnick. Traducción al Español por Alfonso Martinez.